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Estudio bíblico de Jeremías 7-9

Jeremías 7, 8 y 9

En este día, amigo oyente, continuamos nuestro viaje por el libro del profeta Jeremías y llegamos al séptimo capítulo, y creemos que es necesario que nos orientemos nuevamente en este Libro para comprender mejor su significado.

Vimos en los capítulos 2 hasta el capítulo 6, las profecías que Jeremías pronunció durante los primeros cinco años de su ministerio. Como un joven de alrededor de 20 años de edad, él comunicó aquellas severas predicciones, condenando a su pueblo y pronunciando juicio sobre ellos.

Ahora las profecías de los capítulos 7 al 10 fueron entregadas después que la Ley del Señor había sido descubierta en el templo durante el tiempo de limpieza dispuesto por el joven rey Josías. Este rey estaba muy preocupado por su pueblo, lo cual reveló que él, como joven, tenía una relación personal con Dios. El rey y Jeremías, que tenían aproximadamente la misma edad, eran ambos entusiastas creyentes en Dios y, probablemente buenos amigos. El sacerdote Hilcías, que era evidentemente el padre de Jeremías, fue el que encontró el libro de la Ley del Señor. El templo fue limpiado y recuperado para su uso, lo cual fue, por supuesto, un gran acontecimiento. Entonces Jeremías se situó en la puerta de la casa del Señor y comunicó una profecía a su pueblo. Y de esta manera se inició el capítulo 7. Leamos entonces los versículos 1 y 2 de este séptimo capítulo de Jeremías.

"Palabra del Señor que vino a Jeremías, diciendo: Ponte a la puerta de la casa del Señor y proclama allí esta palabra. Diles: "Oíd palabra del Señor, todo Judá, los que entráis por estas puertas para adorar al Señor."

Veamos la frase Ponte a la puerta de la casa del Señor. Algunas personas piensan que ésta es muy similar a la profecía que se encuentra en el capítulo 26 de Jeremías. La profecía es similar, pero usted observará que fue comunicada en el "atrio" de la casa del Señor; él ya no se encontraba en la puerta sino que había entrado al atrio, y además fue pronunciada durante el reinado de otro rey. Sin embargo, el mensaje era mayormente el mismo; Jeremías no había cambiado su punto de vista.

Ya que el templo había sido reparado y el Libro de la Ley había sido encontrado, le gente estaba regresando al templo en tropel. Ir nuevamente al templo era considerada una actitud popular, y estaban hablando de retornar a Dios. El joven Jeremías oyó las conversaciones de la gente y entregó el siguiente mensaje. Leamos entonces el versículo 3 de este séptimo capítulo de Jeremías, a partir del cual se presentó

Un alegato para que corrigieran sus caminos

"Así ha dicho el Señor de los ejércitos, Dios de Israel: Mejorad vuestros caminos y vuestras obras, y os haré habitar en este lugar"

Fue evidente que aunque estaban asistiendo al templo y regresando a la adoración en el templo, no había un verdadero cambio en sus vidas. Aun estaban viviendo como cuando estaban adorando a los ídolos. En esta ocasión su cambio solo era una reforma exterior. Llegaría el tiempo en que su cambio fuera más real, pero en ese momento se trataba solo de un movimiento superficial.

Ahora podemos ver la actitud del pueblo, que era lo que preocupaba al profeta Jeremías. Leamos el versículo 4:

"No fiéis en palabras de mentira, diciendo: ¡Templo del Señor, templo del Señor, templo del Señor es este!"

Usted se puede imaginar cómo se sintió la gente acerca de lo que estaba sucediendo. Seguramente se decían unos a otros: "¡Mira este templo! ¿No es hermoso? ¿Verdad que hicieron un trabajo magnífico al repararlo? ¡Qué alegría poder volver al templo; es como en los viejos tiempos! Es que había un entusiasmo generalizado acerca del templo, pero no había un verdadero retorno a Dios. Y el profeta Jeremías era consciente de esa situación, así que les dijo que no confiaran en esas palabras engañosas que estaban pronunciando, porque estaban actuando como si el simplemente regresar al templo fuera la experiencia más grande del mundo.

