Estudio bíblico de 1 Juan 2:15-16
1 Juan 2:15-16
Continuamos hoy, amigo oyente, nuestro recorrido por la Primera Epístola del Apóstol Juan. Estamos en el capítulo 2, donde comienza la segunda división general de esta carta, titulada "Dios es amor" (desde el 2:3 hasta el 4:21), y en la sección de este capítulo que hemos titulado "Cómo los hijos amados de Dios pueden tener una relación de comunión los unos con los otros", que se extiende desde el versículo 3, hasta el 14. A partir del versículo 15 consideraremos la siguiente sección, titulada "Los hijos amados de Dios no deben amar al sistema del mundo". Esta sección se extenderá hasta el versículo 28 de este segundo capítulo.
En este capítulo hemos destacado la importancia de los versículos 10 y 11. Concretamente resaltamos el versículo 11. En este pasaje el apóstol Juan nos ha dejado la siguiente gran declaración: Pero el que odia a su hermano está en tinieblas y anda en tinieblas, y no sabe a donde va, porque las tinieblas le han cegado los ojos. Si usted desea saber con total seguridad si usted es un hijo de Dios, aplique este test a su propia vida. Si usted está detestando a su hermano, entonces está viviendo en la oscuridad. Si usted está amando a su hermano, se encuentra viviendo en la luz.
La vida cristiana puede, en realidad, representarse como un triángulo. Dios está situado en el vértice del triángulo y desde allí la luz, el amor y la vida de Dios descienden por los lados del triángulo hacia ambos extremos de la base del triángulo, en uno de cuyos extremos se encuentra usted, y desciende sobre su corazón y vida. Su amor hacia Dios asciende desde ese extremo de la base del triángulo hacia el vértice, pues usted lo ama porque El le amó primero. Si usted está viviendo en la luz aquí en la tierra, ello significa que usted también va a amar a su hermano, que se encuentra en el otro extremo de la base del triángulo. Usted no puede decir que ama a Dios, y que odia o detesta a su hermano. Esto es absolutamente imposible, y el apóstol Juan, más adelante, dejará bien en claro esta verdad,
Para conectarnos mejor con nuestra lectura de hoy leamos nuevamente el versículo 14 de este segundo capítulo, que dice:
"Os he escrito a vosotros, padres, porque habéis conocido al que es desde el principio. Os he escrito a vosotros, jóvenes, porque sois fuertes y la palabra de Dios permanece en vosotros, y habéis vencido al maligno."
La primera frase, es igual a la del versículo 13 y en ella el apóstol no añadió nada a lo dicho anteriormente, porque uno no puede ir más lejos en este tema, Como lo expresó el apóstol Pablo en su carta a los Filipenses 3:10, 10Quiero conocerlo a él y el poder de su resurrección, y participar de sus padecimientos hasta llegar a ser semejante a él en su muerte, Ese mismo conocimiento es lo que convierte a alguien en un "padre" en la esfera de Cristo.
Estimado oyente, ¿cómo llega uno a conocer a alguien? Viviendo con esa persona día tras día. Ese es el conocimiento que alcanzan, por ejemplo, algunos matrimonios de cierta antigüedad, ya que la convivencia diaria es una fuente de conocimiento que aumenta progresivamente con el transcurso de los años.
Ahora bien, ¿cómo vamos a conocer al Señor Jesucristo? Estimado oyente, la única forma en que usted puede conocerle es en la Palabra de Dios. Allí es donde El se revela. Muchos piensan que por asistir a un estudio Bíblico una vez por semana o de vez en cuando ya están activamente implicados en el camino que conduce a la santidad. Pero la Palabra de Dios es como el alimento. Así como uno no puede alimentarse físicamente comiendo una vez por semana, porque se producirá un grave decaimiento en su cuerpo, en el ámbito espiritual sucede lo mismo. Por tal motivo insistimos en la necesidad de estudiar un poco la Biblia todos los días, por supuesto, cada uno dentro del tiempo y posibilidades de que disponga. En este sentido, este programa de radio pretende estimular ese estudio diario, ordenado y regular, que abarque en un período concreto de tiempo, toda la Biblia. Es que la Palabra de Dios es el Pan de Vida. Si hemos de conocer a Cristo, debemos convivir con El en Su Palabra, a medida que experimentamos las alegrías y aflicciones de esta vida.
