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Estudio bíblico de 1 Samuel 2:1-35

1 Samuel 2:1-35

Llegamos en nuestro estudio del primer libro de Samuel, al capítulo 2. En este capítulo tenemos la oración profética de Ana; el pecado de los hijos de Elí; el ministerio de Samuel en el tabernáculo; y el juicio sobre los hijos de Elí. Ahora, veremos aquí que la oración de acción de gracias de Ana, fue profética al mencionar ella por primera vez al Mesías en el versículo 10. Veremos también que los hijos de Elí eran malos e indignos de servir como sacerdotes. Un profeta anónimo advirtió a Elí que su línea de descendencia sería eliminada del sacerdocio y que Dios levantaría a un sacerdote fiel, de acuerdo con el versículo 25. Ahora, el versículo 26 es interesante, porque las palabras: "iba creciendo, haciéndose grato delante de Dios y delante de los hombres" fueron dichas solamente en cuanto a Samuel y a Jesús. Leamos el primer versículo de este capítulo 2 del primer libro de Samuel, para comenzar a considerar una de las más importantes oraciones de la Biblia,

La oración profética de Ana

"Entonces Ana oró y dijo: Mi corazón se regocija en el Señor, mi poder se exalta en el Señor; mi boca se ríe de mis enemigos, por cuanto me alegré en tu salvación."

Aquí Ana habló de "su poder" pero quiso decir su fortaleza en el Señor. Se regocijó en el hecho de que Dios le había dado un hijo. Resultó victoriosa sobre los que se burlaban de ella por ser estéril, y se alegró en Su salvación. Había experimentado una liberación.

Como ya hemos indicado muchas veces, la salvación se lleva a cabo en tres tiempos: pasado, presente y futuro. Primero: Hemos sido salvados. El Señor Jesucristo, en el evangelio según San Juan, capítulo 5, versículo 24, dijo: "De cierto, de cierto os digo: El que oye mi palabra, y cree al que me envió, tiene vida eterna; y no vendrá a condenación, sino que ha pasado de muerte a vida". Y eso quiere decir que Dios nos ha librado de la culpa del pecado mediante la muerte de Cristo. Ésa es la justificación, y se refiere al tiempo pasado.

En segundo lugar, Dios también nos ha librado de lo que los teólogos llamaban "la contaminación del pecado". Ésta es la liberación presente; es decir, estamos siendo salvados. Es una liberación de las flaquezas de nuestra parte física, de sus pecados, de los fallos de la mente, y las acciones de la voluntad. Ésta es, pues, la salvación presente de la cual Ana hablaba. Es la santificación, y se refiere al tiempo presente.

En tercer lugar y por último, tenemos la salvación y liberación de la muerte que queda todavía en el futuro. Ahora, no se trata de la muerte física, sino de la muerte espiritual. Dijo el apóstol San Juan en su primera carta, capítulo 3, versículo 2: "Amados, ahora somos hijos de Dios, y aún no se ha manifestado lo que hemos de ser; pero sabemos que cuando él se manifieste, seremos semejantes a él, porque le veremos tal como él es". Ésta es una salvación futura, es decir, seremos salvados. Ésa será la glorificación y se refiere al tiempo futuro. O sea que, resumiendo, hemos sido salvados. Estamos siendo salvados, y seremos salvados. Y Ana se alegraba en Su salvación.

Quizá usted recuerde que el profeta Jonás dijo en el capítulo 2 de su libro, versículo 9: "La salvación es del Señor" El salmista dijo muchas veces que la salvación era del Señor. La gran verdad de la salvación es que se lleva a cabo por la gracia de Dios. Significa que hemos sido gratuitamente justificados por Su gracia. Esa palabra "gratuitamente" significa, inmerecidamente, en el sentido en que Dios no encontró nada, absolutamente nada en nosotros que mereciera la salvación. Él encontró la explicación en Sí mismo, es decir, que nos ama. Ahora, Ana continuó hablando aquí en el versículo 2 y dijo:

"No hay santo como el Señor; porque no hay nadie fuera de ti ni refugio como el Dios nuestro."

