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Estudio bíblico de Habacuc 1:12-17

Habacuc 1:12-17

Continuamos hoy, amigo oyente, nuestro recorrido por el libro de Habacuc; volvemos al primer capítulo, y vamos a continuar nuestro estudio partiendo del versículo 12.

En estos versículos Dios le estaba diciendo a Habacuc que aunque el profeta Dios no estaba haciendo nada ante el pecado de su pueblo, que Él estaba preparando a una nación, allá en las márgenes del río Éufrates, y también le dijo que si Su pueblo, el pueblo de Judá, no se arrepentía, permitiría que los Babilonios siguieran sus propios planes de conquista. Y, tal como fue predicho, ellos llegarían y el registro histórico nos informa que la destrucción de Jerusalén fue encarnizada y terrible. Algunas de las acciones que cometieron con los sobrevivientes del pueblo de Judá cuando los condujeron al cautiverio, fueron tan horribles que casi superan cualquier descripción.

Ahora llegamos a otro párrafo que hemos titulado:

El segundo problema del profeta

Ahora bien, cuando Dios le dijo al profeta que iba a usar a los Babilonios para castigar a su propio pueblo, otra pregunta surgió en la mente de Habacuc. Si consideramos que antes él tenía una pregunta importante, veremos que entonces, él tuvo otra de no menor importancia. Leamos el versículo 12 de este primer capítulo de Habacuc:

"¿No eres tú desde el principio, oh Señor, Dios mío, Santo mío? No moriremos. Oh Señor, para juicio lo pusiste; y tú, oh Roca, lo fundaste para castigar."

Éste era el nuevo problema de Habacuc. Teniendo en cuenta que los Babilonios eran un pueblo aún más malvado que el pueblo de Judá, ¿por qué escogería Dios a una nación más malvada para castigar a una nación que, comparativamente hablando, era menos malvada? Pero ésta no fue la única ocasión en que Dios utilizó este método. Recordemos que en el libro del profeta Isaías, capítulo 10:5, los Asirios fueron llamados por Dios la vara y bastón de mi furor. En otras palabras, Dios había usado al imperio de Asiria como un látigo para castigar al reino del norte de Israel. Pero después de que Él utilizó a Asiria para ejecutar su juicio sobre Israel, Dios castigó a Asiria por sus propios pecados.

Así que encontramos en este pasaje de Habacuc la misma situación. Dios iba a usar a una nación perversa como Babilonia para castigar a Su pueblo. Cuando Su juicio terminara, juzgaría al Imperio de Babilonia, como efectivamente hizo. Es que Dios ha intervenido en los asuntos humanos, y continúa haciéndolo.

Quizás Habacuc, en el versículo 12 de este primer capítulo nos da a entender que el profeta creía que Dios iba a actuar en sentido contrario, es decir, que usaría a Judá, Su pueblo, para castigar a sus enemigos de Babilonia.

Escuchemos la queja elocuente de Habacuc: "¿No eres tú desde el principio, oh Señor, Dios mío, Santo mío?" Dios ha surgido de la eternidad, es el Dios eterno. La frase "Dios mío, Santo mío" es especialmente significativa. Es como si el profeta hubiera dicho, "Tú eres un Dios Santo, ¿cómo puedes usar a una nación como Babilonia? Nos ha llegado la noticia de que una gran nación está levantándose en las riberas del río Éufrates, pero nunca pensamos que usarías a ese pueblo. Ellos se han portado amistosamente con nosotros". El profeta estaba recordando, sin duda, que cuando el rey Ezequías estaba enfermo, ellos habían enviado embajadores ante él y Ezequías, a su vez, recibió la visita con todos los honores y les mostró todas las riquezas del reino. Por supuesto, como era de esperar, los embajadores extranjeros tomaron debida nota de ello y regresarían un día para apropiarse del oro. Pero Habacuc no fue consciente de ello. Nunca imaginó que Dios utilizaría a Babilonia para castigar al reino de Judá. No podía entender cómo Dios usaría semejante método.

