Estudio bíblico de Esdras 9:1-15
Esdras 9:1-15
El tema general de los capítulos 9 y 10 es la reforma que tuvo lugar bajo Esdras. En tres de los libros escritos después de la cautividad hay tres grandes capítulos que registraron oraciones: nos referimos a Esdras 9, Nehemías 9 y Daniel 9. Tenemos aquí en este capítulo 9 de Esdras, una de las grandes oraciones de la Biblia, la oración y confesión de Esdras. Esta oración se pronunció en una ocasión marcada por tristes sucesos que habían tenido lugar entre el pueblo de Dios. Leamos, pues, el primer versículo de este capítulo 9 de Esdras:
"Acabadas estas cosas, los gobernantes se acercaron a mí y me dijeron: El pueblo de Israel, los sacerdotes y levitas no se han separado de las gentes del país, de los cananeos, heteos, ferezeos, jebuseos, amonitas, moabitas, egipcios y amorreos, y han caído en sus abominables costumbres paganas".
Aquí vemos que fueron mencionados los Egipcios, y también otros pueblos paganos. Entre ellos tenemos un gran pueblo, el de los heteos. Fueron descubiertos después de haber permanecido ignorados por mucho tiempo, y siempre hemos estado interesados en leer acerca de ellos. A través de Asia Menor, especialmente a lo largo de la costa, grandes ciudades como Éfeso, Esmirna y Troya fueron establecidas primeramente por los heteos. Formaban un gran pueblo, pero eran paganos, eran idólatras. Y los israelitas no se habían separado de aquellos pueblos.
Cuando la primera delegación de judíos regresó a la tierra, se enfrentaron con una situación desalentadora. Veremos más sobre este tema cuando lleguemos a la profecía de Hageo. Allí comprobaremos cómo él les ayudó a superar los obstáculos del desaliento que se encontraban ante ellos. Dichos obstáculos fueron numerosos y, por medio del profeta Hageo, fueron capaces de sortearlos. Y con la ayuda de un líder laico activo, Nehemías, las murallas y el templo de Jerusalén fueron reedificados, aunque el desaliento se presentó en cada paso que dieron. Y, considerando la situación actual, es en esos momentos que un creyente se siente desanimado y muchos creyentes han pasado por esta experiencia.
Alguien ha dicho que el desánimo es el arma más efectiva del diablo. Los judíos descuidaron las normas de separación establecidas por Dios, y realizaron casamientos mixtos con los enemigos paganos de Dios y de Israel que les rodeaban. Esto a su vez condujo a los israelitas a adoptar las odiosas costumbres paganas. La falta de separación les sumergió en la inmoralidad e idolatría. Y pensamos que muchas veces ellos ni siquiera se tomaron la molestia de casarse, porque esta gente pagana, idólatra, no prestaba mucha atención a las formalidades del matrimonio. De la misma manera en que lo están haciendo nuestros propios contemporáneos, que no las consideran necesarias. Se nos dice que vivimos en una sociedad avanzada, más civilizada, con un nuevo concepto de libertad. Pero, en realidad, en algunos aspectos no somos muy diferentes que los pueblos paganos de los días de Esdras. Veamos ahora lo que dice aquí el versículo 2, de este capítulo 9 de Esdras:
"Porque han tomado mujeres para sí y para sus hijos de las hijas de ellos, y el linaje santo, el pueblo de Dios, se ha mezclado con las gentes del país. Los jefes y los gobernadores han sido los primeros en cometer este pecado".
Podemos ver aquí que aquellos que ocupaban cargos directivos en el pueblo de Israel, eran los que daban este mal ejemplo. Y por supuesto, ante Dios ellos eran más culpables que los demás, porque el privilegio siempre aumenta la responsabilidad. Por lo tanto, el remanente que había regresado se encontraba en una condición triste y miserable. Ante esta condición, Esdras podría haber optado por diversas acciones. Podría haber apelado al patriotismo por medio de proclamas y actos masivos. Pero no lo hizo. O quizá podría haber formado alguna organización para tratar de recuperar a esas parejas que se habían entregado a estas prácticas. Ésa es la forma en la que nosotros operamos en el presente, pero notamos aquí que no fue lo que ocurrió en esa época. Por supuesto, Esdras en aquel día, no sabía, no tenía conocimiento de nuestros métodos modernos. Observemos lo que él hizo, que fue algo que nosotros no vemos en nuestros días. Leamos el versículo 3, de este capítulo 9:
"Cuando oí esto, rasgué mi vestido y mi manto, me arranqué pelo de mi cabeza y de mi barba, y me senté angustiado en extremo".
