Estudio bíblico de Génesis 29:1-30
Génesis 29:1-30
En el capítulo que consideramos en nuestro programa anterior, el capítulo 28, examinamos incidentes de la máxima importancia en la vida de Jacob. Después de haber engañado a su padre, fingiendo ser su hijo mayor para obtener el derecho de la primogenitura, había tenido que huir de la venganza de su hermano. En su huída había tenido un inesperado encuentro con Dios en Betel, quien le había confirmado el pacto con Abraham. Impactado por la presencia de Dios, Jacob le había hecho una solemne promesa de consagración.
En relación con este capítulo, sería conveniente recordar lo escrito por el apóstol Pablo en su carta a los Gálatas, capítulo 6:7 y 8:
"No os dejéis engañar, de Dios nadie se burla; pues todo lo que el hombre siembre, eso también segará. Porque el que siembra para su propia carne, de la carne segará corrupción, pero el que siembra para el Espíritu, del Espíritu segará vida eterna."
Ya desde el principio del capítulo podemos comprobar que Jacob comenzó a recoger la cosecha de su conducta engañosa. Aunque el pasaje que acabamos de leer fue escrito para cristianos, expresa una ley universal de Dios para todos los tiempos, aplicable en el mundo natural y a las relaciones humanas en cualquier área de la vida, y a las relaciones entre los seres humanos y Dios.
A través de la historia, los hombres han tratado, inútilmente, de evadirse de esta regla divina. Las Sagradas Escrituras nos ofrecen ejemplos del cumplimiento de este principio.
Por ejemplo, tal como se relata en el libro del Éxodo, capítulo 12, en Egipto, el Faraón había matado a los hijos varones de los Hebreos y, a su tiempo, el ángel de la muerte causó la muerte de su propio hijo.
El primer libro de los Reyes, capítulo 21, nos relata cómo el rey Acab, por medio de acusaciones falsas, hizo asesinar a Nabot para quedarse con su finca. Nabot fue lapidado y los perros lamieron su sangre. Pero Dios envió a su profeta Elías a Acab, para anunciarle que él acabaría de la misma manera, lo cual se cumplió literalmente.
También recordemos que el rey David encontró que esta ley inexorable se cumpliría en su propia vida. El cometió pecados de adulterio y asesinato. Cuando él se humilló, Dios le perdonó, sin embargo en su vida y en la de su familia tuvo que cosechar lo que había sembrado. Su propia hija fue violada y un hijo suyo fue asesinado.
Hasta el mismo apóstol Pablo tuvo que sufrir por el peso de esta ley. Antes de su conversión había dado su consentimiento a la lapidación de Esteban, primer mártir de la iglesia cristiana. Años más tarde, y ya como siervo de Jesucristo, fue sacado de la ciudad de Listra, apedreado y dado por muerto.
Es así que Jacob fue un clásico ejemplo de esta ley inflexible. Era bastante engreído, orgulloso de su inteligencia, había vivido de su ingenio y practicado el engaño, utilizando métodos dudosos para lograr sus propósitos. Pero cosecharía lo que había sembrado.
Al comenzar este capítulo 29, vemos que Jacob salió de Betel y prosiguió su viaje. Después de un período de tiempo que no podemos determinar,
Jacob llegó a Harán
Leamos los versículos 1 al 8:
"Entonces Jacob siguió su camino, y fue a la tierra de los hijos del oriente. Y miró, y vio un pozo en el campo, y he aquí, tres rebaños de ovejas estaban echados allí junto a él, porque de aquel pozo daban de beber a los rebaños, y la piedra sobre la boca del pozo era grande. Cuando todos los rebaños se juntaban allí, entonces rodaban la piedra de la boca del pozo, y daban de beber a las ovejas, y volvían a poner la piedra en su lugar sobre la boca del pozo. Y Jacob dijo a los pastores: Hermanos míos, ¿de dónde sois? Y ellos dijeron: Somos de Harán. Entonces les dijo: ¿ Conocéis a Labán, hijo de Nacor ? Y ellos respendieron: Le conocemos. Y él les dijo: ¿ Se encuentra bien ? Y dijeron: Está bien; mira, su hija Raquel viene con las ovejas. Y él dijo: He aquí, aún en pleno día, no es tiempo de recoger el ganado. Dad de beber a las ovejas, e id a apacentarlas. Y ellos le respondieron: No podemos, hasta que se junten todos los rebaños y quiten la piedra de la boca del pozo; entonces daremos de beber a las ovejas."
Este pasaje nos revela la importancia del agua para aquella región. Por ello los pastores la economizaban y la protegían. Solo removían la piedra en el momento de dar de beber a las ovejas; luego volvían a cubrir la boca del pozo. Vemos que Jacob llegó a aquel lugar en el momento oportuno. Y apenas tuvo ocasión, comenzó a mostrar su propio carácter autosuficiente, dando a aquellos hombres experimentados indicaciones sobre lo que les convenía hacer. Mientras ellos hablaban, alguien se acercaba, nada menos que Raquel, que traía las ovejas de su padre. Aquel fue, pues, el momento en que
Jacob se encontró con Raquel
Leamos los versículos 9 al 12:
"Todavía estaba él hablando don ellos, cuando llegó Raquel con las ovejas de su padre; pues ella era pastora. Y sucedió que cuando Jacob vio a Raquel, hija de Labán, hermano de su madre, y las ovejas de Labán, hermano de su madre, Jacob subió y quitó la piedra de la boca del pozo, y dio de beber al rebaño de Labán, hermano de su madre. Entonces Jacob besó a Raquel, y alzó su voz y lloró. Y Jacob hizo saber a Raquel que él era pariente de su padre, y que era hijo de Rebeca; y ella corrió y se lo hizo saber a su padre."
