Estudio bíblico de Zacarías 10:7-11:6
Zacarías 10:7 - 11:6
Continuamos hoy, estimados oyentes nuestro estudio del libro del profeta Zacarías y regresamos nuevamente al capítulo 10, al cual estamos dedicando bastante tiempo debido a su importancia.
Pero como siempre y antes de aterrizar en nuestra lectura, recordemos brevemente el contexto de la misma.
Zacarías nos lleva a uno de los periodos más turbulentos de la historia de Judá. Por más de cincuenta años los judíos fueron cautivos por los babilónicos. Alejados de su tierra natal, algunos nacieron en una tierra extraña y pudieron ver, como Zacarías, cómo el pueblo de Israel iba abandonando poco a poco su fidelidad a Dios y abrazaba, en cambio, costumbres paganas contrarias a la Ley del Señor. Pero a partir del 530 A.C., tiene lugar un suceso que cambia su destino: Babilonia es conquistada por los persas y a Zacarías y sus hermanos de sangre se les permite regresar a su país.
Si tuviéramos que resumir el propósito de este libro sería el siguiente: "Preparación para el Mesías". Recordemos que este libro se divide en dos secciones. La primera sección, que abarca los ocho primeros capítulos, se refiere al templo y anima al pueblo a completar su gran obra del nuevo santuario. Zacarías, con palabras de aliento, traslada a sus hermanos de sangre el mensaje de Dios de que mientras edifican el templo, están edificando su futuro, porque esta misma estructura será utilizada por el Mesías cuando Él venga a traer la salvación.
En la segunda sección, en la cual nos encontramos ahora y que abarca hasta el final del libro, el capítulo 14, Zacarías recibe dos cargas, u oráculos. El primero de ellos, que ya hemos comenzado a estudiar en el anterior programa, tiene que ver con la primera venida del Mesías y su rechazo como rey de Israel. Alejandro Magno conquistará a los vecinos de Israel, pero perdonará a Jerusalén, que será preservada para su futuro Rey. Israel tendrá éxito contra Grecia (la rebelión contra los Macabeos) y aunque luego serán dispersados, el Mesías los bendecirá y los traerá de regreso. Sin embargo, Israel rechazará a su Rey Pastor y se dejará extraviar por falsos pastores.
En nuestro programa anterior considerábamos dos aspectos interesantes del versículo 6 y que son absolutamente aplicables a nuestro contexto contemporáneo.
El primero de ellos es la gran hambre que hoy existe por lo sobrenatural, en cuanto a religiones (más de 50.000 en todo el mundo) y sectas (más de 250, sólo en España), de las cuáles unas dos docenas están catalogadas como "satánicas", según el Observatorio Nacional de Sectas. El hombre y la mujer del siglo XXI, al igual que los israelitas del siglo VI A.C. siguen jugando con la idea de adentrarse en el desconocido y siempre atractivo mundo de los espíritus.
Y tal y como hemos visto, esta fue una de las razones por las cuáles Dios envió a su propio pueblo al castigo de la cautividad por más de cincuenta años: Darle la espalda a Él, para abrazar costumbres contrarias a la voluntad del Señor, prestando oído a falsos profetas y cambiando su natural amor hacia su Padre por falsas promesas de paz, prosperidad y bienestar, que nunca llegaron a materializarse. Zacarías va a denunciar el peligro de prestar más atención a lo demoníaco que a lo divino.
El segundo aspecto que comentábamos en nuestro programa anterior era cómo Zacarías habló de la venida del Señor Jesucristo, quien sería la Piedra Angular: Él iba a ser el garante y el anclaje de nuestra fe. Él también será el Arco de Guerra. Él llegará algún día a dominar la injusticia y a establecer Su reino sobre la tierra. Mientras tanto, Dios trasladó a su pueblo, en el capítulo 5 de Zacarías: "Porque yo fortaleceré la casa de Judá, y guardaré la casa de José". Él dice: "Y los haré volver; porque de ellos tendré piedad, y serán como si no los hubiera desechado; porque yo soy el Señor su Dios, y los oiré".