Si usted retrocede a 2ª.Crónicas y lee los capítulos 34 y 35, le resultará de mucha ayuda para entender lo que estaba ocurriendo en ese momento de la historia. Lo que sucedió fue verdaderamente extraordinario. Hilcías entregó el libro de la Ley a Safán, que lo leyó delante del rey. El rey reunió a todos los ancianos de Judá y Jerusalén, y leyó la Ley a todo el `pueblo. Después hicieron un pacto con Dios para vivir conforme a Su voluntad y celebraron una Pascua en Jerusalén. Dice 2 Crónicas 35:18 y 19, No se había celebrado una pascua como esta en Israel desde los días del profeta Samuel; ni ningún rey de Israel celebró pascua tal como la que celebró el rey Josías, con los sacerdotes y los levitas, todo Judá e Israel, que allí se hallaban presentes, junto con los habitantes de Jerusalén. Esta pascua fue celebrada en el año dieciocho del rey Josías. Reanudaron los servicios del templo con todos los sacrificios y fiestas. Eso fue bueno y hermoso. Pero entonces, ¿cuál era el problema? El problema fue que no estaban cambiando su forma de vida. Continuaron viviendo tal como habían vivido hasta ese momento. Las palabras del profeta no se referían concretamente a los Diez Mandamientos, sino a todas las instrucciones que el Señor les había dado después de los Diez Mandamientos. Las instrucciones que encontramos en Éxodo 21 al 23, que se aplicaban a la vida diaria de Israel y a las relaciones personales entre ellos.

Continuemos leyendo los versículos 9 y 10 de este séptimo capítulo de Jeremías:

"Hurtáis, matáis, adulteráis, juráis en falso, quemáis incienso a Baal y vais tras dioses extraños que no habíais conocido, ¿y ahora venís y os presentáis delante de mí en esta Casa sobre la cual es invocado mi nombre, y decís: Somos libres, para seguir haciendo todas estas abominaciones?"

Aunque el pueblo estaba hablando de lo hermoso que era el templo, aun seguían adorando al dios pagano Baal. Su filosofía era que, ya que el templo había sido reparado, y al menos cumplían con Dios en el día del reposo, El les protegería. Ahora, es cierto que cuando el pueblo se volviera verdaderamente a Dios El los protegería. Pero ellos estaban apoyándose en un hecho que no se aplicaba a ellos. Habían recolectado una ofrenda considerable para la reedificación del templo y la gente que había contribuido generosamente, creyó que con ello habían cumplido con todo lo necesario para que Dios los bendijera.

No conocemos otro libro que, como este libro del profeta Jeremías, se adapte tan bien a la hora presente con un mensaje para nosotros. Después de la Segunda Guerra Mundial en Estados Unidos y en otros países se produjo una pequeña ola de de renovación espiritual. Surgieron predicadores y se reunieron multitudes. Durante aquel tiempo el profesor McGee comenzó con su programa de estudios Bíblicos, que eran los que reunían a una mayor cantidad de gente en un servicio religioso que se celebraba a la mitad de la semana. Los pastores comentaban que la asistencia a las iglesias se había duplicado y triplicado. Tuvieron que aumentar la capacidad de los edificios de las iglesias y construir otras nuevas. Muchas iglesias comenzaron obras nuevas en los suburbios de las grandes ciudades, Por supuesto, un movimiento de esta naturaleza dejó resultados positivos, pero muchos confundieron el crecimiento numérico, con el crecimiento y desarrollo espiritual. Y esa fue el tema de la queja de Jeremías.

Ahora Jeremías dijo algo más. En realidad, el Señor le citó en Su día. Leamos el versículo 11 de este capítulo 7 de Jeremías.

"¿Es cueva de ladrones delante de vuestros ojos esta Casa, sobre la cual es invocado mi nombre? Esto también yo lo veo, dice el Señor."