Esdras no llegó a su tierra nativa hasta unos 75 años después de la primera delegación de 50.000 conducida por Zorobabel. Cuando Esdras regresó con su delegación de unos dos mil, descubrió que el templo había sido reedificado, pero no así las murallas de la ciudad. Y la población se encontraba, como hemos dicho, en una situación triste, miserable, debido a los casamientos mixtos realizados con los paganos. La inmoralidad y la idolatría se practicaban desenfrenadamente. Y cuando el asunto llegó al conocimiento de Esdras y éste descubrió que era verdad, se sintió absolutamente abrumado, y angustiado porque el pueblo de Dios hubiera caído hasta un nivel tan bajo.
Cuando hablamos de la apostasía de muchos cristianos, nos preguntamos cuántos de nosotros nos preocupamos como debiéramos. Al mirar objetivamente a esa situación, parece que nos sentimos tentados a lavarnos las manos y opinar que ese no es nuestro problema, y que debemos dejar que todo siga en esa misma condición. Pero hay que reconocer que sí, es un problema nuestro. Y sería fácil levantar el dedo acusador y señalar lo que creemos que está mal. Pero observemos lo que hizo Esdras. Se sintió tan apesadumbrado por el pecado de su pueblo, que rasgó su ropa, y se arrancó los pelos de su cabeza y barba, en señal de dolor. En vez de emprender una campaña de descalificaciones contra ellos, como muchos habrían hecho hoy, tomemos nota de su actitud. Leamos el versículo 4:
"Todos los que temían las palabras del Dios de Israel se reunieron en torno a mí, a causa de la infidelidad de quienes habían regresado de la cautividad; pero estuve muy angustiado hasta la hora del sacrificio de la tarde".
Nos agrada la actitud de aquella gente. Todos los que temían el castigo del Dios de Israel por causa del pecado cometido por los que habían vuelto del destierro, se reunieron alrededor de Esdras. Aquí dice que temieron las palabras de Dios. Y aquí vemos oportuno hacer una pausa de reflexión. ¿Cuántos, en el día de hoy, toman en serio a la palabra de Dios? Es cierto que hay muchos que profesan amar la Palabra de Dios, pero no permiten que esa Palabra influencie sus vidas, no dejan que surta efecto en su conducta personal. No sienten ese temor reverencial hacia la Palabra de Dios. Quizás algunos enfatizan que el hecho que Dios es amor, y por supuesto que lo es. Pero es además un Dios santo, que castiga el pecado. Y esa situación es la que angustió al maestro Esdras.
Dice el texto que Esdras permaneció sentado y abatido hasta la hora del sacrificio de la tarde, por causa del pecado de los que se habían dejado engañar. Así que podemos comprobar que sintió que el problema le concernía directamente. Cada uno de nosotros debiéramos examinarnos y preguntarnos: ¿Hasta qué punto creo en la Palabra de Dios? ¿La obedezco realmente, le doy la importancia que se merece, la tomo en serio? Recordemos que el Señor Jesús dijo, en Juan 14:15, "Si me amáis, guardaréis mis mandamientos". Continuemos leyendo el versículo 5 de Esdras 9:
"A la hora del sacrificio de la tarde salí de mi aflicción y, rasgados mi vestido y mi manto, me postré de rodillas, extendí mis manos al Señor, mi Dios"
¿Qué significa extender las manos a Dios? Significa que uno no está ocultando nada. Quiere decir que cuando usted se dirige a Dios en oración, estimado oyente, que su alma, y su mente se presentan ante Él tal como son, como si estuvieran totalmente desnudas. Así se presentó Esdras delante de Dios, sin nada que esconder o disimular. El apóstol Pablo describió esta actitud en 1 Timoteo 2:8, con estas palabras: "Por consiguiente, quiero que en todo lugar los hombres oren levantando manos santas, sin ira ni discusiones". Realmente, necesitamos recordar esta lección para aplicarla a nuestra vida de oración.
Leamos ahora el versículo 6 de Esdras 9, donde podemos ver
La oración de Esdras
"y dije: Dios mío, confuso y avergonzado estoy para levantar, oh Dios mío, mi rostro hacia ti, porque nuestras iniquidades se han multiplicado sobre nuestras cabezas y nuestra culpa ha crecido hasta el cielo".
