Estudio bíblico de Habacuc 3:7-19
Habacuc 3:7-19
Continuamos hoy, amigo oyente, nuestro recorrido por el libro de Habacuc. Estamos en el último capítulo, el capítulo 3, y en los versículos 3 al 16 de este capítulo, donde tenemos detallado el programa de Dios. En otras palabras, lo que Habacuc estaba haciendo aquí era repasar la forma en que Dios había tratado con Su pueblo a través de los siglos, un trato basado en la fidelidad de Dios, y en la infidelidad del pueblo. Dios nunca los había abandonado. Y Dios le dio a este hombre, a este profeta el valor para enfrentar el futuro; y como fruto de esa inspiración divina, Habacuc escribió este poema de alabanza a Dios.
Ahora, esta sección, como dijimos en nuestro programa anterior, está dividida entre tres partes si la comparamos con tres personas diferentes. Vimos en los versículos 3 al 6, reflejado a Abraham. Evidentemente, el profeta regresó al principio mismo, cuando Dios llamó a una nación. Llamó primero a un hombre, y de ese hombre formó la nación.
Continuamos y en nuestro estudio de hoy nos encontramos con el versículo 7. Y aquí surge de manera muy destacada un personaje como Moisés. Hay muchos que creen que se habló de Moisés desde el versículo 3, pero nosotros opinamos que, si se elige esta opción o la anterior, no tiene mayor importancia, el hecho fue que Dios estaba actuando, eso es lo importante. Y por cierto, podemos identificar a Moisés aquí en el versículo 7, donde dice:
"He visto las tiendas de Cusán en aflicción; Las tiendas de la tierra de Madián temblaron."
Las "tiendas del Cusán" se refieren a Etiopía y la mención a "las tiendas de la tierra de Madián" nos hace recordar a Moisés cuando él estuvo allí en Madián. Y hay algunos eruditos que opinan que Moisés, cuando era el hijo adoptivo de la hija de Faraón, probablemente encabezó una campaña contra Etiopía. Pero, por supuesto, esto no es algo registrado por la historia, sino sólo la creencia de algunos eruditos. Ahora, el versículo 8, dice:
"¿Te airaste, oh Señor, contra los ríos? ¿Contra los ríos te airaste? ¿Fue tu ira contra el mar cuando montaste en tus caballos, Y en tus carros de victoria?"
Es decir, que Dios abrió los ríos para ellos. Usted recordará cómo los israelitas cruzaron el Mar Rojo, y posteriormente, como cruzaron el río Jordán. Aquí en este versículo, él estaba pensando en aquellos eventos. Y escribió: "¿Fue tu ira contra el mar cuando montaste en tus caballos, y en tus carros de victoria?" Este es un lenguaje muy hermoso y descriptivo, por cierto, y se estaba expresando en un sentido figurado. Habló del hecho de que Dios no estaba enojado con los ríos, porque estuvieran bloqueando el camino, sino que sencillamente abrió el Mar Rojo para que el pueblo pudiera cruzar. Lo mismo ocurriría más adelante con el río Jordán. Ahora, el versículo 9 de este capítulo 3 de Habacuc, dice:
"Se descubrió enteramente tu arco; Los juramentos a las tribus fueron palabra segura. Hendiste la tierra con ríos."
Es decir, que Dios estaba cumpliendo con Su pacto, con Su promesa a Su pueblo; y aquí el texto, en otras versiones, indica una pausa, lo cual implicaba que era necesario que el tamborilero hiciera sonar aquí su tambor otra vez, porque estas palabras debían despertarlos a la reflexión y provocar en ellos el deseo de escuchar lo que Dios tenía que decir.
Y dijo aquí el profeta: "Hendiste la tierra con ríos". ¿Ha pensado usted alguna vez cómo esta tierra está surcada por ríos? Los ríos son como grandes hendidura que se extienden a través de toda la tierra. Y este es un cuadro altamente figurativo, y una figura muy acertada. Después, en el versículo 10 de este capítulo 3 de Habacuc, el profeta dijo:
"Te vieron y tuvieron temor los montes; Pasó la inundación de las aguas; El abismo dio su voz, A lo alto alzó sus manos."