Esta fue la misma acusación que el Señor pronunció cuando limpió el templo siglos mas tarde. En los días de Jeremías él profeta lo llamó cueva de ladrones porque la gente se pasaba la semana robando a sus hermanos y después venían piadosamente al templo. No había habido ningún cambio en los hábitos comerciales ni en las relaciones personales entre ellos.

Hay diversidad de opiniones sobre las grandes concentraciones o congresos. Lo cierto es que no se debe confundir al entusiasmo por un movimiento del Espíritu de Dios. Tales reuniones no constituyen necesariamente una muestra de una auténtica renovación. No se produce una renovación espiritual a menos que ésta transforme vidas.

EL movimiento Wesleyano, en Inglaterra, por ejemplo, cambió muchas vidas. Afectó al consumo de alcohol en mucha gente, cambió las condiciones laborales en las fábricas y se promulgaron leyes laborales que protegieron los derechos de los menores de edad. Aquel fue un movimiento espiritual que influenció en las vidas de las personas. Hoy necesitamos esa clase de renovación, que afecte en profundidad a las vidas de las personas tanto a nivel personal en su relación con Dios como en relación con sus semejantes en el aspecto social. Debido a la falta de esos tipos de renovación de gran alcance comunitario, muchas veces las reformas sociales en muchos países se malogran a causa de la deshonestidad, corrupción y apropiación indebida de fondos.

Ese fue el mensaje de Jeremías en su tiempo. Usted puede imaginarse lo popular que el profeta habrá sido, al permanecer en pie a la puerta del templo proclamando el mensaje de Dios. Podemos visualizarlo con la imaginación, un joven solitario, que estaba comunicando su mensaje con el corazón quebrantado. Pero él estaba expresándolo fielmente, y causó una renovación parcial.

Leamos ahora el versículo 16, que comienza un párrafo que nos habla sobre

El juicio por la idolatría

"Tú, pues, no ores por este pueblo; no eleves por ellos clamor ni oración, ni me ruegues, porque no te oiré."

Aquí fue como si Dios le hubiera dicho: "Jeremías, no necesitas orar por este pueblo hasta que ellos se vuelvan a mí". Este es un versículo tremendo, al decir Dios que sería inútil orar por aquella gente. La nación se había alejado mucho de Dios y, a menos que se volvieran a El, no habría esperanza para ellos. (En cierta ocasión, un predicador fue a visitar a un miembro de su Iglesia que estaba en el hospital enfermo, y decidió orar por él.Un hombre que estaba a su lado le dijo: ¿podría usted orar por mí también? Y el Pastor a su vez le preguntó: "¿Es usted creyente?" Y este hombre le contestó: "No, pero creo en Dios". El pastor le dijo entonces: "Bueno, eso no hace de usted un creyente. Y entonces procedió a explicarle el evangelio y le pidió que depositara su fe en el Señor Jesucristo. El otro enfermo respondió que no podía hacerlo, pero insistía en que orara por él. Entonces el pastor le dijo: "Bueno, yo voy a orar por usted, pero no de la forma en usted quiere que ore. Usted quiere que yo ore para que usted se sane y reciba la bendición de Dios, pero yo voy a orar para que usted se salve; ésta es la única oración que yo puedo hacer por usted". Es que a veces oramos para que algunas personas sean bendecidas por Dios, cuando deberíamos estar orando para que se salven).

Ahora, eso fue lo que Dios le estaba diciendo a Jeremías: "No te quedes allí en el templo orando para que esas personas no vayan al cautiverio. Ora para que se vuelvan a mí. Les estás comunicando un mensaje mío, en el cual les digo, cual es la actitud importante que deben adoptar". Eso era lo que comúnmente se dice "ir al grano", ¿no le parece? Y nos afecta también a nosotros. Dios no está tan interesado en el ritual que usted sigue el día domingo en la iglesia, como lo está en su comportamiento durante la semana. El lugar o la ocasión para juzgar si un cristiano es o no auténtico, no es observarle en la iglesia el domingo, sino verle en su vida diaria durante los días de la semana. Continuemos leyendo el versículo 23 de este séptimo capítulo de Jeremías.