Prestemos atención a lo que estaba diciendo: Esdras no dijo que las iniquidades de ellos se habían multiplicado sobre sus cabezas y la culpa de ellos había crecido hasta el cielo. Escuchemos bien, lo que él dijo: "Porque nuestras iniquidades se han multiplicado sobre nuestra cabeza, y nuestra culpa ha crecido hasta el cielo". Es muy fácil en el día de hoy el poder separarse uno de la iglesia, alegando que algunos sectores de la misma, o que muchos cristianos se encuentran en una posición bastante desfavorable, por así decirlo. Pero estimado oyente, ése no es el pecado de ellos, sino nuestro pecado. Nosotros necesitamos identificarnos con eso en el día de hoy. ¿Se encuentra una parte de la iglesia de hoy en apostasía? Entonces, nosotros mismos estamos en apostasía. Como dice una antigua canción espiritual negra: "No es mi hermana ni mi hermano, sino yo Señor, el que está ante ti necesitado de orar". Continuemos pues escuchando la oración de Esdras, ya que fue una oración de gran valor y todo un ejemplo. Leamos el versículo 7:
"Desde los días de nuestros padres hasta este día hemos vivido en gran pecado; y por nuestras iniquidades nosotros, nuestros reyes y nuestros sacerdotes hemos sido entregados en manos de los reyes de los países, a la espada, al cautiverio, al robo y a la vergüenza pública, como en este día".
Él conocía muy bien lo que era ser cautivo en una tierra extranjera. Esdras aparentemente había nacido en el cautiverio, o quizás habría sido llevado cautivo cuando era un niño muy pequeño, y por eso sabía bien lo que era. Y sintió temor cuando reconoció que Dios lo podía juzgar.
Estimado oyente, hay muchos en el día de hoy que están siendo juzgados por Dios. Uno podría mencionar ejemplo tras ejemplo. En cierta ocasión un hombre llegó delante de un predicador diciéndole que había estado sufriendo de una enfermedad venérea por muchos años, y que pensó que se saldría con la suya. Dijo que era un creyente y que creyó que nada le podía suceder. Y ahora iba a morir de esa enfermedad. Y eso fue exactamente lo que le sucedió. Ahora, alguien quizá diga: "Bueno, Dios podría haber mostrado clemencia, misericordia hacia ese hombre". Claro que sí, Dios podía haber hecho eso, pero lo cierto fue que este hombre era culpable y nuestro Dios es un Dios santo que juzga el pecado, y que el pecado acarrea sus consecuencias. Es lamentable que muchos de nosotros no sintamos un enorme respeto, un temor reverencial ante la palabra de Dios. Escuchemos lo que dice aquí el versículo 8 de este capítulo 9 de Esdras:
"Ahora, por un breve momento, nos ha mostrado su misericordia el Señor, nuestro Dios, y ha hecho que nos quedara un remanente libre, y nos ha dado un refugio en su santuario. Así nuestro Dios ha iluminado nuestros ojos y nos ha dado un poco de vida en medio de nuestra servidumbre".
Éste es un gran versículo. Él dijo, "nosotros hemos recibido por un tiempo la gracia de Dios". Y los 70 años de la cautividad habían pasado. Dios les había permitido que regresaran a su tierra, y en el mismo momento de regresar, ellos nuevamente se apartaron hacia los paganos; o sea, que hicieron lo mismo que les había conducido al cautiverio en el pasado.
Esdras dijo: "ha hecho que nos quedara un remanente". Aquellos que habían obedecido lo suficiente como para regresar a su tierra. La gran mayoría no lo había hecho. Pero ellos sí regresaron y eran nada más que un remanente.
Luego dijo, "para darnos un refugio en su santuario". ¿Y sabe lo que es este refugio, este lugar seguro? Ese lugar es Cristo. Nosotros tenemos un lugar seguro, porque Cristo está allí. Nosotros hemos sido clavados por así decirlo, en la cruz aquí en la tierra, para poder ser clavados al trono de Dios por la eternidad. Escuchemos lo que dijo el profeta Isaías, en el capítulo 22 de su profecía, versículos 22 y 23, y estamos hablando ahora acerca de Cristo; dijo Isaías: "Y pondré la llave de la casa de David sobre su hombro; el abrirá y nadie cerrará, cerrara y nadie abrirá. Y lo clavaré como clavo en lugar seguro; y será motivo de honra para la casa de su padre". Así es que nosotros los creyentes estamos allí clavados como un clavo. No sobre una cruz, sino clavados en el cielo por una eternidad. Usted puede ver que el clavo está fijado en un lugar seguro. ¡Qué hermosa ilustración es ésta! Aquellos israelitas no perdieron su salvación, pero sí que perdieron algo más, la bendición y la recompensa de Dios. Y cuántos hoy son salvos pero no van a recibir ninguna recompensa.
