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Estudio bíblico de Jeremías 10:1-11:23

Jeremías 10 y 11

En el día de hoy, amigo oyente, comenzamos nuestro estudio en el capítulo 10 de Jeremías. Pero vamos a recordar brevemente algunos antecedentes de este capítulo.

Vimos en los capítulos 2 hasta el 6, las profecías que Jeremías pronunció durante los primeros cinco años de su ministerio. Como un joven de alrededor de 20 años de edad, él comunicó aquellas severas predicciones, condenando a su pueblo y pronunciando juicio sobre ellos.

Ahora las profecías de los capítulos 7 al 10 fueron entregadas después que la Ley del Señor había sido descubierta en el templo durante el tiempo de limpieza dispuesto por el joven rey Josías. Este rey estaba muy preocupado por su pueblo, lo cual reveló que él, como joven, tenía una relación personal con Dios. El rey y Jeremías, que tenían aproximadamente la misma edad, eran ambos entusiastas creyentes en Dios y, probablemente buenos amigos. El sacerdote Hilcías, que era evidentemente el padre de Jeremías, fue el que encontró el libro de la Ley del Señor. El templo fue limpiado y recuperado para su uso, lo cual fue, por supuesto, un gran acontecimiento. Entonces Jeremías se situó en la puerta de la casa del Señor y comunicó una profecía a su pueblo. Y de esta manera se inició el capítulo 7. El capítulo 8 continuó con el mensaje de Jeremías pronunciado en la puerta del templo. Allí vimos que nadie se arrepintió de su maldad

Al principio del capítulo 9 vimos como Jeremías compartió la angustia de Dios. Este capítulo se inició con una expresión de la congoja personal de Jeremías a medida que él veía que el pueblo rechazaba la tierna solicitud de Dios. Vamos a repasar los versículos principales. Dice el versículo 1 de este capítulo 9 de Jeremías:

"¡Ay, si mi cabeza se hiciera agua y mis ojos fuentes de lágrimas, para llorar día y noche a los muertos de la hija de mi pueblo!"

Este fue el efecto que tuvo en Jeremías. ¿Cómo entregó El su mensaje? ¿Era él un hombre con un carácter duro, a quién le gustaba criticar a los demás y excluirlos? No, el permaneció allí entregando el mensaje mientras las lágrimas corrían por su sus mejillas. El mensaje que tuvo que comunicar quebrantó su corazón. Siglos más tarde, el pueblo de Israel vio a Jesús llorando sobre la ciudad de Jerusalén, cuando El tuvo que comunicar a aquella ciudad un duro mensaje, y entonces los judíos recordaron a Jeremías, el profeta que lloraba, y algunos incluso pensaron que Jesús era Jeremías que había regresado. Y continuó el mensaje en el versículo 2 de Jeremías 9,

"¡Ay, quién me diera en el desierto un albergue de caminantes, para abandonar a mi pueblo y apartarme de ellos!, porque todos ellos son adúlteros, una congregación de traidores."

El profeta ansiaba retirarse a un lugar desértico donde no tuviera que ver el pecado de su pueblo, que estaba conduciendo la nación a la ruina. Y en los versículos 23 y 24 de este capítulo 9 de Jeremías continuó diciendo:

"Así ha dicho el Señor: No se alabe el sabio en su sabiduría, ni en su valentía se alabe el valiente, ni el rico se alabe en sus riquezas. Mas alábese en esto el que haya de alabarse: en entenderme y conocerme, que yo soy el Señor, que hago misericordia, juicio y justicia en la tierra, porque estas cosas me agradan, dice el Señor."

Estos son 2 hermosos versículos de la Biblia. Pueden considerarse separados y han sido frecuentemente citados solos. Sin embargo, necesitamos recordar que fueron pronunciados ante un pueblo que había rechazado la Palabra de Dios.

(Nos llaman la atención las palabras del v. 24, Más alábese en esto el que haya de alabarse: en entenderme y en conocerme. Lo que necesitamos desesperadamente son líderes cuyo conocimiento llegue más allá de la filosofía actual que excluye a Dios. Necesitamos a personas que conozcan a Dios, que conozcan Su Palabra, y que la obedezcan. La gran necesidad de nuestras sociedades es un retorno a Dios. Debemos dejar a un lado nuestra hipocresía, nuestra sofisticación, y nuestra ilusión de ser gente tan inteligente que ya lo sabe todo. Nos jactamos de nuestros logros, de nuestros éxitos, cuando nuestra mayor necesidad es vivir de una manera que honre y traiga gloria a Dios).

El capítulo 10 concluye el mensaje de Jeremías, pronunciado a la puerta de la casa del Señor y comienza una sección, formada por los capítulos 10 al 12, sección que relató la reforma y renovación producidas después del hallazgo del Libro de la Ley.

