Estudio bíblico de Efesios 1:7
Efesios 1:7
Continuamos dentro la sección doctrinal de esta carta, que abarca los capítulos 1 al 3. El párrafo que hoy comenzamos se extiende desde el versículo 7 hasta el 12 y el énfasis recae en el hecho de la redención por la sangre de Cristo. Leamos entonces el versículo 7, de este primer capítulo de la epístola a los Efesios, que comienza el párrafo titulado
Dios el Hijo pagó el precio por la Iglesia
"En él tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados según las riquezas de su gracia"
Estos versículos que tenemos ante nosotros son como las cumbres de diferentes montañas. Nosotros hemos estado saltando de una cumbre a otra cumbre. Y, seguimos pensando que vamos a llegar a una cumbre donde finalmente vamos a poder bajar y luego seguir adelante, pero no es así. Esto que tenemos aquí es muy importante y vital para nosotros en el presente.
En el tiempo viajamos hacia la eternidad. En el pasado, Dios nos escogió, Dios predestinó, y Dios nos hizo aceptos en el Amado, y ahora salimos de esa eternidad y nos trasladamos a la esfera del tiempo, en el que el plan de Dios el Padre, es colocado en las manos de Cristo, quien se mueve en el espacio y el tiempo para edificar la Iglesia.
Debemos señalar que es un hecho histórico el que Jesucristo nació en este mundo hace más de 2000 años. Dios se hizo presente en la humanidad entonces, y después de estar en esta tierra por 33 años, Él murió en la cruz; fue sepultado; resucitó nuevamente y ascendió a los cielos. Éstos son todos hechos históricos que la Palabra de Dios nos da. Mientras Él estuvo aquí, Él nos redimió, y esa redención se llevó a cabo por medio de Su sangre. Este aspecto no es muy popular en el presente. La mayoría de la gente prefiere una religión hermosa, una religión que apele a su naturaleza estética. Ahora, la cruz de Cristo no apela a la parte estética del ser humano, y tampoco apela al orgullo del hombre. Desafortunadamente, en el día de hoy existen ciertos sectores del cristianismo en los que se hace una apelación a la vieja naturaleza del hombre, y por tanto, no se pone un énfasis en la sangre de Cristo, lo cual es considerado repulsivo.
Una persona se presentó ante un maestro de la Biblia y le dijo: "A mí no me gusta escuchar hablar acerca de la sangre, eso es algo repulsivo para mí. Ofende mi naturaleza estética". Y el predicador le respondió con toda calma, con todo aplomo: "Yo estoy de acuerdo con usted, señora, que en este tema hay un aspecto repulsivo pero lo único que resulta verdaderamente repulsivo es en realidad su pecado y el mío". Así que el pecado es el elemento repelente en el tema de la redención por la sangre.
En otra ocasión otra persona se acercó a un pastor pidiéndole que, al predicar, no pusiera demasiado énfasis en la sangre de Cristo. Él la miró y le respondió: "Puedo asegurarle que yo no voy a enfatizar demasiado ese aspecto". Pero cuando esa persona ya se disponía a manifestarle su agradecimiento, él pastor continuó diciendo: "Espere usted un momento, usted quizás no se da cuenta que, en realidad, uno no podría enfatizar ese tema demasiado". Bueno, es que ese aspecto puede resultar repulsivo para algunos, pero es por medio la sangre de Cristo que tenemos redención.
Después de que Dios preparó el proyecto, el Hijo vino a esta tierra para formar la Iglesia con Sus manos taladradas con los clavos de la cruz. Todo el contexto del Antiguo Testamento expone la expiación del pecado por la sangre de un animal ofrecido en un sacrificio; pero este medio no podía quitar los pecados, sólo Cristo podía hacerlo. El escritor de la epístola a los Hebreos, dijo lo siguiente, en el capítulo 10, de esa epístola, versículos 6 al 13: "6Holocaustos y expiaciones por el pecado no te agradaron. 7Entonces dije: He aquí, vengo, Dios, para hacer tu voluntad, Como en el rollo del libro está escrito de mí". 8Diciendo primero: Sacrificio y ofrenda, holocaustos y expiaciones por el pecado no quisiste, ni te agradaron (cosas que se ofrecen según la ley), 9y diciendo luego: He aquí, vengo, Dios, para hacer tu voluntad; quita lo primero para establecer esto último. 10Y en virtud de esa voluntad somos santificados mediante la ofrenda del cuerpo de Jesucristo hecha una vez para siempre. 11Ciertamente todo sacerdote está día tras día ministrando y ofreciendo muchas veces los mismos sacrificios, que nunca pueden quitar los pecados; 12pero Cristo, habiendo ofrecido una vez para siempre un solo sacrificio por los pecados, se ha sentado a la diestra de Dios. 13 Allí estará esperando hasta que sus enemigos sean puestos por estrado de sus pies;"
Aquí en el versículo 7 de Efesios 1, cuando dice en él tenemos redención se refiere al Amado, que es Cristo. Nosotros hemos sido aceptados en el Amado.
