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Estudio bíblico de Ezequiel 3-5

Ezequiel 3:20-5:17

Estimado oyente, vamos a continuar con nuestra reflexión sobre el capítulo 3, que comenzamos en nuestro programa anterior. Interrumpimos nuestro estudio en el párrafo formado por los versículos 15 al 19, en el cual el profeta Ezequiel fue convertido por Dios en un centinela del pueblo de Israel, para advertir a Su pueblo sobre las consecuencias de su desobediencia y rebelión contra Dios.

Bien, como dijimos anteriormente cuando estudiamos el libro de Isaías, el centinela, o el atalaya, tenía una responsabilidad y debía tener una buena visibilidad. Tenía que ser capaz de distinguir al enemigo en la oscuridad. Hoy en día podemos decir que el ministro cristiano ha de ser el centinela, el atalaya de su comunidad. Tendría que ser capaz de advertir a tiempo sobre el peligro. Es decir, que es responsable de comunicar esa clase de mensaje.

Leamos ahora el versículo 20 de este tercer capítulo, en el que Dios continuó diciéndole a Ezequiel:

"Si el justo se aparta de su justicia y comete maldad, y yo pongo tropiezo delante de él, él morirá, porque tú no lo amonestaste; en su pecado morirá, y sus justicias que había hecho no serán tenidas en cuenta; pero su sangre demandaré de tu mano."

Este versículo ha sido utilizado como argumento para afirmar que un creyente puede caer de la gracia, una enseñanza que no se encuentra en la Palabra de Dios. Gálatas 5:4 es el único pasaje en el que encontramos la expresión de la gracia habéis caído. Pero allí el apóstol no estaba hablando de la salvación sino de aquellos que han sido salvados por la gracia pero han caído a un nivel legal de intentar vivir la vida cristiana por medio de la ley en vez de vivirla por la gracia. La gran enseñanza de Gálatas es que somos salvados por la gracia, y hemos de continuar viviendo por la gracia de Dios.

Aquí en Ezequiel tenemos a un hombre que estaba viviendo en la época de la ley. Su vida estaba determinada por sus actos, o hechos justos. Bajo circunstancias normales, las acciones justas que él podría hacer, parecerían muy buenas. Pero en tiempos en que se encontrara bajo tensión o presión, el podría alejarse de Dios y ser juzgado por ello. No hemos de interpretar que una vez él fue salvo. El sería examinado al final de su vida para determinar si era un hijo de Dios o no.

Pero en el presente, amigo oyente, usted y yo estamos viviendo bajo la gracia, y la justicia es determinada de una manera un poco diferente. Nosotros somos justificados hoy por fe en el Señor Jesucristo. Somos salvos por gracia, por medio de la fe. En la epístola a los Romanos, capítulo 4, versículo 5 dijo el apóstol Pablo: 5pero al que no trabaja, sino cree en aquel que justifica al impío, su fe le es contada por justicia. El creyente verdadero puede caer en pecado, pero él deliberadamente no practicará el pecado ni vivirá en él. Dijo el apóstol Juan en su primera carta 3:9, Todo aquel que es nacido de Dios no practica el pecado. Si un creyente cae en el pecado, Dios ha hecho una provisión por Su gracia. Tenemos un Abogado ante el Padre, y podemos acudir a Él y confesarle nuestros pecados.

El énfasis en Ezequiel no recae tanto sobre este hombre viviendo bajo la ley, sino sobre la responsabilidad del centinela. El centinela ha de advertir a ese hombre que se ha apartado de las buenas obras para vivir de una manera que se ajusta a las normas del enemigo. Escuchemos ahora las instrucciones de Dios para el profeta. Leamos el versículo 22 de este tercer capítulo:

"Vino allí la mano del Señor sobre mí, y me dijo: Levántate y sal al campo, y allí hablaré contigo."

Habiéndole dicho que él debía ser un centinela, Dios entonces le dijo a Ezequiel que apartarse de aquella gente. Por siete días había estado sentado con ellos, abrumado al apreciar cuán lejos habían llegado en su apostasía y se habían alejado de Dios. Así que recibió instrucciones de dejarlos. Y dijo el profeta en el versículo 23 de este tercer capítulo:

"Me levanté y salí al campo; y allí estaba la gloria del Señor, como la gloria que había visto junto al río Quebar; y me postré sobre mi rostro."