En el Antiguo Testamento, Dios fue llamado "una Roca". En el Nuevo Testamento, en la carta a los Efesios, capítulo 2, versículo 20, el Señor Jesucristo fue llamado "la piedra angular". En el evangelio según San Mateo, capítulo 16, versículo 18, Cristo habló de Sí mismo cuando dijo: "y sobre esta roca edificaré mi iglesia". Esa Roca sobre la cual Ana descansó es la misma Roca sobre la cual descansamos usted y yo hoy. No hay refugio como nuestro Dios. Y continuó Ana diciendo en el versículo 3:

"No multipliquéis las palabras de orgullo y altanería; cesen las palabras arrogantes de vuestra boca, porque el Señor es el Dios que todo lo sabe y a él le toca pesar las acciones."

Cuando nos dirigimos a Dios en oración debemos tener mucho cuidado, estimado oyente, de no permitir que nuestra altivez se convierta en un obstáculo. Tenemos que reconocer nuestra debilidad, nuestra insuficiencia, y nuestra incapacidad. A veces oímos que algunos preguntan lo siguiente: ¿Por qué no oyó Dios mi oración ? Y hablando claramente, ¿por qué tenía que oírla? ¿Qué derecho tiene usted de orar? Ahora, si ha aceptado al Señor Jesucristo como su Salvador, entonces es verdad que tiene derecho de acercarse a Él en el nombre de Jesucristo. Como hijos, tenemos el derecho de acudir a Él, pero, debemos recordar que nuestras oraciones deben estar de acuerdo con Su voluntad. Continuemos ahora con los versículos 4 al 6 de este capítulo 2 del primer libro de Samuel:

"Los arcos de los fuertes se han quebrado y los débiles se ciñen de vigor. Los saciados se alquilan por pan y los hambrientos dejan de tener hambre; hasta la estéril da a luz siete veces, mas la que tenía muchos hijos languidece. El Señor da la muerte y la vida; hace descender al sepulcro y retornar."

La idea total aquí en este pasaje es que Dios es quien da la vida. Como Job dijo en el capítulo 1 de su libro, versículo 21: "Desnudo salí del vientre de mi madre, y desnudo volveré allá. El Señor dio, y el Señor quitó; Bendito sea el nombre del Señor". Sólo Dios, estimado oyente, tiene el derecho de dar la vida y de quitarla. Hasta que usted y yo tengamos el poder de dar vida, no tenemos ningún derecho a quitarla. Sólo Dios tiene ese poder. Por ello, Dios se declarará responsable de las muertes de Ananías y Safira, ocurridas en el capítulo 5 de los Hechos de los Apóstoles y Él no se excusará. Dios no necesita darnos ninguna excusa, por el hecho de que Él tenga el propósito de juzgar a los malos, los cuales entrarán en la muerte y serán apartados de Dios. Dios no pedirá disculpas por lo que Él haga porque éste es Su universo y nosotros somos Sus criaturas. Él está dirigiendo el universo según la manera en que Él quiere dirigirlo. Eso sí, hay que aclarar que Dios no obra según caprichos, sino según leyes espirituales y morales que Él mismo nos ha dado en Su Palabra.

Estimado oyente, es verdaderamente maravilloso que usted y yo podamos postrarnos delante de Dios, y experimentar su bendición, si estamos dispuestos a hacer las cosas según Su voluntad. Continuemos con esta oración de Ana y leemos aquí en el versículo 7:

"El Señor empobrece y enriquece, abate y enaltece."

Este versículo hace surgir una pregunta que muchos solemos hacer, y es: ¿Por qué es que unos son ricos y mientras otros son pobres? No nos es posible comprender por qué Dios ha permitido esa gran desigualdad, de que algunos vivan en la opulencia, mientras que otros se encuentren sufriendo necesidad o miseria. ¿No es cierto que el pecado, la maldad y el egoísmo humano tiene mucho que ver en esa situación? Quizá lleguemos a pensar que nos sería posible corregir ese estado de cosas y distribuir la riqueza de una manera un poco mejor. Pero, ¿sabe usted estimado oyente, que Él no nos dejó esa tarea? Eso le incumbe a Él, y algún día Él nos lo explicará, así como otros interrogantes humanos como, por ejemplo, el sufrimiento. Esperemos pues por esa explicación porque Él sí tiene la respuesta. Y continuó Ana su oración aquí en los versículos 8 y 9 de este capítulo 2 del primer libro de Samuel y dijo:

"Él levanta del polvo al pobre; alza del basurero al menesteroso, para hacerlo sentar con príncipes y heredar un sitio de honor. Porque del Señor son las columnas de la tierra; él afirmó sobre ellas el mundo. Él guarda los pies de sus santos, mas los impíos perecen en tinieblas; porque nadie será fuerte por su propia fuerza."

