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Estudio bíblico de Nehemías 6:1-19

Nehemías 6:1-19

En nuestro programa anterior finalizamos la lectura del capítulo 5. Nehemías había encontrado toda clase de oposición que uno pudiera imaginar en la reedificación de los muros de Jerusalén. Satanás había estado muy activo y había puesto en su camino toda clase de obstáculos que pudieran causar que él fracasara en su propósito. El enemigo está haciendo lo mismo con nosotros en el día de hoy. La única diferencia es que en nuestra experiencia él muchas veces tiene éxito y nosotros fracasamos. Dios no quiere que nosotros fracasemos y ha provisto todo lo necesario para que no seamos vencidos, y sin embargo lo somos. Ahora, en el caso de Nehemías no fue así.

Llegamos, pues, al capítulo 6. Y aquí veremos que, a pesar de la astuta oposición, la muralla quedaría terminada. Vimos en nuestro programa anterior, que él no estaba recibiendo un sueldo; era una persona que no buscaba nada para sí mismo y estaba haciendo un gran sacrificio para reedificar el muro de la ciudad. Luego, él se dio cuenta que algunos de sus hermanos de raza, especialmente aquellos de alto rango, se habían dedicado al negocio de los bienes inmuebles, así como al de los préstamos. Estaban ganando dinero mientras se aprovechaban del sufrimiento de las demás personas y de las dificultades económicas que ellas tenían para sobrevivir. Y como resultado, este problema hizo enfadar mucho a Nehemías, pero él pudo arreglar este asunto y lo hizo de una manera muy directa, enfrentándose con el problema y exponiéndolo en público.

En este capítulo vemos los acontecimientos que culminaron con los últimos trabajos de reedificación del muro. Comencemos nuestra lectura Bíblica de hoy leyendo el primer versículo de este capítulo 6 de Nehemías:

"Cuando oyeron Sanbalat, Tobías, Gesem el árabe y los demás de nuestros enemigos que yo había edificado el muro, y que no quedaba en él brecha alguna (aunque hasta aquel tiempo no había puesto las hojas de las puertas)"

Observemos aquí la honestidad de Nehemías. Reconoció que aún no había colocado las puertas en su sitio. Era como Natanael, de quien se nos habla en Juan 1, porque en él no había engaño. Es decir, él no trataba de ser sutil, listo. En esto, también, fue un ejemplo para muchos cristianos en el día de hoy que, a veces, rinden cuentas de su labor solo parcialmente, ocultando aspectos de su trabajo que quizás no les favorezcan, lo cual revela personalidades que no son transparentes, creyentes que no se expresan con sinceridad. No comunican toda la verdad. Se sienten más seguros reservándose para sí una parte de la información.

El Dr. McGee dice que él apreció mucho lo que su médico hizo por él. Este médico es un creyente y cuando sospechó que el Dr. McGee tenía cáncer, se lo dijo directamente. El médico le dijo: "Dr. McGee, le voy a decir la pura verdad directamente, porque si no lo hago así, usted no va a tener confianza en mí". Y eso fue lo que hizo, él siempre presentó las cosas tal cual eran. Cuando él pensaba que ya no había esperanza alguna para el Dr. McGee a causa de la enfermedad, honradamente se lo dijo. No trató de decir una cosa por otra, ni trató de ocultar la verdad. Lo dijo tal cual era, y uno, estimado oyente, siempre puede apreciar esta conducta. Esto es algo necesario en la actualidad, en los negocios, en las relaciones sociales, y también hace mucha falta, y de manera muy especial, en la esfera de la iglesia, entre los cristianos. Estas relaciones deberían estar caracterizadas por la sinceridad, la transparencia. Esta conducta promueve y va desarrollando la confianza, así como el afecto entre los creyentes.

Como hemos leído, cuando los enemigos, Sanbalat, Gesem, Tobías y otros, oyeron que las obras de la muralla se habían completado, Nehemías admitió honestamente, que el informe que había trascendido era un poco exagerado. Como vimos, las puertas aún no habían sido colocadas en su lugar. Por ello hemos destacado la honestidad de Nehemías. Él dijo las cosas como eran. Leamos ahora los versículos 2 y 3:

"Sanbalat y Gesem enviaron a decirme: Ven y reunámonos en alguna de las aldeas en el campo de Ono. Pero ellos tramaban hacerme daño. Entonces envié mensajeros para decirles: Estoy ocupado en una gran obra y no puedo ir; porque cesaría la obra si yo la abandonara para ir a vosotros".