A continuación, Juan se dirigió al segundo grupo diciendo: Os he escrito a vosotros, jóvenes, porque sois fuertes y la palabra de Dios permanece en vosotros, y habéis vencido al maligno. En el versículo anterior Juan dijo que los jóvenes eran fuertes y eran capaces de vencer al maligno. Pero en este versículo 14, añadió el secreto: la palabra de Dios permanece en vosotros. Estimado oyente, ¿cómo podemos usted y yo vencer al maligno? Pues con la Palabra de Dios. En la carta a los Efesios 6, el apóstol Pablo presentó la armadura del cristiano, detallando cada una de sus partes, y el arma ofensiva es la espada del Espíritu, que es la palabra de Dios (como podemos leer en Efesios 6:17). Si usted va a ser capaz de defenderse a sí mismo del diablo, tendrá que poseer un buen conocimiento de la Palabra de Dios. La razón por la cual tantos creyentes sucumben ante los pecados del sistema de valores del mundo es que no están estudiando la Palabra de Dios. En el cuerpo físico, nos alimentamos 3 veces por día - porque necesitamos la comida física para adquirir fuerzas. De la misma manera, tenemos que ser conscientes de la gran importancia que tiene también el alimento espiritual para recibir las fuerzas que provienen de Dios. Y ahora llegamos a una sección que podemos titular
Los hijos amados no deben amar al sistema del mundo
que se extiende desde el versículo 15 hasta el 28 de este mismo capítulo, Muchos preferirían separar a esta sección del contenido de la sección anterior, pero creemos que esta sección, en gran medida, forma parte del tema que el apóstol Juan ha estado tratando. El apóstol ha venido tratando el tema de cómo los hijos de Dios pueden saber que son realmente Sus hijos. Ha dicho que la manera en que lo podemos saber es a través del hecho de que le amamos, y que obedecemos Sus mandamientos. Más adelante, Juan nos diría que los mandamientos del Señor no son gravosos, es decir, que no son difíciles de cumplir. Aquí no estamos hablando sobre los Diez Mandamientos dados en el Antiguo Testamento, sino de los mandamientos comunicados por el Señor, porque hemos sido introducidos en el Lugar Santísimo para tener una relación muy personal con el Señor Jesucristo. Alguien ha sugerido la siguiente división, que consideramos muy adecuada: la carta a los Romanos trata el tema de cómo salimos de una casa de esclavitud; la carta a los Efesios nos indica como entrar a la casa del banquete; y la carta a los Hebreos nos indica cómo podemos aproximarnos al trono de la gracia. Ahora, la primera carta de Juan, que estamos estudiando, nos explica como acercarnos a la presencia divina.
La forma en que podemos tener seguridad, certeza, y presentar una prueba, no solo a nuestros vecinos, sino también para nosotros mismos, de que somos hijos de Dios genuinos, es por medio de nuestra obediencia a Él, y en nuestro deseo de agradarle en todo lo que hagamos. Quizás algunos que cuando prometen obedecer al Señor, en su mente están con una actitud parecida al que aprieta los dientes para decir algo que está obligado a expresar, porque su motivación no es el amor, y verdaderamente, el amor debería ser el motivo para obedecerle. Recordemos nuevamente que el Señor Jesús dijo: Si me amáis, guardad mis mandamientos (como podemos leer en Juan 14:15)
Estimado oyente, cuando usted obedece los mandamientos de Cristo porque le ama, muchos de los problemas familiares se solucionarán y mucha de la incertidumbre que hay en su corazón desaparecerá. No se trata simplemente de seguir un cursillo breve sobre cómo vivir la vida cristiana. Es que muchos tratan de buscar algún apoyo, aunque sea débil como una caña quebrada, para que los sostenga.
El cristianismo está basado en una relación de amor. La salvación es como una aventura de amor. Juan iba a decirnos más acerca de este tema al escribir Nosotros lo amamos a Él porque Él nos amó primero (como podemos leer en 1 Juan 4:19). Ahora, en este versículo 15 del capítulo 2 de la Primera Epístola de Juan, leemos:
"No améis al mundo ni las cosas que están en el mundo. Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él"
Nos llama la atención la frase No améis al mundo ni las cosas que están en el mundo. Ahora, ¿de qué mundo estaba hablando aquí Juan? No se estaba refiriendo al mundo de la creación, es decir, al sistema y orden que encontramos en la creación física. En primavera florecen las flores y en los árboles brotan las hojas. En el otoño las hojas nos ofrecen toda clase de vistosos colores, como el amarillo, colores dorados y el rojo. Después las hojas caen y pronto llegas el invierno. Este no es el mundo acerca del cual se nos advierte que no lo amemos. Al contrario, este es el mundo que Dios creó para nuestro disfrute.
