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Estudio bíblico de Isaías 5:25-6:2

Isaías 5:25 - 6:2

En el día de hoy, amigo oyente, regresamos al capítulo 5 de Isaías, el cual ha sido un capítulo maravilloso para nosotros. Aquí concluye esa profecía que comenzó en el capítulo 2 y que continuó en los capítulos 3 y 4, y ahora, finaliza aquí en el capítulo cinco, y que, en realidad, nos da una síntesis del libro completo de Isaías.

Hemos estado considerando los seis ayes o lamentos sobre Israel. Vamos resumir brevemente los pecados a los que fueron dirigidos estos lamentos:

El primer lamento, expresado en el versículo 8, se refería al primer pecado del pueblo de Israel. Nos referimos a la codicia, que es una forma de idolatría. Aquel pueblo se dedicaba mayormente a la agricultura. Algunos establecían grandes corporaciones de agricultores, con grandes graneros y extensiones de tierras. Y no hacían esto por el bien general del pueblo, sino impulsados por su codicia insaciable, por un ansia de tener cada vez más y mayores posesiones. Los perjudicados eran los pequeños agricultores, que poco a poco iban siendo desplazados de esta actividad que constituía su medio de vida. Dios iba a juzgar al pueblo por consentir aquella injusticia. Porque ellos, en vez de seguir las instrucciones de Dios, estaban extrayendo del suelo todas las riquezas que podían.

El segundo lamento (versículo 11) fue el segundo pecado. Aquí se mencionan a la embriaguez y al placer como pecados, y ellos conducen a un embotamiento de toda percepción espiritual. El crecimiento del alcoholismo, que afecta a personas cada vez más jóvenes es una de las mayores causas de accidentes, y de gran parte de enfermedades físicas y trastornos mentales. Ya en la época de nuestro relato causó estragos y fue rebajando el nivel moral de la nación, hasta destruir, como un cáncer, sus partes vitales. Este aumento de la falta de control de las personas sobre fuerzas o elementos químicos que ellas saben que las están destruyendo, es una noticia de actualidad que debería llamarnos a muchas personas a una reflexión seria con respecto a Dios, que es el único que tiene poder para liberarlas de esa destructiva esclavitud.

El tercer lamento mencionado en el versículo 18, podría traducirse de la siguiente manera: "¡Ay de aquellos cuya maldad es ayudada por palabras de mentira, y quienes en su orgullo e incredulidad desafían la ira de Dios!" Y este tercer ¡ay! que encontramos aquí es el tercer pecado. Éste es el cuadro de una nación entregándose a sí misma, abandonándose al pecado sin ningún rastro de vergüenza o conciencia. En el versículo 19 vimos que ellos estaban desafiando a Dios para que hiciera algo en cuanto a su pecado. Es interesante observar que aquí no se menciona ningún castigo. Y quizá alguien puede preguntar: ¿Por qué? Bueno, amigo oyente, el mismo silencio que se guarda aquí causa temor; el castigo es demasiado terrible como para mencionarlo. La historia de la deportación de la nación de Israel a Babilonia nos dice algo sobre de este terrible juicio de Dios sobre un pueblo que había pecado con impunidad contra Él, y que le había desafiado. Dios los juzgaría.

El versículo 20 nos presentó el cuarto pecado, al cual se dirigió el cuarto lamento. Fue un intento de destruir las normas de Dios de lo que es bueno y justo, y lo que es malo e injusto, sustituyéndolos por los valores humanos que contradicen las normas o el nivel moral de Dios. Ésta es la confusión que se produce en una nación cuando sus miembros abandonan a Dios después de que Él les ha bendecido en el pasado por haberle reconocido en un primer momento.

El versículo 21 nos presentó el quinto lamento, que se refería al pecado del orgullo. Dios detesta este pecado por encima de todos los demás. En Proverbios 6:16-17 el escritor colocó a los ojos que se enaltecen por el orgullo, como el primero de una lista de pecados que Dios detesta.

El versículo 22 nos presentó el sexto y último lamento. Aquí tenemos a un pueblo que estaba tan dominado por la embriaguez que había perdido su sentido de la justicia. En esta gente prevalecían la injusticia y la falta de honradez, y el hombre justo era acusado falsamente. Ninguna nación que rebaja tanto su nivel moral hasta perder su sentido de los valores, puede sobrevivir por mucho tiempo.