El descubrimiento del Libro de la Ley tuvo un efecto tremendo en el rey Josías. El fue consciente de cuanto se había apartado el pueblo de la intención que Dios tenía para ellos. Este hallazgo conmovió a aquel hombre y él experimentó un gran cambio. El hizo que su pueblo hiciera un pacto con Dios que estableciera que ellos le servirían. Ahora llegamos a un nuevo párrafo que podríamos titular

La insensatez de la idolatría

En este capítulo 10 vemos que el pueblo estaba sustituyendo a Dios por algo. La gente siempre ha tenido sustitutos para Dios. Cualquiera que no esté adorando al Dios vivo y verdadero, tiene algún sustituto para El. Incluso puede ser que el individuo mismo se convierte en su dios -es que hay muchísimas personas que realmente se adoran a ellas mismas-. Otros adoran al dinero y están dispuestos a ser deshonestos para convertirse en ricos. Otros adoran a la fama y venderán su honor para obtener algún objetivo indigno. Hay muchos sustitutos para Dios y Jeremías nos habló de ello. Leamos los versículos 1 y 2 de este capítulo 10 de Jeremías:

"Oíd la palabra que el Señor ha hablado sobre vosotros, casa de Israel. Así ha dicho el Señor «No aprendáis el camino de las naciones ni tengáis temor de las señales del cielo, aunque las naciones las teman."

La gente aun está haciendo hoy lo que hacía en el tiempo de Jeremías, intentando regular sus vidas por el zodíaco. Las personas quieren saber bajo qué signo nacieron y muchos otros detalles que no tienen sentido. Mucho de esto es presentado por los medios de comunicación como si fueran datos dignos de confianza, algo genuino.

Dios advirtió No aprendáis el camino de las naciones. Estimado oyente, la astrología que está siendo promovida en la actualidad ha sido aprendida del mundo pagano. Y continúan diciendo los versículos 3 y 4:

"Porque las costumbres de los pueblos son vanidad: cortan un leño del bosque, luego lo labra el artífice con su cincel, con plata y oro lo adornan y con clavos y martillo lo afirman para que no se mueva."

Veamos la frase las costumbres de los pueblos son vanidad. Están vacías, no tienen valor alguno. Obviamente Jeremías estaba hablando sobre la idolatría. Estaba ridiculizando con una ironía amarga la idolatría de su tiempo. Les recordó que iban a los bosques, cortaban un árbol, le daban la forma de una imagen, la adornaban con oro o plata, la afirmaban con clavos y martillo para que no se tambalease, y ya tenían su dios. Era como adorar a un espantapájaros. Ahora, en el versículo 5, de este capítulo 10 de Jeremías, leemos:

"No hay nadie semejante a ti, Señor; grande eres tú y grande en poder es tu nombre."

El Señor no puede compararse con nada. Resulta ridículo apartarse del Dios vivo y verdadero para adorar cosas que están a nuestro alrededor y buscar una guía para nuestra vida en el zodíaco. Y dice el versículo 11:

"Les diréis esto: Los dioses, que no hicieron los cielos ni la tierra, desaparezcan de la tierra y de debajo de los cielos."

Los dioses de los paganos no crearon el universo. Nuestro Dios, el Dios vivo fue quien lo creó. Y añade el versículo 12:

"Él hizo con su poder la tierra, con su saber puso en orden el mundo y con su sabiduría extendió los cielos."

Las estrellas están allí arriba ocupando sus lugares porque Dios las colocó en ese lugar. Las situó donde El quiso. Este es Su universo, y El es el único que es digno de nuestra adoración. Podemos sonreír al oír que la gente de aquella época cortaba un árbol y lo convertían en un Dios. Nos consideramos inteligentes y civilizados; sin embargo hay personas que gastan fortunas intentando averiguar su futuro a partir del zodíaco, consultando adivinos, haciéndose leer las palmas de las manos y otras cosas. ¿Por qué no adorar al Dios vivo y verdadero y actuar en el mundo de la realidad? Y leamos ahora el versículo 23, de este capítulo 10 de Jeremías:

"¡Conozco, Señor, que el hombre no es señor de su camino, ni del hombre que camina es el ordenar sus pasos!"

