Estudio bíblico: Jesús predice la destrucción del templo - Marcos 13:1-23
Jesús predice la destrucción del templo - Marcos 13:1-23
(Mr 13:1-23) "Saliendo Jesús del templo, le dijo uno de sus discípulos: Maestro, mira qué piedras, y qué edificios. Jesús, respondiendo, le dijo: ¿Ves estos grandes edificios? No quedará piedra sobre piedra, que no sea derribada.
Y se sentó en el monte de los Olivos, frente al templo. Y Pedro, Jacobo, Juan y Andrés le preguntaron aparte: Dinos, ¿cuándo serán estas cosas? ¿Y qué señal habrá cuando todas estas cosas hayan de cumplirse? Jesús, respondiéndoles, comenzó a decir: Mirad que nadie os engañe; porque vendrán muchos en mi nombre, diciendo: Yo soy el Cristo; y engañarán a muchos. Mas cuando oigáis de guerras y de rumores de guerras, no os turbéis, porque es necesario que suceda así; pero aún no es el fin. Porque se levantará nación contra nación, y reino contra reino; y habrá terremotos en muchos lugares, y habrá hambres y alborotos; principios de dolores son estos. Pero mirad por vosotros mismos; porque os entregarán a los concilios, y en las sinagogas os azotarán; y delante de gobernadores y de reyes os llevarán por causa de mí, para testimonio a ellos. Y es necesario que el evangelio sea predicado antes a todas las naciones. Pero cuando os trajeren para entregaros, no os preocupéis por lo que habéis de decir, ni lo penséis, sino lo que os fuere dado en aquella hora, eso hablad; porque no sois vosotros los que habláis, sino el Espíritu Santo. Y el hermano entregará a la muerte al hermano, y el padre al hijo; y se levantarán los hijos contra los padres, y los matarán. Y seréis aborrecidos de todos por causa de mi nombre; mas el que persevere hasta el fin, éste será salvo. Pero cuando veáis la abominación desoladora de que habló el profeta Daniel, puesta donde no debe estar (el que lee, entienda), entonces los que estén en Judea huyan a los montes. El que esté en la azotea, no descienda a la casa, ni entre para tomar algo de su casa; y el que esté en el campo, no vuelva atrás a tomar su capa. Mas ¡ay de las que estén encintas, y de las que críen en aquellos días! Orad, pues, que vuestra huida no sea en invierno; porque aquellos días serán de tribulación cual nunca ha habido desde el principio de la creación que Dios creó, hasta este tiempo, ni la habrá. Y si el Señor no hubiese acortado aquellos días, nadie sería salvo; mas por causa de los escogidos que él escogió, acortó aquellos días. Entonces si alguno os dijere: Mirad, aquí está el Cristo; o, mirad, allí está, no le creáis. Porque se levantarán falsos Cristos y falsos profetas, y harán señales y prodigios, para engañar, si fuese posible, aun a los escogidos. Mas vosotros mirad; os lo he dicho antes."
Introducción
1. El contexto
En el pasaje anterior nos encontramos a Jesús dentro del templo "sentado delante del arca de la ofrenda" (Mr 12:41). Allí estaba mirando cómo las personas depositaban sus ofrendas y expresó su admiración por una viuda pobre que echó todo cuanto tenía. Esta mujer y su acción han quedado recogidas en la historia bíblica y han servido de inspiración a muchos creyentes. Ahora, al comenzar el estudio de este nuevo pasaje, volvemos a encontrarnos que Jesús está otra vez sentado, pero en esta ocasión se encuentra en el monte de los Olivos, frente al templo. Desde allí está mirando junto con sus discípulos las hermosas piedras con las que estaba construido el templo y también la grandeza de las edificaciones a su alrededor. En aquellos momentos los discípulos no pudieron ocultar la admiración que sentían por todo aquello, pero fue entonces cuando Jesús habló de la destrucción futura del templo en unos términos realmente muy duros. ¡Cuánto le hubiera gustado a Jesús expresar su admiración por aquel templo de la misma manera en la que había alabado la acción de aquella viuda pobre, pero no pudo hacerlo!
La lección está clara: todo aquello que hagamos para la gloria del Señor, por pequeño que sea, perdurará en la eternidad y se multiplicará, mientras que lo que sea de otra manera, será destruido y desaparecerá sin que quede memoria de ello (1 Co 3:11-15).
2. El dolor de Jesús
Pero antes de analizar el contenido de este sermón profético, debemos percibir el profundo dolor que inundaba el corazón de Jesús al pronunciarlo. En el evangelio de Mateo nos encontramos unas palabras introductorias del Señor que nos dan una idea de esto:
(Mt 23:37-39) "¡Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas, y apedreas a los que te son enviados! ¡Cuántas veces quise juntar a tus hijos, como la gallina junta sus polluelos debajo de las alas, y no quisiste! He aquí vuestra casa os es dejada desierta. Porque os digo que desde ahora no me veréis, hasta que digáis: Bendito el que viene en el nombre del Señor."
En estas frases queda manifestado ante todo el profundo amor de Jesús por Jerusalén, y su lucha apasionada por ganarla para su Reino. Lo ilustra con una imagen sacada del Antiguo Testamento cuando Dios encontró a su pueblo en el desierto y lo cuidó como un ave que revolotea sobre sus polluelos y despliega sobre ellos sus alas para protegerlos (Dt 32:10-11) (Is 31:5). Jesús aplica aquí la bondad poderosa de Dios mismo a su propio obrar y a su intento de atraer a la gente. Pero esta bondad se dirige al libre albedrío de los "polluelos", y éstos la rechazaron: "No quisiste" (Mt 23:37).
Así que Jesús tuvo que anunciar nuevamente lo mismo que los profetas de la antigüedad ya le habían dicho al pueblo de Israel: "Vuestra casa os es dejada desierta" (Mt 23:38).
(Jer 12:7) "He dejado mi casa, desamparé mi heredad, he entregado lo que amaba mi alma en mano de sus enemigos."
Pero no podremos entender correctamente lo que Jesús estaba diciendo si primero no nos damos cuenta del dolor que inundaba su corazón al pronunciar esta sentencia.
3. ¿Cómo interpretar la profecía?
Como hemos dicho, este sermón de Jesús tiene un carácter profético, por lo que debemos tener en cuanta algunos principios fundamentales para su correcta interpretación:
Nunca podremos entender los acontecimientos futuros con la misma claridad con la que podemos analizar la historia o doctrinas plenamente reveladas. Esto nos debe llevar a evitar posturas excesivamente dogmáticas.