Este versículo nos dice que el hombre por su propio esfuerzo, por su propio poder y fuerza, nunca puede llevar a cabo nada que sea aceptable para Dios. Y hoy tenemos que reconocer ese hecho. Es sólo lo que hacemos mediante el poder del Espíritu Santo lo que tendrá valor. Necesitamos aprender a depender de Él y a descansar en Él. Veamos ahora el versículo 10 de este capítulo 2 del primer libro de Samuel:

"Delante del Señor serán quebrantados sus adversarios y sobre ellos tronará desde los cielos. El Señor juzgará los confines de la tierra, dará poder a su Rey y exaltará el poderío de su Ungido."

Éste es uno de los grandes versículos de las Escrituras, y el primero que usa la palabra "Mesías". La palabra "Ungido" es la palabra hebrea para Mesías. Esta misma palabra es traducida "Cristos" en el Nuevo Testamento en griego. Es el título del Señor Jesús. Dios se estaba preparando para establecer el reino. Israel rechazaría la teocracia, y por lo tanto, Dios iba a darles un rey. Continuemos con el versículo 11:

"Luego Elcana regresó a su casa en Ramá, y el niño se quedó para servir al Señor junto al sacerdote Elí."

Parece como si Samuel hubiera sido traído a un lugar de protección y refugio. El tabernáculo debía haber sido un lugar así, pero desafortunadamente no lo fue, porque leemos aquí en el versículo 12, que menciona a

Los hijos malvados de Leví

"Los hijos de Elí eran hombres impíos, que no tenían conocimiento del Señor."

Los hijos de Elí no eran salvos, y sin embargo estaban sirviendo en el mismo tabernáculo. Ahora, según indica este pasaje, el pequeño Samuel estaba en un lugar peligroso, pero podremos estar seguros que su madre continuaba orando por él. Observemos lo que ocurrió en el tabernáculo. Leamos los versículos 13 hasta el 16 de este capítulo 2 del primer libro de Samuel:

"Y era costumbre de los sacerdotes con el pueblo, que cuando alguien ofrecía sacrificio, mientras se cocía la carne, venía el criado del sacerdote trayendo en su mano un garfio de tres dientes y lo metía en el perol, en la olla, en el caldero o en la marmita; y todo lo que sacaba el garfio, el sacerdote lo tomaba para sí. De esta manera hacían con todo israelita que venía a Silo. Asimismo, antes de quemar la grasa, venía el criado del sacerdote y decía al que sacrificaba: Dame carne para asársela al sacerdote; porque no aceptará de ti carne cocida sino cruda. Y si el hombre le respondía: Hay que quemar la grasa primero, y después toma tanto como quieras, él decía: No, dámela ahora mismo; de otra manera la tomaré por la fuerza."

Los israelitas traían sus sacrificios al tabernáculo, y los hijos de Elí en lugar de ofrecerlos a Dios como debían hacerlo, se los guardaban para sí. Se guardaban la mejor parte del animal del sacrificio para ellos mismos, y no la ofrecían al Señor. Eran completamente fraudulentos en el servicio del Señor. Continuemos con el versículo 17:

"Así pues, el pecado de estos ayudantes era muy grande ante el Señor, porque menospreciaban las ofrendas del Señor."

El resultado de su deshonestidad fue que muchos se alejaron de Dios. Los israelitas vieron lo que hacían los hijos de Elí en el tabernáculo, y en lugar de acercarse más al Señor, se iban alejando cada vez más. Debiéramos tener en cuenta que, en la actualidad, muchas personas se han apartado de los círculos cristianos por los malos ejemplos que han observado y otros, no se sienten atraídos hacia el cristianismo por los mismos motivos. Todo ello tendría que llevarnos a la reflexión, a rectificar, a desechar toda hipocresía y a vivir tan cerca de Dios, para que los que nos rodean puedan percibir Su presencia en nuestra conducta, es decir, en nuestra forma de actuar y de expresarnos. Leamos los versículos 18 y 19 de este capítulo 2 del primer libro de Samuel, que nos presentan a

El niño Samuel en el tabernáculo

"Y el joven Samuel servía en la presencia del Señor, vestido de un efod de lino. Su madre le hacía una pequeña túnica y se la traía cada año, cuando subía con su marido para ofrecer el sacrificio acostumbrado."

