Estudio bíblico de 2 Juan Introducción 1
2 Juan - Introducción
En nuestro viaje a través de la Biblia, volvemos hoy al Nuevo Testamento para comenzar nuestro estudio en la Segunda Epístola del Apóstol Juan. Y al emprender hoy el examen de esta carta, quisiéramos decir algunas palabras de introducción sobre esta Segunda Epístola de Juan, así como también de la tercera carta que él escribió, cuando lleguemos a ella. Queremos compartir con usted algunos de los temas de la introducción que son de suma importancia, especialmente en la hora que nos toca vivir.
Estamos seguros de que la primera impresión recibida por el lector, es la brevedad de estas dos últimas epístolas. Es un hecho casi sorprendente. Uno podría preguntarse por qué trece versículos en la segunda epístola, y catorce versículos en la tercera epístola debieron ser incluidos en las Sagradas Escrituras. Así es que ambas son muy breves, por cierto. Ahora, alguien quizás diga: "ante semejante brevedad, parece evidente que el apóstol Juan no tenía demasiado que decir. Entonces, ¿no deberíamos descartar, o, al menos, restar importancia al mensaje que ellas transmiten? En absoluto, La brevedad de esta obra en ninguna manera resta importancia a esta epístola. En realidad, realza su importancia. Aunque su extensión sea breve, esta epístola es muy importante, y resulta esencial para obtener una perspectiva apropiada de la primera epístola, y para evitar un punto de vista equivocado. Así que la brevedad no disminuye la potencia ni la profundidad de su mensaje.
En primer lugar diremos algo sobre
El escritor
El escritor de la Epístola fue el apóstol Juan, a quien hemos llamado el apóstol del amor. El Señor Jesucristo lo llamó "hijo del trueno" (como podemos leer en Marcos 3:17). Creemos que podemos añadir al trueno un poco de relámpagos, porque en sus epístolas El dejó bien en claro que usted debe mostrar amor hacia los hermanos, y si no es así, entonces usted no sería un hijo de Dios. En cuanto a
La fecha
podríamos situarla entre los años 90 y 100 de nuestra era. Ahora vamos a considerarla como
Una carta personal
La epístola es como el libro de Filemón, en el sentido en que éste constituye una carta personal. En el caso de la epístola de Juan, fue escrita por Juan y dirigida "a la señora elegida". Con frecuencia se ha mencionado la pregunta sobre si la palabra Griega "electa" era un título, o si más bien se refería a una señora cristiana llamada Electa en la iglesia primitiva. Tenemos que recordar que Juan fue el apóstol que escribió sobre la familia de Dios. El apóstol Pablo escribió a la iglesia de Dios, mientras que el apóstol Pedro escribió sobre el gobierno de Dios. Ahora, el pensar en estos antecedentes cuando nos acercamos a estas epístolas, escritas por estos tres hombres diferentes, nos ayudará a entender muchas cosas que ellos dijeron. Indiferentemente de si esta carta que estudiamos hoy fue dirigida a un individuo a una iglesia, Juan estaba considerándola en el contexto de la familia de Dios. Aparentemente, había una señora cristiana, o una iglesia local que estaba ofreciendo hospitalidad a todos aquellos que profesaban ser cristianos, aunque algunos de ellos eran herejes que negaban la deidad de Cristo y las otras grandes verdades de la fe cristiana, En esta epístola Juan expresó una advertencia contra albergar a tales personas. Y este fue, en realidad, el propósito de esta breve epístola. Ahora abordaremos otro asunto, y se trata de
El tema
De esta segunda epístola, que en este sentido gira alrededor de la verdad, cuando la verdad y el amor entran en conflicto, la verdad es la que tiene que predominar, la que tiene la máxima prioridad. Quizás usted haya observado que en 1ª. Corintios 13, el apóstol Pablo no dijo: Ahora permanecen la fe, le esperanza, la verdad y el amor. El apóstol simplemente dijo: Ahora permanecen la fe, la esperanza y el amor, estos tres; pero el mayor de ellos es el amor. Pero cuando se menciona a la "verdad", entonces la verdad viene primero.