Dios nunca nos ha dado la profecía para satisfacer nuestra curiosidad, y por supuesto, no nos proporciona todos los detalles de lo que va a ocurrir en el porvenir. Por lo tanto, es una equivocación poner fechas a los eventos anunciados, puesto que éste no es el propósito con el que han sido dadas.
La profecía que encontramos aquí trata de principios generales que han de regir durante el período que se inició con la muerte, resurrección y ascensión de Jesús. Así que, los anuncios que vamos a estudiar, probablemente no siguen un orden rigurosamente cronológico.
Estas profecías tienen el propósito de darnos consuelo y seguridad en medio de los difíciles acontecimientos que van a suceder. Y nos exhortan a velar, estar atentos y preparados para la venida del Señor.
4. El tema de esta profecía
El Señor hizo un anuncio sobre la destrucción del templo que sorprendió a los discípulos, y despertó su interés por saber cuándo iba a ocurrir: "¿Cuándo serán estas cosas? ¿Y qué señal habrá cuando todas estas cosas hayan de cumplirse?".
En realidad, si observamos la pregunta de los discípulos y la respuesta del Señor, nos daremos cuenta de que no estaban hablando únicamente de la destrucción del templo. En el evangelio de Mateo encontramos la misma pregunta ampliada: "¿Cuándo serán estas cosas, y qué señal habrá de tu venida, y del fin del siglo?" (Mt 24:3).
Tal vez a nosotros nos cueste entender las implicaciones del anuncio de Jesús, pero para un judío en aquellos días, la destrucción del templo suponía necesariamente el fin del judaísmo tal como se había conocido hasta ese momento. El templo no sólo mantenía unida a la nación, sino que además era el lugar de encuentro entre Dios y el hombre. Allí era donde se realizaban los sacrificios que servían para hacer expiación por los pecados del pueblo, y allí era también donde todos los israelitas acudían para celebrar sus grandes fiestas nacionales. La religión judía perdía el sentido sin su templo.
Los discípulos entendieron que esto les llevaría a un orden completamente nuevo, que ellos asociaron lógicamente con la venida en gloria del reino de Cristo. Y una conclusión parecida sacaron aquellos judíos que escuchaban la predicación de Esteban algunos años después: "Este hombre no cesa de hablar palabras blasfemas contra este lugar santo y contra la ley; pues le hemos oído decir que ese Jesús de Nazaret destruirá este lugar, y cambiará las costumbres que nos dio Moisés" (Hch 6:13-14).
Por supuesto, ellos cambiaron las palabras de Jesús y de Esteban, porque el Señor nunca dijo que él mismo iba a destruir el templo, pero sin embargo, sí que era cierta la deducción que sacaron: esto "cambiará las costumbres que nos dio Moisés".
Muy probablemente los discípulos no entendieron en este momento la dimensión total del cambio que llevaba aparejada la destrucción del templo, pero sin embargo, intuían que había de ser muy grande, y por eso lo asociaron con la venida del reino de Cristo y el fin de un período. Nosotros ahora, con la revelación mucho más completa que el Nuevo Testamento nos aporta, hemos llegado a entender que todo aquello que anteriormente un israelita encontraba en el templo, ahora lo tenemos en Jesús. Por ejemplo, los sacrificios que se realizaban allí, han sido sustituidos por el sacrificio perfecto y único de Cristo, el Cordero de Dios (He 9:23-28) (He 10:11-12). Y nuestro punto de unión como pueblo de Dios, ya no está en ningún lugar físico en esta tierra, sino en una persona, en Cristo.
"Maestro, mira qué piedras, y qué edificios"
Empezamos el comentario de nuestro texto notando la admiración que aquellos discípulos galileos sentían por el templo que Herodes había mandado construir en Jerusalén. La misma impresión nos ha dejado un historiador judío de la época llamado Flavio Josefo. Él lo describe de la siguiente manera: "toda la fachada era de piedra pulida, tanto que su perfección, para quienes no lo habían visto, era increíble y quienes lo veían era cosa de gran maravilla" (Antigüedades. XV, XI, 3-5). En realidad, el templo de Herodes era una de las grandes maravillas del mundo en el primer siglo. Sobresalía su imponente fachada con grandes piedras de mármol adornado con oro, pero todo el edificio en conjunto era espectacular.
Sin embargo, cuando los discípulos llamaron la atención de su Maestro sobre el esplendor arquitectónico del templo, recibieron una contestación muy diferente de la que esperaban. Como ya hemos considerado en otras muchas ocasiones, Jesús no valoraba las cosas por su apariencia, sino que él miraba el corazón de las personas (1 S 16:7). Para él, aquella hermosa construcción no lograba ocultar la maldad de la nación ni de sus líderes religiosos. De hecho, tampoco el rey Herodes, que había mandado construir aquel templo, estaba preocupado por la gloria de Dios, sino que fue una medida política con la que intentó agradar a los judíos con el fin de ganárselos y así evitarse problemas.
"No quedará piedra sobre piedra, que no sea derribada"
Seguramente no somos capaces de imaginarnos la estupefacción que les causó a los apóstoles este anuncio de Jesús. Debido a su esplendidez, hermosura, tamaño e importancia, cualquier judío consideraba el templo tan duradero como el mundo mismo.
Pero todo aquello no era nada sin la presencia de Dios dentro de él, y como Cristo mismo había denunciado con tristeza, aquel lugar había dejado de ser la casa de Dios y se había convertido en una cueva de ladrones dirigida por los líderes religiosos de Israel (Mr 11:17). Y aun más, cuando el mismo Heredero se había presentado en medio de ellos, tramaron su muerte para quedarse con su heredad (Mr 12:7). Todo esto provocó la sentencia de Jesús: "vuestra casa os es dejada desierta" (Mt 23:38).
1. Algunas lecciones prácticas
La respuesta de Jesús nos obliga a hacer algunas reflexiones de utilidad práctica para todos nosotros:
La verdadera grandeza y hermosura de una iglesia no consiste en sus edificios, sino en la fe y santidad de sus miembros.
