Estudio bíblico de Sofonías 3:9-20
Sofonías 3:9-20
Continuamos hoy, amigo oyente, recorriendo este libro de Sofonías. Y estamos ahora en el capítulo 3, y la tormenta ya ha pasado, en lo que a este libro se refiere. Este pequeño libro comenzó con unas perspectivas terribles, con un retumbar de juicios inquietantes y siniestros. En nuestro programa anterior observamos los primeros versículos de este capítulo 3, y allí pudimos apreciar el juicio de la ciudad de Jerusalén. Y el leer los detalles era realmente aterrador. La misma impresión recibe el lector cuando llega a la última parte, que es un cuadro del período de la Gran Tribulación, cuando Dios juzgará a todas las naciones, que serán llevadas contra Jerusalén en aquel día postrero. Así es que, en realidad, tenemos aquí dos clases de juicio. El juicio de Dios de Su propio pueblo, y eso siempre es un castigo, porque el Señor al que ama, disciplina. (Hebreos 12:6). Y además, Dios debe juzgar al mundo incrédulo, y ése es el panorama que tenemos ante nosotros en este breve libro. Así es que, tenemos aquí resumido todo aquello que se puede representar por la actividad de la naturaleza: un huracán, una inundación, una tormenta de nieve, un terremoto, y todos estos fenómenos ocurriendo simultáneamente. Al leer esto, uno pensaría que Dios es vengativo, que es cruel, que es brutal, que no tiene ninguna clase de sentimientos, y que no se conmueve por nada.
A través de este libro, nosotros descubrimos hoy que nuestro gran Médico toma a los Suyos y coloca aquellos a quienes ama sobre la mesa de operaciones, y aun en juicio, Dios es amor, tanto cuando Él está juzgando a los que no son salvos, como cuando Él está juzgando a aquellos que son Suyos, Dios es amor.
Vimos en un encuentro anterior, que está a punto de caer el telón final sobre el escenario de este mundo en el cual vivimos. Algún día, este pequeño hombre que habita la tierra, concluirá su existencia, y entonces el juicio vendrá sobre la humanidad perdida. Pero Dios restaurará a Sus propios hijos, y en algún día futuro vamos a ver que lo que hemos padecido aquí, es en realidad una bendición oculta a nuestra vista en el presente.
Con eso en mente, entremos al estudio hoy, y al hacerlo, permítanos contarle otra pequeña historia. Es una historia que le sucedió a un joven que estaba estudiando en una universidad. Él estaba lejos de su hogar, y las cosas se pusieron un poco difíciles. Las lecciones del programa de estudios no eran fáciles. Él echaba de menos su hogar, y decidió escribir a su casa una carta en la que les decía: "Papá es muy difícil vivir aquí. Las tareas y trabajos escritos son bastante pesados. Las reglas para la vida en el dormitorio son muy estrictas. La convivencia con mis compañeros es problemática. Yo extraño mi casa, y quiero regresar al hogar". El padre respondió a esa carta con una nota muy severa, en los siguientes términos: "Por tu propio bien, debes permanecer allí. Como padre te amo tanto que me preocupo tanto por tu presente como por tu futuro, y procuro lo mejor para ti. En esta etapa de tu vida debes dedicarte plenamente al estudio, concentrándote intensamente en él, asumiendo que el trabajo será arduo". Cuando el joven recibió esa carta, pensó: "Yo no creo que mi padre me continúe amando. Si me amara, no me diría que continúe en esta tortura por la cual estoy pasando."
Amigo oyente, nosotros tenemos un Padre Celestial que nos está diciendo: "Permanece allí donde estás. Estás en la universidad de la vida. Yo estoy preparando algo para ti, y también te estoy preparando para que estés en ese lugar, y te estoy preparando para la vida en el mundo."
Recordando estas sencillas ilustraciones, estudiemos el contenido de este tercer y último capítulo del libro del profeta Sofonías. El versículo 9 de este capítulo 3 de Sofonías, dice:
"En aquel tiempo devolveré yo a los pueblos pureza de labios, para que todos invoquen el nombre del Señor, para que le sirvan de común consentimiento."
Dios tiene este propósito para el futuro lejano. Es llamado el propósito teológico de Dios, y nosotros lo vamos a descubrir a través de toda esta sección, porque ahora nosotros estamos, como cristianos, viviendo en el reino de la luz. Ya no estamos más en las tinieblas del juicio, ya no estamos más en el día del Señor, que comienza con la noche. Ya se asoma el sol, está amaneciendo, y la luz está brillando sobre la humanidad.
