Estudio bíblico de Isaías 3:1-26
Isaías 3:1-26
Amigo oyente, continuamos hoy nuestro estudio en este libro de Isaías y llegamos al capítulo tres. En este capítulo se le da énfasis a las causas que provocaron la ruina de Israel en esa época; un gobierno débil, y una moral decadente y baja. Ésas fueron dos cosas que provocaron que esa nación llegara al lugar donde Dios tuvo que entregarlos a la cautividad.
Esta sección es aún una continuación de la profecía que comenzó en el capítulo 2 (recordemos que los capítulos 2 y 3 constituyen una profecía completa). En esta sección de juicio, el capítulo 3 revela el juicio de Dios dirigido particularmente hacia la nación de Israel. Aunque tiene su aplicación para otras naciones, la interpretación señala definitivamente a Israel. Más adelante en esta sección del juicio veremos el juicio de Dios sobre las naciones que rodeaban a Israel, sección que se encuentra entre las profecías más notables de la Palabra de Dios, y muchas de ellas se han cumplido literalmente. Sin embargo, encontramos que el juicio de Dios contra Israel es más severo e intenso que contra cualquier otra nación. ¿Por qué? Bueno, es que Israel era la nación que Dios había elegido de una manera peculiar, y disfrutaba de una relación con Dios particularmente íntima. El privilegio crea responsabilidad.
Y teniendo en cuenta esa responsabilidad, creemos que Dios juzgará con mayor severidad a aquellas naciones contemporáneas que conocieron la Palabra de Dios.
Israel, como nación, tuvo más luz espiritual que sus vecinas, y la luz rechazada acarrea un severo castigo, como será ilustrado más adelante en este libro.
El tema del juicio de Dios podría resultar ofensivo para algunos, pero nadie debería esconder la cabeza bajo la arena como el avestruz. Nos guste o no, debemos enfrentarnos con la realidad. Dios juzga el pecado. No sólo lo juzgará en el futuro, pues lo ha juzgado en el pasado.
La profecía que tenemos ante nosotros es una imagen del tiempo de Isaías, y se ha cumplido. Sin embargo, su cumplimiento no agota su significado, porque las condiciones descritas prevalecerán otra vez en los últimos tiempos y producirán la ira de Dios en forma de juicio, no sólo sobre Israel sino también sobre las naciones del mundo.
Los primeros 15 versículos tratan el tema del gobierno débil y de la ropa de las mujeres. Estos parecen temas nada relacionados entre sí, pero veremos que no están tan lejanos como parecen. El gobierno débil fue causado por falta de liderazgo, evidenciado por la existencia de mujeres que gobernaron, y comprobaremos lo que Isaías quiso decir con esto.
Leamos entonces el versículo 1 de este tercer capitulo, que comienza el párrafo que trata sobre:
El gobierno débil
"Porque el Señor, Jehová de los ejércitos, quita de Jerusalén y de Judá al sustentador y al fuerte, toda provisión de pan y toda provisión de agua"
Este versículo nos delimita a Jerusalén y Judá. Aunque el hombre no vive sólo de pan, seguramente lo necesita. El hambre es un juicio de Dios. Hay trece períodos de hambre mencionados en la Biblia, y cada uno de ellos constituyó un juicio divino sobre la nación de Israel. Continuemos leyendo los versículos 2 y 3:
"Al valiente y al hombre de guerra, al juez y al profeta, al adivino y al anciano; al capitán de cincuenta y al hombre respetable, al consejero, al artífice excelente y al hábil orador."
Dios iba a remover no sólo el pan y el agua, sino también a todos los hombres del liderazgo. Faltarían hombres cualificados para ocupar altos cargos, y ése sería un juicio de Dios.
