Estudio bíblico de Hebreos 11:20-30
Hebreos 11:20-30
Continuamos hoy, nuestro recorrido por esta epístola a los Hebreos. En nuestro programa anterior consideramos la fe de Abraham y de Sara. Dijimos que la vida da Abraham fue un ejemplo de la adoración de la fe. La suya se expresó en los altares que dedicó a Dios; ésa fue una de las formas en que aquel patriarca expresó su fe. Así que hoy estamos listos ya para comenzar nuestro estudio, leyendo el versículo 20, del capítulo 11 de esta epístola. En este versículo comenzamos un nuevo párrafo, titulado:
La fe de Isaac
"Por la fe bendijo Isaac a Jacob y a Esaú respecto a cosas venideras."
Aquí observamos que se dice muy poco en cuanto a Isaac, especialmente cuando se lo presenta en contraste con su padre Abraham. ¿Qué podemos decir sobre Isaac? Bueno, el representa la disposición de la fe. Isaac era un hombre maduro cuando su padre Abraham lo ofreció sobre el altar. Aquel acto ciertamente demostró su disposición, su sumisión.
Aquí dice "Por la fe bendijo Isaac a Jacob y a Esaú respecto a cosas venideras". El único detalle que se destacó en la vida de Isaac fue su fe al bendecir a sus hijos. Esto parece un dato extraño, porque Isaac se dedicaba a cavar pozos de agua. Por ejemplo, el cavaba un pozo de agua, después venían sus enemigos y se apoderaban del pozo. Entonces abría otro pozo, y nuevamente se lo arrebataban. Considerando diversos aspectos podríamos decir que él era una persona sosa, con una personalidad intrascendente. Sin embargo, se caracterizó por su disposición y sumisión. Estuvo dispuesto a bendecir a Jacob y a Esaú previendo lo que les esperaba en el futuro, aunque no había nada en el presente inmediato que causara que él los bendijera.
Llegamos ahora a un personaje interesante. Leamos el versículo 21 que nos habla sobre:
La fe de Jacob
"Por la fe Jacob, al morir, bendijo a cada uno de los hijos de José y adoró apoyado sobre el extremo de su bastón."
Jacob vivió una vida de fe en relación a su padre, a su hijo José, y a sus nietos. Pero el detalle que fue seleccionado sobre su vida ocurrió cuando él estaba muriendo. Uno debe esperar hasta el fin de la vida de este hombre antes de poder decir que era un hombre de fe. En el momento de su muerte bendijo a los dos hijos de José, que eran sus nietos, y adoró "apoyado en el extremo de su bastón".
Hay muchas cosas que podemos observar en la vida de Jacob. Él fue una ilustración de la naturaleza humana, y del hecho de que es por gracia que somos salvos. SI no hubiera sido por la gracia de Dios, Jacob se habría perdido. No tuvo, en absoluto, ningún mérito humano. Quizá él fue una figura de todos nosotros. "No puedo traer nada en mis manos, solo a tu cruz me puedo aferrar" dijo Hudson Taylor, un famoso misionero que dedicó su vida a China. Este misionero, fundador de una gran Misión que trabajó en China, tenía una manera especial de enfatizar el hecho de que, ante Dios, uno no es nada, y que Dios es el único que puede tomar la nada y hacer algo con ella. El citado misionero contó que un día vino a verle un joven confiado y le dijo que le resultaba difícil pensar que él no era nada. El Dr. Taylor le respondió: "Joven, usted no es nada, lo crea usted o no. Simplemente tiene que aceptar lo que la Palabra de Dios dice al respecto".
Este hombre, Jacob fue, pues, una figura de nuestra naturaleza humana. Se habla mucho en psicología sobre el cuidado prenatal, del cuidado natal, y del cuidado post-natal y cuán importantes son estos cuidados en la vida de una persona. El ginecólogo y el sicólogo colocan mucho énfasis sobre el cuidado de la criatura antes del nacimiento, durante el nacimiento e inmediatamente después del mismo. ¿Qué puede decirse de la vida de Jacob en estos aspectos? Bueno, se nos dice en la Biblia que Jacob y Esaú estaban luchando dentro del vientre de su madre. Incluso antes del nacimiento, Jacob estaba luchando para tratar de sacar ventaja sobre su hermano. O sea que fue un luchador aun antes de nacer. Al fin nació, pero tenía su mano trabada al talón de Esaú. Y esa actitud caracterizó toda su vida. Además, fue un engañador y un granuja. Sin embargo, Dios transformó su vida.