Las personas religiosas se sienten fuertemente atraídas por los templos suntuosos, las piedras entalladas, las vidrieras pintadas, la buena música, los ministros vestidos de trajes resplandecientes, los ceremoniales pomposos. Todas estas cosas les hacen pensar que estos son los requisitos de una verdadera religión. Pero no hay que olvidar que únicamente se trata de formas externas que sólo tienen que ver con los sentidos, pero no con el corazón.
Igualmente carece de sentido la peregrinación a lugares que el mundo considera como santos o sagrados para ver ruinas de algunas cosas sobre las que Dios mismo ha manifestado su completa desaprobación y juicio.
2. El cumplimiento de la profecía
Como toda palabra de Jesús, ésta también se cumplió. En el año 67 d.C. los judíos se sublevaron contra los romanos, y después de una dura campaña, Tito, general romano que más tarde había de ser emperador, sitió la ciudad de Jerusalén y en el año 70 d.C. fue destruida y también el templo. A día de hoy lo único que ha quedado de todo aquello es el llamado "muro de las lamentaciones".
"Dinos, ¿cuándo serán estas cosas?"
Seguramente los discípulos sentían la misma curiosidad que nosotros por conocer el futuro, y saber con exactitud la fecha en la que iban a ocurrir esas cosas, pero el anuncio de Jesús sólo les proporcionó algunas características generales de este período que abarcaría hasta su segunda venida, sin adelantarles ninguna fecha, ni proveerles tampoco un orden cronológico preciso de los acontecimientos.
Sin embargo, por la forma en la que hicieron su pregunta, podemos deducir que ellos creían que la destrucción del templo y la venida de Cristo a establecer su reino, vendrían juntas, sin que hubiera ningún período de tiempo intermedio. Pero era precisamente esto lo que Jesús quería corregir a través de su respuesta, explicándoles que habría un periodo de tiempo intermedio entre ambos acontecimientos.
El Señor ya les había dicho en muchas ocasiones que él no iba a establecer su reino inmediatamente, sino que habría un período intermedio antes de su segunda venida. En el evangelio de Lucas lo vemos explicado con más detalle:
(Lc 21:24) "Y caerán a filo de espada, y serán llevados cautivos a todas las naciones; y Jerusalén será hollada por los gentiles, hasta que los tiempos de los gentiles se cumplan."
Y después de que se cumplan estos "tiempos de los gentiles", será cuando Cristo regrese para establecer su reino (Lc 21:25-27). Ahora bien, ¿a qué se refiere por la expresión los "tiempos de los gentiles"?
Tal vez podríamos interpretarlo pensando que cuando Jerusalén fue conquistada por los romanos (gentiles), e Israel dispersado entre las naciones, desde entonces la ciudad ha estado siempre bajo el control de diferentes potencias gentiles, hasta que en tiempos recientes los judíos han regresado a Palestina y han conseguido cierto dominio parcial que sigue siendo motivo de grandes discusiones internacionales. Por lo tanto, si interpretamos los "tiempos de los gentiles" como su dominio sobre la ciudad de Jerusalén, entonces debemos pensar que antes de la segunda venida de Cristo, Jerusalén volverá a estar bajo el control de Israel, algo que parece que Dios ha comenzado a cumplir recientemente.
Pero aun cabe otra forma de entenderlo tal como Pablo explica en (Ro 11:25-26). Su argumento es que el rechazo de los judíos a su Mesías ha abierto las puertas del reino de Dios a los gentiles. De hecho, en este período es la iglesia, de composición mayoritariamente gentil, la que ocupa el lugar que anteriormente había tenido el pueblo de Israel. Pero esto no seguirá siendo así indefinidamente, porque tal como Pablo dice, llegará un momento en que "haya entrado la plenitud de los gentiles, y luego todo Israel será salvo". Por lo tanto, en este sentido debemos interpretar los "tiempos de los gentiles" como el período de la iglesia, que tal vez termine con su arrebatamiento al cielo (1 Ts 4:16-17).
"Mirad que nadie os engañe"
A continuación Jesús procede a explicarles cuáles iban a ser las señales que caracterizarían este período de tiempo hasta su segunda venida, pero antes de eso muestra su interés por los propios discípulos. Porque aunque los acontecimientos futuros serían importantes, mucho más lo eran los discípulos y cómo reaccionarían ante ellos.
Más adelante Jesús va a indicar que los discípulos tendrían que atravesar por tiempos de persecución muy difíciles que les llevarían a sufrir mucho, sin embargo, su primera preocupación era que no fueran engañados. Tal vez quería advertirles de influencias erróneas que les hicieran pensar que cualquier catástrofe que ocurriera sería una señal del fin del mundo, o también de falsos maestros que introdujeran enseñanzas diferentes de las suyas. Sea como sea, es evidente que Jesús estaba actuando como un pastor que tiene cuidado de su rebaño. Notamos este interés en las constantes exhortaciones que les hace a estar alertas (Mr 13:5,9,23).
"Vendrán muchos en mi nombre, diciendo: Yo soy el Cristo"
Esta es una característica que señala tanto el principio como el fin de esta época (Mr 13:6,22).
Se refiere a usurpadores que se hacen pasar por Cristo, pero que al no serlo se convierten en impostores y anticristos. Puede tratarse de fundadores de religiones o de falsos maestros o profetas, pero finalmente apuntan a un personaje que aparecerá en la historia justo antes de la venida del Señor y que se conoce como el anticristo (2 Ts 2:9-12).
La razón de todo esto es muy sencilla; cuando se rechaza al verdadero Cristo, el Hijo del Dios viviente, entonces hay que forjarse otros "cristos", y en medio de un mundo tan necesitado, no es difícil conseguir adeptos.
Además, todos ellos usan un lenguaje similar al de los falsos profetas de la antigüedad, que prometían a la gente cosas halagüeñas, pero que de ninguna manera denunciaban su pecado ni les llamaban al arrepentimiento. Ellos no predican el juicio de Dios, sino que con bellas palabras proclaman que todas las dificultades pasarán pronto, ignorando así que el verdadero Cristo nos ha advertido de todo lo contrario.