Los enemigos habían invertido sus tácticas. Ya que no habían podido detener el trabajo, propusieron reunirse con Nehemías para llegar a una solución negociada. Su intención, por supuesto, no era el bienestar de Nehemías. Este es el antiguo método satánico que aconseja que si no puedes vencer a tu enemigo, únete a él.

Y así fue como Nehemías rechazó la invitación, porque como él mismo dijo, "tramaban hacerme daño". Probablemente estaban planeando matarle. Nehemías pensó que no tenía sentido discutir detalles con el enemigo; simplemente envió mensajeros diciéndoles que estaba muy ocupado en una obra muy importante y que no podría ir a verlos porque si abandonaba sus tareas, entonces el trabajo se detendría. O sea, que Nehemías se negó a llegar a un compromiso con sus enemigos, a una solución negociada.

Hay quienes quieren que la Iglesia contemporice con sus adversarios y entre en un terreno de componendas, acuerdos y concesiones. Ellos piensan que quizá uno es demasiado dogmático e intolerante si no accede a reunirse con quienes discrepan en lo esencial. Y en realidad, uno sólo debería tratar con aquellos que se reúnen alrededor de la persona de Cristo, pero no con adversarios que intenten acercar posiciones por la vía de la negociación en la cual, cada una de las partes va cediendo hasta coincidir con la otra. Más bien, preferimos reunirnos con quienes crean en la Palabra de Dios, en la deidad de Cristo, y acepten el hecho de que Él murió por nuestros pecados y resucitó de los muertos, indiferentemente de la etiqueta que usen para identificarse. El nombre es secundario si hay coincidencia en las creencias básicas de la fe cristiana, basadas en la Biblia. Y Nehemías estaba llevando a cabo una buena obra y no tenía tiempo para abandonar su misión y perder el tiempo con sus enemigos. Prosigamos adelante ahora con el Libro de Nehemías. Y leemos lo siguiente aquí en los versículos 4 y 5, de este capítulo 6 de Nehemías:

"Cuatro veces me enviaron mensajes sobre el mismo asunto, y yo les respondí de la misma manera. Entonces Sanbalat me envió a su criado para decir lo mismo por quinta vez, con una carta abierta en su mano"

Podemos ver que el enemigo fue persistente. Y siempre lo ha sido. ¿Acaso querían ellos realmente, tener una actitud amistosa con Nehemías y llegar a una solución negociada? La verdad es que la presencia de Nehemías era desesperadamente necesaria en Jerusalén para completar la edificación de la muralla. La carta del enemigo estaba redactada en un lenguaje cortés pero, en realidad, era como un anzuelo con su carnada. Observamos que la carta contenía una amenaza. Leamos el versículo 6:

"en la carta estaba escrito: Se ha oído entre las naciones, y Gasmu lo dice, que tú y los judíos pensáis rebelaros y que por eso edificas tú el muro, con la mira, según estas palabras, de ser tú su rey"

Este hombre Gasmu parece que siempre está con nosotros. Era el peor de ellos en lo que a chismes se refiere. Se lo menciona también como Gesem. Hemos descubierto que a veces, la persona capaz de llevar los peores chismes es un hombre y no una mujer.

La carta, que acusaba a Nehemías de rebelarse contra Persia y fundar un estado separado, fue hecha pública enviándola o leyéndola públicamente. Fue preparada para desanimar a aquellos que estaban trabajando en la muralla. Y acusaba a Nehemías de querer convertirse en un rey. Continuemos leyendo el contenido de la carta en el versículo 7:

"y que has puesto profetas que, refiriéndose a ti, proclamen en Jerusalén: ¡Hay rey en Judá! Estas palabras van a llegar a los oídos del rey; ven, por tanto, y consultemos juntos".

Vemos que no sólo le acusaron de reclamar un reino, sino también de reclutar profetas que apoyasen sus demandas. Éstas fueron, pues, perversas calumnias difundidas sobre Nehemías. La carta indicaba que ellos querían averiguar si estas noticias eran realmente ciertas, porque querían informar al rey sobre ellas. De esta manera presionaban a Nehemías para que se reuniera con ellos. Continuemos leyendo el versículo 8:

"Entonces envié yo a decirle: No hay nada de lo que dices, sino que son invenciones de tu corazón".