Entonces vemos que aquí, en el versículo 12 dijo "No moriremos". Él estaba en lo cierto al pronunciar estas palabras, porque recordó las promesas de Dios a Abraham, a Isaac y a Jacob. Dios había hecho promesas a Moisés, a Josué, y al rey David. Había hecho también promesas a los profetas que habían aparecido en la escena histórica antes que Habacuc. Dios había dicho que nunca permitiría que la nación pereciera. Por todo ello, dijo con convicción "No moriremos".

Y de paso, digamos que ésta es una buena expresión para hacer reflexionar a aquellos amigos nuestros que creen que Dios ha terminado su relación con la nación de Israel. Dios no ha terminado sus tratos con ellos; tiene un propósito eterno para ellos tal como lo tiene con la iglesia que Él está llamando hoy de este mundo. Y gracias a Dios que el hijo de Dios, el creyente, puede decir: "No moriremos". Ahora, el Señor Jesucristo vino a este mundo para morir; Él dijo que lo hizo para morir en su lugar y en el mío, amigo oyente. Él dijo: "Yo soy la resurrección y la vida". (Juan 11:25) y, efectivamente, regresó de entre los muertos. Como dijo el apóstol Pablo en Romanos 4:25, Él fue herido por nuestras rebeliones, resucitado para nuestra justificación. Y el Señor Jesús pudo decir a las hermanas de Lázaro, que lloraban su muerte, "Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, (pensemos bien en esta frase) vivirá". (Juan 11:25-26). Y continuó el Señor diciéndole a Marta, en aquella ocasión: "Y todo aquel que vive y cree en Mí, no morirá eternamente. ¿Crees esto?" Por ello, cuando el profeta Habacuc dijo "No moriremos" tenía razón. No morirían. Y en las palabras de Jesús a Marta y María, hermanas de Lázaro, encontramos el mensaje del Evangelio. Es una verdad para que usted y yo la creamos. Por supuesto que algún día vamos a morir, pero la gran pregunta que cada persona debe hacerse es: ¿Está usted espiritualmente muerto ahora? Y si así fuera, permanecería muerto por sus transgresiones y pecados por toda la eternidad, lo cual significa y ello significará una separación eterna de Dios. Dios, es un Dios Santo, y Él no va a permitir la presencia del pecado en el cielo. Pero ha prometido que si confiamos en Su Hijo, nos dará la vida eterna. Dios nos está diciendo que si usted cree que es un pecador, que no merece la salvación ni puede esforzarse para obtenerla por sí mismo, Él se la ofrece como un regalo, porque por su Gracia usted sí puede ser salvo. Entonces recibirá la vida eterna. Porque todo aquel que tenga al Hijo de Dios, tiene la vida. Amigo oyente, ¿tiene usted hoy al Hijo en su vida? Si lo tiene, usted tiene la vida eterna y no morirá espiritualmente por la eternidad.

Ahora bien, cuando Habacuc le dijo a Dios "No moriremos" estaba en lo cierto, sólo que no podía comprender, como nosotros tampoco podemos, algunas de las actuaciones de Dios en el mundo. Anteriormente, Dios le había dicho a Habacuc, que necesitaba tener una perspectiva más amplia acerca de lo que estaba ocurriendo. Y nosotros tenemos una gran ventaja en la actualidad, porque tenemos detrás de nosotros la perspectiva de la historia. Podemos remontarnos hacia atrás a los días de Habacuc, e incluso hasta el mismo principio de la familia humana. Tenemos una perspectiva apropiada de los acciones de Dios en las naciones de este mundo, y de las acciones de Dios con la nación de Israel. Y también tengamos presente la relación que Él tiene con Su iglesia en el mundo.

Dios actúa de una manera misteriosa para realizar Sus milagros en el mundo. En este sentido, por boca del profeta Isaías, capítulo 55, versículos 8 y 9, nos dice: "Porque mis pensamientos no son vuestros pensamientos, ni vuestros caminos mis caminos, dijo el Señor. Como son más altos los cielos que la tierra, así son mis caminos más altos que vuestros caminos, y mis pensamientos más que vuestros pensamientos".