Porque Él dijo aquí: "En aquel tiempo devolveré yo a los pueblos pureza de labios". Aquí Él estaba hablando de una forma de expresarse pura, no quiere decir que todos van a terminar hablando el idioma hebreo, aunque hay personas así lo creen; ni tampoco que este pueblo hable algún idioma desconocido, que todo el mundo llegará a hablar. Lo que dice aquí pureza de labios, implica que el lenguaje será puro, sin doblez o doble sentido, no habrá blasfemias, no habrá nada que sea vulgar o vil, no habrá nada que sea repulsivo ni ofensivo.
Hay quienes por su forma de expresarse causan un efecto negativo en quienes les rodean. Al escucharlas en un lenguaje agresivo, violento, ofensivo para tantas personas, en una actitud de crítica permanente, hasta el punto en que uno se siente incómodo, tenso, con ganas de terminar una conversación. Bueno, amigo oyente, en el cielo no hablará nadie de esa manera, porque allí los redimidos tendrán esta característica que se explica aquí: la gente va a tener pureza de labios. Habrá pureza de pensamiento, de acción, y de palabra. En aquel lugar no resonará ninguna blasfemia, vulgaridad, o vileza. El lenguaje será puro, grato de escuchar y expresar.
El versículo finaliza diciendo "para que todos invoquen el nombre del Señor, para que le sirvan de común consentimiento". Y no habrá allí rebelión contra Dios en aquel día. Será un verdadero cielo, un buen entorno para vivir, y con muy buenos vecinos alrededor. Y ahora, en el versículo 10 de este capítulo 3 de Sofonías, leemos:
"De la región más allá de los ríos de Etiopía me suplicarán; la hija de mis esparcidos traerá mi ofrenda."
Este versículo de las Escrituras ha sido traducido e interpretado de muchas maneras, es decir, que para explicarlo han surgido diversas versiones. Otra versión que sigue fielmente el idioma Hebreo lo traduce de la siguiente manera: "Desde más allá de los ríos de Etiopía, mis suplicantes, la hija de mi pueblo disperso, traerán mi ofrenda". Hay muchos que interpretan aquí que el arca de la alianza, que se encontraba en el lugar Santísimo del Templo, se encuentra en Etiopía y que será llevada a Jerusalén. Nosotros no creemos que este sea el significado que le atribuyó el profeta Sofonías.
Otros llaman la atención sobre una tribu en Etiopía o Abisinia, conocida como "los Falashas", que proviene de la misma raíz que la palabra "filisteo", que significa "emigrante". Esta tribu alega que su origen se remonta a Israel y que, por lo tanto, se consideran israelitas. Se argumenta que ellos serían los "suplicantes" referidos aquí en la otra versión que hemos presentado. Por otra parte, muchos expositores Bíblicos creen que este versículo habla de todos los convertidos de las naciones del mundo, que traerán a los israelitas dispersos a su tierra, como una ofrenda al Señor. Nuestra opinión es que este versículo indica que Etiopía entrará a formar parte del reino milenario. La ofrenda que ellos traerán, como redimidos, consistirá en los resultados de haber aceptado el sacrificio de Cristo. Pasemos ahora al versículo 11:
"En aquel día no serás avergonzada por ninguna de tus obras con que te rebelaste contra mí; porque entonces quitaré de en medio de ti a los que se alegran en tu soberbia, y nunca más te envanecerás en mi santo monte."
En este pasaje Dios estaba hablando a los Suyos. Hemos visto que una de las cosas por las cuales Dios estaba juzgando a esta nación, era porque allí no había ninguna vergüenza de sus actos viles, de la gran inmoralidad que entonces prevalecía y además no se sentían avergonzados en absoluto. Los pecados que se cometían en un pasado bastante lejano tenían lugar ocultamente, en secreto. Sin embargo, los pecados cometidos en la actualidad, se realizan abiertamente, en público. Pero amigo oyente, el pueblo de Dios nunca llegará al punto en que esté satisfecho con el pecado. Si usted puede vivir en el pecado y al mismo tiempo, ser feliz, de una cosa puede usted estar seguro: usted no es un hijo de Dios. Recordemos la parábola del hijo pródigo, que estudiamos en el Evangelio de Lucas. El hijo pródigo nunca se sintió feliz viviendo en la pocilga, con los cerdos, y como tenía un padre, al final tuvo que expresar su verdadero deseo, diciendo: "regresaré a mi padre". Lo cual demostró que él no tenía la naturaleza de un cerdo que lógicamente, se encuentra cómodo en su entorno natural. Un hijo necesita vivir en la casa de su padre, porque tiene la misma naturaleza que él. En este pasaje Dios dejó esta idea claramente expuesta. Dios expuso esta idea claramente en este pasaje. Dice el versículo: "En aquel día no serás avergonzada por ninguna de las obras con que te rebelaste contra mí".
