Por siglos la epístola de Santiago no ha gozado de mucha popularidad, sin embargo, su mensaje sigue siendo actual en nuestros días. Nosotros también debemos recordar que una fe genuina se hace evidente por medio de las obras.
En este primer estudio haremos una introducción general y abordaremos los siguientes puntos:
- El autor
- Características de la epístola
- Los destinatarios
- Fecha de redacción
- Contribución y relevancia
El primer capítulo de Santiago sirve de prólogo a toda la epístola y en él se adelantan algunos de los temas que luego desarrollará más ampliamente. En este estudio veremos algunos temas prácticos relacionados con las pruebas, la verdadera sabiduría, el poder de la oración, pobreza y riqueza...
La epístola de Santiago nos habla de pruebas y tentaciones. Las primeras deben ser soportadas mientras que las segundas deben ser evitadas. Dios permite ambas porque nos permiten avanzar hacia la madurez. Pero finalmente todo depende de nuestra propia actitud frente a ellas.
Las enseñanzas de Santiago tienen como finalidad que el creyente viva de manera comprometida con las enseñanzas de Cristo. En en este pasaje veremos exhortaciones muy necesarias para todos nosotros. Por ejemplo, la importancia de considerar nuestras vidas a la luz de la Palabra como si fuera un espejo, y cambiar aquello que no se corresponda con ella. También nos invita a la reflexión antes de hablar y a evitar toda precipitación de carácter, no dejándonos llevar por la ira y las contiendas...
Santiago está muy interesado en la relación que debe haber entre la fe y la conducta. En este pasaje nos enseña que la fe no puede dar cobijo al favoritismo que adula al rico y desprecia al pobre. Desde la perspectiva cristiana, el desheredado es tan digno de atención como aquel que tiene grandes riquezas.
Mirando al juicio venidero la forma de ser salvos no será la profesión verbal, por muy sincera e insistente que ésta sea, sino por una fe que se expresa por algo más que palabras o meros sentimientos piadosos. En este pasaje Santiago nos va a enseñar que la fe y las obras son inseparables. La fe auténtica nos lleva a hacer obras como las de Abraham o Rahab. Sin estas evidencias no se puede decir que exista la fe.
Los pecados de la lengua, como la difamación, las críticas o el engaño, no sólo deshonran a Dios, sino que también rompen la comunión con nuestro prójimo. En especial, los maestros tienen una gran responsabilidad al enseñar, pero todos los cristianos debemos tener cuidado con la lengua. Es una hipocresía elevar alabanzas a Dios en la iglesia y al mismo tiempo maltratar a las personas ridiculizándolas o insultándolas durante el resto de la semana...
Hay una sabiduría que viene de lo alto dada por Dios mismo y nuestra responsabilidad personal es buscarla para ponerla en el centro de nuestro ser y vivir conforme a ella. Esta sabiduría se manifiesta por sus frutos: es pacífica, amable, benigna, llena de misericordia y de buenos frutos, sin incertidumbre ni hipocresía. Pero también hay una sabiduría terrenal que tiene su origen en el mismo diablo y produce celos y una ambición egoísta. ¿Qué sabiduría gobierna nuestra vida? Ya que son dos alternativas opuestas no hay compromiso posible entre ellas ni terreno neutral.
Santiago se dirige a creyentes que estaban siendo corrompidos por la envidia y una ambición egoísta, lo que les llevaba a guerras y pleitos entre ellos. Sin duda esto era consecuencia de su amistad con el mundo. Ahora les escribe exhortándoles al arrepentimiento como el medio para que pudieran vivir en amor y paz los unos con los otros.
En este pasaje de la Palabra se condenan dos actitudes igualmente negativas. En primer lugar la murmuración y la crítica contra el hermano con el fin de destruirle. Y luego la altivez del hombre que actúa como si todo dependiera de él. Cada uno de nosotros debemos tener cuidado con estos pecados que nos separan de nuestros hermanos y también de Dios.