Así es que, amigo oyente, usted no debe preocuparse si no está pensando de la misma forma en que Dios piensa. Usted no es Dios. Desgraciadamente muchas personas tratan de ocupar Su lugar. Están tratando de trabajar y esforzarse para obtener su propia salvación, pensando que su carácter, sus buenas obras les harán merecer la salvación. Creen que Dios, al tener en cuenta lo que se hayan esforzado aquí en la tierra, los felicitará franqueándoles la entrada al cielo. Sin embargo, tales personas no habrán podido modificar por sí mismas su propia naturaleza pecaminosa y continuarán corrompidos por el pecado, marginados de la vida de Dios, y sin ninguna capacidad para relacionarse con Dios. Si usted quiere acercarse a Dios el Padre, tendrá que dirigirse a Él por el camino que Él ha establecido; de otra manera, no logrará llegar hasta Él. Amigo oyente, tenemos que reconocer esta verdad tan claramente enseñada en la Biblia. En vez de culpar a los factores externos por nuestra situación espiritual, factores tales como los problemas del país, los problemas de la iglesia, los conflictos en la sociedad y en el hogar, deberíamos caer sobre nuestras rodillas en oración ante Dios para confesar nuestros propios pecados. Después de todo, somos cada uno de nosotros, individualmente, los que tenemos necesidad de arreglar nuestras cuentas con Dios.

Ésta era, pues, la situación en que se encontraba la nación de Judá (o reino del sur de Israel) en los días del profeta Habacuc cuando él pronunció aquella frase, "No moriremos".

Ahora, aquí continuó diciendo Habacuc en este mismo versículo 12: "Oh, Señor, para juicio lo pusiste. Y tú, Roca, lo estableciste para castigar". Aquí el profeta estaba señalando con su dedo a Babilonia. De pronto, él debió verse en el grupo de los buenos, frente al de los malvados, a los enemigos, a quienes correspondía castigar. A nosotros, nos parece que siempre nuestro lado es el que tiene la razón, y que es donde están los buenos.

"Y Tú, oh Roca, lo fundaste para castigar", en otras palabras, "los has puesto para ejecutar tu castigo". Es como si le estuviera diciendo a Dios, "Señor, después de todo los malvados no somos nosotros, sino ellos. A quienes tendrías que juzgar y castigar". En esos momentos, ¿se habría olvidado que él se había dirigido al Señor preocupado porque Él no hiciera algo acerca del mal que aquejaba a su propio pueblo Judá? Habacuc había señalado correctamente que su propia gente estaba haciendo alarde de la ley, pero ignorantes acerca de ella, no prestando atención a los mandamientos de Dios. El profeta había acusado a Dios por no haber hecho nada para remediar esta situación. ¿Acaso ya se había olvidado de ello?

Ahora aquí tenemos el argumento de Habacuc. Leamos la primera parte del versículo 13 de este primer capítulo de su libro:

"Muy limpio eres de ojos para ver el mal, ni puedes ver el agravio"

Esto es cierto, un Dios Santo no puede contemplar el mal ni contemplar el sufrimiento. Éste es precisamente el motivo por el cual nadie podrá entrar al cielo cargando con sus propios pecados. Ésta es la razón por la que todos necesitamos ser perdonados de nuestros pecados. Todos necesitamos el poder limpiador, purificador de la sangre del Cordero de Dios que quita el pecado del mundo. Necesitamos recibir una nueva naturaleza. Tenemos que nacer de nuevo espiritualmente. Recordemos a Nicodemo, aquel personaje que encontramos en el evangelio de Juan, que era un hombre muy religioso, incluso a él el Señor le dijo que necesitaba nacer de nuevo y recibir una nueva naturaleza. La religión no puede quitar ni lavar el pecado. Es la sangre del Señor Jesucristo, que murió y resucitó lo que limpiará nuestros pecados. Así que hemos visto que Dios no puede contemplar la maldad ni nunca lo hará. Es por ello que, amigo oyente, para usted no habrá una entrada al cielo hasta que se haya solucionado el problema de su pecado.