La redención es la obra principal de Cristo. En realidad traduciéndolo literalmente, lo que dice aquí es, "la" redención. O sea, "En quien tenemos la redención". El artículo "la" le da una prominencia, y el hecho de que es mencionada primero, le da la más alta prioridad. Ése fue el motivo por el cual Él vino a este mundo. En el evangelio según San Mateo, capítulo 20, versículo 28, leemos: Como el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir y para dar su vida en rescate, por muchos. Él vino aquí para pagar el precio de su redención y la mía, estimado oyente. Nosotros éramos esclavos del pecado, y Él vino para liberarnos, a darnos libertad, pagando un precio por nosotros.
Hay tres palabras en el Nuevo Testamento que son traducidas al castellano, con la palabra "redención". Una palabra que es muy importante es la palabra "agorazo", que significa comprar en el mercado. Aquí tenemos la figura de una ama de casa por la mañana haciendo la compra del día. Encuentra lo que estaba buscando, lo coloca en la cesta, paga el precio requerido al vendedor. A partir de ese momento, lo que ha comprado, por supuesto, le pertenece. Así es que la única idea de esta palabra "agorazo" es la de comprar y llevar. Ésa es la palabra que el apóstol Pablo utilizó en su Primera Epístola a los Corintios, capítulo 6, versículo 20, donde dice: "Pues habéis sido comprados por precio; glorificad, pues, a Dios en vuestro cuerpo y en vuestro espíritu, los cuales son de Dios".
La palabra griega "exagorazo" significa "comprar y retirar del mercado" y contiene la idea de comprar algo para el uso personal. Él fue y nos compró en el mercado de esclavos. Es que alguien podría ir al mercado y comprar alimentos, y después dirigirse a otro lugar donde escasearan esos productos y ponerlos a la venta para obtener un beneficio. Sin embargo, esta palabra "exagorazo" significa retirar los productos comprados del mercado no para volverlos a vender, sino para destinarlos al uso personal. De paso digamos que ésa fue la palabra que usó el apóstol Pablo en su carta a los Gálatas, capítulo 3, versículo 13, donde dijo: "Cristo nos redimió de la maldición de la ley, haciéndose maldición por nosotros (pues está escrito: Maldito todo el que es colgado en un madero)". Eso quiere decir que Cristo nos redimió, para que nosotros no fuéramos expuestos a la venta otra vez. Él ha pagado el precio y nos ha sacado del mercado. Y ahora le pertenecemos.
La tercera palabra griega para redención es "apolutrosis", que es la palabra usada en este capítulo en el versículo 7. Significa "liberar pagando un rescate para liberar a una persona". Y tiene este mismo significado en Lucas capítulo 21, versículo 28: "Cuando estas cosas comiencen a suceder, erguíos y levantad vuestra cabeza porque vuestra redención está cerca". Ésta es una hermosa palabra. Quiere decir no sólo que uno va al mercado y paga el precio; ni sacar del mercado para el propio uso personal, y no vender ese producto nunca más, sino que también significa el ponerlo en libertad o liberarlo después de pagar el precio. La última idea se aplica a la compra de un esclavo para rescatarlo de la esclavitud y ponerlo en libertad. Y ésta es la palabra para redención que tenemos en este versículo 7 de Efesios 1. Es que el hombre ha sido vendido bajo el pecado y se encuentra en la esclavitud del pecado. Todo lo que usted tiene que hacer es mirar a su alrededor para comprobar que esto es verdad. El hombre es un pecador corrompido, un pecador perdido y no puede hacer otra cosa que pecar. Es un esclavo del pecado. Ahora, Cristo vino a pagar el precio de la libertad del ser humano. Y eso es lo que el Señor Jesucristo quiso decir con estas palabras: "Si el Hijo os libertare, seréis verdaderamente libres". (Juan 8:36).