"Guerras y rumores de guerras"
Esta es otra de las características de este periodo, y no es de extrañar, puesto que si el mundo ha rechazado al Príncipe de Paz, necesariamente tiene que haber disturbios y guerras de todas clases. De esta manera los hombres llegan a aprender su incapacidad e inutilidad para alcanzar la paz sin Dios. Así que, aunque una y otra vez escuchamos de planes de paz para este mundo, también una y otra vez vemos su fracaso, y cuanto más se esfuerza la humanidad por erradicar la violencia en el mundo, más aumentan la frecuencia de las guerras y su poder destructivo. El hombre sin Dios no tiene paz consigo mismo ni tampoco con sus semejantes, así que cualquier razón es válida para un enfrentamiento. En los últimos tiempos hemos conocido guerras originadas por las razones más diversas: religiosas, políticas, sociales, raciales, de clases, frías y calientes... La tensión constante entre las naciones y la ambición del hombre no tiene fin.
Aun así, muchas personas se preguntan: Si Dios existe, ¿por qué existen guerras? Pero quien hace este tipo de planteamientos no han entendido la gravedad del pecado de este mundo. Claro que Dios existe, y de hecho envió a su propio Hijo a este mundo para salvarlo y darle la paz, pero el hombre en su maldad tuvo la osadía de matarlo. Sería ingenuo pensar que Dios no haría nada ante una ofensa de esta magnitud. Y lo que ha hecho es dejar que el hombre siga sus propios instintos y sufra las consecuencias de ellos. Sólo así puede llegar a comprender que tiene que arreglar su relación con Dios. Sería absurdo pensar que una vez que el hombre ha rechazado a Cristo, Dios todavía le bendijera trayéndole todo tipo de cosas buenas a su vida.
"Hambre"
El hambre acaba siendo una consecuencia inevitable de las guerras, aunque por supuesto no son su única causa. En cualquier caso, es muy triste pensar que en un mundo en el que hay recursos suficientes para que todas las personas que lo habitan puedan comer lo necesario, que por causa de la ambición y la codicia humanas, muchos lleguen a morir de hambre diariamente.
Tal vez debamos notar también el paralelismo que hay entre estas señales anunciadas aquí por Cristo y los primeros sellos que encontramos en el libro de Apocalipsis. Allí vemos las consecuencias que todos estos juicios tendrán sobre el hombre:
(Ap 6:8) "Miré, y he aquí un caballo amarillo, y el que lo montaba tenía por nombre Muerte, y el Hades le seguía; y le fue dada potestad sobre la cuarta parte de la tierra, para matar con espada, con hambre, con mortandad, y con las fieras de la tierra."
"Terremotos"
Cuando el pecado entró en el mundo, no sólo afectó al hombre, sino que también tuvo graves efectos sobre toda la creación material. Notemos las palabras de Dios a Adán:
(Gn 3:17) "Maldita será la tierra por tu causa"
También el apóstol Pablo hace referencia a este hecho:
(Ro 8:20-22) "Porque la creación fue sujetada a vanidad, no por su propia voluntad, sino por causa del que la sujetó en esperanza; porque también la creación misma será libertada de la esclavitud de corrupción, a la libertad gloriosa de los hijos de Dios. Porque sabemos que toda la creación gime a una, y a una está con dolores de parto hasta ahora."
Por lo tanto, podemos decir que los terremotos, al igual que otras muchas tragedias naturales, guardan relación con el pecado del hombre. Y debemos añadir que aunque este período que Cristo describe aquí está caracterizado por este tipo de catástrofes, finalmente, cuando se aproxime el momento de su segunda venida, habrá un terremoto de una magnitud desconocida que será acompañado por otra serie de fenómenos en el cielo.
(Ap 6:12-14) "Miré cuando abrió el sexto sello, y he aquí hubo un gran terremoto; y el sol se puso negro como tela de cilicio, y la luna se volvió toda como sangre; y las estrellas del cielo cayeron sobre la tierra, como la higuera deja caer sus higos cuando es sacudida por un fuerte viento. Y el cielo se desvaneció como un pergamino que se enrolla; y todo monte y toda isla se removió de su lugar."
Y aunque no queremos parecer insensibles ante el dolor humano que cualquiera de estas tragedias producen, sin embargo, no podemos ignorar que este tipo de cosas sirven para abatir el orgullo humano que piensa que este mundo es suyo y que está bajo su control. Además, viendo las consecuencias que el pecado ha traído sobre todos los órdenes de la creación, el hombre debería detenerse a pensar acerca de su gravedad.
"Principios de dolores son estos"
El Señor indicó con claridad que todas estas señales marcarían el comienzo del fin. Serían como los primeros dolores que una mujer tiene cuando se pone de parto. En las horas siguientes aumentarán su frecuencia e intensidad, y entonces se producirá el nacimiento.
Sin embargo, a pesar de que el Señor advirtió a sus discípulos de que estas señales serían el "principio", nunca han faltado predicadores que exponen con todo lujo de detalles tal o cual batalla, o un terremoto terriblemente destructivo, o la hambruna devastadora que está teniendo lugar en cierto país, para demostrar el inminente regreso de Cristo. Pero no olvidemos que todas estas señales serán constantes en todo el período antes de su segunda venida.
Por otro lado, debemos notar que Jesús no se estaba refiriendo a lo que iba a ocurrir exclusivamente a la nación de Israel, sino que el alcance de todas estas señales tiene que ver con el mundo en su totalidad.
Ahora debemos preguntarnos si las advertencias de estos juicios han sido atendidas adecuadamente por el hombre. Porque no hemos de olvidar que Dios tiene un propósito con todo ello: él está permitiendo al hombre lo que éste desea con el fin de que el mal se manifieste en todo su poder y pueda ver con claridad su gravedad. Desgraciadamente tenemos que reconocer que son pocos los que atienden las advertencias de Cristo, y que dos mil años después, el diagnóstico que el apóstol Pablo hacía en su carta a los Romanos, sigue teniendo plena vigencia en nuestra sociedad moderna.
(Ro 1:20-32) "... Habiendo conocido a Dios, no le glorificaron como a Dios, ni le dieron gracias, sino que se envanecieron en sus razonamientos, y su necio corazón fue entenebrecido... Por esto Dios los entregó a pasiones vergonzosas; pues aun sus mujeres cambiaron el uso natural por el que es contra naturaleza, y de igual modo también los hombres, dejando el uso natural de la mujer, se encendieron en su lascivia unos con otros, cometiendo hechos vergonzosos hombres con hombres, y recibiendo en sí mismos la retribución debida a su extravío. Y como ellos no aprobaron tener en cuenta a Dios, Dios los entregó a una mente reprobada, para hacer cosas que no convienen; estando atestados de toda injusticia, fornicación, perversidad, avaricia, maldad; llenos de envidia, homicidios, contiendas, engaños y malignidades; murmuradores, detractores, aborrecedores de Dios, injuriosos, soberbios, altivos, inventores de males, desobedientes a los padres, necios, desleales, sin afecto natural, implacables, sin misericordia; quienes habiendo entendido el juicio de Dios, que los que practican tales cosas son dignos de muerte, no sólo las hacen, sino que también se complacen con los que las practican."