El programa anterior finalizó con el versículo 24, en el cual vimos la frase, como la lengua de fuego consume el rastrojo. Aunque el proceso de deterioro y corrupción es lento y puede pasar desapercibido, el castigo llega como un fuego en el rastrojo. Es rápido, avanza enfurecido y no puede ser detenido. Es el enojo del Señor que brota en juicio, que impulsa su terrible juicio en los últimos días. En Mateo 12:20 el Señor Jesucristo dijo: "No quebrará la caña cascada, ni apagará la mecha que humea, hasta que lleve a la victoria la justicia". El Señor estaba citando de Isaías 42:3. Hay ciertos pecados que traen consigo su propio castigo; la embriaguez es uno de ellos, y el abuso de las drogas es otro. Y podríamos mencionar muchas personas que hemos visto esclavizadas por esos pecados, y que el pecado opera en sus propias vidas, en sus propios cuerpos hasta que los destruye, afectando también a las vidas de sus familiares. En esos casos Dios ni siquiera ha tenido que intervenir para nada. La mecha humeante comenzará a arder, y la caña cascada se quebrará. El mismo pecado que nosotros cometemos es el pecado que nos destruirá. Por ejemplo en casos de drogadicción, a no ser que éste se entregue a Cristo para que lo libere, el adicto continúa esclavizado hasta si propia muerte. Dios no tiene que intervenir para juzgar a lo largo de ese proceso de autodestrucción. Él simplemente deja que el pecado siga su curso normal. Y lo mismo sucede con la adicción progresiva al alcohol, que acarrea el juicio de la persona esclavizada por ese vicio. El apóstol Pablo, en Romanos 8:12 y 13 dijo que si vivimos conforme a nuestra naturaleza pecaminosa, moriremos, Dios requiere un rompimiento completo para interrumpir la dependencia de esos vicios. Si una persona está dispuesta a recurrir a Dios, entregando su vida a Cristo por le fe, y después, ya como hijo suyo, le expresa su deseo de liberarse de esas esclavitudes, poniendo de su parte la buena disposición y el compromiso de hacerlo, Dios con su poder actuará y suplirá lo que la debilidad humana no puede lograr.

Ahora, seguimos leyendo el versículo 25 de Isaías 5,

"Por esta causa se encendió el furor del Señor contra su pueblo, y extendió contra él su mano y lo hirió; y se estremecieron los montes y sus cadáveres fueron arrojados en medio de las calles. Con todo esto no ha cesado su furor, sino que todavía su mano está extendida."

Veamos la primera frase: Por esta causa se encendió el furor del Señor contra su pueblo. Este versículo es algo extraño para aquellos que solamente quieren hablar del amor de Dios. El amor de Dios es algo real, y uno no puede evitar que Él le ame a usted. Pero Dios odia el pecado, y si usted va a amar el pecado, Él aún le amará a usted, pero entonces, va a tener que recibir el juicio de Dios. Aquí el furor de Dios se dirige contra Su pueblo, no contra los vecinos.

Dice aquí: y extendió contra él su mano. Si ellos hubieran regresado a Dios, y hubieran confiado en Él, Él les habría librado. Estimado oyente, el juicio de Dios está en el libro de Isaías, pero allí también está la gracia de Dios. El gobierno de Dios y la gracia de Dios no están en conflicto. Si usted va a continuar en el pecado, y si usted rechaza la gracia de Dios, entonces, usted sabrá lo que es el gobierno de Dios.

En el resto de este capítulo, uno puede apreciar la acumulación del juicio de Dios. El versículo 30 nos dice:

"Y bramará sobre él en aquel día como bramido del mar; entonces mirará hacia la tierra, y he aquí tinieblas de tribulación, y en sus cielos se oscurecerá la luz."

Observemos la condición de la tierra de Israel en la actualidad. Muchos que han viajado a Israel han regresado diciendo que es extraordinario ver el cumplimiento de la profecía, y que la tierra está siendo ocupada otra vez. Nosotros no lo vemos de esa manera en absoluto. Nosotros vemos a un pueblo que se encuentra aún en la oscuridad espiritual. Vemos a un pueblo que está lejos de Dios. Vemos a un pueblo que no está viviendo en paz y que necesita a Dios. En esa tierra están viviendo hoy con temor y en grave peligro. Y éste es el juicio de Dios sobre ellos.