Y el versículo finaliza diciendo: "Porque entonces quitaré de en medio de ti a los que se alegran en tu soberbia, y nunca más te envanecerás en mi santo monte". Este pasaje nos habla de aquel día futuro en el que los humildes y mansos heredarán la tierra. Hoy en día este mundo se encuentra bajo el control de otras manos, y no lo están ejerciendo precisamente muy bien. En el versículo 12 de este capítulo 3 de Sofonías, leemos:
"Y dejaré en medio de ti un pueblo humilde y pobre, el cual confiará en el nombre del Señor."
Cuando Babilonia tomó al reino de Judá cautivo, tuvieron lugar tres deportaciones de esclavos, pero los conquistadores nunca se llevaron a todo el pueblo. Los pobres, enfermos o que tuvieran alguna deficiencia física, no fueron llevados a Babilonia. Podemos imaginarnos como se sintieron. Era terrible ser llevados a Babilonia como esclavos, pero fue realmente peor ser dejados atrás. Pero el Señor dijo que Él se ocuparía de cuidar a los pobres y humildes. Observemos que a través de todas las Sagradas Escrituras, el Señor frecuentemente mencionó el hecho de que Él se ocuparía de que los pobres y humildes obtuvieran un trato justo y adecuado a sus necesidades. El único que hoy ha presentado un programa integral de ayuda a los pobres, que se ocupe de sus necesidades materiales y espirituales, es el Señor Jesucristo. Si usted se encuentra en esa condición, ya sabe a quién tiene que acudir. A continuación en el versículo 13 de este capítulo 3 de Sofonías, leemos:
"El remanente de Israel no hará injusticia ni dirá mentira, ni en boca de ellos se hallará lengua engañosa; porque ellos serán apacentados, y dormirán, y no habrá quien los atemorice."
"El remanente de Israel no hará injusticia". - dice este versículo. Dios siempre tuvo un remanente y habrá un remanente muy numeroso en el milenio.
Continúa diciendo el versículo "ni dirá mentira, ni en boca de ellos se hallará lengua engañosa" en primer lugar, cuando Él dijo que llegaría un día en el que ellos no harían estas cosas, parecería indicar que ellos una vez las hicieron. El pueblo de Dios se entregó al pecado, aunque no de forma permanente. Pero, como ya hemos dicho, los cristianos no pueden continuar viviendo en el pecado. Quizá se ensucien los pies, quizá entren a la pocilga a la que entró el hijo pródigo pero, sencillamente, no se quedarán en ese lugar.
Dice además este versículo, "pero ellos serán apacentados, y dormirán, y no habrá quien los atemorice". Todo lo aquí descrito se cumplirá el día en que Dios coloque a Su pueblo en la tierra y se la entregue. Aquí surge una pregunta. ¿Estamos preparados para decir que lo que ya ha sucedido y lo que está sucediendo hoy en Israel es el cumplimiento de la profecía? ¿Es realmente cierto que en la actualidad nadie los atemoriza? Amigo oyente, desde que Israel se ha instalado en esa tierra, no ha tenido un momento en que no hayan sentido temor.
Ahora, vamos a leer una descripción del día en que el Rey establezca Su reino sobre la tierra: en los versículos 14 y 15 de Sofonías 3, leemos
"Canta, oh hija de Sion; da voces de júbilo, oh Israel; gózate y regocíjate de todo corazón, hija de Jerusalén. El Señor ha apartado tus juicios, ha echado fuera tus enemigos; El Señor es Rey de Israel en medio de ti; nunca más verás el mal."
Aquí se indica que el Señor Jesús vendrá a la tierra y el mal será quitado y, como dijo el profeta Isaías: "la tierra será llena del conocimiento de la gloria del Señor, como las aguas cubren el mar". Después, en el versículo 16, leemos:
"En aquel tiempo se dirá a Jerusalén: No temas; Sion, no se debiliten tus manos."