Creemos que la verdad de la Palabra de Dios es digna de ser defendida, Cuando hablamos de "verdad", queremos decir aquello que es básico para el hecho de que la Biblia es la Palabra de Dios. En segundo lugar, el siguiente factor de importancia es la deidad de Cristo y Su obra en la cruz a favor nuestro. Cuando nos encontramos con alguien que es fiel a estos factores esenciales, entonces esa persona y nosotros podemos mantener una relación fraternal, aunque estemos en desacuerdo en asuntos no esenciales.
La Palabra clave de la primera epístola de Juan, es "amor", pero es un amor que está limitado a la familia de Dios. Los Hijos de Dios tienen que amarse unos a otros en la familia de Dios. Esta es la marca o señal de identificación de un hijo de Dios; él ama a Cristo, y ama a sus hermanos. La manera en que los hijos de Dios deben amarse entre sí constituye la totalidad de la suma y esencia de la citada epístola de 1 Juan.
Será de utilidad retroceder a la primera epístola para resaltar otra vez el pensamiento expresado en 1 Juan 3:10, que dice: 10En esto se manifiestan los hijos de Dios y los hijos del diablo: todo aquel que no hace justicia y que no ama a su hermano, no es de Dios. El apóstol Juan presentó intencionalmente esta verdad en su aspecto negativo, para no dejar ningún margen a fin de que cualquier individuo que profesara ser cristiano y no estuviera a la altura de su profesión pudiese evadirse de la tajante afirmación del apóstol. Uno no puede evitar el definirse ante esta cuestión fundamental. Si alguien no practica la justicia en su vida, no pertenece a Dios. Esta es la señal exterior de un hijo de Dios. Usted tiene que conocer al Señor Jesús como Su Salvador y la prueba evidente ante los demás, es que usted practique la justicia en su vida personal y de relación. Y si usted no ama a su hermano, y nos referimos a su hermano cristiano, - porque no creemos en la fraternidad universal de las personas porque la Biblia no la enseña---), entonces usted no es un hijo de Dios. No somos nosotros los que lo afirmamos sino que fue el apóstol Juan quien hizo esta tajante declaración. El explicó claramente que uno puede conocer si alguien es un creyente genuino, a través de su vida recta, justa, y por su amor por otros cristianos.
¿Y qué diremos del pecador perdido que no pertenece a la familia de Dios? ¿Tenemos que amarle? Bueno en el Evangelio de Juan 3:16 el escritor dijo: 16»De tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree no se pierda, sino que tenga vida eterna. Tenemos que amar a la gente hasta el punto de comunicarles el mensaje del Evangelio. Al estudiar el libro de Jonás vimos que Jonás no amaba a los habitantes de Nínive, pero Dios lo envió a esa ciudad porque Dios los amaba y dijo: "Ya que yo les amo, y ellos se han vuelto a mí, Jonás, yo quiero que tú también les ames". Así es que, esta es la relación que el hijo de Dios debe tener con el mundo perdido, amar el mundo, pero en el sentido de llevarles a ellos el evangelio. Pero uno no puede amar al pecador por su pecado. No se nos pide que hagamos esto. Se nos pide que les amemos lo suficiente como para llevarles el evangelio. Eso es lo importante. Debemos amarles en ese sentido, porque Dios los ama. Y después, cuando ellos se vuelvan a Cristo, entonces también los amaremos.
Ahora, surge también otra pregunta ¿cuál tiene que ser nuestra relación con los falsos maestros, con aquellos que niegan la deidad de Cristo? En esta segunda epístola Juan nos iba a dejar bien en claro que este es un asunto frente al cual debemos permanecer alertas. En el versículo 7 dijo; 7Muchos engañadores han salido por el mundo, que no confiesan que Jesucristo ha venido en cuerpo humano. Quien esto hace es el engañador y el anticristo. ¿Cuál debe entonces ser nuestra relación con ellos? Examinaremos cuidadosamente este tema, que podría ser una parte crucial de esta epístola y si no comprendemos este punto correctamente llegaremos a una interpretación ambigua y confusa. Porque hay quienes enfatizan el amor por encima de todas las diferencias doctrinales y teológicas que la misma Biblia establece. Se nos dice que debemos amar a toda la gente, pero hay que reconocer que hay algunos acerca de los cuales las Sagradas Escrituras nos aconsejan no amar y además, estar alertas y vigilantes ante su presencia o influencia. El apóstol Juan escribió en su primera carta, 2:15; no améis al mundo ni las cosas que están en el mundo. Las cosas que están en el mundo son identificadas con la gente que está en el mundo y que ha convertido a este mundo en lo que es. Nuestro amor se limita, entonces, a llevarles el evangelio, a comunicarles la Palabra de Dios.
