Estudio bíblico de Apocalipsis 8:2-5
Apocalipsis 8
Versículos 2-5
Bienvenidos, estimados oyentes, a una nueva cita con La Palabra, con la Palabra de Dios, la cual estamos estudiando, en su último libro, el Apocalipsis. Como muchos de nuestros habituales oyentes han podido comprobar, es un libro fascinante, y apasionante donde los haya, que tiene mucho que enseñarnos a los hombres y mujeres del actual siglo XXI.
En nuestro programa anterior apenas pudimos esbozar el inicio del capítulo 8 de este interesantísimo libro. En la presentación de este capítulo octavo habíamos mencionado que contiene la apertura del séptimo sello, y que el autor, el apóstol Juan, observa que hay siete ángeles en pie ante Dios. Ahora comenzarán a ocurrir una serie de juicios que transcurrirán en una rápida sucesión de eventos a nivel mundial. Comenzarán los siete juicios de las trompetas, y algo más adelante, los siete juicios de las copas (capítulo 16:1-21), que siguen de inmediato tras la séptima trompeta, y todo ello sucederá justo antes del regreso de Cristo.
Recordemos, además, que en el capítulo 5 vimos como Cristo fue el único que se halló digno de abrir el documento que tenía en sus manos, el libro que representa el título de propiedad del universo entero. A medida que Jesucristo va rompiendo cada uno de los siete sellos que aseguran el documento, cada sello desata una nueva demostración del juicio de Dios sobre la Tierra y el desenlace del periodo futuro de Tribulación. Estos juicios de los siete sellos incluyen todos los juicios, hasta el fin.
El séptimo sello del documento contiene las siete trompetas, y la séptima trompeta contiene las siete copas. Juan, privilegiado espectador y testigo excepcional de estas visiones, relató el silencio de estupefacción que se hizo en el Cielo, no por un instante sino por nada menos que media hora, en señal de asombro y anticipación por la realidad cruenta de los juicios que Dios estaba a punto de desatar.
Hoy abordaremos la apertura del séptimo y último sello. Recordemos, para aquellos oyentes que se incorporan a nuestro programa a estas alturas del mismo, que estamos analizando un periodo de tiempo de siete años denominado "Gran Tribulación", y que tendrá lugar en la Tierra poco antes de que el Señor regrese para establecer Su Reino en nuestro planeta. Un poco más adelante en nuestra lectura, llegaremos a la visión de "las trompetas", las cuáles marcarán el comienzo del periodo más intenso y dramático de la Gran Tribulación.
En nuestro programa anterior leímos cómo el apóstol Juan, el autor de este libro y protagonista de estas visiones, asistió a un sobrecogedor silencio en el cielo que duró una media hora. En este primer versículo del capítulo 8, un silencio intensamente dramático recorre el cielo y parece ser un respiro o un momento de preparación antes de otra revelación arrolladora. Realmente, el silencio absoluto, el silencio de la calma que precede a una devastadora tormenta, puede resultar más aterrador que el sonido del trueno.
En algunos lugares del mundo donde las tormentas son habituales, las personas suelen construir en el sótano de sus casas un refugio especial donde guarecerse y resistir hasta que amaine el temporal. Fenómenos meteorológicos como los huracanes o los ciclones tienen un devastador efecto sobre ciudades, pueblos y bienes. La gente de la zona construye incluso habitaciones o sótanos especiales para protegerse de las inclemencias que son comunes en ese lugar. El autor de estos estudios bíblicos, el Dr. J. Vernon McGee relataba que cuando en su infancia, su padre había construido un refugio en el sótano, por las tormentas que solían azotar aquella zona, especialmente en la primavera y la primera parte del verano. En cierta ocasión, él y su padre observaron cómo una tormenta que se aproximaba a su casa se desvió hacia una ciudad situada a unos 15 kilómetros de distancia. Para asombro de ambos, antes que se desatara la terrible tormenta, se hizo un silencio y una calma absolutamente terrorífica. Hasta aquel momento el viento había soplado con fuerza y había estado lloviendo torrencialmente; numerosos truenos y relámpagos poblaban el cielo. Sin embargo, de pronto, todo se detuvo y por unos momentos hubo un silencio sepulcral. Instantes después se desató un viento huracanado, sin dejarles apenas tiempo para poder cerrar la puerta del sótano y protegerse de la furia del huracán. Y es así, de esta misma manera, súbita, sin aviso previo, cómo se desatará la Gran Tribulación sobre la Tierra.