La reacción de Nehemías ante el enemigo fue, como vemos, decirle que no había nada de cierto en esos rumores, sino que éstos eran producto de su imaginación. Fue una manera elegante de llamarlo mentiroso. Y dice el versículo 9:

"Porque todos ellos nos amedrentaban, diciendo: Se debilitarán las manos de ellos en la obra, y no será terminada. ¡Ahora, pues, oh Dios, fortalece tú mis manos!"

Al hacerle frente a este problema, Nehemías recurrió al Señor, consciente de los grandes esfuerzos del enemigo para detener la obra de reedificación. Y entonces, le pidió fuerzas para continuar resistiendo. Y continuó el relato diciendo en los versículos 10 y 11:

"Después fui a casa de Semaías hijo de Delaía hijo de Mehetabel, porque estaba encerrado. Él me dijo: Reunámonos en la casa de Dios, dentro del Templo, y cerremos las puertas, porque vienen a matarte; sí, esta noche vendrán a matarte. Pero yo le respondí: ¿Un hombre como yo ha de huir? ¿Y quién, que fuera como yo, entraría al Templo para salvarse la vida? No entraré".

Semaías, que era un falso profeta, fingió tener un gran interés en la seguridad de Nehemías. Dijo que quería revelarle una conspiración contra la vida del gobernador. El templo era el único lugar donde Nehemías estaría seguro. Y le estaba sugiriendo un acto cobarde. Pero no tuvo en cuenta la percepción espiritual de Nehemías. Leamos entonces los versículos 12 al 14:

"Reconocí que Dios no lo había enviado, sino que decía aquella profecía contra mí porque Tobías y Sanbalat lo habían sobornado. Pues fue sobornado para intimidarme, para que así yo pecara. Ellos aprovecharían esto para crearme mala fama y desprestigiarme. ¡Acuérdate, Dios mío, de Tobías y de Sanbalat, conforme a estas cosas que hicieron; también acuérdate de la profetisa Noadías y de los otros profetas que procuraban infundirme miedo!"

Podemos ver que Nehemías se encontraba en medio de complots y planes para destruirle. Bien, él se ocupó de esas personas que fingían ser sus amigos, pero aun así se encontraba en una posición difícil. Estaba entre la espada y la pared. Apenas se daba vuelta, se encontraba en medio de otra conspiración; pero al verse en esa situación recurrió a Dios. Porque aquella tierra estaba soportando otra vez la maldición de la existencia de falsos profetas. Daba la impresión de que ellos eran los enemigos más resueltos de los siervos de Dios. Continuemos leyendo el versículo 15:

"Fue terminado, pues, el muro, el veinticinco del mes de Elul, en cincuenta y dos días".

Y así fue que sin toque de trompetas, ni el esplendor de grandes ceremonias, se terminó el trabajo de reedificación de las murallas. Dice el versículo 16:

"Cuando lo oyeron todos nuestros enemigos, temieron todas las naciones que estaban alrededor de nosotros; se sintieron humillados y reconocieron que por nuestro Dios había sido hecha esta obra".

Esta gigantesca obra quedó concluida en cincuenta y dos días. Podemos imaginarnos la rabia y frustración que habrán sentido los enemigos de los judíos al ver edificado el muro, sin que les hubieran valido para nada los intentos para impedirlo. Envidiaron entonces la prosperidad que esa obra les traería a los pobladores de Jerusalén, y el éxito y el prestigio que la conclusión de esa obra les traería ante las demás naciones. Sólo Dios podía haber llevado a cabo esta empresa por medio de ellos. Pero aunque la muralla estaba terminada, la situación para Nehemías y los suyos aún era peligrosa y los problemas no se habían terminado. Leamos los versículos 17 al 19:

"En aquellos días los principales de Judá enviaban muchas cartas a Tobías y recibían las de éste. Porque muchos en Judá se habían aliado con él, pues era yerno de Secanías hijo de Ara; y Johanán su hijo había tomado por mujer a la hija de Mesulam hijo de Berequías. También contaban delante de mí las buenas obras de Tobías, y a él le referían mis palabras. Y Tobías enviaba cartas para atemorizarme".