Jerusalén tiene motivos hoy para tener temor e incertidumbre, pero en aquel día sus habitantes no tendrán nada que temer. El consejo a no desanimarse fue una forma de decirles que se ocuparan en desarrollar su confianza en el Señor. Y después, el versículo 17, muy conocido, nos dice:
"El Señor está en medio de ti, poderoso, él salvará; se gozará sobre ti con alegría, callará de amor, se regocijará sobre ti con cánticos."
Este es un hermoso versículo que nos indica que Dios tiene un propósito. Nos hace pasar por la noche del juicio para conducirnos hacia la luz de un nuevo día. Y Él hace todo esto para que llegue un día en el que pueda descansar en Su amor. Amigo oyente, Dios le ama a usted y me ama a mí, y no sé en cuanto a usted, pero dudo muy seriamente que Dios pueda descansar en Su amor por mí. Él puede decir de algunos cristianos: "Bueno, todavía no son perfectos; parece que no han madurado lo suficiente; aún parecen estar llenos de defectos. Tienen una tendencia apartarse, o desviarse en cualquier momento". O sea que Dios no puede hoy descansar en los frutos de Su amor, pero llegará el día, cuando estaremos en el cielo, en que seremos semejantes a Él, después de que nos haya colocado en la mesa de operaciones. Entonces nos llevará consigo. ¡Qué imagen más gloriosa y maravillosa tenemos aquí! En los versículos finales, los versículos 18 hasta el 20, de este capítulo 3 de Sofonías, leemos:
"Reuniré a los fastidiados por causa del largo tiempo; tuyos fueron, para quienes el oprobio de ella era una carga. He aquí, en aquel tiempo yo apremiaré a todos tus opresores; y salvaré a la que cojea, y recogeré la descarriada; y os pondré por alabanza y por renombre en toda la tierra. En aquel tiempo yo os traeré, en aquel tiempo os reuniré yo; pues os pondré para renombre y para alabanza entre todos los pueblos de la tierra, cuando levante vuestro cautiverio delante de vuestros ojos, dice el Señor."
Amigo oyente, éste será el día de la luz. Y será un día glorioso para Israel, y también va a ser un día glorioso para la iglesia, porque Dios nos está haciendo pasar a nosotros hoy a través del crisol. Nos está haciendo pasar a través de pruebas. Y creemos que las cosas gloriosas del cielo no van a ser las calles de oro; no van a ser las puertas de perlas, no será el hecho de que Él va a enjugar toda lágrima. Lo más glorioso en el cielo, amigo oyente, será que le vamos a agradecer al Señor por cada prueba, y por cada carga que Él haya colocado sobre nosotros durante nuestra vida en la tierra.
Concluimos hoy dejando con usted este expresivo poema:
"De la mina y de la oscuridad, de la humedad y del moho, del horno del fuego, sale cada pepita de oro, aplastada en átomos y finalmente nivelada hasta convertirse en el polvo más humilde, sin ningún corazón que se compadezca, sin ninguna mano en que la que confiar. Fundida, martillada y golpeada, parece que nunca va a quedar terminada. Ah, para sufrir pruebas tan ardientes; ¿Que habrá hecho la pobre pepita de oro? Sería misericordioso dejarla, entre la humedad y el moho. Si esta es la gloria del vivir, entonces es mejor ser escoria, que oro. Pero finalmente saldrá de debajo de la prensa y el rodillo, a las mandíbulas de la imprenta, estampada con el emblema de la libertad, sin ningún defecto o imperfección; Ah, qué alegría la de ser refinada, de la humedad y del moho, estampada con la gloriosa imagen. ¡Oh, hermosa moneda de oro!"
Algún día, amigo oyente, cuando usted y yo entremos a la presencia de nuestro Salvador, le daremos las gracias por cada carga, por cada prueba, por cada pena y dolor que nos haya quebrantado el corazón. Le agradeceremos por tratar con nosotros como el Padre sabio trata con Sus hijos. Le daremos las gracias a Él por el lado oscuro de Su amor.
Y, amigo oyente, aquí concluimos nuestro estudio de gran libro de Sofonías. En nuestro próximo programa, regresaremos al Nuevo Testamento para iniciar nuestro estudio de la epístola del Apóstol Judas. Le agradecemos su participación en este estudio y le invitamos, pues, a acompañarnos, al iniciar una nueva etapa de nuestro viaje "a través de la Biblia".
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