Estudio bíblico de Mateo 23:23-24:3
Mateo 23:23-24:3
Habíamos finalizado nuestro programa anterior con el comienzo de las más enérgicas denuncias de Jesús contra los escribas y fariseos, por medio de las cuales el Señor describió el efecto de la conducta de los líderes religiosos sobre otras personas y el carácter de sus acciones. El pasaje de hoy continúa con la quinta expresión "Ay de vosotros" e incide en condenar la religiosidad de la ostentación y las apariencias, vacía de todo contenido espiritual. Leamos el versículo 23
"¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas!, porque pagáis el diezmo de la menta, del eneldo y del comino, y habéis descuidado los preceptos de más peso de la ley: la justicia, la misericordia y la fidelidad; y éstas son las cosas que debíais haber hecho, sin descuidar aquéllas."
Aquellos personajes eran tan meticulosos y llegaban tan lejos en el cumplimiento de la práctica de contribuir con la décima parte de sus posesiones, que la aplicaban a las más pequeñas especias como la menta, el eneldo y el comino. Pero habían descuidado los Temas más importantes de la Ley, que podrían haberles conducido hacia la persona de Jesucristo. Veamos el versículo 24:
"¡Guías ciegos, que coláis el mosquito y os tragáis el camello!"
Estas palabras revelan sentido del humor, ¿no es cierto? Seguramente muchos de la multitud que conocían bien a los escribas y fariseos, habrán reído, aunque el Señor estaba hablando muy en serio. Así también. Muchas personas hoy se preocupan por observar y cumplir ciertos requisitos sin importancia, a veces relacionados con costumbres sociales y, sin embargo, pasan por alto importantes cuestiones éticas de conducta como, por ejemplo, dañar la reputación de una persona.
Continuemos leyendo los versículos 25 y 26:
"¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas!, porque limpiáis el exterior del vaso y del plato, pero por dentro están llenos de robo y de desenfreno. ¡Fariseo ciego! Limpia primero lo de adentro del vaso y del plato, para que lo de afuera también quede limpio."
Aquí se describe el énfasis en los aspectos externos de la religión y esto podría aplicarse hoy a muchos en ciertos sectores del cristianismo, diligentes en mantener una apariencia atractiva y de piedad, que incluye el lenguaje y los gestos, aunque se despreocupen de aspectos internos, como el problema del pecado. Incluso la palabra pecado, resulta poco atractiva o fuera de lugar. Sin embargo, todas las ceremonias externas no pueden limpiar la corrupción interna. Los Fariseos poseían el ritual, en vez de la realidad, la formalidad en vez de la fe y la liturgia, en lugar de Dios. No se dice aquí que el exterior no tuviera que estar limpio; pero se da una impresión falsa cuando hay corrupción en el interior y no en el exterior. El lugar para comenzar la purificación, es la parte interna. Leamos los versículos 27 y 28, que llegan más lejos:
"¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas!, porque sois semejantes a sepulcros blanqueados, que por fuera lucen hermosos, pero por dentro están llenos de huesos de muertos y de toda inmundicia. Así también vosotros, por fuera parecéis justos a los hombres, pero por dentro estáis llenos de hipocresía y de iniquidad."
Aquí el Señor utilizó una estremecedora figura de lenguaje. Así como previamente dijimos que el vaso y el plato, limpios por fuera y sucios por dentro ilustraban a ciertos sectores del cristianismo, en esta nueva ilustración de las tumbas, vemos retratado al llamado cristiano término medio, exteriormente atractivo por ciertas actitudes que adopta, pero en su interior, muerto espiritualmente a causa de sus pecados. Tiene una imagen de devoción, piedad y santidad, pero niega el poder divino que puede transformarle en un ser nuevo unido a Cristo. Mientras esta transformación no tenga lugar, la membresía en cualquier iglesia es nula y sin valor; no es más que una forma de hipocresía. Verdaderamente, en estos tiempos, Dios nos necesita y nosotros le necesitamos a El. Necesitamos cristianos que crean en la Palabra de Dios y que la vivan, que la hagan realidad en su experiencia cotidiana. Continuemos leyendo los versículos 29 al 32:
"¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas!, porque edificáis los sepulcros de los profetas y adornáis los monumentos de los justos, y decís: Si nosotros hubiéramos vivido en los días de nuestros padres, no hubiéramos sido sus cómplices en derramar la sangre de los profetas. Así que dais testimonio en contra de vosotros mismos, que sois hijos de los que asesinaron a los profetas. Llenad, pues, la medida de la culpa de vuestros padres."
