Estudio bíblico de Isaías 1:4-18
Isaías 1:4-18
En nuestro último programa amigo oyente, simplemente abrimos el libro de Isaías. Leímos hasta el versículo 3 del primer capítulo. Aquí tenemos un comienzo tremendo porque se nos revela a Dios en el tribunal de este universo. Él está aquí llamando a todos los seres inteligentes que Él ha creado para que escuchen que lo que Él va a hacer es justo y correcto. Lo vemos ahora como el Juez de toda la tierra, y aquí es el Juez de Su propio pueblo, la nación que Él llamó para Sí mismo. Comencemos nuestra lectura de hoy con el versículo 4 de este primer capítulo de Isaías:
"¡Ay gente pecadora, pueblo cargado de maldad, generación de malhechores, hijos depravados! ¡Dejaron al Señor, provocaron a ira al Santo de Israel, se volvieron atrás!"
Vemos a Dios como el Juez de toda la tierra y de Su propio pueblo Israel. Parece extraño pensar en Dios como un juez, porque en la mentalidad del sistema del mundo, Dios ha sido removido del trono del juicio. Ha sido despojado de Su autoridad, prerrogativa y privilegio real, y de los límites que Él estableció como gobernante moral de Su universo. Su nombre ha sido empujado hasta los confines del mundo y tratado como si fuera un exceso de equipaje. No queremos ser irreverentes hoy cuando decimos que la enseñanza moderna nos ha dado una concepción completamente deformada de Dios. Ha sido caracterizado como un anciano bondadoso y sentimental. Éste es el concepto general que muchos tienen hoy de Dios, pero la Biblia no lo describe de esta manera. Dios va a juzgar este Universo algún día, tal como Él ha juzgado a Su propio pueblo, y ello debería servir de advertencia, no sólo a las naciones sino también a los individuos.
Israel fue descrito aquí como un pueblo cargado de maldad y esas palabras "cargados de maldad" arrojan mucha luz sobre esa invitación personal que el Señor Jesús proclamó en el Nuevo Testamento. Como leemos en Mateo 11:28, Él dijo, "Venid a mi todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar". Y entonces sabemos lo que Él quiso decir: "cargados de maldad". Ésta era la condición del pueblo de Israel. Y hoy esta misma invitación se extiende a todos aquellos que están soportando la carga del pecado, para que traigan su carga y la dejen sobre Él, para que encuentren el descanso, el descanso de la redención.
En este versículo Dios expresó la condición de Israel. Eran apóstatas, se habían apartado de Dios, y eran un pueblo cargado de maldad. Y en consecuencia, Dios iba a señalar detalladamente la acusación que Él presentaba contra ellos.
Esto nos hace recordar la filosofía del gobierno humano por medio del cual opera Dios. Este sistema nos fue presentado en el libro de los Jueces, y podemos ver este ciclo de la historia del gobierno humano, operando en las naciones. En el libro de los Jueces vimos a Israel sirviendo a Dios, siendo bendecidos por Dios y prosperando. Y en su prosperidad, comenzaron a apartarse de Dios y, finalmente, se entregaron a la idolatría. Se pusieron en rebelión contra Dios; en realidad, se olvidaron de Él. Cayeron en manos de sus enemigos y entonces clamaron a Dios para que les librara. Cuando se volvieron a Dios, Él les libró de la opresión de sus enemigos y les restauró a una posición de bendición. Esta escena histórica se repitió cíclicamente por todo el relato de las Sagradas Escrituras, y la historia ha confirmado el hecho de que hay tres pasos en el proceso de caída de cualquier nación. Primero hay una apostasía religiosa, después se produce una decadencia moral y, finalmente, la anarquía política. Ahora, hay muchas personas que no prestan ninguna atención a este ciclo, hasta que se llega a la etapa de la anarquía política. Entonces, comienzan a clamar reclamando un cambio de gobierno, y pidiendo que se adopte un nuevo sistema. Ahora bien el problema de fondo no está en el sistema de gobierno. El problema de Jerusalén en aquella época no estaba en el palacio real. El problema estaba dentro del templo. Las dificultades comienzan cuando hay apostasía espiritual. La apostasía es el abandono de la fe.