Recordemos que cuando Moisés subió al monte Sinaí y recibió la ley de parte de Dios, el monte tembló cuando la ley le fue entregada, y los hijos de Israel tenían tanto temor que ni siquiera querían acercarse a ese lugar. No querían que Dios hablara con ellos. Estaban completamente atemorizados. No querían aproximarse. No querían que Dios les hablara de ninguna manera. Así fue que, Moisés subió y recibió los Diez Mandamientos, y luego bajó otra vez. Este fue, pues, la figura de Moisés liberando a los israelitas. En el pasado Dios hizo un pacto con Abraham, y lo cumplió. Después, Dios hizo un pacto con Moisés, y también lo cumplió. Él les libró de la esclavitud que sufrían en las tierras de Egipto.
Llegamos ahora, al versículo 11, y los antecedentes señalan a la persona de Josué. Creemos que de una manera muy definida por cierto, Josué se encuentra en el trasfondo de lo que se menciona aquí. Como dijimos en nuestro programa anterior, los nombres de estas personas no son mencionados específicamente, porque aquí el énfasis recayó sobre las obras que por medio de ellos Dios había llevado a cabo. El versículo 11, entonces, dice:
"El sol y la luna se detuvieron en su lugar; A la luz de tus saetas anduvieron, Y al resplandor de tu fulgente lanza."
Cuando aquí dice: "El sol y la luna se detuvieron en su lugar, este evento nos señala a Josué. Recordemos que en el capítulo 10 de Josué, versículo 13, se menciona que el sol se detuvo, y la luna se paró hasta que la gente se hubo vengado de sus enemigos. El relato se refería al conflicto en el cual Josué y los israelitas combatieron contra los cinco reyes de los amorreos. Ahora, en el versículo 12 de este capítulo 3 de Habacuc, leemos:
"Con ira hollaste la tierra, Con furor pisoteaste las naciones."
Es decir, que Dios había colocado a Su pueblo en esa tierra. Él los colocó allí y los hizo salir de esas tierras a causa del pecado que dominaba sus vidas. Los amorreos ocupaban la sección en la cual estaba situada la ciudad de Jericó. Esta gente estaba siendo consumida por las enfermedades venéreas. Dios los sacó de allí, de esa tierra, porque ellos estaban infectando y contaminando a toda la familia humana de aquella época. Era como una plaga que se extendía de forma continua entre aquellos pueblos, provocando la muerte de hombres, mujeres y niños. Y ahora, en el versículo 13, leemos:
"Saliste para socorrer a tu pueblo, para socorrer a tu ungido. Traspasaste la cabeza de la casa del impío Descubriendo el cimiento hasta la roca. Selah"
Ha habido alguna duda en cuanto a la expresión "a tu ungido" que se menciona aquí. Hay algunos que piensan que esta palabra puede referirse a Israel y algunas versiones traducen "a tu pueblo". Otros, creen que el escritor se refería al Mesías. Ahora, personalmente opinamos que señaló al Mesías. El Señor Jesús es el Salvador, el Ungido. Y cuando aquí se mencionaba al Ungido, la música alcanzaba su crescendo más elevado. Esto es lo que en música se denomina "fortísimo", es decir, que se interpretaba en un volumen muy elevado de sonido, por parte de voces potentes. Estas palabras constituían una alabanza a Dios por la salvación que Él había logrado para el pueblo. Les liberó de la esclavitud de la tierra de Egipto por medio de Moisés, y les llevó a la tierra prometida por medio de Josué; todos estos fueron hechos portentosos de Dios. Y Él estaba cumpliendo Sus promesas. Y esa era Su salvación para ellos. Veamos lo que dicen los versículos 14 y 15:
"Horadaste con sus propios dardos las cabezas de sus guerreros, que como tempestad acometieron para dispersarme, cuyo regocijo era como para devorar al pobre encubiertamente. Caminaste en el mar con tus caballos, sobre la mole de las grandes aguas."