El énfasis de Juan en su primera epístola fue "el amor" pero la palabra clave en su segunda epístola fue "verdad", Ahora, cuando la verdad y el amor están en contraste o entran en conflicto, ¿cuál debería prevalecer? Si obtenemos la respuesta a esta pregunta, entonces, dicha respuesta determinará nuestra relación con un profeta falso, con aquel que niega la deidad de Cristo. El llamado "apóstol del amor" iba a impactarnos a usted y a mí en nuestra complacencia sentimental y noción ambigua del amor. ¿Qué debería predominar, la verdad o el amor? Su sorprendente respuesta sería que la verdad ocupa el primer lugar. En Juan 14:6 Cristo dijo: Yo soy el camino, la verdad y la vida, nadie viene al Padre sino por mí. Usted ha venido al Padre por medio de Jesucristo. No hay otro camino. ¿Por qué? Porque El no solo es el camino, sino que también es la verdad. Fue Juan quien más tarde escribió su expresión de que Dios es amor. Después de que el Señor Jesucristo estuviera aquí y dijera que El era la verdad, entonces Juan dijo: "Dios es amor". Estimado amigo, el amor puede ser expresado solo dentro de los límites y el contexto de la verdad que la Biblia ha establecido. Por lo tanto, ¿qué diremos con respecto a los maestros falsos? Debemos decir que no tenemos que amar al maestro falso. Juan iba a dejar este principio totalmente en claro. En realidad, él iba a decir algo bastante sorprendente, cuando escribió que los creyentes no debían ni siquiera recibirlos, ni hospedarlos en sus casas, ni tener ninguna relación de compañerismo con ellos. Esta declaración no podía ser más fuerte y terminante.
Ahora, tenemos que considera otra palabra importante para obtener una perspectiva adecuada de lo que Juan escribiría en esta segunda carta, así como en la tercera. En la primera epístola Juan dijo que debíamos andar en la luz, como El está en luz. La verdad y la luz equivalen a lo mismo; ellas constituyen la Palabra de Dios. Como ya hemos dicho, el amor y la verdad son inseparables. Cristo es el epítome, el paradigma de ambas. El es la verdad, y El es amor. Dios es amor, y El, Cristo, es Dios. Además de la "verdad", hay una segunda palabra que el escritor de esta breve epístola presentó. Y es la palabra "andar". En el versículo 4 de esta segunda epístola veremos que Juan dijo: 4Mucho me regocijé porque he hallado a algunos de tus hijos andando en la verdad, conforme al mandamiento que recibimos del Padre. Y más adelante, en el versículo 6 leemos: 6Y este es el amor: que andemos según sus mandamientos. Este es el mandamiento: que andéis en amor, como vosotros habéis oído desde el principio. Retrocediendo ahora a la primera epístola, vemos que en 3:10 el apóstol escribió: 10En esto se manifiestan los hijos de Dios y los hijos del diablo: todo aquel que no hace justicia y que no ama a su hermano, no es de Dios. Esa justicia es Cristo, y negar la deidad de Cristo, con toda seguridad, no es practicar la verdad. Es que la verdad es esencial. Dijo Juan; y que no ama a su hermano. Esta es la segunda cosa que tiene gran importancia; el andar. Con esta segunda palabra, vamos al extremo opuesto del espectro de la vida cristiana. No solo es esencial la verdad, sino también el andar es esencial, y por lo tanto, se nos ha dicho que tenemos que amar a los hermanos.