Persecuciones
Hasta este punto, todas las señales previas han afectado a todas las personas sin distinción, pero esta última añade un punto de sufrimiento adicional exclusivamente a los creyentes.
Como el Señor explicó, la luz del evangelio es incompatible con las tinieblas del mundo, y esto origina grandes tensiones entre ambas:
(Mt 10:34) "No penséis que he venido para traer paz a la tierra; no he venido para traer paz, sino espada."
Por las indicaciones que Jesús dio, esta persecución tendría causas religiosas y estaría relacionada con el judaísmo: "os entregarán a los concilios, y en las sinagogas os azotarán". Pero también se extendería al mundo gentil y a sus reyes: "y delante de gobernadores y de reyes os llevarán por causa de mí" (Mr 13:9).
Las persecuciones en las sinagogas y los procesos ante tribunales paganos concuerdan con el relato que Lucas nos ha dejado en el libro de los Hechos de los Apóstoles. Los apóstoles fueron detenidos, interrogados y azotados por las autoridades religiosas judías (Hch 4:1-22) (Hch 5:17-42). Esteban fue sentenciado a la muerte por el mismo tribunal (Hch 7). Más adelante las persecuciones se llevaron a cabo por reyes y gobernantes gentiles: Jacobo fue muerto y Pedro encarcelado por el rey Herodes (Hch 12:1-5). Pablo fue detenido y juzgado por varios gobernantes y reyes (Hch 24:24-27) (Hch 26).
Y ha seguido siendo una realidad durante los siglos siguientes, que la iglesia oficial y el Estado se han unido, como en otro tiempo lo hicieran Caifás y Pilato, para perseguir a los verdaderos creyentes.
El quinto sello del libro de Apocalipsis también se refiere a todos aquellos que habían muerto por causa de su fidelidad a Cristo y que todavía esperan a ser vindicados:
(Ap 6:9-11) "Cuando abrió el quinto sello, vi bajo el altar las almas de los que habían sido muertos por causa de la palabra de Dios y por el testimonio que tenían. Y clamaban a gran voz, diciendo: ¿Hasta cuándo, Señor, santo y verdadero, no juzgas y vengas nuestra sangre en los que moran en la tierra? Y se les dieron vestiduras blancas, y se les dijo que descansasen todavía un poco de tiempo, hasta que se completara el número de sus consiervos y sus hermanos, que también habían de ser muertos como ellos."
Esto nos recuerda que a través de la historia ha habido siempre una tenaz hostilidad contra los cristianos comprometidos y que seguirá siendo así hasta el fin de los tiempos.
Nos llama la atención el clamor de los mártires descritos en Apocalipsis: "¿Hasta cuando, Señor, santo y verdadero, no juzgas y vengas nuestra sangre en los que moran en la tierra?". A ellos se les dice que todavía tienen que esperar un poco, pero si leemos con atención la siguiente sección del libro de Apocalipsis, veremos que Dios interviene para juzgar la tierra en contestación a esta oración de sus santos. Esto es así porque la santidad y la verdad del supremo Señor exigen el castigo de un mundo responsable por sus muertes.
"Para testimonio a ellos"
En el punto anterior decíamos que Dios no iba a vengar la sangre de sus mártires inmediatamente, y aquí se nos explica la razón que justifica este tiempo de espera: la predicación produce persecución, pero los padecimientos que han de soportar, dan una oportunidad para predicar el Evangelio a todos los estamentos de la sociedad, de modo que quedarán sin excusa al recibir un testimonio sellado con su propia sangre.
Esta es la razón fundamental por la que Cristo no vendría inmediatamente después de la destrucción del templo, tal como sus discípulos habían supuesto. Él quería que tanto la nación judía, como también todo el mundo gentil, tuvieran la oportunidad de conocer el evangelio y arrepentirse: "Es necesario que el Evangelio sea predicado antes a todas las naciones".
A partir del libro de Hechos de los Apóstoles sabemos que aunque hubo varios miles de judíos que se arrepintieron y confiaron en Cristo, sin embargo, oficialmente la nación se mantuvo firme en su rechazo de Jesús. En contrapartida, durante el primer siglo los apóstoles y evangelistas llenaron el mundo entonces conocido del glorioso mensaje de salvación y muchos gentiles se convirtieron, llegando a establecer iglesias por todas partes.
Desgraciadamente, cuando la iglesia llegó a convertirse en una organización jerarquizada caracterizada por su ceremonias, esta ardiente llama de la evangelización perdió su fuerza, aunque se ha visto reanimada en el último siglo y medio dentro de las iglesias evangélicas.
También debemos darnos cuenta de que el Señor unió intencionadamente la persecución de la iglesia y el anuncio del evangelio por todo el mundo. Y ya hemos comentado que la primera es consecuencia de la segunda. Pero también hay aquí una promesa alentadora: a pesar de todo el odio y la oposición que el mundo y el diablo puedan presentar frente a la predicación del evangelio, ésta continuará hasta alcanzar al mundo entero sin que nadie pueda impedirlo. La Palabra no será nunca encadenada, aunque los que la prediquen sean cargados de cadenas y ejecutados en patíbulo.
De las diez persecuciones que hubo desde Nerón hasta Diocleciano, la última de ellas fue la más violenta. Su propósito era terminar con la iglesia, destruirla de una vez por todas. Pero aun ese supremo esfuerzo fue en vano. Tertuliano tenía toda la razón cuando dijo: "seguid adelante, despedazadnos, torturadnos, haced polvo de nosotros: nuestros adeptos se acrecentarán en la misma proporción que nos arraséis. La sangre de los cristianos es su semilla".
"No sois vosotros los que hablaréis, sino el Espíritu Santo"
Cuando el creyente perseguido tenga que dar testimonio ante las autoridades, Cristo le promete una gracia especial para ese trance difícil. En el momento cuando sean juzgados, recibirán la ayuda divina para su defensa por medio del Espíritu Santo.