"Pero esto les mandé, diciendo: Escuchad mi voz, y yo seré vuestro Dios y vosotros seréis mi pueblo; y andad en todo camino que os mande, para que os vaya bien."

Aquí vemos que Dios afirmó claramente que El quería la obediencia de ellos. Era bueno y hermoso acudir al templo, pero no era un substituto para la obediencia.

Se ha dicho que algunas personas van a la iglesia para observar a los demás, y otras, para cerrar sus ojos. Puede que esto sea cierto en muchos casos. El propósito de estas personas no es el de adorar a Dios. Sus vidas no han sido transformadas. Critican a otros cristianos y en cuanto a su vida en el mundo, se parecen a los creyentes del tiempo de Jeremías, que además de ir al templo, iban aun al altar de Baal y a los ídolos. La diferencia con aquellos antiguos israelitas, sería la nueva identidad de los ídolos de nuestra época, y la coincidencia con aquellos israelitas, estaría en vivir vidas sin un testimonio activo para el Señor. Por supuesto que tiene importancia el testimonio de asistir a la iglesia, pero el testimonio que cuenta es el que presentamos en nuestra vida pública ante el mundo. Así que este mensaje fue muy real y personal y continúa siéndolo, ¿no le parece? Y el mensaje de Dios continuó en los versículos 26 y 27:

"Pero no me escucharon ni inclinaron su oído, sino que endurecieron su corazón e hicieron peor que sus padres. Tú, pues, les dirás todas estas palabras, pero no te escucharán; los llamarás, pero no te responderán."

Como otros predicadores, Jeremías no pasó por la experiencia de ver gente acercarse para identificarse con Dios. Su mensaje fue desatendido. Sin embargo, su responsabilidad era entregar ese mensaje. Dios le dijo que cumpliera esa tarea, que difundiera Su Palabra, incluso si no hubiera respuesta al mismo. Para nosotros lo importante no debe ser contar las personas que escuchan y evaluar la respuesta a nuestro mensaje. Lo fundamental es el informe que debemos presentar ante Dios, ser fieles en comunicar Su Palabra, y respaldarla con nuestras vidas. Y el versículo 29 de este capítulo 7 de Jeremías continúa diciendo:

"¡Córtate el cabello, arrójalo y levanta llanto sobre las alturas, porque el Señor ha aborrecido y dejado a la generación objeto de su ira!"

Aquí vemos que Dios los llamó la generación objeto de su vida. Fue como un anuncio que el juicio vendría sobre Jerusalén. Dice el versículo 31:

"Y han edificado los lugares altos de Tofet, que está en el valle del hijo de Hinom, para quemar en el fuego a sus hijos y a sus hijas, cosa que yo no les mandé ni me pasó por la mente."

Tofet era el lugar alto pagano del valle de Hinom, donde los niños eran sacrificados sobre los brazos de bronce previamente calentados del ídolo Moloc. Y ahora podremos ver que

Nadie se arrepentió de su maldad

Este capítulo continúa con el mensaje de Jeremías, pronunciado desde la puerta de la casa del Señor.

Leamos ahora el versículo 9 de este

Jeremías 8

"Los sabios se avergonzaron, se espantaron y fueron consternados; aborrecieron la palabra del Señor; ¿dónde, pues, está su sabiduría?"

La culminación de su pecado fue que estaban rechazando la Palabra del Señor.

Hoy muchas naciones tratan de protegerse de enemigos externos acumulando armas. Aunque la defensa sea legítima, no olvidemos que cualquier nación, iglesia o individuo se desintegra desde su interior. Lo fundamental no es lo que sucede en el exterior, sino dentro de nosotros mismos. Este es el problema decisivo.