Lo mismo ha sucedido en todas las épocas. Grandes hombres y mujeres que sirvieron a Dios y que han sido denunciados y ridiculizados por sus generaciones, reciben hoy honra y reconocimiento. Nuestro Señor conocía realmente la naturaleza humana, la cual no ha cambiado. Aquellos líderes religiosos que estaban honrando a los profetas del pasado, pronto forzarían a Roma para que crucificase al Hijo de Dios, que en ese momento les estaba hablando. Y escuchemos lo que dice el versículo 33:
"¡Serpientes! ¡Camada de víboras! ¿Cómo escaparéis del juicio del infierno?"
¿Podemos imaginarnos un lenguaje más fuerte? Al llamarles descendientes de serpientes estaba echando por tierra la utópica doctrina de la fraternidad universal del ser humano y de la Paternidad universal de Dios. Porque la única manera de convertirse en un hijo de Dios es recibiendo a Jesucristo. Dice el apóstol Juan en su Evangelio, 1:12:
"Pero a todos los que le recibieron, les dio el derecho de llegar a ser hijos de Dios, es decir, a los que creen en su nombre"
Es evidente que el Señor realmente se expresó con palabras ásperas en este pasaje de Mateo. No olvidemos que El vino a la tierra para morir por tus pecados porque te ama; pero si le rechazas, se convertirá en tu juez. Los versículos 34 y 35 añaden lo siguiente:
"Por tanto, mirad, yo os envío profetas, sabios y escribas: de ellos, a unos los mataréis y crucificaréis, y a otros los azotaréis en vuestras sinagogas y los perseguiréis de ciudad en ciudad, para que recaiga sobre vosotros la culpa de toda la sangre justa derramada sobre la tierra, desde la sangre del justo Abel hasta la sangre de Zacarías, hijo de Berequías, a quien asesinasteis entre el templo y el altar."
Aparentemente, el asesinato de Zacarías había ocurrido recientemente. Nuestro Señor comenzó recordándoles la trayectoria humana desde el principio, desde el asesinato de Abel, hasta llegar a aquella misma época. Puso en claro que El juzgaría a Israel por destruir a personas justas y honradas. Estaba ciertamente contradiciendo a cierta filosofía actual que sostiene que, al final, todos se salvarán. Jesús estaba declarando que no, que no se salvarían. El párrafo termina con el versículo 36, en el cual anunció:
"En verdad os digo que todo esto vendrá sobre esta generación."
Con estas palabras estaba prediciendo la destrucción de Jerusalén en el año 70 de nuestra era. Pero ¿qué hizo a continuación? Observémosle porque, después de pronunciar una denuncia tan grave
Jesús lloró ante Jerusalén
Leamos los versículos 37 y 38:
"¡Jerusalén, Jerusalén, la que mata a los profetas y apedrea a los que son enviados a ella! ¡Cuántas veces quise juntar a tus hijos, como la gallina junta sus pollitos debajo de sus alas, y no quisiste! He aquí, vuestra casa se os deja desierta."
Jerusalén le había rechazado en aquella llamada "entrada triunfal", y ahora El estaba rechazando a Jerusalén: Pero estaba llorando sobre esa ciudad. Sí. El les había denunciado, pero también les amaba realmente. Y sabiendo el juicio que debía venir, lloró.
Del predicador Dwight Moody se dijo que, en su época, fue el único predicador que debía predicar sobre el infierno, porque lo hacía con una gran compasión. Y el Señor, seguramente pronunció aquellas expresiones de lamentación que inició con la frase "ay de vosotros", con un corazón que se estaba quebrantando. Recordemos que algunos creyeron que El era el profeta Jeremías quien, aunque había pronunciado las más severas denuncias del Antiguo Testamento, había llorado al hacerlo. En mi opinión, hoy en día no deberíamos expresar ciertas acusaciones, a menos que estemos personalmente conmovidos por ellas.
Este capítulo 23, finaliza con el versículo 39, en el que Jesús dijo:
"Porque os digo que desde ahora en adelante no me veréis más hasta que digáis: Bendito el que viene en nombre del Señor."
No solo eran los jefes religiosos los que estaban conmocionados, sino también Sus apóstoles. Lo que sucedía les pareció un extraño giro de los acontecimientos. Habían esperado que estableciese su reino, como Jerusalén como capital. Pero, en lugar de ello, El dijo que la casa de ellos, o sea, el templo, iba a quedar abandonado y que no le verían más hasta que dijesen "Bendito el que viene en el nombre del Señor". Es que, aunque en aquellos momentos El se estaba encaminando hacia la cruz, les estaba dejando a los suyos la certeza de que regresaría, y que tal regreso sería entonces su verdadera entrada triunfal.
Evidentemente, el reino iba a ser diferido. Algunos objetarán esta conclusión, pero ahí están las palabras del Señor. El les dijo a sus discípulos que establecería su reino sobre la tierra en aquel tiempo, pero que vendría otra vez para hacerlo. Los apóstoles estaban sorprendidos y decepcionados con el aplazamiento, así que se dirigieron a El para formularle tres preguntas, que veremos en el próximo capítulo. Llegamos así al capítulo 24.