Aquí vemos a Raquel a cargo del cuidado del rebaño de su padre. Esta tarea formaba parte de las ocupaciones de las mujeres de aquel tiempo. En cuanto a Jacob, sin que nadie le dijese nada, dio de beber a los animales. Jacob no seguía indicaciones de nadie sino que decidía sus acciones él mismo, tomando la iniciativa. El establecía las reglas del juego a medida que avanzaba por la vida. Esta conducta, en realidad, caracterizó la primera parte de su vida, ya que después aprendería algunas lecciones. En realidad, su aprendizaje estaba a punto de comenzar. Por otra parte y a primera vista, su forma de saludar a Raquel y su reacción de besarla y después llorar, parece algo extraña. Sin embargo, hay que tener en cuenta las circunstancias que acababa de vivir. Su viaje, comenzando por las emociones vividas en Betel, y después las experiencias de su prolongado y solitario viaje desde Betel hasta la región de Siria, pasando por el Mar de Galilea, debieron dejar huellas en su ánimo. Ya le vimos llegar y de forma presuntuosa y descarada dirigirse a los pastores que estaban junto al pozo como si les conociese de toda la vida. Por todo ello, al ver a aquella mujer perteneciente a la familia de su madre, sus emociones se desbordaron, y lloró.
El relato continúa describiendo cómo
Jacob conoció a Labán
Leamos los versículos 13 al 17;
"Y sucedió que cuando Labán oyó las noticias de Jacob, hijo de su hermana, corrió a su encuentro, le abrazó, le besó y le trajo a su casa. Entonces él contó a Labán todas estas cosas. Y le dijo Labán: Ciertamente tu eres hueso mío y carne mía. Y Jacob se quedó con él todo un mes. Y Labán dijo a Jacob: ¿Acaso porque eres mi pariente has de servirme de balde? Hazme saber cuál será tu salario. Labán tenía dos hijas; el nombre de la mayor era Lea, y el nombre de la menor, Raquel. Y los ojos de Lea eran delicados, pero Raquel era de bella figura y de hermoso parecer."
Evidentemente Jacob tenía muchas cosas que contar, especialmente si relató la historia de cómo embaucó a su hermano para obtener el derecho de primogenitura, y de cómo engañó a su padre para obtener su bendición. Y es así que fue muy bien recibido y alojado en aquella casa. Durante el período que siguió, la atracción que sentía por Raquel se consolidó. También llegó el momento en que hábilmente, Labán resolvió iniciar con su sobrino una relación laboral ventajosa. El próximo párrafo nos cuenta que, como resultado del trato,
Jacob sirvió por Raquel
durante siete años. Leamos los versículos 18 al 22;
"Y Jacob se había enamorado de Raquel, y dijo: Te serviré siete años por Raquel, tu hija menor. Y Labán dijo: Mejor es dártela a ti que dársela u otro hombre; quédate conmigo. Jacob, pues, sirvió siete años por Raquel, y le parecieron unos pocos días, por el amor que le tenía. Entonces Jacob dijo a Labán: Dame mi mujer, porque mi tiempo se ha cumplido para unirme a ella. Y Labán reunió a todos los hombres del lugar, e hizo banquete."
Labán seguramente había observado las preferencias de su sobrino por una de sus hijas y se aprovechó de la situación. Seguramente las condiciones de trabajo fueron duras. Y llama la atención la profundidad de los sentimientos de Jacob, afrontando cada una de aquellas largas jornadas motivado por la ilusión de unirse a Raquel. El relato nos lleva ahora al imprevisto rumbo de los acontecimientos. Porque resulta que,
Jacob, engañado, se casó con Lea
Leamos los versículos 23 al 26;
"Y sucedió que al anochecer tomó a su hija Lea y se la trajo, y Jacob se llegó a ella. Y Labán dio su sierva Zilpa a su hija Lea como sierva. Cuando fue de mañana, he aquí que era Lea. T Jacob dijo a Labán: ¿Qué es esto que me has hecho? ¿No fue por Raquel que te serví? ¿Por qué, pués, me has engañado? Y Labán respondió: No se acostumbra en nuestro lugar dar a la menor antes que a la mayor."