A partir de ahora, desde este versículo dos del capítulo 8 y hasta el capítulo 11, asistiremos al toque y al sonido de siete trompetas. Veamos ahora lo que nos dice el versículo 2 de este capítulo 8 de Apocalipsis:
2 Y vi a los siete ángeles que estaban en pie ante Dios; y se les dieron siete trompetas.
En Apocalipsis las trompetas anuncian juicios inminentes. Las trompetas tienen mayor intensidad que los sellos, pero no son tan destructivas como los siguientes juicios finales de las copas. (capítulos 16 al 21). Ocurren durante los últimos tres años y medio, pero no sabemos cuál es el tiempo exacto de cada uno, excepto que los efectos del quinto juicio de trompeta durarán cinco meses. Como veremos, las primeras cuatro trompetas anuncian la destrucción divina de la ecología terrestre, mientras que las últimas tres corresponden a la devastación demoníaca de la tierra.
Aquí se nos presenta a siete ángeles formando un grupo muy especial. Creemos que Gabriel se encuentra en este grupo porque la Biblia nos dice que él estaba delante de Dios. Eso fue lo que el propio Gabriel le dijo al sacerdote Zacarías, cuando anunció el futuro nacimiento de su hijo, Juan el Bautista. Él le dijo: "Yo soy Gabriel, que estoy delante de Dios". (Lucas 1:19) Estos ángeles tenían un honor muy especial. En las cortes reales orientales sólo los cortesanos favoritos tenían el derecho de acceder a la presencia del Rey.
Estos siete ángeles portaban siete trompetas. Estas siete trompetas tenían un significado muy especial en Israel. En las visiones del Antiguo y Nuevo Testamento, la trompeta siempre ha sido símbolo de la intervención de Dios en la Historia. En el libro de Números podemos leer cómo Moisés recibió instrucciones de parte de Dios para preparar dos trompetas de plata. Y estas trompetas solían ser utilizadas en la marcha por el desierto con un propósito doble. En primer lugar, para convocar al pueblo a reunión; y, por otro lado, para dar la señal de partida. Leamos el capítulo 10 de Números, versículo 2, que dice así: "Hazte dos trompetas de plata; de obra de martillo las harás, las cuales te servirán para convocar la congregación, y para hacer mover los campamentos". Cuando, más adelante, Israel entró a la Tierra Prometida, estas trompetas iban a ser utilizadas para un nuevo propósito, distinto a los anteriores. El capítulo 10 de Números, versículos 9 y 10, dicen así: "Y cuando saliereis a la guerra en vuestra tierra contra el enemigo que os molestare, tocaréis alarma con las trompetas; y seréis recordados por Jehová vuestro Dios, y seréis salvos de vuestros enemigos. Y en el día de vuestra alegría, y en vuestras solemnidades, y en los principios de vuestros meses, tocaréis las trompetas sobre vuestros holocaustos, y sobre los sacrificios de paz, y os serán por memoria delante de vuestro Dios. Yo Jehová vuestro Dios".
En ese mismo capítulo 10 de Números, versículo 4, leemos también: "Mas cuando tocaren sólo una, entonces se congregarán ante ti los príncipes, los jefes de los millares de Israel". Podríamos interpretar, por lo tanto, que esta trompeta mencionada aquí, sería aquella mencionada por el Apóstol Pablo en su primera epístola a los Corintios, capítulo 15, versículos 51 y 52 donde dice: "He aquí, os digo un misterio: No todos dormiremos; pero todos seremos transformados, en un momento, en un abrir y cerrar de ojos, a la final trompeta; porque se tocará la trompeta, y los muertos serán resucitados incorruptibles, y nosotros seremos transformados".
Algunos opinan que esta última trompeta o "final trompeta" aquí mencionada es la misma que la séptima trompeta del Apocalipsis. Sin embargo, no tiene ninguna relación. El Apóstol Pablo menciona al Señor Jesucristo en su Primera epístola a los Tesalonicenses, capítulo 4, versículo 16, donde dice:"Porque el Señor mismo con voz de mando, con voz de arcángel, y con trompeta de Dios, descenderá del cielo; y los muertos en Cristo resucitarán primero".
Lo que tenemos aquí es la voz del Señor Jesucristo. Él da una voz de mando, poderosa. La trompeta de Dios es Su propia voz. Su voz sonará como una trompeta, tal y como leemos en las Escrituras. En el primer capítulo de Apocalipsis, versículo 10, ya observamos algo similar. Aquí Juan nos dice que él escuchó una gran voz como de trompeta. Y que él se volvió para ver, y ¿qué fue lo que vio? A Cristo glorificado. Algún día el Cristo glorificado llamará a los Suyos, con la que Pablo menciona como la "final trompeta", los muertos resucitarán.