Continuemos leyendo los versículos 5 al 7 de este primer capítulo de Isaías:
"¿Por qué querréis ser castigados aún? ¿Todavía os rebelaréis? Toda cabeza está enferma y todo corazón doliente. Desde la planta del pie hasta la cabeza no hay en él cosa sana, sino herida, hinchazón y podrida llaga; no están curadas ni vendadas ni suavizadas con aceite. Vuestra tierra está destruida, vuestras ciudades puestas a fuego, vuestra tierra delante de vosotros devorada por extranjeros y asolada como asolamiento de extraños."
Lo que Dios dijo en estos versículos era absolutamente cierto. Había decadencia moral y anarquía política, pero Dios no intervino, se mantuvo apartado. Ésta no era todavía la acusación que El presentaba contra ellos. Escuchemos lo que dicen los versículos 8 y 9:
"Y queda la hija de Sión como enramada en viña, como cabaña en melonar, como ciudad asolada. Si el Señor de los ejércitos no nos hubiera dejado un resto pequeño, seríamos como Sodoma, semejantes a Gomorra."
En otras palabras, que si no hubiera habido un remanente fiel, Dios habría destruido a Israel como hizo con Sodoma y Gomorra. Pero siempre ha existido un remanente del pueblo de Dios. Y ese remanente existe en la actualidad. Y hay un remanente en la actualidad: hay cristianos esparcidos por todo el mundo. Y dice el versículo 10:
"¡Príncipes de Sodoma, oíd la palabra del Señor! ¡Escuchad la ley de nuestro Dios, pueblo de Gomorra!"
Aquí Dios lo estaba explicando detalladamente. Todo el problema consistía en una apostasía espiritual. Dice el versículo 11:
"¿Para qué me sirve, dice el Señor, la multitud de vuestros sacrificios? Hastiado estoy de holocaustos de carneros y de grasa de animales gordos; no quiero sangre de bueyes ni de ovejas ni de machos cabríos."
Dios especificó Sus acusaciones contra Su pueblo. Él había puesto Su mano sobre un asunto concreto, y Él iba a demostrar el punto determinado en el cual ellos estaban equivocados. Dios señaló con Su dedo a lo mejor que tenía el reino de Judá, y no a lo peor. Les mostró aquello que estaba muy mal. Israel tenía una religión dada por Dios y un ritual establecido por Dios, en un templo construido por Dios. Pero ellos estaban actuando mal en aquello que representaba lo mejor que tenían. Estaban trayendo sacrificios y cumpliendo el ritual de acuerdo con la letra de la Ley, pero sus corazones estaban en rebelión contra Dios. Su religión no estaba afectando a su conducta. Sinceramente, éste es un problema de gran actualidad entre los creyentes de nuestro tiempo. Muchos de nosotros hemos llegado a un punto en el cual tenemos una cierta forma de piedad, de devoción pero rechazamos el poder que existe en ella. Continuemos leyendo los versículos 12 y 13:
"¿Quién pide esto de vuestras manos, cuando venís a presentaros delante de mí para pisotear mis atrios? No me traigáis más vana ofrenda; el incienso me es abominación. Luna nueva, sábado y el convocar asambleas, no lo puedo sufrir.¡Son iniquidad vuestras fiestas solemnes!"
Aquí podemos ver que incluso aquello que Dios ha ordenado se convierte en algo inútil cuando el corazón no está implicado en ello, y cuando no afecta a la conducta del creyente.
Estimado oyente, si el Señor Jesús fuera a su iglesia el próximo domingo, ¿tendría algo que decir a favor suyo? ¿Le felicitaría por su fidelidad hacia Él? ¿Le podría decir lo mucho que Él aprecia su interés y participación espiritual en los encuentros de la comunidad cristiana, y en lo que usted le entrega? Me temo que no. Aquel que tiene pies como "el brillo del bronce bruñido", cuyos ojos son "como llama de fuego" (Daniel 10:6, Apocalipsis 1:14-16 y Proverbios 5:4) no podrá decir algo a favor nuestro. Creemos que a la mayoría nos dirá que toda nuestra forma exterior, todos nuestros elocuentes testimonios y profesiones expresadas en público, le molestan, le desagradan. Más bien, nos diría que necesitamos arrepentirnos y venir a Él con una actitud humilde. Seguramente en estas palabras dirigidas a Su pueblo hay una advertencia para muchos cristianos e iglesias. Fundamentalmente, nuestras dificultades actuales tienen un origen espiritual; y hasta que un cristiano profesante se arrepienta y experimente una verdadera renovación espiritual, no hay esperanza para muchas iglesias o congregaciones cristianas.