Alguien ha expresado su impresión ante las maravillas de la naturaleza de la siguiente manera: "El cielo arriba es de un azul suave, alrededor de la tierra puede verse un verde suave. Hay algo vive en cada matiz. Algo que ojos sin Cristo nunca han visto. Las aves deleitan con su trinar. Las flores con una belleza profunda brillan, desde que lo sé, y ahora sí lo sé, que soy suyo y El es mío."
Es que incluso los poetas encuentran dificultades a la hora de encontrar palabras adecuadas para expresar las sensaciones que experimentamos al contemplar la gloria de Dios reflejada en la creación. ¿Cómo íbamos a despreciar a ese mundo adornado con esas montañas imponentes, las cascadas espectaculares y el suave rumor de los ríos? ¿No le parece esto algo hermoso, estimado oyente, que el Creador ha preparado para que lo disfrutemos? Esa es la creación a la que debemos amar, el mundo que podemos admirar y que nos entusiasma. Así que, Juan no se estaba refiriendo a este mundo como el que no podemos amar.
Juan tampoco se estaba refiriendo al mundo de la humanidad o a la raza humana. La Biblia nos dice que de tal manera amó Dios al mundo. ¿Cuál mundo? El mundo de la gente, el mundo de los seres humanos. Dios amó tanto a este mundo que ha entregado a Su Hijo unigénito (como podemos leer en Juan 3:16)
Entonces, ¿a qué mundo se refería Juan? La palabra Griega para "mundo" aquí es "kosmos". Tiene que ver con el sistema del mundo, el sistema organizado encabezado por Satanás, que deja fuera a Dios y en la actualidad se opone a Él. A ese aspecto del mundo se refirió el apóstol al decir que no teníamos que amarlo, es decir, estaba señalando a ese mundo organizado en contra de Dios.
Es que hay un sistema mundial funcionando en la actualidad y que está controlado por el enemigo de Dios. Juan mencionó esta realidad en su Evangelio, citando las palabras del Señor Jesús, que dijo: 30No hablaré ya mucho con vosotros, porque viene el príncipe de este mundo y él nada tiene en mí (como podemos leer en Juan 14:30). El llamado "príncipe de este mundo" el príncipe del sistema mundial, que forma parte de la civilización en la que usted y yo vivimos hoy. Ese sistema le pertenece a Satanás. En una ocasión, cuando el Señor Jesús se encontraba en esta tierra. Satanás le ofreció al Señor los reinos de este mundo, así que está claro que todo le pertenece en este sistema; y ese es el mundo que no debemos amar. También leemos en Juan 16:11 el príncipe de este mundo ha sido ya juzgado. Así que, nuevamente, el Señor Jesús En la epístola a los Efesios, en el versículo 4 del capítulo 1, cuando el apóstol Pablo habló de la fundación del mundo, estaba hablando sobre la creación material, pero cuando uno lee el capítulo 2 de esa epístola a los Efesios, en el versículo 2, vemos que dijo: En los cuales anduvisteis en otro tiempo, siguiendo la corriente de este mundo. Ahora, ¿cuál es la corriente de este mundo? Bueno, este es el mundo que está lleno de avaricia, con una ambición egoísta, con placeres sensuales, con engaño, con mentira, con peligro. Ese es el mundo en el cual usted y yo vivimos en el presente, y él nos estaba diciendo aquí que no debíamos amarlo. Estamos viviendo en un mundo impío que se encuentra en rebelión contra Dios. En general, nuestra cultura y civilización contemporánea está en contra de Dios, y por lo tanto el hijo de Dios no debe amar lo que se oponga a Dios deliberadamente. Como Jesús mismo dijo, nos encontramos de paso por este mundo, pero no somos del mundo. Algunos actúan en el mundo de los negocios y otros incluso en el ámbito social, pero no formamos parte del sistema general.