Mateo 24:1-3
Tema: Los discípulos formularon a Jesús tres preguntas y El respondió a dos de ellas, sobre la señal del final de los tiempos y la señal de Su venida.
Los capítulos 23 y 24 de Mateo, conocidos como el Discurso de los Olivos, constituyen el último de los 3 discursos principales de este Evangelio. A modo de repaso, diremos que estos 3 discursos eran:
(1) La constitución del reino (o Sermón del Monte). Se encontraba en Mateo 5-7. Su Tema fue la ética del reino.
(2) La continuación del reino (o el Discurso de las Parábolas del misterio). Se encontraba en Mateo 13. Fue una exposición del estado actual del reino.
(3) Culminación del reino (o Discurso de los Olivos). Se encuentra aquí, en Mateo 24 y 25. Se refería al futuro del reino.
Se les considera los discursos principales, debido a su extensión, contenido y propósito.
En el primer párrafo de este capítulo 24,
Jesús predijo la destrucción de Jerusalén
Habiendo denunciado a los dirigentes religiosos, dio la espalda a la ciudad de Jerusalén y declaró que el templo quedaría abandonado. Leamos el versículo 1:
"Cuando salió Jesús del templo, y se iba, se le acercaron sus discípulos para mostrarle los edificios del templo."
El Señor acababa de decir a sus discípulos que Su reino sería aplazado y que el templo quedaría en un estado de desolación. Aquel templo estaba formado por muchos edificios. Su construcción había sido dispuesta por el rey Herodes y las obras de edificación estaban en marcha. El material utilizado, mármol blanco, le deba un aspecto hermoso. Los discípulos quedaron preocupados por aquella predicción sobre el templo. Así que se acercaron a El, señalándole los edificios. Leamos el versículo 2:
"Mas respondiendo El, les dijo: ¿Veis todo esto? En verdad os digo: no quedará aquí piedra sobre piedra que no sea derribada."
Es como si les hubiese preguntado: "¿realmente, lo veis?" Los discípulos debieron haber pensado que sí, que lo veían. Esta es una buena pregunta para que la consideremos en nuestra sociedad contemporánea. ¿Vemos nosotros, realmente, el mundo a nuestro alrededor?
Algunas veces, contemplando lugares maravillosos de esta tierra podríamos preguntarnos si los vemos como son, en realidad. Lo que quiero decir es que, como todo está bajo el juicio de Dios, y a pesar de su esplendor, toda obra y realización del ser humano, algún día, desaparecerán. Esta claro que ello no nos parece posible, y eso es lo que debieron haber pensado los sorprendidos discípulos, que al escuchar de Jesús que no quedaría ni una piedra sobre otra, habrán quedado conmocionados.
Uno de los detalles que impresiona al turista que hoy visita el muro de las lamentaciones, en el antiguo emplazamiento del templo en Jerusalén, es observar que dicho muro ha sido construido con piedras procedentes de diferentes edificios a lo largo de distintos períodos de tiempo. En la parte más alta del templo, excavaciones recientes han demostrado lo mismo; allí pueden verse toda clase de piedras de diversas épocas. ¿Y qué significa esto? Pues que, cuando el general romano Tito conquistó Jerusalén en el año 70, destruyó realmente la ciudad y, como no quedó ninguna piedra de las originales sobre otra, los constructores tuvieron que traer piedras de varios lugares.
Aunque para nosotros aquel acontecimiento sea historia antigua, para los discípulos, la revelación de Jesús fue una experiencia horrible y continuaron hablando de ello. Fue así que acudieron a El para hacerle 3 preguntas. Leamos el último versículo de nuestro programa de hoy, en Mateo 24:3,
"Y estando El sentado en el monte de los Olivos, se le acercaron los discípulos en privado, diciendo: Dinos, ¿cuándo sucederá esto, y cuál será la señal de tu venida y de la consumación de este siglo?"
Las 3 preguntas fueron:
(1) ¿Cuándo ocurrirá esto?, es decir, lo que provocaría que no quedase piedra sobre piedra.
(2) ¿Cuál será la señal de tu regreso? La respuesta a esta pregunta se encuentra entre los versículos 23 al 51.
(3) ¿Cuál será la señal del final de la época? La respuesta a esta pregunta está entre los versículos 9 y 22.
El Señor Jesús iba a responder a aquellas 3 preguntas y sus respuestas son conocidas como el Discurso de los Olivos, porque tuvieron lugar en el Monte de los Olivos. Las consideraremos, si Dios lo permite, en nuestro próximo programa.
Copyright © 2001-2024 ( TTB - Thru the Bible, RTM - Radio Transmundial, EEA - Evangelismo en Acción). Todos los derechos reservados.
CONDICIONES DE USO