Esta redención es por Su sangre. Ése fue el precio que Él pagó. El apóstol Pedro habló de esa sangre en su primera epístola, capítulo 1, versículos 18 y 19, y dijo: "Pues ya sabéis que fuisteis rescatados de vuestra vana manera de vivir (la cual recibisteis de vuestros padres) no con cosas corruptibles, como oro y plata, sino con la sangre preciosa de Cristo, como de un Cordero sin mancha y sin contaminación". La sangre de Cristo tiene mucho más valor que el oro y la plata. La sangre del Hijo santo de Dios puede salvar a cada pecador en cualquier parte de este mundo, si ese pecador deposita su confianza en el Salvador. Nosotros tenemos la redención por medio de su sangre, y el motivo por el cual Él nos salva de esa manera es que, según dice Hebreos 9:22, "Sin el derramamiento de sangre no hay remisión de pecados". Éste es un principio del Antiguo Testamento aplicable a toda la raza humana, desde Adán hasta el último hombre. Nosotros hemos sido redimidos, no por la sangre de animales, sino por la preciosa sangre de Cristo.
Y así es que tenemos, como dice este versículo 7, el perdón de nuestros pecados, de nuestras transgresiones. Nuestro perdón, por tanto, no es un acto de una deidad indulgente impulsada sentimentalmente y dejando de lado la justicia, la rectitud y la santidad. El perdón depende del derramamiento de la sangre. Requiere y depende del pago del castigo por los pecados. La muerte de Cristo y el derramamiento de Su sangre constituyen el fundamento para el perdón y sin él, no podría haber perdón.
Creemos que aquí deberíamos aprender a hacer una diferencia entre el perdón humano y el perdón divino. No son lo mismo. El perdón humano siempre está basado en el hecho de que se merece un castigo y que ese castigo no es impuesto. Simplemente quiere decir que uno borra o salda la cuenta. Dios es santo y justo. Por lo tanto, el perdón divino está siempre basado en el hecho de que ha habido una ejecución del castigo y que el precio ha sido pagado. En otras palabras, el perdón humano llega antes de que sea ejecutado el castigo. Y el perdón divino, por otra parte, depende de que el castigo sea ejecutado. Es que la justicia de la ley requiere que se pague el castigo, que se cumpla la pena. En cierta ocasión un juez dijo: "Bueno, si Dios puede perdonar, entonces yo puedo perdonar". Pero, amigo oyente, Dios pagó el castigo. ¿Estará ese juez dispuesto a pagar el castigo en lugar de aquel que ha quebrantado la ley?
Un Dios justo perdona en base a que el castigo ya ha sido ejecutado. Ahora, ¿cuándo fue ejecutado? Cuando Cristo derramó su sangre hace más 2.000 años. El espectáculo de Cristo derramando Su sangre en la cruz no resulta estético y no le agrada a la naturaleza refinada del hombre civilizado de la actualidad. Al ser humano el pecado no le parece tan malo. Trata de ser sofisticado y se considera progresista y muy inteligente. Pero, amigo oyente, tenemos que reconocer que somos pecadores perdidos, y Dios no puede perdonarnos hasta que el castigo haya sido ejecutado. Y la buena noticia es que ese castigo ya ha sido ejecutado. Es por esa razón que en la Palabra de Dios uno encontrará el perdón mencionado junto a la sangre de Jesucristo. Porque el perdón depende de la sangre de Jesucristo. Aquí nos podemos dar cuenta de cuán valiosa es la sangre de Cristo. Lo hemos dicho anteriormente y lo repetiremos otra vez. Acérquese a Dios siendo nadie, y permita que Él le convierta en alguien. Él puede perdonarle sus pecados porque Él ya pagó el castigo por sus pecados, y ésa es la única forma en que usted y yo podemos obtener el perdón por nuestros pecados.
El Señor Jesucristo les dijo a Sus discípulos en el evangelio según San Lucas, capítulo 24, versículos 46 y 47: "Así está escrito, y así fue necesario que el Cristo padeciera y resucitara de los muertos al tercer día; y que se predicara en su nombre el arrepentimiento y el perdón de pecados en todas las naciones, comenzando desde Jerusalén". Pablo dijo lo mismo en su carta a los Colosenses, capítulo 1, versículo 14: "en quien tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados". Cuando Jesús se encontró con Pablo en el camino de Damasco, le dijo que se dirigiera a los no judíos, como dice el relato en los Hechos 26:18, "Para que abras sus ojos, para que se conviertan de las tinieblas a la luz y de la potestad de Satanás a Dios; para que reciban, por la fe que es en mí, perdón de pecados y herencia entre los santificados". El derramamiento de la sangre de Cristo y Su muerte en la cruz es el fundamento del perdón, sin lo cual no lo hay. Dios no puede perdonar hasta que el castigo haya sido pagado.
La palabra para "pecados" es "paraptoma", que significa un delito o caída. El apóstol Pablo describió el primer pecado del hombre como una transgresión en Romanos 5:15. Y utilizó la misma palabra en Romanos, capítulo 4, versículo 25: "El cual fue entregado por nuestras transgresiones, y resucitado para nuestra justificación". Así es que la palabra pecados incluye la lista completa de todos los pecados imputable al ser humano. Agustín lo expresó concisamente al decir: "Cristo compró a la iglesia impura para poder hacerla inmaculada". Cristo la compró con Su propia sangre y pagó el castigo por nuestro pecado.