Aunque Samuel se criaba bajo la influencia de los hijos deshonestos de Elí, su madre no le había olvidado. Ana amaba a su niño. Había prometido dedicárselo al Señor y cumplió su palabra. Y vemos aquí que cada año le hacía una túnica y se la traía, como expresión de su cariño. Avancemos en nuestra lectura con los versículos 20 y 21 de este capítulo 2 del primer libro de Samuel:

"Entonces Elí bendecía a Elcana y a su mujer diciendo: El Señor te dé hijos de esta mujer en lugar del que pidió al Señor. Luego regresaban a su casa. Visitó el Señor a Ana y ella concibió; y dio a luz tres hijos y dos hijas. Y el joven Samuel crecía delante del Señor."

Dios fue bondadoso con Ana. Ella tuvo cinco hijos más, pero nunca se olvidó de Samuel durante todos esos años. Cada año le hacía esa túnica pequeña, y a pesar del mal ambiente del tabernáculo, Samuel crecía delante del Señor. Leamos ahora el versículo 22, a partir del cual veremos

El juicio de los hijos de Elí

"Elí era muy viejo, pero (cuando) supo lo que sus hijos hacían con todo Israel y cómo dormían con las mujeres que velaban a la puerta del Tabernáculo de reunión"

Elí era un padre indulgente, de una piedad sin carácter, que había tolerado los pecados de sus hijos. Fíjese usted en esta inmoralidad que se lee aquí: "dormían con las mujeres que velaban a la puerta del tabernáculo de reunión". Se habla mucho hoy en día en cuanto a nuevas formas de expresar la moralidad. En realidad, estimado oyente, no hay nada nuevo. Ni siquiera era nuevo en los días de los hijos de Elí. Estas prácticas se remontan al tiempo anterior al diluvio. Y dice el versículo 23:

"Entonces les dijo: ¿Por qué hacéis cosas semejantes? Oigo hablar a todo este pueblo vuestro mal proceder."

Las acciones de los hijos de Elí eran un gran escándalo público en Israel, pero todo lo que hizo Elí era dirigirles un reproche leve. Sigamos adelante con el versículo 24:

"No, hijos míos, porque no es buena fama la que yo oigo, pues hacéis pecar al pueblo del Señor."

El pueblo hacía lo que hacían los sacerdotes. Los hijos de Elí incitaban al pueblo a pecar. Y en lugar de tomar medidas positivas para remediar la situación, Elí les reprendió con delicadeza. Era un padre bastante indulgente. Continuemos con los versículos 25 y 26 de este capítulo 2 del primer libro de Samuel:

"Si peca el hombre contra el hombre, los jueces lo juzgarán; pero si alguno peca contra el Señor, ¿quién rogará por él?. Pero ellos no oyeron la voz de su padre, porque el Señor había resuelto hacerlos morir. Mientras tanto, el joven Samuel iba creciendo y haciéndose grato delante de Dios y delante de los hombres."

Aun en este ambiente malsano, Samuel, crecía y su conducta agradaba tanto al Señor como a los hombres. Había sido dedicado a Dios y estaba respaldado por la preocupación y las oraciones de su madre. Por lo tanto, Dios iba a utilizarle. Esto según Proverbios, capítulo 3, versículo 3 era el resultado directo del acatamiento a la ley de Dios. También notamos al comenzar este estudio, que la Biblia solo menciona a Samuel y a Jesucristo, como creciendo en gracia para con Dios y los hombres. Los próximos versículos nos dicen que Dios envió un profeta al viejo Elí, el cual le informó que Dios había terminado con él como sumo sacerdote. Leamos los versículos 27 al 29 de este capítulo 2 del primer libro de Samuel:

"Vino un varón de Dios ante Elí, y le dijo: Así ha dicho el Señor: "¿No me manifesté yo claramente a la casa de tu padre cuando estaban en Egipto en la casa del faraón? Lo escogí para que fuera mi sacerdote entre todas las tribus de Israel, para que ofreciera sobre mi altar, quemara incienso y llevara efod delante de mí. Yo concedí a la casa de tu padre todas las ofrendas de los hijos de Israel. ¿Por qué habéis pisoteado los sacrificios y las ofrendas que yo mandé ofrecer en el Tabernáculo? ¿Por qué has honrado a tus hijos más que a mí, haciéndolos engordar con lo principal de todas las ofrendas de mi pueblo Israel?"