Un escritor expresó lo siguiente, en una poesía titulada "Nuestro pecado de no haber orado": "No hemos llorado por tus penas, Israel, dispersa, expulsada, encerrada en una oscurecida incredulidad, mientras nosotros tenemos el cielo. No hemos orado por tu paz, Jerusalén, olvidada; tus raíces crecidas, por la grande gracia de Dios, por siglos hemos compartido. Cómo pisaron tus calles los pies de nuestro Salvador. Cómo derramó Sus lágrimas por ti. Cómo, amándole a Él, podemos olvidar, ni desear ver tus alegrías Sion, tu Dios te recuerda, aun cuando nosotros tan insensibles hemos sido. Sion, tu Dios te recuerda. Con el derecho comprado con sangre para limpiarte, quiera Él remover nuestro pecado de no haber orado". Realmente, en este capítulo 5 hemos visto a Dios castigando a Su propio pueblo.

Y llegamos ahora al

Capítulo 6

El tema de este capítulo es el llamado y comunicación a Isaías de ministerio profético. Hablando cronológicamente, y desde un punto de vista lógico, el libro de Isaías comienza con este capítulo, que constituye la crisis en la vida del profeta y le coloca en el oficio profético. Antes de este incidente, no tenemos ninguna información de su vida o relación con Dios. Su ministerio comenzó en el momento de la muerte del rey Uzías.

En primer lugar, consideraremos

La visión del Señor contemplada por Isaías

En los versículos 1 al 4 tenemos el tiempo, lugar, persona, gloria y santidad del Señor en la visión vista por Isaías. Ahora observemos el tiempo, el lugar y la persona. Leamos el versículo 1 de este sexto capítulo:

"El año en que murió el rey Uzías vi yo al Señor sentado sobre un trono alto y sublime, y la orla de su manto llenaba el Templo. "

Isaías comenzó este capítulo con una nota triste, llevándonos al funeral del rey Uzías. Uzías había sido un buen rey y acababa de morir. En realidad, hay muchas personas que opinan que Uzías fue el último gran rey del reino del sur, es decir, del reino de Judá y que, después de su muerte, ya no se podría ver más la gloria del Señor. Y creemos que puede haber sido cierto. Uzías había logrado dominar a los filisteos, a los árabes, y a los amonitas. Él había gobernado la nación por 52 años, y su nación había sido bendecida por Dios desde un punto de vista material durante este período, de acuerdo con la promesa de Dios. El profesor Delitzsch dijo: "La gloria nacional de Israel también murió junto con el rey Uzías, y nunca ha podido ser recuperada hasta el día de hoy". Y estamos de acuerdo con esta afirmación.

Ahora, en el año en que murió el rey Uzías, Isaías estaba pensando lo siguiente: "Bueno, el buen rey Uzías ha muerto, y ahora, todo se va a desmoronar. Israel será llevado en cautiverio. Se acabará la prosperidad y llegará un período de depresión, y después, el hambre". Con esta inquietud en su mente, Isaías hizo lo que cada persona debería hacer, fue al templo. Fue al lugar apropiado, al lugar donde podría tener un encuentro con Dios. El Salmo 29:9 dice: "En su Templo todo proclama su gloria". En el templo de Dios Isaías descubrió que el verdadero Rey de la nación no estaba muerto. Y dijo: "vi yo al Señor sentado sobre un trono alto y sublime, y la orla de su manto llenaba el templo". O sea, que Dios estaba en Su trono.

Isaías ya nos había dicho que no depositáramos la confianza en el hombre, cuyo aliento está en su nariz (2:22). Como parte del mecanismo de la respiración, cuando el hombre espira, no sabe con seguridad si podrá volver a inhalar otra vez, puede tener un ataque al corazón y morir, así de rápido. Así que no podemos poner nuestra confianza en el ser humano. El anciano rey Uzías había muerto. Era evidente que el trono en ese día tenía un aspecto desolado, sombrío, pero detrás del trono terrenal se encontraba el trono celestial e Isaías vio al Señor sentado en ese trono.

Puede ser que ésa sea la visión que necesitan algunos de los hijos de Dios en el presente. No vemos ninguna razón para ser pesimistas. Éste es uno de los mejores días en la historia del mundo. Preferimos vivir ahora y no en cualquier otro período de tiempo. Quizás alguien diga que las condiciones actuales del mundo son malas, y que es evidente el deterioro de la calidad de vida en las ciudades. Pero debemos recordar que el Señor Jesucristo dijo que la situación iría empeorando. Él dijo que la cizaña iba a ser sembrada entre el trigo y Él iba a permitir que ambas, la cizaña y el trigo, crecieran juntas. Nuestra tarea hoy es la de sembrar la Palabra de Dios. Y, sabemos que la Palabra va a producir una cosecha, una cosecha que hoy está creciendo. No hay ninguna duda en cuanto a esto. Así es que no debemos sentirnos molestos por lo que vemos. El Señor dijo que Él iba a cuidar la cosecha. Nuestro trabajo es el de sembrar la semilla, el difundir la Palabra de Dios a corazones que la necesitan.