Nadie puede vivir correctamente aparte de la revelación de Dios en Su Palabra. Este diminuto ser humano se aleja de la Palabra de Dios. Y se encuentra en un desvío. Ese es su rumbo natural. En realidad, comenzamos a vivir de esa manera. El autor de estos estudios, el profesor McGee recordaba cuando sacaba a pasear a su nieto menor alrededor de su casa y daban unas vueltas por la acera. Disfrutaba del paseo pero regresaba rendido. Porque resultaba impredecible prever la dirección que iba a seguir el niño: quería entrar en viviendas particulares subir escalinatas, meterse en las entradas de aparcamientos o largarse a cruzar la calle, y cuando llegaban a una esquina, normalmente escogían la dirección equivocada. En una ocasión al llegar de regreso a la casa se encaró con él y le dijo: "Tu eres igual a tu abuelo. Cuando él se aparta de la Palabra de Dios, siempre se desvía". Estimado oyente, como bien dijo la palabra profética de este versículo 23, que no depende del hombre el ordenar sus pasos. Es que dependemos de un Dios omnisciente para recibir guía y dirección en cada área de nuestras vidas. Y así llegamos al

Jeremías 11

El tema de los capítulos 11 al 13 recuerda que Israel desobedeció el pacto con Dios establecido en el desierto.

En los capítulos 11 y 12 Jeremías pronunció estos mensajes tremendos después de que la Ley había sido leída al pueblo. Nuevamente debemos recordar, que después de haber dado los diez mandamientos, en el capítulo 20 de Éxodo, Dios continuó enumerando ciertos juicios o castigos para aplicar, si la Ley era desobedecida. Y esos fueron los temas que el profeta Jeremías enfatizó, los aspectos de la Ley que condicionan la forma en que vivimos nuestra vida; por ejemplo, la forma en que tratamos a nuestro prójimo, la manera de conducir nuestros negocios, la clase de vida social que estamos viviendo. ¿A qué ídolo está usted adorando? ¿Al dinero? ¿Al sexo? ¿A la fama o el poder? El profeta Jeremías dejó bien en claro que si usted se encuentra en esa condición espiritual, usted se ha desviado de su camino y se está alejando cada vez más de Dios.

Muchos hablan sobre el cuidado que ponen en ser correctos en su teología, en su doctrina, y nosotros insistimos en la importancia de tener esa actitud. Pero es igualmente importante examinar la clase de vida que usted está viviendo. ¿Cuán honesto es usted, cuán puro en su forma de vivir? En estos temas estaba insistiendo el profeta en este pasaje. La mayoría de nosotros, si fuéramos verdaderamente honestos deberíamos inclinarnos ante Dios para confesar nuestra necesidad de caminar con El, de vivir cerca de El. Pero en los días de Jeremías la gente no lo hizo así, y tampoco en nuestro tiempo habrá muchos que adopten esta actitud.

Leamos entonces los versículos 1 y 2 de este capítulo 10 de Jeremías:

"Palabra que vino del Señor a Jeremías, diciendo: Oíd las palabras de este pacto, y hablad a todo hombre de Judá y a todo habitante de Jerusalén."

Vemos que aquí dice este pacto. Cuando el libro de la Ley fue descubierto y leído al pueblo, el rey Josías llamó a los dirigentes del pueblo para que ellos juraran que iban a seguir la Palabra de Dios. Y continuó diciendo en el versículo 3:

"Decidles que así ha dicho el Señor, Dios de Israel: Maldito el que no obedezca las palabras de este pacto"

Antes de que encontraran el Libro de la Ley, el pueblo no conocía la Ley. Después de hallar el libro, la conocían y tenían entonces una gran responsabilidad. Y Dios estaba diciendo: maldito el que no obedezca las palabras de este pacto.

He dicho muchas veces que preferiría ser un pagano en un lugar remoto de la tierra postrándose ante un ídolo, que asistir a una iglesia en la que el pastor predica fielmente la Palabra de Dios y no haber hecho nada en cuanto a ello. Podría decir que tengo un mayor respeto por el pagano, y Dios aun puede aun hacer llegar el Evangelio a esa persona. Pero a aquel que en una iglesia (o en algún otro lugar) haya escuchado el evangelio y lo haya rechazado, Dios lo juzgará con toda seguridad.

Ahora este capítulo termina con el hecho de que Jeremías fue realmente rechazado por su ciudad natal, que se llamaba Anatot. Leamos lo que dijo en los versículos 19 al 21:

"Yo era como un cordero inocente que llevan a degollar, pues no entendía que maquinaban designios contra mí, diciendo: «Destruyamos el árbol con su fruto, cortémoslo de la tierra de los vivientes, para que no haya más memoria de su nombre». Pero tú, Señor de los ejércitos, que juzgas con justicia, que escudriñas la mente y el corazón, déjame ver tu venganza sobre ellos, porque ante ti he expuesto mi causa. Por tanto, así ha dicho el Señor acerca de los hombres de Anatot que buscan tu vida, diciendo: «No profetices en nombre del Señor, para que no mueras a nuestras manos»."