Continuemos leyendo los versículos 15 al 17 de este primer capítulo de Isaías:
"Cuando extendáis vuestras manos, yo esconderé de vosotros mis ojos; asimismo cuando multipliquéis la oración, yo no oiré; llenas están de sangre vuestras manos. Lavaos y limpiaos, quitad la iniquidad de vuestras obras de delante de mis ojos, dejad de hacer lo malo, aprended a hacer el bien, buscad el derecho, socorred al agraviado, haced justicia al huérfano, amparad a la viuda."
Es como si Dios nos estuviera diciendo que no somos otra cosa que un grupo de personas falsas, que nos acercamos a Su presencia como si fuéramos realmente genuinos, que hacemos nuestros sacrificios, cumplimos con ciertos rituales, pero que todo ello carece absolutamente de significado espiritual para nosotros. Aquí en este pasaje vemos que Dios expresó claramente Su acusación contra aquel pueblo. Ellos eran culpables de apostasía, lo cual les había conducido a la decadencia moral y a una anarquía política en la nación. Dios había convocado a Israel a la sala del tribunal y había demostrado Su acusación contra ellos. Israel era como un preso acusado esperando su sentencia en el juicio. Dios podía ya ponerse en movimiento para castigarlos.
Pero aun en un momento como este, tardíamente, casi fuera de tiempo, Dios estaba dispuesto a resolver este caso fuera del tribunal. Es como si Él le dijera a Israel "No vayan ustedes a juicio contra mí porque van a salir perdiendo". El Juez tenía algo más que decir, y quedamos enormemente sorprendidos de lo que dijo a continuación. Escuchémosle en el versículo 18 de este primer capítulo de Isaías:
"Venid luego, dice el Señor, y estemos a cuenta: aunque vuestros pecados sean como la grana, como la nieve serán emblanquecidos; aunque sean rojos como el carmesí, vendrán a ser como blanca lana."
Dios les está diciendo al reino de Judá que no le obligaran a dictar sentencia, que arreglaran el asunto fuera de la sala del tribunal. Recordemos que eso fue lo que el Señor Jesucristo dijo en Mateo 5:25, "Ponte de acuerdo pronto con tu adversario, entre tanto que estás con él en el camino". O sea, que no esperemos hasta que él nos lleve ante el tribunal. Dios tiene una fórmula secreta, una alquimia divina, una receta potente, una poción poderosa, un elixir celestial que remueve el pecado. No es una fórmula secreta, como la de una bomba nuclear, pero es más potente y puede lograr una transformación maravillosa e increíble. En el capítulo 53 de este libro de Isaías podremos contemplar a Aquel que fue más desfigurado, que sufrió más, y que murió de forma diferente, que fue herido por nuestras transgresiones. Y como Él pagó la deuda, el castigo, el Juez puede ahora ofrecernos Su compasión y misericordia. La sangre de Jesucristo, el hijo de Dios, continúa limpiando de todo pecado.
Así que ésta fue la acusación de Dios contra Su pueblo, y ésta fue la base sobre la cual ellos podían volver a Él. Si ellos se volvían a Dios, Él preservaría a la nación. Históricamente vemos que les daría casi cien años. Entonces, si no regresaban a Él y cambiaban de conducta, les enviaría al cautiverio.
En su libro "La decadencia y caída del Imperio Romano", el historiador Gibbon presentó cinco razones que causaron la decadencia y caída de aquel gran imperio mundial. Como primer paso hacia la decadencia, él mencionó que se socavó la dignidad y santidad del hogar, que es la base de la sociedad humana. El segundo paso fue el establecimiento de impuestos cada vez más altos y un incremento del gasto público para proporcionar pan gratis y circos para el pueblo. El tercer paso fue que se puso de moda una descabellada manía por los placeres y los deportes, que se fueron convirtiendo, cada año, en una experiencia más emocionante, más brutal y más inmoral. El cuarto paso, fue implicarse en una carrera armamentista, incluyendo la formación de grandes ejércitos, cuando el verdadero enemigo estaba dentro del propio imperio. Y el quinto paso, fue el decaimiento de la religión, que se fue convirtiendo en una simple forma exterior, perdiendo su contacto con la vida, y perdiendo poder para guiar al pueblo.