Este profeta anónimo le dijo a Elí que el oficio de sumo sacerdote terminaría para él y sus descendientes. Ya Dios no obraría por medio del sacerdote. En lugar de él, Dios ahora levantaría sacerdotes-profetas. El primero iba a ser Samuel, y él ejercería ese ministerio al Señor, y su oficio sería el de profeta. Y leemos aquí en el versículo 30:

"Por eso el Señor, el Dios de Israel, dice: Yo había prometido que tu casa y la casa de tu padre andarían siempre delante de mí; pero ahora ha dicho el Señor: Nunca haga yo tal cosa, porque yo honro a los que me honran, y los que me desprecian serán tenidos en poco."

Este versículo nos recuerda que debemos tener mucho cuidado de honrar a Dios en nuestras vidas. En el Salmo 107, versículos 1 y 2 leemos: "Alabad al Señor, porque él es bueno, porque para siempre es su misericordia. Díganlo los redimidos del Señor, los que ha redimido del poder del enemigo". Realmente, hoy hace falta que los redimidos del Señor puedan expresar esta verdad con convicción. Leamos ahora los versículos 31 al 34 de este capítulo 2 del primer libro de Samuel:

"Vienen días en que cortaré tu brazo y el brazo de la casa de tu padre, de modo que no haya ancianos en tu casa. Verás tu casa humillada, mientras Dios colma de bienes a Israel, de manera que nunca habrá ancianos en tu casa. Aquel de los tuyos a quien yo no excluya del servicio de mi altar, será para que se consuman tus ojos y se llene tu alma de dolor; y todos los nacidos en tu casa morirán en la plenitud de la edad. Te será por señal esto que acontecerá a tus dos hijos, Ofni y Finees: ambos morirán el mismo día."

Todas las profecías que se mencionan en estos versículos se cumplieron. El versículo 31 se refiere a los sacerdotes que fueron muertos en Nob. Los versículos 32 y 33 predicen la deposición y la pobreza consiguiente del sacerdote Abiatar, descendiente de Elí. Al seguir nuestro estudio del Primer Libro de Samuel, veremos como sucederían estos eventos. Leamos ahora el versículo 35:

"En cambio, yo me suscitaré un sacerdote fiel, que obre conforme a mi corazón y mis deseos; le edificaré casa firme y andará delante de mi ungido todos los días."

Ahora, ¿de quién hablaba este versículo? Por supuesto que se refería al Señor Jesucristo. En la oración de Ana, usted recordará que Él es mencionado como Rey, el Mesías que había de venir. Había sido mencionado ya por Moisés como profeta, y ahora en el Primer Libro de Samuel, es mencionado como Sacerdote. El Señor Jesucristo es Profeta, Sacerdote, y Rey. Él es el único que ha cumplido todos estos oficios.

En nuestro estudio de hoy hemos visto el triste ejemplo de sacerdotes que deshonraron el santuario de Dios a causa de su maldad e indignidad. En contraste, la carta a los Hebreos nos habla de Jesús, como el sumo sacerdote que necesitábamos. Porque Él es santo, sin maldad, sin mancha, apartado de los pecadores, exaltado más allá de los cielos. Él no fue como los otros sacerdotes, que tenían que matar animales y ofrecerlos cada día en sacrificio, primero por sus propios pecados y luego por los pecados del pueblo. Jesús, ofreció el sacrificio una sola vez y para siempre, cuando se entregó a sí mismo en la cruz. Estimado oyente, las palabras de esta carta a los Hebreos, en su capítulo 7:25, constituyen un mensaje personal y una invitación para usted, que le dedicamos hoy al despedirnos. La Palabra de Dios dice de Jesús, nuestro sumo sacerdote: "Por eso puede también salvar perpetuamente a los que por él se acercan a Dios, viviendo siempre para interceder por ellos".

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