Ahora bien, observamos aquí un detalle que posee especial relevancia. La trompeta era utilizada como señal de alarma para iniciar las largas jornadas de marcha de Israel a través del desierto. Y esa alarma se hacía sonar para que comenzara a marchar cada sección en la que estaba distribuido el pueblo. Recordemos que las tribus estaba dividida en cuatro grupos de tres familias cada una situadas respectivamente en los cuatro lados del tabernáculo. Tres familias de Leví llevaban los objetos del tabernáculo: la de Gersón, la de Coat, y la de Merari. Cuando se hacía sonar la trompeta, comenzaba a marchar, en primer lugar, el arca de la Alianza, que era transportada y custodiada por los coatitas. A continuación se ponía en marcha la tribu de Judá, y las dos familias bajo la bandera de Judá, y así sucesivamente hasta que al séptimo toque de trompeta todo el pueblo estaba ya en movimiento. Como podemos observar, el orden y la organización eran aspectos muy importantes en el campamento israelita. Cada familia conocía su lugar. Cada hombre mantenía su posición, no había ningún tipo de desorden en el campamento de Israel. Muchos años después, el apóstol Pablo escribiría: "pero hágase todo decentemente y con orden". (1 Corintios 14:40). De la misma manera, ¡a cuántas iglesias no les vendría nada mal una pequeña dosis de organización y planificación para ser más eficientes y eficaces en sus esfuerzos, en sus metas, en su gestión de recursos, en su gestión de persona!
Según algunos estudiosos bíblicos, las siete trompetas de Apocalipsis tendrán como consecuencia el retorno de los israelitas a su tierra natal, a Israel. No creemos, sin embargo, que el actual regreso de muchos judíos a Israel pueda considerarse el cumplimiento de esta profecía, que recién será una realidad durante el período de la Gran Tribulación, cuando sean tocadas las siete trompetas, como sucedió mucho atrás en su larga marcha por el desierto hasta la Tierra Prometida.
Continuemos ahora nuestra lectura de la Palabra en el versículo 3, donde leemos:
3 Otro ángel vino entonces y se paró ante el altar, con un incensario de oro; y se le dio mucho incienso para añadirlo a las oraciones de todos los santos, sobre el altar de oro que estaba delante del trono.
Aquí tenemos a otro ángel, que desde luego no es Cristo. El Señor Jesucristo ya no se encuentra desempeñando el rol de Intercesor de la Iglesia ante Dios Padre, tal y como pudimos leer en los capítulos 4 y 5. Es a Él, a Jesús, a quien se le da el libro con los siete sellos. Sólo Él es digno de recibirlo. Y a partir de aquí, todo lo que suceda en Apocalipsis estará bajo Su control y dirección. Recordemos que Él ya se encuentra en el cielo con la Iglesia y no es más su intercesor, sino que está ocupando Su lugar, como Juez en este juicio, y mantiene en Sus manos, tal y como Juan nos relata, este libro de los siete sellos, dirigiendo toda la actividad desde el Trono.
Cierto es que en alguna ocasión, en el Antiguo Testamento, Jesucristo se apareció en forma de ángel, pero creemos que desde entonces no ha vuelto a hacerlo, sino que, como ya hemos mencionado, hoy en día está en el Cielo, a la diestra del Padre. Algún día le volveremos a ver, con Su cuerpo glorificado, es decir, transformado, de la misma forma que algún día todos los cristianos recibiremos un cuerpo glorificado, eterno, perfecto, sin enfermedad ni defecto alguno, un cuerpo para vivir por siempre con nuestro Señor.
Regresemos a la escena que Juan nos describe, en la que aparece ahora un altar de oro en el cual se ofrecen las oraciones, es decir, un lugar de intercesión. Y el incienso suele compararse en la Biblia a las oraciones de los creyentes. En el Salmo 141, versículo 2, el Rey David escribió: "Suba mi oración delante de ti como el incienso, el don de mis manos como la ofrenda de la tarde".
Una oración en el nombre de El Señor Jesús representa el verdadero incienso que a Dios le agrada escuchar en los labios de sus Hijos. Él dijo: "todo lo que pidiereis al Padre en mi nombre". (Juan 14:13) Y ese es Su mandato. Cuando oremos debemos pedir en Su nombre, en el nombre de Jesús. Creemos que esto es muy importante, y que finalizar una oración diciendo: "En el nombre de Jesús, amén" es mucho más que un simple formalismo. Por el contrario, supone la afirmación de que todo lo que pedimos y anhelamos en oración, lo pedimos en el nombre de Jesús, es decir, como si fuera Él quien lo pidiera al Padre. Esto nos debe llevar a reflexionar acerca de nuestra responsabilidad respecto a las cosas que pedimos en oración. Aquí vemos que se está ofreciendo incienso, un incienso de fragancia dulce. Piense usted, amigo o amiga que nos escucha, que su oración se eleva como el incienso dulce hasta el Señor, y lo que realmente importa no son la riqueza de su vocabulario, ni lo florido de su prosa; lo que realmente importa es la actitud y la disposición de su corazón y que lo que usted esté pidiendo en esa oración lo haga como si fuera el mismo Jesús quien lo pidiera: "En el nombre de Jesús, amén".