Dice además este versículo: "Para darnos un refugio en su santuario. Así nuestro Dios ha iluminado nuestros ojos y nos ha dado un poco de vida en medio de nuestra servidumbre". Creemos que lo que tenemos aquí es una representación verdadera de lo que es una renovación. Algunos la llaman un "avivamiento", que no es en realidad una palabra Bíblica. Se utiliza en un sentido popular cuando se produce un resurgimiento espiritual, cuando muchos creen en Cristo como Salvador, y cuando aparece un nuevo interés en los asuntos del Espíritu. Técnicamente significa, "recuperar la vida, el vigor, un retorno a una conciencia sensible". Se refiere a aquello que tiene vida pero que está apagado casi hasta desaparecer, que no tiene ninguna vitalidad y que luego es reavivado. Romanos, capítulo 14, versículo 9, habla de la resurrección de Cristo de la siguiente manera: murió, resucitó y volvió a vivir. Obviamente el término renovación, o avivamiento, debe ser limitado a los creyentes, si vamos a utilizar su significado técnico. Quiere decir que el creyente se encuentra en una condición espiritual muy baja, y que vuelve a ser revivido con vitalidad y con poder. Así fue que en los días de Esdras iba a tener lugar un avivamiento o una renovación verdadera. Luego Esdras continuó con su oración, y dijo en el versículo 9:
"Porque siervos somos; pero en nuestra servidumbre no nos ha desamparado nuestro Dios, sino que nos favoreció con su misericordia delante de los reyes de Persia, para animarnos a levantar la casa de nuestro Dios, restaurar sus ruinas y darnos protección en Judá y en Jerusalén".
Usted puede ver cuán misericordioso fue Dios con ellos. Ellos confesaron sus pecados y Dios los iba a bendecir. Leamos ahora los versículos 10 hasta el 13:
"Pero ahora, ¿qué diremos, oh Dios nuestro, después de esto? Porque nosotros hemos abandonado los mandamientos que nos habías dado por medio de tus siervos, los profetas, diciendo: La tierra en cuya posesión vais a entrar, es tierra corrompida a causa de la inmundicia de los pueblos de aquellas regiones, por las abominaciones con que la han llenado de uno a otro extremo con su impureza. Ahora, pues, no deis vuestras hijas a sus hijos, ni toméis sus hijas para vuestros hijos, ni procuréis jamás su paz ni su prosperidad; para que seáis fuertes, comáis los mejores frutos de la tierra y la dejéis como herencia a vuestros hijos para siempre. Después de todo lo que nos ha sobrevenido a causa de nuestras malas obras y a causa de nuestro gran pecado, ya que tú, Dios nuestro, no nos has castigado de acuerdo con nuestras iniquidades, y nos diste un remanente que ha escapado como este"
En otras palabras, Esdras estaba diciendo, "nosotros no recibimos todo lo que merecíamos. Merecíamos más castigo por nuestros pecados, del que recibimos". Luego continuó diciendo aquí en los versículos 14 y 15, de este capítulo 9 de Esdras:
"¿hemos de volver a quebrantar tus mandamientos y a emparentar con pueblos que cometen estas abominaciones? ¿No te indignarías contra nosotros hasta destruirnos, sin que quedara remanente ni quien escapara? Señor, Dios de Israel, tú eres justo, pues hemos quedado como un remanente que ha escapado, tal cual ha sucedido en este día. Henos aquí delante de ti con nuestros delitos; por su causa no somos dignos de estar en tu presencia".
Sólo la misericordia de Dios, la confesión del pecado, el sacrificio de Cristo, y la gracia de Dios pudieron hacer posible que Dios salvara a aquellas personas, las restaurara y las reavivara. En aquel entonces, Dios iba a hacer todo eso a causa de la oración de Esdras, y el remanente que allí se encontraba, clamaría implorando a Dios que les extendiera su gracia y misericordia. Y cuando adoptamos esta posición, estimado oyente, Dios está dispuesto a escucharnos. Dios, en Su amor, está dispuesto a perdonarnos y a extendernos Su bondad. Esto, pues, que hizo Esdras en aquel momento crucial para el presente y futuro de aquel pueblo, es un paso decisivo y digno de ser imitado.
Estimado oyente, no sólo se trate de imitar un gesto noble y ejemplar. Sino de que usted se presente ante Dios tal como está, en la condición en que se encuentre. Frente a Él, nada puede ocultarse. Dice Hebreos 4:13, "Y no hay cosa creada oculta a su vista, sino que todas las cosas están al descubierto y desnudas ante los ojos de aquel a quien tenemos que rendir cuentas". Y considerando aquel episodio que hoy ha ocupado nuestra atención, al recordar la oración de Esdras y la actitud de aquellas personas que le rodeaban, podríamos trasladar aquella situación a la escena actual, al día de hoy, y a este mismo momento, porque este asunto es de vital importancia y le concierne directamente a usted, estimado oyente. San Pablo, escribiendo a los Romanos dijo en 10:9 y 10, "Si confiesas con tu boca que Jesús es el Señor, y crees en tu corazón que Dios lo levantó de entre los muertos, serás salvo. Porque con el corazón se cree para ser justificado, pero con la boca se confiesa para ser salvo".
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