Ahora bien, ¿por qué Dios les protegió durante este intervalo? Él lo explica claramente: "Porque de ellos tendré piedad". ¿Cómo fuimos salvos usted y yo, amigo oyente? Desde luego no fue por obras de justicia que nosotros hubiéramos hecho, sino por su misericordia. (Tito 3:5). Y Él es rico en misericordia. Y ha tenido que tener mucho de esa misericordia para poder salvarme a mí y a usted también, estimado oyente. Y cuando el pueblo judío regresa del cautiverio babilónico, Él les advierte que no deben caer nuevamente en la idolatría, ni mezclarse con el mundo de lo sobrenatural ajeno a Dios, especialmente con todas aquellas costumbres satánicas o cuyo centro sea Satanás y sus demonios. Y Dios fue muy tajante y claro a este respecto.
Ahora bien, Dios dijo que los iba a guardar durante este período. Y eso nos lleva al período que denominados inter-testamentario, es decir, un espacio de unos 400 años que separa temporalmente el Antiguo Testamento del Nuevo Testamento. Muy pronto estudiaremos el libro del profeta Malaquías, que es el último libro del Antiguo Testamento. Tras este libro, Dios, por motivos que se escapan a nuestra limitada comprensión humana, dejó de transmitir y de comunicarse con el hombre, durante este periodo de 400 años. Ahora, en ese período interino, ellos probablemente sufrieron mucho más como nación que en cualquier otro tiempo; excepto tal vez durante la época de Hitler y el régimen Nazi. Sin embargo, este pueblo fue siempre preservado y sobrevivió a través de estos siglos.
Y todo eso es bosquejado aquí en Zacarías y también en el libro del profeta Daniel, donde se nos presenta un cuadro muy claro de ese tiempo que denominamos período silencioso, entre Malaquías, en el Antiguo Testamento, y el evangelio según Mateo, en el Nuevo Testamento.
El versículo 7 del capítulo 10 de Zacarías, dice así:
"Y será Efraín como valiente, y se alegrará su corazón como a causa del vino; sus hijos también verán, y se alegrarán; su corazón se gozará en el Señor."
De esta manera, el gozo de la nación restaurada de Israel al comienzo del milenio, o los mil años de reinado del Mesías se compara al que otorga el vino a quiénes lo beben.
Zacarías les advierte que éste va a ser un período en el cual habrá muchas dificultades para ellos y que iban a estar muy lejos de Dios en varias ocasiones durante este período. Pero también habrá momentos en lo que ellos se regocijarán en el Señor.
A continuación, en el versículo 8, Dios dice por medio de Zacarías:
"Yo los llamaré con un silbido, y los reuniré, porque los he redimido; y serán multiplicados tanto como fueron antes."
Esta profecía resume lo que se ha dicho acerca del llamado del Mesías a Israel para su redención y para que se vuelva a agrupar en su tierra. Como en Egipto, aquellos de Israel que son protegidos por Dios, a causa de su fe en el Mesías, sobrevivirán a la tribulación y entrarán al milenio para juntarse y multiplicarse en gran manera.
En el momento en que Jerusalén fue destruida por Tito, Flavio Josefo, el famoso historiador, nos indicó que probablemente había doce millones de personas en esa tierra, número que duplica a los actuales (seis millones en 2008). Dios dice aquí: "Yo los llamaré con un silbido". Dios está diciendo que Él los va a llamar con un silbido y los va a juntar. Amigo oyente, esta profecía apunta hacia el futuro, hacia un retorno del pueblo judío a Israel, que aún no ha tenido lugar. Ahora, escuche usted lo que dice aquí el versículo 9:
"Bien que los esparciré entre los pueblos, aun en lejanos países se acordarán de mí; y vivirán con sus hijos, y volverán."