Anatot era su ciudad y Dios le dijo a Jeremías: "No merece la pena hablar más a la gente de Anatot. Ellos me han rechazado y quieren matarte. No te preocupes por continuar profetizándoles."

Hay iglesias o comunidades cristianas que ya no tienen convicciones claras en cuanto a Dios, y ya no enseñan Su Palabra como hicieron en otros tiempos. Algunos piensan que es lamentable que la membresía de tales grupos se esta reduciendo y que muchas iglesias se están quedando desiertas. Resulta trágico que la Palabra de Dios no sea enseñada en sus púlpitos. En el pasaje leído Jeremías vemos que Jeremías dejó de exponer la Palabra de Dios en la ciudad de Anatot. Se dirigió a otro lugar, porque la gente quería matarlo. Habían rechazado la Palabra de Dios.

¡Qué cuadro el que tenemos aquí! A este profeta Jeremías le costó algo tener una posición firme junto a Dios. El mensaje divino quebrantó su corazón y alejó de él a los habitantes de su ciudad. En Juan 4:44 leemos lo siguiente Pues Jesús mismo dio testimonio de que al profeta no se le honra en su propia tierra. Recordemos que el Señor mismo tuvo que salir de Nazaret, la ciudad en que se había criado, y estableció su centro de actividades en la ciudad de Capernaum. Y eso fue lo mismo que tuvo que hacer el joven Jeremías.

Jeremías estaba comunicando a aquellas personas un mensaje diferente a cualquier mensaje que escuchamos hoy. Hoy se predica a veces un evangelio diluido o incompleto, para no ofender a nadie. Se promete a las personas que vienen a Cristo, que se les dará una nueva personalidad, les traerá éxito, y todo les irá bien. Esto no es lo que aprendemos de Jeremías y de su vida. Jeremías dijo que costaría algo volverse a Dios, pero que merecería la pena pagar ese precio.

A pesar del hecho de que el reino de Judá hizo un pacto para servir a Dios, la renovación espiritual que se produjo demostró ser en gran medida un movimiento superficial. No hay duda de que las palabras de Jeremías causaron su efecto y de que hubo personas que sinceramente se volvieron al Señor. Jeremías había predicado las siguientes palabras del versículo 6: 6El Señor me dijo: «Proclama todas estas palabras en las ciudades de Judá y en las calles de Jerusalén, diciendo: "Oíd las palabras de este pacto y ponedlas por obra.

Sin embargo, las cosas en la nación se estaban deteriorando. Después de la renovación, el interés en los asuntos espirituales comenzó a decaer y la gente volvió a sus viejas costumbres. Incluso el rey Josías cometió un grave error. Salió a luchar contra el rey de Egipto, Faraón-necao, y la luchad tuvo lugar en Megido. Josías resultó fatalmente herido y Jeremías se lamentó por él. Dice 2 Crónicas 35:25, 25Jeremías compuso un lamento en memoria de Josías. Todos los cantores y cantoras recitan esas lamentaciones sobre Josías hasta el día de hoy; y las tomaron por norma para en Israel. Están escritas en el libro de Lamentos.

Jeremías lloró porque sabía que el pueblo no solo regresaría a la idolatría, sino que también se hundirían aun más en la inmoralidad. Y, por supuesto, así lo hicieron. El profeta tenía que proclamar al pueblo un mensaje que ellos no querían oír. Ellos rechazaron su mensaje y estaban conspirando para matarle, así que él tuvo que abandonar su ciudad natal de Anatot. Si el rey Josías hubiera estado vivo, habría protegido a Jeremías, pero el rey ya no estaba.

Joacaz accedió al trono de Judá pero reinó solo por 3 meses, porque fue destituido por el Faraón Necao, que elevó a Joacím al trono. Este rey tuvo que pagar un impuesto a Egipto, y entonces se vio obligado a imponer gravosos impuestos al pueblo. No pasó mucho tiempo hasta que Nabucodonosor derrotó al rey Egipcio y Joacim se convirtió en un vasallo de Babilonia. Joacim se mantuvo en el trono por 3 años y se rebeló contra el rey de Babilonia, ignorando las advertencias de Jeremías para que no lo hiciera. Jeremías también había advertido antes contra realizar una alianza con Egipto, que estaría basada en una confianza falsa. Pero los reyes de Judá no le prestaron atención y se hicieron cada vez más corruptos.

Llegamos así al final de nuestro programa y al recordar las advertencias del profeta, expresión del amor y la paciencia de Dios, no podemos menos que repetir las palabras del 10:6, que dice, No hay nadie semejante a ti, Señor; grande eres tu y grande en poder es tu nombre.

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