En primer lugar, en la vida de este hombre, encontramos que fue un engañador en su relación con su padre. Dios le había prometido a Jacob Su bendición, pero él no pudo esperar por ella. Se la arrebató a su hermano Esaú con un método muy engañoso, que lo obligó a huir de su hogar, debiendo pasar la noche en Betel. Sentía nostalgia, pero en su vida no había cambiado nada. Incluso cuando más tarde se fue a vivir con su tío Labán, aún estaba confiando en su ingenio. Entonces, cuando estaba regresando finalmente a su tierra, Dios tuvo que detenerle. El Señor luchó con él una noche en el arroyo de Jacob y lo dejó cojo. Pero lo bendijo.
Más adelante en la vida de Jacob vemos que el mismo pecado que él había cometido, lo tuvo que sufrir en la vida de su hijo José. Un día sus hijos trajeron la túnica de varios colores que pertenecía a José ensangrentada y le preguntaron a Jacob: "¿Es esta túnica de tu hijo? ¿La reconoces?" Y Jacob comenzó a llorar. En la misma forma en que él había engañado, él fue engañado por sus hijos e inducido a pensar que José había sido muerto. Los pecados de los padres fueron castigados sobre los hijos y en este caso tenemos un ejemplo de ello.
Sin embargo, al final de la vida de este hombre, el escritor de la carta a los Hebreos nos mostró la fe de Jacob en relación con sus nietos, Efraín y Manasés. Dice en el versículo que hemos leído, "por la fe Jacob, al morir". Él se encontraba en su lecho de muerte, y debido a ese acto, por primera vez en su vida pudo decirse que Jacob hizo algo por fe.
Y continúa diciendo el versículo 21 que "bendijo a cada uno de los hijos de José y adoró". Por primera vez en su vida fue obediente. Siempre nos ha llamado la atención el detalle que expresa que "adoró apoyado sobre el extremo de su bastón". ¿Qué bastón? Recordemos que él había quedado cojo, y que tenía un bastón que le ayudaba a caminar. Incluso cuando llegó la hora de su muerte, este hombre no quiso reclinarse en su lecho y morir. Así que no hubo bendición en la vida de Jacob. Fue una vida de pecado y engaño, picaresca y falta de honradez. Y de una vida de pecado nunca puede resultar bendición.
Lo importante para usted y para mí es comprobar que Dios puede tomar cualquier vida y enderezarla. Donde hay confusión y engaño, si hay una fe basada en el Señor Jesucristo, nos podemos aferrar a Él. La fe estuvo operativa en la vida de Jacob, pero hemos tenido que esperar a llegar al final de su vida para verla.
Leamos ahora el versículo 22 de este capítulo 11 de Hebreos, para leer acerca de:
La fe de José
"Por la fe José, al morir, mencionó la salida de los hijos de Israel y dio mandamiento acerca de sus huesos."
Estamos seguros que el escritor de Hebreos, guiado por el Espíritu Santo de Dios, pudo haber seleccionado muchos incidentes en la vida de José que ilustrarían su fe. Podríamos citar el incidente en que José se encontraba en Egipto y fue conducido a la prisión. Y uno pensaría que esta experiencia significaría el final para él, y muchos de nosotros hubiéramos clamado al vernos en una situación similar. Pero aquel incidente no fue registrado en este capítulo de Hebreos. Y hubo muchas otras ilustraciones de fe en la vida de este hombre llamado José. ¡Qué contraste con su padre Jacob! En su vida no hubo defectos.