De nuevo, aquí se les anuncia que, así como Dios les había esparcido antes por todo el mundo (año 70 D.C.), ahora les traería de vuelta para que poblaran Su reino mesiánico.
A continuación, el versículo 10 dice:
"Porque yo los traeré de la tierra de Egipto, y los recogeré de Asiria; y los traeré a la tierra de Galaad y del Líbano, y no les bastará."
Este versículo es una alusión al primer éxodo. Egipto y Asiria son símbolos de esclavitud y exilio. Aquí, probablemente, representan a todos los países por donde fueron esparcidos los israelitas.
¿Por qué se menciona a El Líbano? En realidad, El Líbano es parte de la Tierra Prometida, tal y como se deduce del libro de Josué. Algunos estudiosos consideran que cuando la Biblia habla de una tierra rica en leche y miel, está haciendo referencia a la parte sur de la costa libanesa, una zona muy rica y fértil.
Sin embargo, otros eruditos no opinan así, dado que cuando Josué envió los exploradores a esa tierra, era temporada de lluvias y las montañas estarían cubiertas de árboles y fruta en abundancia. Pero, por todos es conocido que tras unos cuantos años sin lluvia hasta el más frondoso vergel puede derivar en un árido desierto. Por medio de modernas técnicas de irrigación, el actual gobierno judío, al igual que sus vecinos árabes, están reconvirtiendo zonas desérticas en espectaculares campos de cultivo.
Sin embargo, esta promesa no tendrá cumplimiento hasta el comienzo del reinado de Cristo en la Tierra, es decir, del Milenio.
Seguidamente, en los versículos 11 y 12 de este capítulo 10 de Zacarías, leemos:
"Y la tribulación pasará por el mar, y herirá en el mar las ondas, y se secarán todas las profundidades del río; y la soberbia de Asiria será derribada, y se perderá el cetro de Egipto. Y yo los fortaleceré en el Señor, y caminarán en su nombre, dice Jehová, el Señor."
Así como Israel cruzó el Mar Rojo, Dios testifica que eliminará todos los obstáculos geográficos y políticos para el regreso de Israel en el reino del Mesías. De nuevo, Asiria y Egipto, enemigos tradicionales de Israel, son la representación simbólica de cualquier nación que pretenda impedir el cumplimiento de la voluntad de Dios.
Bien, con esto llegamos al capítulo 11 de Zacarías. Como veremos, este capítulo presenta un fuerte constaste con los anteriores, en los que el Mesías se presenta como "un pastor maravilloso". Ahora, este pasaje presenta un cuadro terrible del rechazo del Mesías, el Pastor verdadero. Zacarías, el profeta, pasa de cantar las glorias del Mesías, aceptado en su futura segunda venida, a la apostasía y el rechazo nacional que sufrió en su primera venida.
Y en el primer versículo de este capítulo 11 de Zacarías, leemos lo siguiente:
"Oh Líbano, abre tus puertas, y consuma el fuego tus cedros."
¡Qué contraste con los versículos anteriores! Como un incendio que arrasa toda la tierra de Israel, Zacarías describió el fuego del juicio que consumiría a los impíos como un incendio consume los árboles.
Los cedros del Líbano eran muy famosos. Estos fueron utilizados en el primer Templo. Su preciada madera fue utilizada en gran cantidad en ese edificio. El templo de Salomón fue edificado con esta valiosa madera libanesa. Continúan diciendo los siguientes tres versículos 2, 3 y 4:
"Aúlla, oh ciprés, porque el cedro cayó, porque los árboles magníficos son derribados. Aullad, encinas de Basán, porque el bosque espeso es derribado. Voz de aullido de pastores, porque su magnificencia es asolada; estruendo de rugidos de cachorros de leones, porque la gloria del Jordán es destruida."