El tema de la gloria de Dios aparecerá una y otra vez en el libro de Ezequiel. Por cierto, ¿qué es "gloria"? Algunos dirán que la gloria es algo que uno no puede ver, algo intangible. Creo que es un concepto totalmente equivocado. La gloria es algo que produce una sensación sobre todos nuestros sentidos. La "gloria" tiene un tamaño. ¿Cuán grande es? ¿Es cuadrada o redonda? Diremos que la gloria tiene el tamaño, la dimensión de la infinidad del espacio. La Palabra de Dios nos dice en el Salmo 19:1, que Los cielos cuentan la gloria de Dios y el firmamento anuncia la obra de sus manos. La gloria de Dios se puede ver en este tremendo universo en el cual vivimos. Ahora, la gloria también tiene una belleza inherente. Dijo Isaías en 28:1, y de la flor marchita de su gloriosa hermosura. La gloria es hermosa y el cielo va a ser un hermoso lugar. Será hermoso estar allí. La gloria también tiene que ver con el adorno. En Isaías 63:1 leemos acerca de Aquel que está vestido con esplendidez, que marcha en la grandeza de su poder. Hay una majestad en la gloria. El Salmo 8:1 declara: ¡Señor, Señor nuestro, cuán grande es tu nombre en toda la tierra! ¡Has puesto tu gloria sobre los cielos! Esta es la majestad de Dios; es brillante, luminosa, hermosa y pura. Finalmente, la gloria también expone honor y dignidad. Daniel dijo en 5:18, 18»El Altísimo Dios, oh rey, dio a Nabucodonosor, tu padre, el reino, la grandeza, la gloria y la majestad. (Y en Daniel 7:14 apareció alguien como un hijo de hombre, y dice el texto que le fue dado dominio, gloria y reino para que todos los pueblos, naciones y lenguas lo sirvieran.) El mismo nombre de Dios sugiere Su dignidad, Su gloria. Y Ezequiel vio la gloria del Señor. Y continuó diciendo el profeta en los versículos 24 y 25, del capítulo 3 de Ezequiel:

"Entonces entró el espíritu en mí, me afirmó sobre mis pies, me habló y me dijo: Entra y enciérrate dentro de tu casa. En cuanto a ti, hijo de hombre, he aquí que pondrán cuerdas sobre ti, y con ellas te atarán y no podrás salir para estar entre ellos."

La interpretación usual de este versículo es que el enemigo ataría a Ezequiel para poder sacarlo de la casa. Sin embargo, él quería permanecer en esa casa y no saldría aunque lo hubieran atado.

En vez de hablar mucho, Ezequiel iba a representar parábolas que Dios le daría. Esta era una de ellas: el entraría en la casa y se encerraría en ella. ¿Por qué? Para mostrar que Dios había rechazado a este pueblo rebelde. Y en los versículos 26 y 27, continuamos leyendo:

"Haré que se te pegue la lengua al paladar, y estarás mudo, y no serás para ellos un hombre que reprende, porque son casa rebelde. Pero cuando yo te haya hablado, abriré tu boca y les dirás: Así ha dicho el Señor Dios: El que escucha, que escuche; y el que no quiera escuchar, que no escuche, porque casa rebelde son"

La tarea de Ezequiel era decir: "Así ha dicho el Señor Dios". En el capítulo 2, en la primera parte del versículo 7, habíamos leído: Les hablarás, pues, mis palabras. Este hombre tenía que comunicar la Palabra de Dios a esta gente, y esa era la única ocasión en que él les hablaría. En otras ocasiones, estaría mudo. Solo tenía la Palabra de Dios para comunicarles. Y así llegamos al

Ezequiel 4

En los capítulos 4 y 5 Ezequiel iba a usar ciertas señales y representar ciertas parábolas ante la gente. En ese tiempo Jerusalén aún no había sido destruida, y los profetas falsos estaban diciendo al pueblo de Israel que iban a tener paz. Estaban diciendo que los judíos que ya se encontraban en el cautiverio de Babilonia regresarían pronto a su tierra. Pero Ezequiel iba a confirmar las palabras de Jeremías, que les había dicho que no regresarían, y que Jerusalén sería destruida.