Es que cuando Dios le perdona a usted, este perdón se debe a que la pena correspondiente a su pecado ya ha sido pagada por Su hijo. Algunos parecen tener la idea enormemente distorsionada de que Dios es un anciano caballero sentimental, que no tendría el valor como para castigar al ser humano aquí en la tierra. Pero no olvidemos la imagen que la Biblia nos presenta, de un Dios Santo, que no tolera la presencia de la maldad. Su pecado, amigo oyente, tendrá que ser confesado y perdonado antes de que usted pueda ser aceptado por Él para entrar en la familia de Dios. Después, el profeta dijo, leyendo la primera parte y añadiendo ahora la segunda parte de este versículo 13:

"Muy limpio eres de ojos para ver el mal, ni puedes ver el agravio; ¿por qué, pues, ves a los criminales?"

Fue como si el profeta le hubiera dicho a Dios: "¡No puedes confiar en los Babilonios. Son unos pecadores y una banda de criminales!" Y tenía razón, por cierto que lo eran. Pero Dios iba a utilizarlos para cumplir sus propósitos.

Para algunos de nosotros puede resultar aterrador, pero no deberíamos desechar la idea de que, en Su soberanía, Dios podría usar a una nación pagana para castigar a otra nación, tal como lo hizo en los tiempos Bíblicos. Porque Él está actuando entre las naciones del mundo de maneras muy variadas e interesantes, y por ello a veces resulta apasionante estar enterados de todo lo que está sucediendo en esta tierra. El futuro seguramente nos preocupa ante los pronósticos actuales de lo que pudiera suceder, pero Dios continúa llevando adelante su plan y está al control de la situación. Aunque a veces no lo parezca, nada queda fuera de su control. Él aún se encuentra dirigiendo este vasto universo.

Y en la tercera parte de este versículo 13 añadió el profeta:

¿por qué, pues ves a los criminales y callas cuando destruye el impío al que es más justo que él?

Aquí Habacuc, al expresarse de esta manera, se equivocó. No puede uno referirse a nadie que sea más justo que otro al que se califica como impío. La Biblia declara enfáticamente que nadie es justo. El profeta podría haber dicho que los babilonios eran más pecadores que él. Pero, de todas formas, Dios no había dicho que iba a ejecutar su castigo en base a esos razonamientos. Ya había decidido usar a Babilonia para castigar a Su pueblo.

Este pasaje nos conduce a uno las secciones más elocuentes de la Palabra de Dios. Leamos entonces los versículos 14 hasta el 16 de este primer capítulo de Habacuc:

"Y tratas a los hombres como a peces del mar, como reptiles que no tienen dueño? A todos los pesca con anzuelo, los recoge con su red, y los junta en sus mallas; por lo cual se alegra y se regocija. Por esto hace sacrificios a su red, y quema incienso en sus mallas; porque gracias a ellas su porción es abundante y sabrosa su comida."

Dijo en la primera frase, "y tratas a los hombres como a peces del mar, como reptiles que no tienen dueño". Aquí se estaba refiriendo a la crueldad con que los babilonios trataban a sus enemigos, es decir, como a peces del mar o reptiles en tierra, donde no podían defenderse.

Ahora, anzuelo, la red y las mallas, mencionados en el versículo 15, representaban a los ejércitos y a las armas utilizadas por los Babilonios para llevar a cabo sus conquistas militares.

Dios usó la pesca como una figura del lenguaje, pero Él pesca a los seres humanos para salvarlos, no para destruirlos. Recordemos lo que el Señor Jesús les dijo a algunos de sus propios discípulos que eran pescadores: "Venid en pos de mí, y os haré pescadores de hombres" (Como podemos leer en Mateo 4:19). En otras palabras, "habéis estado pescando peces y es un buen trabajo. Pero ahora os voy a encargar la tarea de pescar personas". Y eso, estimado oyente, es lo que pretendemos hacer cumpliendo el mandato de Dios al ir por todo el mundo predicando el Evangelio.