Podríamos decir que el tribunal que los juzgue recibirá un testimonio divinamente inspirado. Y sabemos que en la época apostólica ya fue así, porque cuando Pedro y Juan fueron interrogados por el Sanedrín, todos ellos se maravillaron al escucharles:
(Hch 4:13) "Entonces viendo el denuedo de Pedro y de Juan, y sabiendo que eran hombres sin letras y del vulgo, se maravillaban; y les reconocían que habían estado con Jesús."
Esto fue una evidencia más que les indicaba que se habían equivocado al condenar a Jesús y les ofrecía una nueva oportunidad para el arrepentimiento. No tenían ninguna razón para seguir persiguiendo a los cristianos, y por supuesto, tampoco tendrían base para quejarse cuando Dios finalmente permitiera que tanto la ciudad como el templo fuesen destruidos si persistían en su rechazo de Jesús.
Habiendo dicho esto, debemos aclarar también que esta promesa no debe emplearse como una excusa para no preparar adecuadamente la predicación y la enseñanza bíblica. Los predicadores y maestros deben estudiar, meditar, orar, y entonces confiar que el Espíritu Santo les guiará en su exposición.
"Y el hermano entregará a la muerte al hermano"
Uno de los rasgos más dolorosos de la persecución que Cristo anunció a los discípulos, sería la traición de sus propias familias. Es difícil imaginarse cómo los padres, los hermanos o los hijos podrían llegar a acusarles o delatarles ante un tribunal por el hecho de ser cristianos, pero la realidad es que esto ha ocurrido en muchas ocasiones desde que Jesús lo predijo.
Tal vez debamos ver la razón de este odio dentro del ambiente familiar por los requisitos que Cristo puso para ser un discípulo suyo:
(Lc 14:26) "Si alguno viene a mí, y no aborrece a su padre, y madre, y mujer, e hijos, y hermanos, y hermanas, y aun también su propia vida, no puede ser mi discípulo."
Muy probablemente esto sería lo más doloroso de la persecución. Para ilustrarlo podemos recordar una historia en la Alemania de Hitler, cuando arrestaron a un hombre por defender la libertad. Sufrió la cárcel y la tortura con fortaleza estoica sin quejarse. Por último, con el espíritu todavía íntegro, le soltaron. Poco tiempo después se suicidó. Muchos se preguntaron por qué. Los que le conocían bien sabían la razón: había descubierto que su propio hijo había sido el que le había delatado. Aquella traición le quebrantó de una manera que no había podido lograr la crueldad de sus enemigos.
"Seréis aborrecidos de todos por causa de mi nombre"
Evidentemente, de todas las señales que Cristo predijo que habrían de caracterizar este periodo de tiempo, la persecución que sufrirían los creyentes es a la que dedica más espacio. Termina diciendo que "seréis aborrecidos de todos por causa de mi nombre". Ya había mencionado a las autoridades civiles y religiosas, también a la propia familia, pero ahora añade a todo el mundo en general. Esto es lógico; si el mundo odia a Cristo, odiará también a sus representantes. Esta ha sido una constante en toda la historia de la iglesia:
(2 Ti 3:12) "Y también todos los que quieren vivir piadosamente en Cristo Jesús padecerán persecución."
"Mas el que persevere hasta el fin, éste será salvo"
Esta frase ha creado dificultades a algunos creyentes y debemos analizarla con cierto detalle.
Primeramente nos preguntamos si "el fin" del que habla aquí el Señor se refiere "a seguir dando testimonio hasta el fin de la propia vida", o, "a perseverar dando testimonio hasta el fin del periodo de tribulación que va a describir a continuación". Viendo el contexto, lo más probable es que se esté refiriendo al hecho de que un creyente verdadero perseverará en la fe hasta el fin de su vida, independientemente de si vive antes o durante la gran tribulación.
De hecho, las Escrituras nos enseñan que la perseverancia es una de las características de la fe genuina. Veamos cómo habla el apóstol Pablo de esta fe perseverante en medio de las tribulaciones:
(Ro 5:1-2) "Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo; por quien también tenemos entrada por la fe a esta gracia en la cual estamos firmes, y nos gloriamos en la esperanza de la gloria de Dios. Y no sólo esto, sino que también nos gloriamos en las tribulaciones, sabiendo que la tribulación produce paciencia..."
Tal vez alguien podría tener dudas de si logrará perseverar hasta el fin, máxime si tenemos en cuenta que, tal como el Señor enseñó, tendremos que pasar por tribulaciones y persecuciones. Pero si existiera la posibilidad real de que el creyente no llegara a este fin, esto le llevaría a vivir en una constante incertidumbre hasta el último momento de su vida. Sin embargo, no es esto lo que Pablo expresa en este pasaje. Aquí afirma que los creyentes "nos gloriamos en las tribulaciones, sabiendo que la tribulación produce paciencia". Debemos aclarar que la palabra "paciencia" es traducida en otras partes como "perseverancia". Notemos por lo tanto, que la Escritura da por sentado que un verdadero creyente, alguien que ha sido justificado por la fe, aunque pase por tribulaciones, seguirá perseverando en la fe. Si tuviéramos dudas en cuanto a esto, sería imposible "gloriarnos en las tribulaciones", pensando que tal vez no lleguemos a mantener nuestra fe en la siguiente prueba.
La parábola del sembrador nos enseña el mismo principio. La semilla que cae en buena tierra, "da fruto con perseverancia" (Lc 8:15), mientras que la que cae entre pedregales, "cuando viene la tribulación o la persecución por causa de la palabra, luego tropiezan" (Mr 4:17).
Algunos piensan que tienen que ganar su salvación esforzándose en perseverar hasta el fin. Pero una salvación así ya no sería únicamente por la fe, sino por la fe y las obras, y esto no es lo que la Biblia enseña (Ro 3:28).
Es cierto que en ocasiones hemos visto a personas que un día dieron testimonio de creer en Cristo y por un tiempo estuvieron muy animados, pero finalmente lo abandonaron todo. Esto parece contradecir el principio que hemos expuesto anteriormente. A ello hay que decir que nunca debemos fundamentar la doctrina bíblica con nuestras experiencias, porque éstas no son inspiradas por Dios. Y por otro lado, la Palabra nos advierte de casos de este tipo y explica que la razón de su abandono está en que nunca habían creído de verdad:
(1 Jn 2:19) "Salieron de nosotros, pero no eran de nosotros; porque si hubieran sido de nosotros, habrían permanecido con nosotros; pero salieron para que se manifestase que no todos son de nosotros."