Chesterton ha dicho: "Esta es la edad del pacifismo, pero no es la edad de la paz". Hasta aquí la cita. A través de la historia, el hombre se ha implicado en unas 15.000 guerras y ha firmado unos 8.000 tratados de paz; sin embargo el hombre, durante 5 o 6.000 años de historia, nunca ha disfrutado de más de 200 o 300 años de verdadera paz. Amigo oyente, el hombre es una criatura belicosa, nos guste o no reconocerlo. Recordemos que el Apóstol Pablo escribió en 1 Tesalonicenses 5:3, 3Cuando digan: «Paz y seguridad», entonces vendrá sobre ellos destrucción repentina, como los dolores a la mujer encinta, y no escaparán. Amigo oyente, tenemos que decirle que solo hay sólo un Príncipe de Paz, el Señor Jesucristo. Y así es, entonces, que llegamos a un nuevo párrafo que hemos titulado

El juicio de Jerusalén

Ezequiel iba a mostrar a este pueblo que no iba a haber ninguna paz y que Jerusalén iba a ser destruida. Escuchemos ahora lo que tuvo que hacer leyendo aquí en el capítulo 4, versículo 1:

"Tú, hijo de hombre, tómate un adobe, ponlo delante de ti y diseña sobre él la ciudad de Jerusalén."

Estos ladrillos de adobe eran el material que usaba la gente de Babilonia para escribir. En estos ladrillos guardaban sus archivos. Muchos de estos ladrillos han sido descubiertos, conteniendo escritos grabados en ellos. Eran casi cuadrados y medían aproximadamente 35 x 30 cm.

Lo que tuvo que hacer Ezequiel fue dibujar la ciudad de Jerusalén en el ladrillo (y no sabemos cómo lo hizo), y después tenía que romperlo para mostrar que la ciudad iba a ser destruida. Y continúa diciendo el versículo 3:

"Toma también una plancha de hierro y ponla en lugar de muro de hierro entre ti y la ciudad; afirmarás luego tu rostro contra ella, y será en lugar de cerco y la sitiarás. Es una señal para la casa de Israel."

Tenía que tomar también una plancha de hierro y colocarla como un muro entre él y el dibujo de la ciudad que él había preparado, para mostrar que Dios había puesto un muro entre El mismo y la ciudad de Jerusalén. La destrucción de la ciudad era inevitable; no podría ser detenida. ¡Que forma tremenda de comunicar el mensaje de Dios a este pueblo!

La señal del ladrillo describió el sitio de Jerusalén. La segunda señal del recipiente mostraría las privaciones del juicio divino, pues la gente iba a pasar por terribles sufrimientos. Una tercera señal describiría castigos adicionales que caerían sobre Jerusalén. Fue la señal del pan contaminado. Leamos entonces los versículos 9 al 13 de este cuarto capítulo:

"Toma para ti trigo, cebada, habas, lentejas, mijo y avena; ponlos en una vasija y hazte pan de ellos para el número de los días que te acuestes sobre tu lado: trescientos noventa días comerás de él. La comida que comerás será de peso de un cuarto de kilo al día; de tiempo en tiempo la comerás. Y beberás el agua por medida, medio litro; de tiempo en tiempo la beberás. Y comerás pan de cebada cocido debajo de la ceniza. Lo cocerás a vista de ellos en fuego de excremento humano. Dijo el Señor: Así comerán los hijos de Israel su pan inmundo, entre las naciones a donde yo los arrojaré."

Estas instrucciones resultarían agobiantes para la mayoría de nosotros, pero para Ezequiel fueron especialmente difíciles de seguir porque él era un sacerdote y nunca había comido nada impuro. Escuchemos su reacción leyendo el versículo 14 de este cuarto capítulo:

"Yo dije: «¡Ah, Señor, Dios!, mi alma no es impura, ni nunca desde mi juventud hasta este tiempo comí cosa mortecina ni despedazada, ni nunca en mi boca entró carne inmunda."