Esta situación podría ser actualizada. ¿No ha observado usted que no hay grandes líderes en la escena contemporánea? Hay a algunos que se hacen pasar por grandes líderes, pero sus figuras se empequeñecen al compararlos con grandes personajes del pasado. No estamos adoptando ninguna postura favorable o desfavorable contra ningún partido político, pero la verdad es que hay hoy hombres ambiciosos que luchan para conquistar el poder, tanto jóvenes como maduros, que prácticamente no parecen tener las cualidades que se requieren para ser hombres de estado.
En general podemos decir que abundan los hombres preparados para la guerra, pero no grandes generales y estrategas. Por otra parte, hay una falta de liderazgo en el sistema judicial y una creciente ola de criminalidad para la cual no están actualizadas ciertas leyes. Se aprecia una escasez de grandes estadistas. La tendencia preponderante de muchos líderes es a transigir, a contemporizar. Recordando la situación descrita en estos versículos, vemos que cuando una nación no produce estadistas, es una señal de decadencia y del juicio de Dios.
Y en cuanto al estado general, salvo algunas excepciones, los medios de difusión y las artes, reflejan el estado actual de la sociedad.
¿Y qué diremos del área de la educación? Solíamos creer que los educadores tenían la solución para los grandes problemas del mundo. Y en la actualidad, no pueden controlar ni siquiera la convivencia pacífica de los estudiantes en los campus. Ahora, notemos lo que dijo el Señor aquí en el versículo 4, de este capítulo 3, de Isaías:
"Y les pondré jóvenes por gobernantes: muchachos serán sus señores."
Algunos de estos líderes, que ocupan elevados cargos hoy carecen de experiencia. Y esta falta de capacidad fue precisamente lo que causó la ruina el Israel en aquella época. Los líderes de aquel tiempo tenían un nivel mental inmaduro, diríamos infantil, y Dios los envió al cautiverio, los juzgó. Continuemos leyendo el versículo 5:
"Entre el pueblo brotará la violencia de unos contra otros, cada cual contra su vecino; el joven se levantará contra el anciano, y el plebeyo contra el noble."
Al oír estas palabras podríamos pensar que Isaías estaba hablando de nuestra época, pero lo que escribió era cierto en su tiempo. Los jóvenes estudiantes se rebelan contra sus profesores y cuestionan la enseñanza que reciben de ellos. En muchas regiones del mundo aumenta la tensión entre las clases sociales. Por otra parte, las minorías quieren imponer sus opiniones sobre los demás. Los cristianos también constituyen una minoría, pero, con toda seguridad, no están siendo escuchados. Leamos ahora el versículo 8 de este tercer capítulo de Isaías:
"Porque arruinada está Jerusalén y Judá ha caído; pues la lengua de ellos y sus obras han sido contra el Señor para desafiar la faz de su gloria."
Arruinada está Jerusalén y Judá ha caído; éstas fueron las palabras del profeta. En nuestro tiempo no tenemos muchos hombres de Dios poniéndose en pie, señalando a una nación y diciendo: "Nuestras ciudades están arruinadas", aunque sea tan cierto como lo fue en los días de Isaías.
Dice aquí pues la lengua de ellos y sus obras han sido contra el Señor, para desafiar la faz de su gloria. Ésta es la clave del capítulo, y es la clave de la ruina de Israel y de la de cualquier otra nación. Dios juzga a las naciones por la relación que tienen con Él.
El problema es que Dios ha sido apartado de los centros de gobierno y decisión política, así como todas las áreas de la vida de las personas. Y seguramente más de una nación, o un grupo de ellas, o quizás un grupo de personas influyentes quisieran dominar a todo el mundo. La ambición humana es tan grande que, aunque los aspirantes a detentar el poder sean humillados o temporalmente neutralizados, no despiertan de su sueño y continúan por su camino, como si nada ocurriera.
Notemos, ahora, lo que dice aquí el versículo 9, de este capítulo 3, de Isaías:
"La apariencia de sus rostros testifica contra ellos, porque como Sodoma publican su pecado. ¡No lo disimulan! ¡Ay de sus vidas!, porque amontonaron mal para sí."