En el versículo 16 dijo el profeta: "Por esto hace sacrificios a su red, y quema incienso en sus mallas". Es que los Babilonios eran paganos, por supuesto, y no le atribuían a Dios ningún mérito por sus éxitos. Y, finalmente por hoy, leamos el versículo 17 de este primer capítulo de Habacuc:

"¿Vaciará por eso su red, y no tendrá piedad de aniquilar naciones continuamente?"

Aquí Habacuc le estaba preguntando a Dios: "¿Les vas a permitir que en el futuro continúen destruyendo pueblo tras pueblo?" La respuesta de Dios fue: "No. Voy a enviar al reino de Judá al cautiverio en Babilonia como un castigo, como un juicio por sus pecados, pero después juzgaré a Babilonia". Y eso fue exactamente lo que Dios haría. Como resultado, Babilonia en la actualidad yace bajo el polvo y escombros de los siglos, constituyendo un testimonio silencioso, aunque elocuente, de cómo Dios juzga al mal.

Ahora traduzcamos esta pregunta de Habacuc al tiempo en que vivimos: "¿Por qué permite Dios el mal?" Bueno, lo permite porque es paciente. Él no quiere que nadie perezca, y ha provisto una cruz, un Salvador crucificado, para que nadie tenga que perecer. Y lo hizo en su primera venida a este mundo.

La segunda pregunta de Habacuc fue: "¿Por qué Dios no juzga a los malvados?" Dios respondería que lo haría en la segunda venida de Cristo, porque en aquel tiempo Él juzgará al pecado. Así que todo lo que necesitamos es una perspectiva adecuada para estas dos preguntas. Cristo vino la primera vez para llevar sobre su cabeza una corona de espinas y para morir en una cruz. La próxima vez que venga, Él llevará una corona de gloria y tendrá en su mano el cetro para gobernar el mundo.

Y haciendo una aplicación aún más personal de este tema, diremos que frecuentemente solemos preguntarnos: "¿Por qué permite Dios que esta prueba me ocurra a mi?" Yo no puedo saber cuál es la respuesta específica para usted, pero Dios seguramente tiene esa respuesta.

El autor de estos estudios bíblicos, el Dr. J. Vernon McGee, contaba que cuando su padre murió, él era un joven de 14 años, y se encontraba llorando junto a su tumba. Había muerto en un grave accidente. Después que el servicio religioso terminó y los asistentes al entierro se retiraron, volvió en su bicicleta para permanecer junto a la tumba para llorar y preguntarle a Dios: "¿Oh Dios, por qué te lo llevaste?" Después de esta escena fue transcurriendo el tiempo y con el paso de los años él encontró una respuesta para aquella lamentable desgracia y fue consciente de que lo sucedido había sido el método que Dios había usado para tratar e inspirar a un joven que, de otra manera, nunca se habría dedicado al ministerio cristiano.

Después de todo, ¿qué derecho tenemos a cuestionar a nuestro Creador? ¿Qué derecho tiene un pequeño ser humano para enfrentarse con su mirada al cielo y decirle a Dios "por qué haces esto"? En primer lugar, no es asunto nuestro sino de Dios. Éste es Su universo y Él lo está conduciendo como le agrada o lo ve más conveniente de cara a sus propósitos para la humanidad, en esta vida, y en la vida eterna. Todo lo que se nos pide, es que confiemos en Él.

Y aquí debemos concluir por hoy. En nuestro próximo programa haremos un repaso de este capítulo y continuaremos avanzado por el capítulo 2, por lo cual le sugerimos que lea anticipadamente los 3 primeros versículos de este capítulo, para familiarizarse con su contenido. Nos despedimos, pues, ¡hasta nuestro próximo encuentro!

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