Probablemente en todo el Antiguo Testamento no hubo nadie que fuera una figura tan apropiada del Señor Jesucristo, como lo fue José. Sin embargo, aquel hombre nunca fue mencionado como un tipo o figura en la Biblia. Ahora, la analogía es realmente sorprendente. Y quisiéramos destacar varios puntos de esa analogía. José era el hijo más amado, como lo fue el Señor Jesús. José tuvo una túnica de muchos colores, lo cual le distinguió y separó de sus hermanos, dándole una supremacía sobre ellos; en un sueño, él había tenido una visión y sus hermanos creyeron que él era un soñador. El Señor Jesús, también, vino con un mensaje, y sus contemporáneos pensaron que era un soñador. José obedeció a su padre, y el Señor Jesús dijo que había venido para hacer la voluntad de Su Padre. Los hermanos de José le odiaban. Y del Señor Jesucristo dijo el evangelista Juan: "A lo suyo vino, y los suyos no le recibieron" (Juan 1:11). José fue enviado por su padre a buscar a sus hermanos. Y el Señor Jesús vino a este mundo a buscar a los perdidos. José encontró a sus hermanos en el campo, ya que eran pastores. Y los pastores vinieron de noche cuando el Señor Jesús nació. Los hermanos de José se burlaron de él, le rechazaron, y tramaron su muerte. Y lo mismo le sucedió al Señor Jesús. José fue vendido como esclavo y el Señor fue vendido por 30 monedas de plata. La túnica de José fue manchada con sangre; en cuanto al Señor Jesucristo, los soldados se echaron a suertes Su túnica, salpicada también con Su sangre. José fue vendido a Egipto, de donde Dios lo levantó para salvar, de una forma material, al mundo. Y el Señor Jesucristo fue hasta la muerte, después de haber sido tentado por el mundo, la carne y el diablo, para convertirse en el Salvador del mundo, tanto de judíos como de no judíos. Mientras se encontraba en el trono, José proporcionó pan al pueblo: y Cristo es el Pan de Vida. Mientras se encontraba en Egipto, José se casó con una esposa no judía; y el Señor Jesús está llamando de este mundo a un pueblo que invoque Su nombre. José se dio a conocer a sus hermanos cuando ellos llegaron a Egipto; y algún día, el Señor Jesús se dará a conocer a Sus propios hermanos.
Lo interesante acerca de José es que él tuvo fe en el sueño que le había sido dado, fe mientras se encontraba en el foso al que había sido arrojado, fe cuando estaba en Egipto, y la fe fue lo que le sostuvo en las circunstancias adversas. Uno pensaría que al final de su vida se encontraría satisfecho en Egipto, pero en el caso de este hombre no fue así. Él había dicho que cuando llegara el día en que los israelitas salieran de esa tierra, se aseguraran de tomar su cuerpo y llevárselo con ellos. ¿Por qué no tomaron su cuerpo en aquel entonces para sepultarlo allá en la tierra de Efraín? El motivo fue bastante obvio: aquel hombre era en aquel tiempo un héroe nacional. Pero llegaría un día en el cual surgiría un Faraón que no había conocido a José, y cuando los israelitas salieron de aquel país, tomaron sus huesos y los sepultaron en Siquem, en el país de Samaria.
Ahora llegamos a un párrafo en el cual hablaremos de:
La fe de Moisés
Nos trasladamos en el tiempo unos cuantos años, hasta la época en que los israelitas eran esclavos en el país de Egipto. Moisés representa a los sacrificios de la fe. Leamos el versículo 23 de este capítulo 11 de Hebreos:
"Por la fe Moisés, cuando nació, fue escondido por sus padres por tres meses, porque lo vieron niño hermoso y no temieron el decreto del rey."
Moisés tenía padres piadosos que estaban dispuestos a ocupar una posición a favor de Dios. La fe estuvo implicada en el mismo nacimiento de Moisés. Y en los versículos 24 y 25 leemos:
"Por la fe Moisés, hecho ya grande, rehusó llamarse hijo de la hija del faraón, prefiriendo ser maltratado con el pueblo de Dios, antes que gozar de los deleites temporales del pecado"
Así que podemos ver a la fe en acción en la vida de Moisés. Fue criado en el palacio de Faraón, y habría sido el próximo Faraón. Pero Moisés tuvo fe y eligió la opción correcta. Y en el versículo 26 leemos:
"Teniendo por mayores riquezas el oprobio de Cristo que los tesoros de los egipcios, porque tenía puesta la mirada en la recompensa."