El pecado se practica abiertamente. Lo que se acostumbraba a hacer a escondidas, encubiertamente, ahora se hace en público. Ese cambio se presenta como una muestra de honestidad. En realidad, no. No somos más honestos ahora; somos tan hipócritas como nuestros antepasados. Ellos fueron hipócritas porque ocultaron su pecado, y nosotros somos hipócritas porque estamos pecando abiertamente e intentando decir que el pecado es bueno. Esto es exactamente lo que Israel estaba haciendo. Y dice el versículo 10:
"Decid al justo que le irá bien, porque comerá de los frutos de sus manos."
Aquí vemos que Dios prometió liberar a Su propio pueblo. Pero el versículo 11 añade:
"¡Ay del malvado! Mal le irá, porque según las obras de sus manos le será pagado."
Y ésta es otra forma de decir: "todo lo que el hombre siembre, eso también segará". Continuemos con el versículo 12:
"Los opresores de mi pueblo son muchachos, y mujeres lo dominan. ¡Pueblo mío, los que te guían te engañan y tuercen el curso de tus caminos!"
Otra versión traduce "¡Pobre pueblo mío!, oprimido por niños y gobernado por mujeres". Uno de los mayores problemas de nuestra época es la delincuencia juvenil. El mayor incremento del crimen tiene lugar entre los más jóvenes y la edad promedio continúa descendiendo. Otros opinan que la referencia a los jóvenes puede indicar menores de edad o adultos que fueran ingenuos como los jóvenes.
El versículo continúa diciendo y mujeres lo dominan. Aquí la frase parece referirse a mujeres que dominaban a sus maridos que estaban a cargo del gobierno. Esa falta de autoridad de los líderes era una de las causas de la caída de la nación. Al visitar las ruinas de Pompeya, en Italia, uno no puede menos que recordar que un imperio que dominó al mundo cayó, no por ataques recibidos desde el exterior, sino por los males que le corroyeron desde dentro.
Escuchemos las palabras del Señor a Su pueblo, en los versículos 13 y 14:
"El Señor está en pie para litigar y para juzgar a su pueblo. El Señor vendrá a juicio contra los ancianos de su pueblo y contra sus gobernantes. Porque vosotros habéis devorado la viña y el despojo del pobre está en vuestras casas."
Los ancianos y los gobernantes eran los líderes de la nación. Dios colocó la culpa sobre los líderes adultos. Porque el problema juvenil no se había originado en los jóvenes.
En los días de Isaías, había algunos que estaban tratando de enriquecerse y dominar a todos los demás. Dice aquí: el despojo del pobre está en vuestras casas. Cuando miembros de la clase capitalista y de la clase obrera han dejado a Dios fuera de sus creencias y normas de conducta, constituyen un grave problema para cualquier país. Dios está preparado para contender o para juzgar, y Él permitirá a una nación determinar cual de las dos actitudes adoptará.
Leamos ahora el versículo 16, en el cual se comienza a hablar de:
La ropa de la mujer
"Asimismo dice el Señor: Por cuanto las hijas de Sión son orgullosas y andan con el cuello erguido y ojos seductores; que caminan como si danzaran, haciendo sonar los adornos de sus pies"
¡Qué cuadro el que se nos presenta aquí en cuanto a las mujeres de aquella época! El problema, por supuesto, está en el corazón. El contraste en la Biblia lo tenemos en 1 Pedro 3:1-4. Los dos primeros versículos dicen: "1Asimismo vosotras, mujeres, estad sujetas a vuestros maridos, para que también los que no creen a la palabra sean ganados sin palabra por la conducta de sus esposas, 2al considerar vuestra conducta casta y respetuosa". Ahora, esto no quiere decir que ella debe tolerar abusos de su parte, sino que debe vivir una vida santa ante él. El versículo 3 dice: "3Vuestro atavío no sea el externo de peinados ostentosos, de adornos de oro o de vestidos lujosos",. La esposa que piense conservar a su marido únicamente con sus atractivos exteriores, lo perderá. Y el versículo 3 destacó que otro adorno mucho más importante, "4 el interno, el del corazón, en el incorruptible adorno de un espíritu afable y apacible, que es de grande estima delante de Dios."