En aquellos tiempos, la mujer permanecía completamente cubierta con un velo durante las ceremonias nupciales, por lo que resultaba imposible reconocerla en un ambiente de luz escasa. Además, tenemos que añadir otros factores que ayudaron a que Jacob no advirtiese el engaño, como la alegría de la fiesta y la exaltación producida por la comida y las bebidas del banquete. Fue así que, hasta la mañana siguiente, Jacob no descubrió que no se había casado con Raquel, sino con Lea. No sabemos si, al ver que había sido engañado habrá recordado cómo había él engañado a su propio padre, simulando ser su hijo mayor; engaño por el que había tenido que salir de su hogar. Y, como Dios no aprueba ese tipo de proceder, ahora Jacob tiene que cosechar lo que había sembrado. Había fingido ser el hijo mayor, cuando en realidad era el menor. Ahora, pensando que se estaba casando con la hija menor, Raquel, se estaba uniendo a la mayor, Lea. Y semejante engaño fue pasado por alto por su tío Labán, experto en estas cuestiones, quien se justificó como quien aludiría hoy a la letra pequeña de un contrato que no se ha leído. Labán simuló haber olvidado informar a Jacob que la costumbre de aquel país requería que la hija mayor se casase primero; la hija menor no debía casarse hasta que la mayor ya se hubiese casado. Pero, en un alarde de generosidad, Labán le presentó a Jacob una oferta. Leamos los versículos 27 al 30;
"Cumple la semana nupcial de ésta, y te daremos también la otra por el servicio que habrás de rendirme aún otros siete años. Así lo hizo Jacob, y cumplió la semana de ella; y él le dio a su hija Raquel por mujer. Y Labán dio su sierva Bilha a su hija Raquel como sierva. Y Jacob se llegó también a Raquel, y amó más a Raquel que a Lea; y sirvió a Labán durante otros siete años."
Aquí, la llamada "semana" es una expresión hebrea para referirse a un período de siete años. Labán había logrado, ciertamente, un ventajoso acuerdo, al conseguir que su sobrino Jacob trabajase 14 años en vez de 7, es decir, el doble de lo que aquel había planeado.
Este pasaje Bíblico nos permite afirmar , una vez más, que no todo lo que la Biblia nos expone en estos relatos históricos es aprobado por Dios. La inspiración del texto sagrado hace posible que, de acuerdo con los propósitos de Dios, nosotros conozcamos exactamente lo que sucedió por medio de una narración fiel de los aciertos y errores de los protagonistas de la historia. Por supuesto, el texto Bíblico también detalla las consecuencias que los personajes tuvieron que sufrir al apartarse de los planes y la voluntad de Dios.
En este pasaje que hemos examinado, el engaño de Labán condujo a Jacob a tener dos esposas, es decir, a una poligamia que Dios no aprueba. Muy pronto, Jacob experimentaría en el ambiente que se crearía en su familia, las consecuencias de los métodos que él había utilizado en el pasado. De la misma manera que Dios no había aprobado que el patriarca Abraham, a sugerencia de su esposa Sara, se casase con Agar, la sierva egipcia. Y ya hemos considerado oportunamente los acontecimientos que se desencadenarían a causa de aquella decisión. Y, ya hemos mencionado al rey David, quien tuvo que sobrellevar amargas consecuencias por su conducta, como veremos más adelante, al estudiar su historia.
Evidentemente, Dios tampoco aprobó otros detalles de este relato, como aquellas prácticas degradantes para la mujer en los tratos prenupciales entre Labán y Jacob, basadas en la costumbre de aquella época, en que el padre negociaba con sus hijas, y el novio debía pagar una determinada cantidad a cambio del permiso para casarse con una de ellas.
Comenzábamos nuestro programa de hoy con una cita de San Pablo, en su carta a los Gálatas, en la que se afirmaba que todo proceder humano contrario a los principios que Dios ha establecido, produce inevitablemente consecuencias negativas. La declaración de que " todo lo que el hombre siembre, eso también segará," constituye una seria advertencia contra el burlarnos, o desechar normas que Dios no ha establecido con la intención de cercenar o limitar arbitrariamente nuestra libertad. Dios, como que es nuestro Creador, nos conoce íntimamente --mucho mejor de lo que nosotros mismos nos conocemos-- y sabe muy bien cuáles son nuestras necesidades, y qué modo de vida nos puede satisfacer más plenamente. Y desde los tiempos Bíblicos, la experiencia de los seres humanos confirma lo que dicen las Sagradas Escrituras.
Ya que hemos mencionado al rey David, conviene recordar su testimonio personal al respecto, cuando pudo comprobar en su propia experiencia, cual era la verdadera fuente de la felicidad, la paz interior y la conformidad ante las circunstancias de la vida. En uno de sus salmos, el número 40:8, dijo lo siguiente:
"Me deleito en hacer tu voluntad, Dios mío; tu ley está dentro de mi corazón."
Por lo tanto, y recordando el rumbo de los acontecimientos relatados en este capítulo 29 de Génesis, y las experiencias de los personajes de la Biblia que hemos citado, haremos bien en examinarnos a nosotros mismos a la luz de los principios que Dios, como Creador que ama a sus criaturas, ha establecido para que tu vida y la mía cobren un nuevo significado, y puedan ser vividas en plenitud, a pesar de factores adversos y del inevitable sufrimiento de la experiencia humana. Porque, una vida de armonía con el propósito divino nos puede conducir a vivir con una paz y equilibrio interior.
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