Aquí vemos que alguien más, aparte Abraham vio el día de Cristo y se alegró. Y ésa fue la experiencia de Moisés. Y en el versículo 27, leemos:
"Por la fe dejó a Egipto, no temiendo la ira del rey, porque se sostuvo como viendo al Invisible."
Moisés tuvo fe para actuar: es que la fe lleva a la acción. Muchos suelen decir "yo creo, yo creo" pero no hacen nada. Permítanos insistir, estimado oyente, que la fe se revela así misma en la acción. Dios nos salva sin nuestras obras, pero la fe que salva produce obras. Por lo tanto, Moisés "dejó a Egipto, no temiendo la ira del rey, porque se sostuvo como viendo al Invisible". Dice el versículo 28 de este capítulo 11 de Hebreos:
"Por la fe celebró la Pascua y la aspersión de la sangre, para que el que destruía a los primogénitos no los tocara a ellos."
Moisés tuvo fe para obedecer a Dios. Dios le dijo que hiciera algo, y lo hizo. Y esto fue ejemplificado en la vida de este hombre. Él abandonó los placeres de Egipto, salió hacia el desierto y regresó para liberar a su pueblo: esto fue una demostración de fe para obedecer a Dios. Y en el versículo 29, de este capítulo 11, de la epístola a los Hebreos, continuamos leyendo:
"Por la fe pasaron el Mar Rojo como por tierra seca; e intentando los egipcios hacer lo mismo, fueron ahogados."
¿La fe de quién vemos aquí? ¿Fue la fe de los israelitas? Ellos no tenían ninguna fe. Cuando vieron al Faraón y a sus carros de guerra venir contra ellos, de hecho le dijeron a Moisés: "¡Volvamos a Egipto tan rápido como sea posible! Hemos cometido un error al salir de allí" O sea, que la fe de la que estamos hablando es la de Moisés. Él se acercó al borde del agua y la golpeó con aquella vara. Y fue por aquella fe que los israelitas pudieron cruzar en seco hasta la otra orilla. Entonces cantaron la canción de Moisés. El pueblo se identificó con Moisés, pero aquella, fue la fe de Moisés.
Leamos ahora el versículo 30, que comienza a hablarnos sobre:
La fe de Josué
"Por la fe cayeron los muros de Jericó después de rodearlos siete días."
En la vida de Josué vemos una ilustración de la vigilancia de la fe. Si usted se hubiera encontrado con este hombre Josué, digamos el quinto día de su marcha alrededor de la ciudad de Jericó, le podría haber dicho: "Bueno, parece que usted no está llegando muy lejos. ¿Por qué está haciendo algo tan carente de sentido? Usted es un general y tiene una gran capacidad de estratega militar, pero parece que ahora no está usted usando su inteligencia".
Y él le hubiera respondido: "Usted ha olvidado que yo he visto al capitán de los ejércitos del Señor, y Él me ha dicho que el puesto de mando no está aquí en mi tienda de campaña, sino en el cielo, Y yo he llegado a la conclusión de que no soy un general, sino sencillamente un soldado raso, y en consecuencia, tengo que recibir mis órdenes de Él. Y Él me ha ordenado que marche con mi ejército alrededor de la ciudad, y eso es lo que estoy haciendo. Estoy siguiendo la estrategia de alguien que sabe lo que hace."
Así que en Josué vemos una ilustración de la vigilancia de la fe, de la fe para creer en Dios. Y aquel general, Josué, había aprendido esa lección.
Bien, amigo oyente, la hora ha llegado y debemos interrumpir aquí nuestro estudio de hoy. Le invitamos cordialmente a que nos acompañe en nuestro próximo estudio, porque continuaremos hablando sobre aquellos personajes del Antiguo Testamento que se destacaron por su fe. Sus vidas constituyen una constante inspiración para nuestra vida cristiana, y nos ayudan a desear que Dios aumente nuestra propia fe, y que esa fe se haga realidad en nuestra vida personal, que se traduzca en una acción obediente a Dios, dinámica y enriquecedora, y que inspire a quienes nos rodean para que ellos también puedan vivir una vida de fe, es decir, una vida que agrade a Dios.
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