Otro detalle de la narración de Juan que nos llama la atención es la figura de un incensario; un utensilio dorado del cual colgaba una cadena y que se utilizaba para llevar tizones encendidos del altar de bronce al altar del incienso, con el fin de encender el incienso, que representaba las oraciones del pueblo. Esto se hacía en el Templo hebreo dos veces al día, a la hora de los sacrificios de la mañana y la tarde.
Acabamos de leer el relato de Juan sobre el incienso que es entregado a un ángel. Las oraciones de los santos que fueron ofrecidas en el quinto sello, reciben su respuesta ahora, a causa de la persona y el sacrificio de Cristo aquí. Leamos los versículos 4 y 5 de este capítulo 8 de Apocalipsis, que dicen así:
4 Y de la mano del ángel subió a la presencia de Dios el humo del incienso con las oraciones de los santos. Y ahora la oración recibirá su respuesta a causa de Jesucristo. 5 Y el ángel tomó el incensario, y lo llenó del fuego del altar, y lo arrojó a la tierra; y hubo truenos, y voces, y relámpagos, y un terremoto.
La escena que nos describe Juan se divide en dos partes. En la primera, el ángel ofrece a Dios las oraciones de los santos. En el pensamiento judío era el arcángel Miguel el que hacía las oraciones por el pueblo de Israel. El ángel se encuentra ante el altar. El altar es una figura que aparece frecuentemente en el escenario celestial de Apocalipsis (6:9, 9:13, 14:18). No puede ser el altar de los holocaustos, porque no hay sacrificios de animales en el cielo, sino que debe tratarse del altar del incienso. Éste estaba delante del lugar Santo, en el Templo de Jerusalén (Levítico 16:12; Números 6:46). Estaba hecho de oro y tenía una base cuadrada de medio metro de lado por un metro de altura. En cada extremo tenía cuernos; era hueco y estaba cubierto de una plancha de oro, y tenía alrededor como una barandilla, como una balaustrada en miniatura, para impedir que cayeran los carbones encendidos al suelo. En el Templo se quemaba y se ofrecía incienso antes del primer sacrificio del día y después del último. Era como si las ofrendas del pueblo ascendieran a Dios envueltas en un perfume de incienso.
Aquí tenemos la idea de que la oración es como un sacrificio que se ofrece a Dios; las oraciones de los santos se ofrecen en el altar, y como todos los otros sacrificios, se elevan a Dios, envueltas en el grato olor del incienso. Pudiera ser que alguna persona no tenga nada que ofrecer a Dios; pero sí puede ofrecerle su oración, en el nombre de Jesucristo.
Pero ahora Juan describe la siguiente escena de este cuadro. El mismo ángel toma el incensario, lo llena de brasas del altar, y lo arroja a la tierra; y esto es el preludio del trueno y el terremoto, el comienzo de más terrores. Un estudioso de la Biblia lo definió de la siguiente manera: "Las oraciones de los Santos vuelven a la tierra en ira". Sus oraciones habían ascendido a los cielos, y ahora la respuesta baja a la tierra. Los santos de la Tribulación había orado pidiendo justicia y juicio, y ahora los pueblos de la Tierra, habiendo rechazado la muerte de Jesucristo para justificación y perdón de sus pecados, ahora tienen que soportar el juicio de sus propios pecados.
En el versículo que acabamos de leer, el Apóstol describió lo siguiente: "y hubo truenos"; eso anticipa la cercanía de la tormenta del juicio de Dios. Y luego menciona: "y voces", ? eso revela que todo lo que está sucediendo es producto de la dirección de Dios, y no es obra de las fuerzas de la naturaleza. Dios, repetimos, está en control de todo lo que está sucediendo.
Estimados amigos y amigas, finalizamos aquí nuestro programa de hoy. Esperamos que este estudio del Apocalipsis esté siendo de su agrado y provecho. Como habitualmente hacemos, le invitamos a que nos acompañe nuevamente en nuestra próxima cita, aquí, en La Fuente de Vida.
Copyright © 2001-2024 ( TTB - Thru the Bible, RTM - Radio Transmundial, EEA - Evangelismo en Acción). Todos los derechos reservados.
CONDICIONES DE USO