Necesitamos reconocer que vamos a ser obedientes a un mundo, o a otro. Usted va a obedecer al sistema del mundo, viviendo en él y disfrutándolo, o por el contrario, va a obedecer a Dios. Escuchemos lo que dijo el apóstol Pablo en su epístola a los Gálatas, capítulo 6, versículo 14: Pero lejos esté de mí gloriarme, sino en la cruz de nuestro Señor Jesucristo, por quien el mundo ha sido crucificado para mí y yo para el mundo. En efecto, el Apóstol Pablo estaba diciendo: "Entre mí y este sistema mundial satánico, se encuentra una cruz. Ambos están tratando de captarme, de pujar por mi y, como hijo de Dios, le obedezco a Él, y yo no podría jactarme de otra cosa porque la gloria le pertenece a la cruz de Cristo". De algo podemos estar seguros: el mundo no está hoy dando gloria a la cruz de Cristo.
El Apóstol Pedro también habló de este tema cuando en su segunda epístola, capítulo 2, versículo 20 escribió sobre las contaminaciones del mundo. El había hablado antes de la corrupción del mundo. Usted y yo, amigo oyente, vivimos en un mundo corrompido y contaminado. Hoy se habla mucho sobre la contaminación ambiental y de la contaminación del agua. Pero, ¿qué podemos decir en cuanto a las mentes que están siendo contaminadas por la pornografía, y por un lenguaje de pésimo nivel? ¿Qué diremos del espíritu del hombre que está siendo embotado por todos estos elementos?
Recordemos la segunda frase del versículo 15; Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él. Si una persona está viviendo de acuerdo con los valores de la multitud que sigue al enemigo de Dios toda la semana, y después, el domingo, se une a la multitud que sigue al Señor, es evidente que el amor a Dios el Padre no está en ella.
En Romanos 7 Pablo describió su propia lucha como cristiano y la expresó de la siguiente manera: 18Y yo sé que en mí, esto es, en mi carne, no habita el bien, porque el querer el bien está en mí, pero no el hacerlo. 19No hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero, eso hago. 20Y si hago lo que no quiero, ya no lo hago yo, sino el pecado que está en mí. Así que hay un conflicto real en el corazón del cristiano mientras éste se encuentre en el mundo conviviendo con esa vieja naturaleza viciada por el pecado. Esa vieja naturaleza se dirige con naturalidad hacia el mundo en que vivimos: está perfectamente integrada en el programa del sistema mundano. Continuemos ahora leyendo el versículo 16 de este segundo capítulo:
"Porque nada de lo que hay en el mundo - los deseos de la carne, los deseos de los ojos y la vanagloria de la vida - proviene del Padre, sino del mundo."
Juan enumeró aquí 3 elementos que se encuentran en el mundo. Estas no son solo las tentaciones con las que nos enfrentamos, sino que fueron también las tentaciones que Satanás presentó ante Eva (como podemos leer en Génesis 3:6) y ante el Señor Jesucristo (como podemos leer en Mateo 4:1-11).
Así que en nuestro próximo programa consideraremos sucesivamente estos 3 puntos expuestos en el versículo 16: (1) los deseos de la carne (según otras versiones, "la pasión de la carne" o "los malos deseos del cuerpo"); (2) los deseos de los ojos (según otras versiones "la pasión de los ojos" o "la codicia de los ojos") y (3) la vanagloria de la vida (según otras versiones "la arrogancia de la vida"). En la exposición de los citados puntos haremos referencia al libro del Génesis, capítulo 3, versículos 1 al 7, que relata el diálogo entre Eva y la serpiente, que representaba a Satanás, así como también el resultado de aquella tentación en que Adán y Eva consumaron su acto de desobediencia a Dios. Pero destacamos por anticipado la aplicación práctica de este versículo 16, en la cual haremos referencia a formas concretas en las cuales se manifiesta actualmente la tentación en la vida de los cristianos. Es evidente que estos 3 aspectos del versículo 16 constituyen formas de la atracción que el sistema de valores del mundo ejerce sobre nosotros en la actualidad. Es interesante comprobar que las tácticas del enemigo de Dios no han cambiado desde aquellos días tan lejanos del jardín del Edén, cuando el tentador se acercó para seducir, para instaurar la rebelión contra Dios e intentar destruir al ser humano y a la creación misma.
Debemos interrumpir por hoy nuestro estudio y en nuestro próximo programa continuaremos hasta, aproximadamente, el versículo 19 de este segundo capítulo de 2 Juan. Estimado oyente, le agradecemos mucho la atención prestada a este programa y le invitamos a seguir acompañándonos en esta etapa, por lo cual le sugerimos que lea, al menos, hasta el citado versículo 19, para que pueda estar más familiarizado con los detalles de nuestra exposición Bíblica, al proseguir este viaje "a través de la Biblia."
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