El río Jordán fue abierto para permitir el paso del pueblo cuando Josué los llevó a tomar posesión de la tierra prometida. Y aquí nos encontramos con la reacción del profeta. Nuestro deseo es poder hacer justicia a este tremendo aunque breve libro, en este gran capítulo. Este es uno de los grandes pasajes de la Palabra de Dios. Y estimado oyente, quisiéramos, de alguna forma, poder comunicar a su corazón, algo de la grandeza y de la gloria que se refleja en esta sección. Permítanos leer todos los versículos que nos restan ahora, y después volveremos para comentarlos. Leamos los versículos 16 al 19 de este capítulo 3 de Habacuc:
"Oí, y se conmovieron mis entrañas; A la voz temblaron mis labios; Pudrición entró en mis huesos, y dentro de mí me estremecí; Si bien estaré quieto en el día de la angustia, cuando suba al pueblo el que lo invadirá con sus tropas. Aunque la higuera no florezca, ni en las vides haya frutos, aunque falte el producto del olivo, y los labrados no den mantenimiento, y las ovejas sean quitadas de la majada, y no haya vacas en los corrales; con todo, yo me alegraré en el Señor, y me gozaré en el Dios de mi salvación. El Señor es mi fortaleza, el cual hace mis pies como de ciervas, y en mis alturas me hace andar."
Habacuc comenzó el libro, como usted seguramente recordará, presentando su propia experiencia personal. Y aquí tenemos ahora la posición del profeta. Él nos estaba expresando su reacción física a sus interrogantes. ¿Ha sentido usted alguna vez, amigo oyente, esa sensación en la boca del estómago cuando se está enfrentando a alguna crisis, o cuando se tiene que enfrentar en su vida a alguna situación de gran emergencia? Pues, bien, ésa fue la experiencia de este hombre. Él dijo: "Oí, y se conmovieron mis entrañas; a la voz temblaron mis labios". Él estaba tan atemorizado que no podía ni hablar, no podía hacerse escuchar. Quizá usted haya pasado por alguna experiencia parecida.
Habacuc dijo que estaba tan asustado que se estremecieron sus entrañas. Y luego dijo: "Pudrición entró en mis huesos, y dentro de mí me estremecí". Eso indica que el profeta ni siquiera era capaz de mantenerse en pie. Tenía que asirse de algo. Aunque también añadió: "Si bien estaré quieto en el día de la angustia". O sea que, él vio que Dios iba a actuar en juicio. Habacuc sabía que éste iba a ser un tiempo muy difícil. Pero a pesar de todo, dijo en la primera parte del versículo 17:
"Aunque la higuera no florezca, ni en las vides haya frutos"
O sea, aunque no hubiera frutos, pudo afirmar con convicción: "con todo, yo me alegraré en el Señor, y me gozaré en el Dios de mi salvación".
Quisiéramos que usted tome nota de este detalle, amigo oyente, porque es importante para nosotros, especialmente en estos días en los cuales nos ha tocado vivir. De vez en cuando nos llega alguna revista de algún grupo cristiano que nos dice todo lo que uno puede obtener por medio de la oración: que Dios le hará prosperar, que le dará buena salud, que le permitirá obtener de todo. Pero, amigo oyente, Dios no actúa de esa manera. Nuestro Dios está actuando de una manera muy definida, como un Padre inteligente que provee a Sus hijos lo que necesitan en el momento que lo considera oportuno. Él no está dispuesto a satisfacer nuestros caprichos o antojos. Y si usted quiere una respuesta para sus problemas, la respuesta está aquí, y la respuesta es sencillamente ésta: que Dios es la respuesta para nuestros problemas.
Este hombre se había dirigido a Dios al principio de este libro y le había preguntado: "¿Por qué estás actuando de esta manera? ¿Por qué me permites que vea la maldad? ¿Por qué no actúas para impedirla?" Y después, Dios le llevó al atalaya, a esa torre de vigía, y le permitió ver lo que Él estaba haciendo. Desde allí pudo contemplar el plan de Dios desde una nueva perspectiva. Y ahora este hombre pudo decir: "Yo voy a andar por fe en Dios". Es decir, que iba a hacer que la fe fuera la fuerza que impulsara su existencia. Y para nosotros, Dios es la respuesta para los problemas del presente, es decir, que tiene una explicación para ellos. Yo no sé quién es usted o cuáles son sus problemas, pero Dios tiene la respuesta. Él es la respuesta. Usted puede tener fe y confianza en Él. Dios tiene un propósito para usted en su vida, amigo oyente, y Dios lo va a llevar a cabo sin lugar a dudas. Usted puede confiar en Cristo, y cuando usted confíe en Él, verá que Él comienza a obrar en usted, y Él quiere ir transformándole según Su propia imagen. Dios quiere hacer de usted una persona que se parezca a Cristo.