La destrucción de Jerusalén y el templo
1. Varios cumplimientos
Otra señal de este periodo sería la destrucción de Jerusalén y del templo. Esto mismo había sido anunciado con anterioridad por el profeta Daniel:
(Dn 9:26) "Y después de las sesenta y dos semanas se quitará la vida al Mesías, mas no por sí; y el pueblo de un príncipe que ha de venir destruirá la ciudad y el santuario; y su fin será con inundación, y hasta el fin de la guerra durarán las devastaciones."
Esta profecía tuvo varios cumplimientos. El primero ocurrió en días de Antíoco Epífanes (215-163 a.C.), el segundo fue realizado por los romanos en el año 70 d.C., y aún habrá un tercer cumplimiento en un periodo de angustia sin precedentes antes de la venida de Cristo.
Algunos llaman a esto la "perspectiva profética" y explican que es como la visión que un viajero tiene cuando comienza la ascensión a una cordillera lejana. Desde la distancia tal vez no percibe nada más que una sola cumbre, pero según se va acercando al primer pico, descubre que el segundo pico, que parecía que estaba junto al primero, todavía queda separado por una gran distancia. De la misma manera, una profecía que inicialmente sólo parecía tener un cumplimiento, llegamos a comprender por las explicaciones inspiradas del Señor o de los apóstoles, que puede tener varios cumplimientos separados en el tiempo.
2. Modelos o prototipos
Pero también hay otro propósito en este "cumplimiento múltiple". El primer cumplimiento sirve como un "modelo reducido" o "prototipo" del pleno cumplimiento que vendría al final. Luego veremos esto con algo más de detalle.
"La abominación desoladora"
Pero el profeta Daniel no sólo había anunciado la destrucción de Jerusalén y del templo, también había profetizado que ocurriría algo que describe como "la abominación desoladora" y a la que Jesús también se refirió en su sermón. Veamos el origen de esta frase:
(Dn 11:31) "Y se levantarán de su parte tropas que profanarán el santuario y la fortaleza, y quitarán el continuo sacrificio, y pondrán la abominación desoladora."
(Dn 12:11) "Y desde el tiempo que sea quitado el continuo sacrificio hasta la abominación desoladora, habrá mil doscientos noventa días."
¿A que se refería esta "abominación desoladora"? La frase describía lo que hizo años después Antíoco Epífanes, cuando en su determinación por erradicar la religión judía y establecer la manera de vivir de los griegos, llegó a profanar el templo ofreciendo sobre él carne de cerdo y poniendo en el lugar santo una gran imagen de Zeus a la que los judíos eran obligados a adorar.
Jesús profetizó que algo similar a lo que había hecho Antíoco Epífanes volvería a ocurrir en el futuro. El apóstol Pablo nos da algunos detalles adicionales sobre un personaje que se levantará al final de este período y que será la encarnación del mal.
(2 Ts 2:1-12) "Pero con respecto a la venida de nuestro Señor Jesucristo, y nuestra reunión con él, os rogamos, hermanos, que no os dejéis mover fácilmente de vuestro modo de pensar, ni os conturbéis, ni por espíritu, ni por palabra, ni por carta como si fuera nuestra, en el sentido de que el día del Señor está cerca. Nadie os engañe en ninguna manera; porque no vendrá sin que antes venga la apostasía, y se manifieste el hombre de pecado, el hijo de perdición, el cual se opone y se levanta contra todo lo que se llama Dios o es objeto de culto; tanto que se sienta en el templo de Dios como Dios, haciéndose pasar por Dios. ¿No os acordáis que cuando yo estaba todavía con vosotros, os decía esto? Y ahora vosotros sabéis lo que lo detiene, a fin de que a su debido tiempo se manifieste. Porque ya está en acción el misterio de la iniquidad; sólo que hay quien al presente lo detiene, hasta que él a su vez sea quitado de en medio. Y entonces se manifestará aquel inicuo, a quien el Señor matará con el espíritu de su boca, y destruirá con el resplandor de su venida; inicuo cuyo advenimiento es por obra de Satanás, con gran poder y señales y prodigios mentirosos; y con todo engaño de iniquidad para los que se pierden, por cuanto no recibieron el amor de la verdad para ser salvos. Por esto Dios les envía un poder engañoso, para que crean la mentira, a fin de que sean condenados todos los que no creyeron a la verdad, sino que se complacieron en la injusticia."
Pablo se refiere a este "inicuo" como "el hombre de pecado", y nos dice que se sentará "en el templo de Dios, haciéndose pasar por Dios". Y coincide también con lo que dijo el Señor Jesucristo en cuanto a que esto ocurrirá justo antes de su segunda venida en gloria (Mr 13:24-26). Por lo tanto, la aparición de este "hombre de pecado", será una señal que indicará el fin de este periodo intermedio del que el Señor ha estado hablando en los versículos anteriores.
"Tribulación cual nunca ha habido"
No debemos perder de vista el hecho de que en su predicación Jesús se estaba refiriendo simultáneamente a la destrucción de Jerusalén en el año 70 como un prototipo o modelo de lo que volverá a ocurrir en el último tiempo en una escala mucho mayor. Por esta razón, es difícil en ocasiones determinar a cuál de las dos destrucciones se refiere en cada momento, o si son elementos comunes a ambas.
El historiador Flavio Josefo nos da cuenta del terrible asedio que los romanos llevaron a cabo contra la ciudad de Jerusalén, abarrotada en aquellos días por causa de la celebración de la pascua. La descripción que hace de este trágico suceso es aterrador: familias enteras murieron por causa del hambre, las calles estaban llenas de cadáveres de niños, jóvenes y ancianos, miles de judíos fueron llevados cautivos y esparcidos por todo el mundo, otros muchos fueron muertos a filo de espada, la ciudad fue quemada y el templo totalmente destruido.
Pero a pesar de la dureza de todo lo que ocurrió en aquellos días en Jerusalén, el Señor todavía anuncia unos días futuros de "tribulación cual nunca ha habido desde el principio de la creación que Dios creo, hasta este tiempo, ni la habrá" (Mr 13:19).
(Jer 30:7) "¡Ah, cuán grande es aquel día! tanto que no hay otro semejante a él; tiempo de angustia para Jacob; pero de ella será librado."