Es evidente, y la historia así lo ha demostrado en muchas naciones, que la decadencia de un país comienza con una apostasía espiritual, que es seguida por un deterioro moral, que da como resultado final una anarquía política.
James Reston, en el periódico Wall Street Journal, hace ya algún tiempo, mostrando la diferencia que existe entre las declaraciones públicas y de lo muchos dicen en privado dijo: "En público, ellos hablan de lo maravilloso que se presenta el futuro, pero en conversaciones privadas, uno comienza a escuchar las dudas de que el hombre mortal sea capaz de resolver o de controlar los problemas políticos, sociales y económicos que la vida ha puesto ante él."
Observemos lo que han indicado otras personas. Un profesor de historia en Salzbury, Carolina del Norte, dijo: "El gran sueño americano se está desvaneciendo en medio de realidades terribles, y con signos visibles de una decadencia en nuestra sociedad contemporánea". Si uno echa una mirada hacia la historia religiosa y política, uno puede apreciar este deterioro en el día de hoy.
Por otra parte, la creciente agresividad de las personas se manifiesta en todos los órdenes de actividad y convivencia humana. Ahora, ¿qué diremos de la decadencia moral? La palabra corrupción se oye ya demasiadas veces en los medios de difusión, ante el aumento de las personas que aprovechan el ejercicio del poder político para enriquecerse. El aumento de la criminalidad es innegable. Especialmente en las grandes ciudades existe una preocupación creciente por la seguridad ciudadana. Millones de jóvenes han sido contagiados por enfermedades sociales, entre las cuales se encuentra el Sida que a la fecha ha causado la muerte de millones de personas. Muchas personas se han refugiado en el alcoholismo, que en vez de satisfacción les produce un grave deterioro físico y mental. El número de suicidios nunca ha sido tan elevado. Cabe destacar igualmente el aumento de la violencia en los centros educativos entre alumnos, y de alumnos hacia profesores. La familia parece diluirse y deja de ser el pilar de la sociedad, con la conflictividad familiar, el relajamiento de las relaciones entre los miembros de la familia y el aumento del número de divorcios. Además, nunca ha habido tantos casos de violencia doméstica. Amigo oyente, podemos apreciar que se ha dado un gran paso hacia abajo en esto de la decadencia moral. Y, ¿qué diremos de la decadencia espiritual? El Dr. Walter Thompson de la universidad de Akron dijo: "En los últimos 6.000 años, han existido 21 civilizaciones. Y cada una de ellas naufragó en el preciso momento en que dejaron de tener en cuenta a Dios". Amigo oyente, estamos llegando al fondo del abismo. Allí es donde nos encontramos hoy, pero Dios nos está diciendo lo que leímos en nuestro pasaje Bíblico de hoy en Isaías 1:18: "Venid ahora, y razonemos, dice el Señor: aunque vuestros pecados sean como la grana, como la nieve serán emblanquecidos; aunque sean rojos como el carmesí, como blanca lana quedarán". Ésa es la única salida para cualquier nación del mundo.
Y a nivel personal, hay muchas opciones que los seres humanos prueban para encontrar una salida a la situación actual. Hay quienes intentan razonar, meditar o elaborar algún nuevo sistema de pensamiento. Otros creen que dando rienda suelta a sus deseos, a sus pasiones, lograrán la satisfacción y la paz. Otros creen que la ciencia con sus avances impondrá la racionalidad en el ser humano y entonces se lograrán firmes bases para una convivencia. Otros piensan que la paz habrá de imponerse por medio de la fuerza, para evitar la anarquía o la dominación de totalitarismos en el orden internacional. También muchos depositan su esperanza en que la economía sabiamente dirigida podrá crear un orden social justo y exento de violencia. Y hay quienes buscan en nuevas religiones y sectas nuevas experiencias religiosas que les permiten controlar sus pensamientos e instintos, y les proporcionen una salida al caos.
Pero, frente a tantas voces que se alzan, la Biblia, la Palabra de Dios, amigo oyente, nos dice que debemos dirigirnos a Él para encontrar la salida. Y el Señor Jesucristo nos dijo: "Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida. Nadie viene al Padre sino por Mi". Él también dijo: "Yo soy la Puerta. El que por mi entrare será salvo". Ésa es la única esperanza para cualquier nación del mundo. Es la única esperanza para el mundo del día de hoy. Estimado oyente, Cristo es la única esperanza para usted.
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