Sin embargo, ésta tenía que ser una señal del Señor acerca del hambre que el pueblo sufriría en el tiempo de la destrucción de la ciudad de Jerusalén. A pesar de las continuas promesas de los profetas falsos, la ciudad y el pueblo iban a ser destruidos. Así que estas diferentes señales describían los horrores que vendrían sobre ellos. Y así llegamos al

Ezequiel 5

En el cual tenemos

La señal del profeta afeitando su cabello

Este capítulo se inicia con Ezequiel representando aun otra señal para el pueblo. Leamos los versículos 1 al 3 de ese quinto capítulo:

"Tú, hijo de hombre, tómate un cuchillo agudo, una navaja de barbero, y hazla pasar sobre tu cabeza y tu barba; toma después una balanza de pesar y divide los cabellos. Una tercera parte quemarás en el fuego en medio de la ciudad, cuando se cumplan los días del asedio; tomarás otra tercera parte y la cortarás con espada alrededor de la ciudad, y la otra tercera parte esparcirás al viento, y yo desenvainaré espada en pos de ellos. Tomarás también de allí unos cuantos y los atarás en la falda de tu manto."

¿Pero cuál era el significado de todo esto? Tenía que afeitarse la cabeza y la barba, lo cual era una acción inusual para un sacerdote. Esto era algo muy extraño de hacer de parte de un sacerdote. Nos imaginamos que el pueblo se reunió alrededor de él para observarlo mientras Ezequiel se afeitaba en público.

Después de afeitarse, Ezequiel separó cuidadosamente su cabello en tres partes. Luego tomó una tercera parte del cabello y la quemó dentro de la ciudad. Esto representó al pueblo que iba a permanecer sitiado y quemado con fuego dentro de la ciudad en el momento de su destrucción. Y esto fue exactamente lo que les sucedió. Después tomó la segunda tercera parte de los cabellos y los cortó, los desmenuzó. Este acto describió lo que le ocurriría al pueblo que viviera en el momento del sitio; caerían muertos a espada. Y la última tercera parte debía ser esparcida; esto incluiría a aquellos que descendieron a Egipto llevándose a Jeremías en el grupo. Y el pequeño remanente del pueblo de Dios que finalmente regresaría a la ciudad fue ilustrado por los pocos cabellos que fueron atados al borde del manto de Ezequiel. Y la explicación continuó en el versículo 12 de este tercer capítulo:

"Una tercera parte de ti morirá de peste y será consumida de hambre en medio de ti; una tercera parte caerá a espada alrededor de ti, y otra tercera parte esparciré a todos los vientos; y tras ellos desenvainaré espada."

Este fue el mensaje que Ezequiel comunicó, y transmitió su significado con toda claridad. Finalmente por hoy leamos el resto del mensaje en el versículo 17 de este quinto capítulo:

"Enviaré, pues, sobre vosotros hambre y bestias feroces que te destruyan; peste y sangre pasarán por en medio de ti, y enviaré sobre ti espada. Yo, el Señor, he hablado."

La advertencia de Ezequiel al pueblo fue desatendida. La destrucción de Jerusalén y el sufrimiento soportado por el pueblo deberían ser para nosotros una advertencia de la realidad del juicio divino. Pero estamos muy alejados en el tiempo de aquellos terribles acontecimientos y muy pocas personas hoy conocen verdaderamente la Palabra de Dios. (El mayor pecado entre los cristianos es la ignorancia de la Palabra de Dios). Dios comunicó esta advertencia al pueblo de Jerusalén, pero Sus palabras tienen también un mensaje para nosotros, como lo tiene toda la Biblia. Estimado oyente, cuando el juicio de Dios comience, va a ser demasiado tarde para que usted tome una decisión. Por ello le decimos que hoy, cuando usted escuche Su voz, El le dice, como escribió San Pablo en 2 Corintios 6:2, Ahora es el tiempo aceptable; ahora es el día de salvación. Se habla de una generación que cuestiona el cinismo religioso predominante en la cultura occidental y hace recaer el énfasis en la intencionalidad de los actos. Pero aquellos que realmente realizan un acto de consecuencias seculares y espirituales, y de alcance eterno, es decir, un acto que afecte la existencia más allá de esta vida terrenal, son aquellos que no han postergado su decisión, sino que ya han aceptado la salvación de Dios.

Y nos detenernos aquí por hoy. En nuestro próximo programa continuaremos el recorrido por la Biblia, en el capítulo 6 del libro de Ezequiel, cuya lectura le sugerimos para que esté mejor informado sobre su contenido.

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