Así es que estamos viviendo en un día de grandes oportunidades. ¿Sabía usted que hoy la Palabra de Dios está siendo proclamada a más personas que en cualquier otra época de la historia? Incluso nuestro programa de radio diario llega a muchas más personas que las que podíamos alcanzar en otros tiempos predicando tras un púlpito por varios años. El mensaje circula alrededor del mundo. Somos conscientes de que la situación mundial es alarmante en varios aspectos. La cizaña realmente está creciendo, pero también observamos junto a ella un buen crecimiento del trigo. Es emocionante sembrar la Palabra de Dios en esta época.

Cuando Isaías fue al templo, descubrió que el Señor aún estaba sobre el trono. Y algunos necesitamos que se nos recuerde que en nuestro tiempo Dios se encuentra todavía sobre el trono. Él está allí y continúa escuchando y contestando nuestras oraciones. Y está llevando a cabo cosas maravillosas. Isaías hizo otro descubrimiento cuando fue al templo, porque dijo: "vi al Señor sentado sobre un trono alto y sublime, y la orla de su manto llenaba el templo". Y ésta es la segunda cosa que necesitamos descubrir acerca de Dios. Dios está en una posición elevada y excelsa, y no contemporizará ni llegará a compromisos con el pecado.

Ahora, el versículo 2, de este capítulo 6 de Isaías dice:

"Por encima de él había serafines. Cada uno tenía seis alas: con dos cubrían sus rostros, con dos cubrían sus pies y con dos volaban."

Los serafines son ángeles que se encuentran alrededor del trono de Dios. Ésta es una de las pocas menciones de la Biblia a estas inteligencias creadas. De ellas, prácticamente, no sabemos nada. "Seraph" significa quemar, abrasar. Serafines podría ser traducido como "los que arden". Aparentemente, están en contraste con los querubines. Los serafines descubren el pecado, y los querubines protegen la santidad de Dios. La palabra "seraph" nunca aparece relacionada con las ofrendas de incienso aromático ni con los holocaustos de olor grato, aquellas ofrendas que hablan de la persona de Cristo. El serafín es activo y el querubín es pasivo. Encontraremos a ambos en los libros de Ezequiel y Apocalipsis, como las "criaturas vivientes".

Dios no contemporizará ni transigirá con el mal. Y debemos de estarle agradecidos por ello. Él no transigirá con el mal en su vida ni en la mía, porque el mal y el pecado han traído todas las aflicciones a este mundo. El pecado es lo que ha causado todo el dolor y la pena en este mundo. El pecado es lo que provoca las canas, el andar tembloroso y tambaleante, los hombros encorvados. Es lo que rompe hogares y vidas y llena las tumbas. Nos agrada que Dios no contemporice con el mal. Dios dijo que detesta el pecado y tiene la intención de destruirlo y quitarlo de este universo. Hoy Dios está avanzando inflexiblemente, sin vacilar y directamente contra el pecado. No tiene la intención de aceptar la bandera blanca de la rendición en esa lucha. Él se propone erradicarlo de Su universo. Eso es lo que Dios ha dicho. Él está en el trono alto y sublime. Estimado oyente, usted y yo vamos a tener que inclinarnos ante Él. Cuando Isaías vio a Dios en el trono, inclinó su rostro. ¡Cuán desesperadamente necesita la iglesia otra visión de Dios, no sólo de Su amor, sino también de Su santidad y justicia! Porque Dios es santo, Él actúa con juicio contra el pecado, y Él nunca nos ha pedido que pidamos disculpas por Él. Así que no lo haremos. Dios está enfadado contra el pecado, y castigará a todos los que lo practiquen. Él dice que lo hará.

Pero estimado oyente, Dios también dice que es su amigo y puede salvarle. Pero usted tiene que acercarse a Él por el camino que Él ha establecido. Usted tiene que depositar su fe y confianza en Su Hijo, el Señor Jesucristo. En Juan 14:6, Jesús dijo: "Yo soy el camino, la verdad y la vida. Nadie viene al Padre sino por mí".

¿Quiere usted acercarse a Dios en esta hora? Espero y es mi ferviente oración que usted lo haga en este momento. Si así lo ha hecho, póngase en contacto con nosotros para que nos alegremos con usted.

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