Ahora, hay tres cuerdas que mantienen vivo a un matrimonio. Como bien dijo el Eclesiastés en 4:12, un cordón de tres hilos no se rompe fácilmente. Está el hilo físico, y éste es importante. También está el hilo psicológico, es decir, los mismos intereses. Y en tercer lugar, tenemos el hilo espiritual, es decir, el amor de Dios y Su obra. Si una esposa intenta mantener a su lado a su marido sólo con su atracción física, llegará el momento en el que él ya no estará más interesado en ella. Esto es lo que el apóstol Pedro estaba diciendo. La atracción de una esposa debería consistir en más que su forma de vestir, o el peinado que use. Su belleza debería ser una forma de vida caracterizada por un espíritu tierno y sereno.
Esta figura está en contraste con la descripción de esta profecía, en la cual Isaías describió a muchas mujeres de su tiempo como altivas, sexualmente atractivas, que caminan como si danzaran, haciendo sonar los adornos de sus pies.
Entonces, el versículo 17 dice:
"Y el Señor herirá con tiña el cráneo de las hijas de Sión, y el Señor desnudará su frente."
Estaba hablando de una enfermedad de la piel del cráneo. Al leer esto recordamos enfermedades como el sida, el síndrome de inmuno deficiencia adquirida y otras, que en algunos países adquieren proporciones epidémicas. Realmente, Dios ha dispuesto que el pecado tenga consecuencias. Y continúan diciendo los versículos 18 al 24:
"Aquel día quitará el Señor el adorno del calzado, las redecillas, las lunetas, los collares, los pendientes y los brazaletes, los turbantes, los adornos de las piernas, los partidores del pelo, las cajitas de perfume y los zarcillos, los anillos y los joyeles de las narices, las ropas de gala, los mantoncillos, los velos, las bolsas, los espejos, el lino fino, los turbantes y los tocados. En lugar de los perfumes aromáticos vendrá hediondez, soga en lugar de cinturón, y cabeza rapada en lugar de rizos del cabello; en lugar de vestidos de gala, ceñimiento de ropas ásperas, y cicatriz de fuego en vez de hermosura."
La ropa de mujer puede ser uno de los barómetros de cualquier civilización. Cuando los vestidos femeninos son modestos, ese detalle nos dice algo sobre la nación en su totalidad.
En estos últimos versículos se mencionan por nombre, alrededor de veinte artículos de ropa y moda femenina. Dios no estaba condenando a las mujeres de Israel por vestirse a la moda de su tiempo. Él estaba hablando de su vida interior. Eran altivas y descaradas. El verdadero adorno tenía que haber estado en su interior, no en el exterior de la piel. La motivación que tenían al querer destacarse de esa manera revelaba el nivel moral de ellas y de su nación. Y la profecía continúa en los versículos 25 y 26 diciendo:
"Tus varones caerán a espada y tu fuerza en la guerra. Sus puertas se entristecerán y enlutarán, y ella, desamparada, se sentará en tierra."
Había una medalla romana que mostraba a una mujer llorando; la inscripción bajo la imagen decía "Judá cautiva". Representaba a las cautivas de Israel. Como esa nación no hizo caso a las advertencias de Dios, los israelitas fueron conducidos al cautiverio. ¡Qué imagen dramática la de aquella nación! Pero, ¿no se parece acaso a la condición de la humanidad que vive sin Dios, bajo la esclavitud de su pecado y las pasiones? También hoy, Dios ha advertido de las consecuencias del pecado y la rebelión humana. Y sólo el aceptar por la fe en el Señor Jesucristo y su obra en la cruz, puede liberar al ser humano de ese cautiverio espiritual. Sólo Jesucristo pudo decir, "Si el Hijo os liberta, seréis verdaderamente libres".
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