Jeremías penetró profundamente en los sentimientos de su pueblo, compartiendo con ellos este lamento. Leamos los versículos 20 al 22 de este capítulo 9 de este libro:

"¡Pasó la siega, se acabó el verano, pero nosotros no hemos sido salvos! ¡Quebrantado estoy por el quebrantamiento de la hija de mi pueblo; abrumado estoy, el espanto se ha apoderado de mí! ¿No hay bálsamo en Galaad? ¿No hay allí médico? ¿Por qué, pues, no hubo sanidad para la hija de mi pueblo?"

Aunque Dios había hecho una provisión adecuada para la restauración de ellos, ellos rechazaron el remedio. Veamos un nuevo capítulo y párrafo

Jeremías 9 - Jeremías compartió la angustia con Dios

Este capítulo se inició con una expresión de la congoja personal de Jeremías a medida que él veía que el pueblo rechazaba la tierna solicitud de Dios. Dice el versículo 1 de este capítulo 9 de Jeremías:

"¡Ay, si mi cabeza se hiciera agua y mis ojos fuentes de lágrimas, para llorar día y noche a los muertos de la hija de mi pueblo!"

Este fue el efecto que tuvo en Jeremías. ¿Cómo entregó El su mensaje? ¿Era él un hombre con un carácter duro, a quién le gustaba criticar a los demás y excluirlos? No, el permaneció allí entregando el mensaje mientras las lágrimas corrían por su sus mejillas. El mensaje que tuvo que comunicar quebrantó su corazón. Siglos más tarde, el pueblo de Israel vio a Jesús llorando sobre la ciudad de Jerusalén, cuando El tuvo que comunicar a aquella ciudad un duro mensaje, y entonces los judíos recordaron a Jeremías, el profeta que lloraba, y algunos incluso pensaron que Jesús era Jeremías que había regresado. Y continuó el mensaje en el versículo 2 de Jeremías 9,

"¡Ay, quién me diera en el desierto un albergue de caminantes, para abandonar a mi pueblo y apartarme de ellos!, porque todos ellos son adúlteros, una congregación de traidores."

El profeta ansiaba retirarse a un lugar desértico donde no tuviera que ver el pecado de su pueblo, que estaba conduciendo la nación a la ruina. Y en los versículos 23 y 24 de este capítulo 9 de Jeremías continuó diciendo:

"Así ha dicho el Señor: No se alabe el sabio en su sabiduría, ni en su valentía se alabe el valiente, ni el rico se alabe en sus riquezas. Mas alábese en esto el que haya de alabarse: en entenderme y conocerme, que yo soy el Señor, que hago misericordia, juicio y justicia en la tierra, porque estas cosas me agradan, dice el Señor."

Estos son 2 hermosos versículos de la Biblia. Pueden considerarse separados y han sido frecuentemente citados solos. Sin embargo, necesitamos recordar que fueron pronunciados ante un pueblo que había rechazado la Palabra de Dios.

Nos llaman la atención las palabras del v. 24, Más alábese en esto el que haya de alabarse: en entenderme y en conocerme. Lo que necesitamos desesperadamente son líderes cuyo conocimiento llegue más allá de la filosofía actual que excluye a Dios. Necesitamos a personas que conozcan a Dios, que conozcan Su Palabra, y que la obedezcan. La gran necesidad de nuestras sociedades es un retorno a Dios. Debemos dejar a un lado nuestra hipocresía, nuestra sofisticación, y nuestra ilusión de ser gente tan inteligente que ya lo sabe todo. Nos jactamos de nuestros logros, de nuestros éxitos, cuando nuestra mayor necesidad es vivir de una manera que honre y traiga gloria a Dios.

En nuestro próximo programa comenzaremos con el capítulo 10, que concluyó el mensaje de Jeremías pronunciado a la puerta de la casa del Señor, y que comienza una sección (formada por los capítulos 10-12) sección que nos hablará de la reforma y renovación espiritual, que se produjo después del hallazgo del Libro de la Ley.

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