La devastación de los impíos anunciada en el versículo 1 no está sólo limitada al juicio espiritual sino que también incluirá la muerte de muchos en la medida que la tierra de Israel es juzgada. Y aquí encontramos el lenguaje más poético del libro, dado que "Líbano", "Basán" y "Jordán" representan a la tierra entera mientras recibe juicio total de un extremo a otro, desde la frontera Norte y el valle del Jordán, hasta el límite Sur. El "aullido de los pastores" alude a su lamento por la pérdida de pastos. Y los "rugidos de cachorros de leones", a que éstos extrañarán su hogar y su comida. Mediante estas figuras poéticas, estimado oyente, se nos hace evidente la miseria que tendrá lugar en la tierra como resultado de haber sido sometida a un juicio devastador. Y, a medida que avance este capítulo, veremos que es más evidente que se refiere a profecías relacionadas con la futura destrucción de Jerusalén en el año 70 D.C.
Y los versículos 4, 5 y 6 continúan:
"Así ha dicho el Señor mi Dios: Apacienta las ovejas de la matanza, a las cuales matan sus compradores, y no se tienen por culpables; y el que las vende, dice: Bendito sea el Señor, porque he enriquecido; ni sus pastores tienen piedad de ellas. Por tanto, no tendré ya más piedad de los moradores de la tierra, dice el Señor; porque he aquí, yo entregaré los hombres cada cual en mano de su compañero y en mano de su rey; y asolarán la tierra, y yo no los libraré de sus manos."
Dios está diciendo que Él permitirá el cumplimiento de estas terribles palabras. Ya hemos visto, querido amigo, que Dios es Amor. Pero también es un Dios justo, que debe juzgar a cada uno por sus hechos. Por ello, el amor de Dios no impide la ira de Dios, cuando vulneramos sus principios morales y espirituales. Y Zacarías anuncia que todo esto iba a tener lugar debido a la reiterada actitud de desobediencia del pueblo, a su insistencia en apartarse una y otra vez de Él hasta, finalmente, rechazarle cuando Dios envió nada menos que a Su hijo Jesús a esta tierra, para rescatarnos del peor destino posible: la muerte eterna.
Es fácil mirar hacia atrás y extraer conclusiones, ¿verdad, estimado amigo oyente? Cuando estudiamos las Escrituras y leemos cómo la nación entera de Israel, Su pueblo no le reconoció, nada más fácil y humano que criticar su cortedad de entendederas, su limitada comprensión de sus propios profetas, su ceguedad espiritual. Pero usted, estimado oyente, y por favor, escuche con atención, reflexione, con la mano en el corazón, si le ha dado, hasta el día de hoy, una oportunidad a Dios para demostrarle el verdadero camino hacia la salvación de su alma, hacia la vida eterna. Este camino es "Jesús". No hay otro. ¡Es Jesús!
Recuerde estimado oyente que la fe cristiana no puede ser probada mediante demostraciones matemáticas, químicas o físicas, pero se fundamenta sobre unos hechos suficientemente probados, y no sobre ideas, como numerosas ideologías y corrientes filosóficas. Nuestro fundamento es la Biblia, que es históricamente mucho más sólido y fiable que cualquier obra o tratado de la literatura clásica, incluyendo a Platón, Aristóteles, Julio César, etc. Y es un fundamento lo suficientemente firme para cualquier persona seria, por exigente que sea intelectualmente.
Por ello, querido amigo, no queremos despedirnos hasta el próximo programa sin desearle una vida mejor, una vida plena, con certezas más que esperanzas y con hechos, más que palabras, basada íntegramente en la Palabra de Dios. Léala, estúdiela, dese a usted mismo la oportunidad de leer un libro único, singular y precioso: ¡Nada menos que la Palabra de Dios, que son Buenas Noticias para su vida! ¿Acaso está usted dispuesto a perderse algo así?
Con estas palabras nos despedimos de usted hasta muy pronto, en nuestro próximo programa, en el que junto con usted, si nos sigue acompañando, continuaremos nuestro fascinante viaje por el libro de Zacarías, un profeta que tuvo mucho que decir a su pueblo, y que hoy tiene, también, mucho que decirnos a nosotros.
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