El apóstol Pablo nos dijo en su epístola a los Romanos, capítulo 8, versículos 28 y 29: "Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados. Porque a los que antes conoció, también los predestinó para que fuesen hechos conformes a la imagen de Su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos".
Indiferentemente de las palabras que el apóstol utilizó, lo que quiso decir fue que el propósito eterno de Dios, amigo oyente, es el de hacer de usted alguien como Cristo Jesús. Y escribió nuevamente en la Segunda epístola a los Corintios, capítulo 3, versículo 18: "Por tanto, nosotros todos, mirando a cara descubierta como en un espejo la gloria del Señor, somos transformados de gloria en gloria en la misma imagen, por la acción del Espíritu del Señor".
Amigo oyente, Dios tiene un propósito para usted. No interesa quien sea usted. Y cualquiera que diga que alguien más tiene un propósito mejor en su vida que el que usted tiene por parte de Dios, está completamente equivocado. Usted es tan importante ante los ojos de Dios, y en Su propósito en el presente, como cualquier individuo que haya vivido en esta tierra, o que llegará a vivir en esta tierra. Él quiere hacerle a usted como Cristo. Nuevamente leemos en la Primera Epístola a los Corintios, capítulo 15, versículos 47 al 49, que dice: "El primer hombre es de la tierra, terrenal; el segundo hombre, que es el Señor, es del cielo. 48Conforme al terrenal, así serán los terrenales; y conforme al celestial, así serán los celestiales. 49 Y así como hemos traído la imagen del terrenal, traeremos también la imagen del celestial". Nosotros estamos ahora en estos cuerpos humanos que han sido sacados de la tierra misma, y Dios nos ha transformado en seres humanos, pero ese no es su propósito final. Somos terrenales, y Él quiere que nosotros seamos celestiales, y ése es el objetivo que Él tiene para nosotros.
Supongamos que usted hubiera vivido en la época de Miguel Ángel y hubiera sido su vecino. Y un día hubiera llegado de visita a su estudio. En el centro del mismo habría encontrado un gran bloque de mármol, sucio, sin ninguna forma, cubierto de polvo y humedad porque lo habían traído así de la cantera. No era nada más que un bloque de mármol. Era algo duro, frío, algo que no tiene ningún atractivo, por cierto. Supongamos que usted hubiera regresado después de unos seis meses: ¿qué habría sucedido? Usted habría podido apreciar una hermosa estatua de David, o de un ángel. De igual modo podemos ver que Dios tiene un propósito para usted y para mí. Éstos son asuntos terrenales, pero hay un propósito que es celestial. Amigo oyente, el ideal del artista, el Espíritu Santo, es el de irnos modelando según Su imagen, y el cincel es la disciplina del Señor Jesucristo, "A quien Dios ama, castiga" dice la carta a los Hebreos 12:6. Hemos visto este proceso. El martillo es la Palabra de Dios. Y nosotros podemos decir hoy con el salmista en el Salmo 17:15: "En cuanto a mí, veré su rostro en justicia; estaré satisfecho cuando despierte a su semejanza."
Amigo oyente, Dios es la respuesta a sus preguntas. Y Dios es la respuesta a sus problemas y dudas. Así es que, no importa quién sea usted o dónde esté, usted puede alegrarse en Él, en Su salvación y decir con este hombre, el profeta Habacuc, que, habiendo sido muy pesimista al principio, después de haber estado en contacto con Dios y contemplar la situación desde la perspectiva divina pudo decir: "Me gozaré en el Dios de mi salvación". Y el libro, que había comenzado con una nota triste, termina con una experiencia gloriosa. Había comenzado con una pregunta, pero concluye con un gran signo de admiración. Finaliza con este salmo magnífico. ¡Que usted y yo, amigo oyente, seamos animados, estimulados, consolados y entusiasmados por la Palabra de Dios!
Y así, llegamos al final de nuestro estudio de este gran libro de Habacuc. En nuestro próximo programa, continuaremos en el Antiguo Testamento, para comenzar nuestro estudio del libro de Sofonías. Le invitamos pues, a acompañarnos en esta nueva etapa de nuestro viaje "a través de la Biblia. ¡Hasta nuestro próximo programa!
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