Como continúa diciendo el versículo 7, la redención y el perdón son otorgados "según las riquezas de su gracia". Esa es una expresión interesante. Observemos que él no dijo "de" las riquezas de su gracia, sino "según" las riquezas de su gracia. Permítanos ilustrar la diferencia que existe aquí. Hace algunos años un millonario estaba jugando en un campo de golf y siempre le daba al caddie, su ayudante, una moneda. Como usted puede ver, él no estaba dando aquí según sus riquezas: estaba dando de sus riquezas. Si este hombre hubiera dado según sus riquezas, entonces su ayudante hubiera llegado a ser rico. Pues bien, de la misma manera, Dios nos ha redimido según las riquezas de Su gracia. Dios es rico en gracia, y Él está dispuesto a dar de acuerdo con Sus riquezas de gracia. Él ha tenido que concederme mucha gracia a mí, pero aún le queda suficiente para usted. Dios tiene lo suficiente como para darnos a todos nosotros. Dios puede salvarle, guardarle, y todo ello debido a Su gracia.
Estamos tratando el tema de la obra de Dios el Hijo a favor de la iglesia. Esa obra es triple: (1) Cristo nos redimió por Su sangre; (2) Él ha revelado el misterio de Su voluntad; y (3) Él nos recompensa con una herencia.
Hemos examinado las palabras griegas para la redención y vimos que implicaban el pago de un precio que era la sangre de Cristo: podemos tener perdón porque Él pagó el precio. Sabemos que, figurativamente hablando Cristo fue al mercado donde estábamos en venta con el grupo de esclavos del pecado y nos compró a todos. Dios va a usarnos para Sí mismo y entonces establece una relación personal. También vimos que nos compró para ponernos en libertad. Y hay que destacar que la palabra para redención en el versículo 7 de este capítulo 1 de Romanos, "apolutrosis", significa que Dios nunca le pregunta qué ha hecho usted por Él. Y esto es precisamente lo maravilloso de la gracia de Dios; cuando Dios le salva por Su gracia, no le pone en deuda con Él. Dios le compró para ponerle a usted en libertad.
Alguien podría preguntar: ¿pero no tenemos que servirle? Es verdad. Pero sobre una base diferente, es decir, en base a una nueva relación; una relación de amor. En Juan 14:15, leímos que el Señor Jesús les dijo a Sus discípulos: "Si me amáis, guardad mis mandamientos". No les dijo: "como he muerto por vosotros, tenéis que cumplir mis mandamientos". Les dijo, si me amáis. Así que, si hoy usted le ama, Él quiere que usted le sirva. Si usted no le ama, olvídese de este tema del servicio. Hoy oímos hablar mucho de tener un compromiso con Cristo. Estimado oyente, usted y yo tenemos muy poco que comprometer ante Él. Tenemos que responder con una actitud de amor hacia Dios y ello implica una base totalmente diferente. Nosotros le amamos porque el nos amó primero.
Hay una historia de la época de la esclavitud que ilustra esta gran verdad. En la época de la esclavitud, había una hermosa joven que estaba a la venta en un grupo de esclavos. Entre los posibles compradores se encontraba un propietario de esclavos que era realmente brutal en el trato con ellos y éste comenzó a pujar por ella. Cada vez que él hacía una oferta, la joven se estremecía y una expresión de temor aparecía en su rostro. Pero allí se encontraba también el rico propietario de una plantación que era muy bondadoso con sus esclavos: éste también comenzó a pujar por la joven. Hizo una oferta mayor que el otro hombre y compró a la joven. Pagó el precio acordado y comenzó a alejarse. La joven, entonces, le siguió; pero él se dio vuelta dirigiéndose hacia ella y le dijo: "No me interpretes mal. Yo no te compré porque necesitaba una esclava. Te compré para ponerte en libertad". Ella simplemente se quedó inmóvil y aturdida sólo por un instante. Y después, cayó sobre sus rodillas diciendo: "¿por qué? Yo te serviré para siempre". Esta sencilla historia ilustra la base sobre la cual el Señor Jesús quiere que le sirvamos. Él le amó, pagó un precio por usted. Se entregó a Sí mismo y derramó Su sangre para que usted pueda tener el perdón de sus pecados. Este perdón es totalmente suyo si usted está dispuesto a venir a Él y aceptarle como su Salvador. Estimado oyente, nunca olvide que su redención, su liberación y el perdón le son otorgados por Dios conforme a las riquezas de Su gracia.
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