(Dn 12:1) "... Será tiempo de angustia, cual nunca fue desde que hubo gente hasta entonces; pero en aquel tiempo será libertado tu pueblo, todos los que se hallen escritos en el libro."
Esta gran tribulación se refiere al segundo cumplimiento de la profecía, y terminará con la venida en gloria del Señor que librará a su pueblo (Mr 13:24-27).
"Los que estén en Judea huyan a los montes"
Jesús advirtió a los judíos de su tiempo que cuando descubrieran las primeras señales deberían huir sin entretenerse. En sus palabras hay un carácter de extrema urgencia, de tal manera que no habría tiempo ni para recoger ropa o tratar de poner a salvo los bienes. Esto nos recuerda la huída de Lot de Sodoma cuando tuvo que ser apremiado por los ángeles para salir de allí rápidamente y así ser librado del juicio inminente (Gn 19:15-16).
¿Qué fue lo que realmente ocurrió cuando llegó aquella hora de prueba? La gente hizo exactamente lo contrario de lo que Jesús había dicho, y se apelotonaron en Jerusalén llegando a morir de la forma que antes hemos descrito. Y aunque no hay una evidencia histórica totalmente segura, parece que los discípulos sí que escaparon de Jerusalén antes del sitio y se refugiaron en Pella, en Decápolis.
Notemos también que cuando Jesús exhortó a sus discípulos a huir de Jerusalén, estaba diciéndoles al mismo tiempo que no debían participar en la defensa armada de la ciudad o del templo. Tampoco debían esperar ningún milagro de liberación divina. Esto era debido a que el tiempo de la ejecución de la ira de Dios había llegado, y no tenía ningún sentido intentar resistirla. Desde ese momento, la ciudad santa se iba a convertir en una ciudad gentil, gobernada por los gentiles.
"Por causa de los escogidos acortó aquellos días"
Por amor a sus escogidos Dios acortará aquellos días para no someterlos a una prueba mayor de la que podrían soportar.
(1 Co 10:13) "No os ha sobrevenido ninguna tentación que no sea humana; pero fiel es Dios, que no os dejará ser tentados más de lo que podéis resistir, sino que dará también juntamente con la tentación la salida, para que podáis soportar."
Queda claro en estos versículos que sus "escogidos" tendrán que pasar por aquellos días de gran tribulación. ¿Quiénes son estos "escogidos"? Esto es algo que no podemos afirmar con total seguridad, pero probablemente no se refiera a la Iglesia, que para ese momento seguramente habrá sido arrebatada, sino al pueblo de Israel que al final de ese periodo creerán en Cristo (Ro 11:26).
"Se levantarán falsos cristos y falsos profetas"
El final de este periodo estará caracterizado por el caos y el derramamiento de sangre, por lo que no es extraño que nuevamente vuelvan a proliferar los falsos mesías. La gente estará tan desesperada que seguirá a cualquiera que parezca ofrecerle seguridad.
Además, se nos dice que harán señales y prodigios con el fin de engañar a los escogidos. Y lo mismo se nos dice del hombre de pecado, que vendrá "con gran poder, y señales y prodigios mentirosos, y con todo engaño de iniquidad" (2 Ts 2:9-10).
Por lo tanto, debemos tener presente que no todos los milagros provienen necesariamente de Dios. Y esto es muy conveniente recordarlo en una época como la nuestra donde muchos creyentes están en una búsqueda constante de lo "milagroso".
"Mas vosotros mirad; os lo he dicho todo antes"
Está claro que el propósito de todo el sermón del Señor es preparar a sus discípulos para cuando llegara la prueba de fuego. Ellos debían estar en guardia, observando las señales que el Señor les había indicado, no dejándose engañar por los falsos cristos que habrían de aparecer, ni tampoco perturbándose por las muchas catástrofes de las que este mundo iba a ser testigo.
Pero la finalidad última de toda la exhortación tenía que ver con ellos mismos. Porque no sirve de nada especular sobre el futuro y al mismo tiempo descuidar nuestra propia santidad. El saber estas cosas sólo tendrá sentido si nos llevan a vivir el presente a la luz del futuro, no aferrándonos a las cosas materiales o los placeres de este mundo que han de pasar y desaparecer, siendo conscientes de que finalmente tendremos que rendir cuentas ante el Señor. Todo esto fue explicado por el Señor con mucho más detalle a través de diferentes parábolas: Parábola del siervo fiel (Mt 24:45-51), Parábola de las diez vírgenes (Mt 25:1-13), Parábola de los talentos (Mt 25:14-30). Recomendamos su lectura.
Conclusiones
Contrariamente a lo que algunos creen, la situación de este mundo no mejorará a medida que pase el tiempo, ni tampoco la predicación del evangelio dará como resultado la salvación de todo el mundo y el establecimiento del reino de Dios.
Y como veremos en nuestro próximo estudio, la historia de la humanidad se dirige a su clímax, que tendrá lugar con la segunda venida de Cristo. Sólo por su presencia será posible el establecimiento de su reino.
Mientras esperamos ese momento, debemos preguntarnos si estamos velando y orando tal como el Señor nos enseñó.
Preguntas
1. Explique con sus propias palabras algunos principios para interpretar correctamente estas profecías. ¿En qué consiste la "perspectiva profética"? ¿Con qué finalidad una profecía puede llegar a tener varios cumplimientos?
2. ¿Qué importancia tenía la destrucción del templo para los judíos? ¿Por qué fue destruido? ¿Qué podemos aprender de este hecho?
3. Explique brevemente cada una de las señales que caracterizarán este periodo de tiempo hasta la venida de Cristo.
4. ¿Cuál es el propósito por el que Jesús no estableció su reino inmediatamente? Explique a que se refiere la expresión "los tiempos de los gentiles".
5. ¿A qué se refiere la expresión "la abominación desoladora"? ¿Cuándo se cumplió?
Comentarios
Mariano Mellert (Argentina) (11/05/2019)
Tengo 28 años y conozco de la palabra desde los 8 años que asisto a iglesias evangélicas.
Recientemente me he puesto, luego de madurar como persona, a estudiar la palabra.
Doy fe y asombro por la sana doctrina y facilidad con la que es explicado cada versículo.
idalia elizabeth melgarejo (Paraguay) (17/07/2012)
muy interesante el estudio aprendo mucho leyendo..cada dia Dios los siga bendiciendo grandemente para mi es de gran bendicion
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