Por lo tanto, esta segunda epístola nos presentará un punto de vista equilibrado de la primera epístola. La idea contemporánea de que lo único importante es el amor, y de que debemos de amar a cualquiera que intente entablar una relación con nosotros, no se encuentra en la Palabra de Dios. Cuando Juan estaba hablando aquí de amor, dejó aclarado que se refería al amor dentro de la familia de Dios. Necesitamos ser cuidadosos en definir bien los alcances de este sentimiento, porque muchos están mencionando al amor "ágape" en relación con cualquier clase de amor. Realmente, con ciertos usos actuales del término, esta palabra "amor" se ha devaluado.
Este amor en la familia de Dios necesita hoy ser expuesto en la iglesia. Creemos que para algunas iglesias, congregaciones o grupos que han construido una reputación de defender las verdades básicas de la fe, ha llegado el momento de que manifiesten y pongan en evidencia ese amor entre los que son espiritualmente hermanos, al compartir la misma fe, Todos y cada uno tenemos que reconocer que necesitamos experimentar más de ese amor fraternal en nuestra vida.
Sin embargo, ya hemos aclarado que este amor no ha de derramarse en todas direcciones, indiscriminadamente, y hemos reconocido que sus límites se encuentran en la familia de Dios. Supongamos que algún día se presentara una de esas personas que cree lo que otros creían en los días del apóstol Juan. Nos referimos a alguien que sea un apóstata; que sea, en realidad un anticristo, es decir, según la definición de esta epístola, alguien que niega la deidad de Cristo. En cuanto a tales personas, el apóstol escribió que cuando alguien que manifestara esas creencias se presentara, aquellos creyentes no debían ofrecerle amor ni hospitalidad.
A continuación presentaremos un bosquejo que pretende ordenar las ideas principales de esta breve epístola, para una mejor comprensión de la totalidad de su mensaje, y para que usted, amigo oyente, pueda seguir mejor el desarrollo de esta carta apostólica.
I. El amor expresado con los límites de la verdad. Versículos 1 al 6. "El amor en la verdad"
II. La vida es una expresión de la doctrina de Cristo. Versículos 7 al 11.La falsa doctrina conduce a las malas acciones
III. Saludos personales. Versículos 12 y 13,
Los maestros falsos no deberán ser recibidos por el cristiano, pero los maestros verdaderos han de ser recibidos con amor y alegría.
Para concluir, y a modo de repaso, recordemos la importancia de esta breve epístola para estudiar, bajo una perspectiva adecuada y comprensible, las enseñanzas del apóstol Juan en su primera epístola. Ya hemos dicho que el tema de esta carta trata sobre la polaridad en la vida cristiana, manejando términos y conceptos que a primera vista, parecen estar situados en polos opuestos, o que parecen representar virtudes que se orientan en direcciones contrarias, como son, la verdad y el amor. Y en el transcurso de nuestro estudio comprobaremos algo que ya hemos adelantado, de forma resumida, en esta introducción. Y nos referimos a la respuesta a la siguiente pregunta que planteamos en nuestro estudio de hoy, Cuando la verdad y el amor entran en conflicto, ¿Cuál de estas virtudes debe tener la máxima prioridad?
Amigo oyente, nuestro tiempo ha llegado a su fin. Le agradecemos la atención prestada a este programa, y como esperamos contar con su compañía y participación, le sugerimos repasar aquellos versículos que hemos citado de la primera epístola del apóstol Juan, que estudiamos hace ya un tiempo, y al mismo tiempo le recomendamos que lea por sí mismo los primeros versículos de esta segunda carta de Juan, para familiarizarse con su contenido y para poder aprovechar mejor las enseñanzas de nuestro próximo programa. Finalmente, le recordamos que recibimos numerosas cartas de nuestros oyentes. Y como deseamos mantener esos contactos y a la vez conocer a otros oyentes, le invitamos a que nos escriba para darnos su parecer sobre estos estudios. Y si tiene usted dudas o preguntas sobre la etapa que estamos recorriendo en nuestro viaje "a través de la Biblia", por favor escríbanos y le contestaremos lo antes posible. ¡Hasta nuestro próximo encuentro, si Dios lo permite!
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