Todavía le quedaba a Nehemías pasar por una amarga experiencia. Durante todo este tiempo había aquellos del pueblo, que eran amigos de los enemigos de Dios y mantenían, en una actitud que constituía una verdadera traición, correspondencia con Tobías. Se trataba nada menos que de los nobles, o sea los más importantes de Judá, que se dejaron manipular por los enemigos de Dios, que continuaban mostrando su oposición. Al participar en esta secreta conspiración, no hacían otra cosa que favorecer a los intereses de los enemigos de Israel y ocasionar la ruina de su propio país. Dice en este versículo 18 que habían jurado lealtad a Tobías. Evidentemente tanto Tobías como su hijo se habían casado con mujeres de Israel. Tobías, concretamente, se había unido en matrimonio con la hija de uno de esos nobles. Y como éste, probablemente se produjeron otros matrimonios mixtos entre israelitas y extranjeros. Parece que éste fue el resultado de que, durante todo este tiempo, había habido una relación amistosa encubierta entre algunos de Judá y los enemigos de Dios. Y Tobías tenía "oídos" o informantes oficiosos dentro de las murallas de Jerusalén, que le informaban sobre todo lo que Nehemías decía o hacía. Y Tobías también tenía parientes o amigos que le contaban a Nehemías lo bien que actuaba Tobías, tratando de realzar su imagen. Actuaban como oficiales de enlace, llevando cuentos de un lado a otro. Lo que estaba claro que este Tobías era un intrigante. Y él y sus secuaces aun tenían la desvergüenza de intentar que Nehemías se hiciera amigo de él. Y todas estas intrigas le crearían a Nehemías más problemas.

Y estos incidentes, que parecían no tener fin, nos conducen ahora, al séptimo capítulo de Nehemías, que desarrollaremos en nuestro próximo programa. Dicho capítulo finalizará esta extensa sección que comenzó en al capítulo 1 y que en nuestro Bosquejo General lleva el título de la "Reedificación de las murallas".

Luego de haber finalizado la reedificación de los muros, uno debe recordar que al mismo tiempo se encontraban profetizando dos profetas: Hageo y Zacarías. Y durante este período la Palabra de Dios sería leída al pueblo, y como resultado llegaría un movimiento de renovación espiritual, que produciría grandes reformas en la vida de la nación.

Una vez completadas las obras de reedificación de la muralla, le gente comenzaría a proteger la ciudad de Jerusalén. Muchas de las casas ya se habían construido pero aun así, dentro de la ciudad todavía quedaba mucho trabajo por hacer. Los pobladores tenían que limpiar muchas zonas y eliminar los escombros que se habían acumulado. Era importante organizar cuanto antes la protección porque al enemigo que había tratado de frustrar la reedificación del muro podría pensar en destruir la ciudad.

Por otra parte, nos llama la atención la obstinación y la persistencia de los enemigos de Dios y de Su Palabra. Parece que tras cada fracaso, volvían a conspirar con renovados esfuerzos. Podríamos decir que, inconscientemente, ellos estaban preparando el escenario para resaltar públicamente la autoridad y el poder de Dios. Y es como si Dios hubiera permitido que llegaran al colmo de su astucia, y que movilizaran sus mejores aliados y recursos para destruir Sus planes y propósitos, hasta el extremo de permitirnos ver la situación de indefensión y vulnerabilidad de aquel pueblo que se esforzaba por levantar la muralla. Pero al mismo tiempo hemos visto la constancia y firmeza de un líder que se apoyaba en Dios y en Sus promesas. Y hemos comprobado que el poder de Dios es mayor que todas las fuerzas de Sus enemigos, y que la sabiduría que Él dio a Sus siervos, malogró tramas urdidas con la mayor astucia que nos podríamos imaginar, planes en los que incluso participaron traidores del pueblo de Israel. O sea que, paradójicamente, los enemigos de Dios lograron hacer resaltar el poder de Dios de una manera extraordinaria. En este sentido, recordemos que, después de haber comparado la sabiduría y el poder humano, con la sabiduría y el poder de Dios, San Pablo concluyó en 1 Corintios 1:25, que lo que en Dios puede parecer una necedad, es mucho más sabio que la sabiduría humana; y que lo que en Dios puede parecer una debilidad, es más fuerte que toda fuerza humana. Estimado oyente, en medio de una generación que exalta la ciencia y sabiduría humana hasta el punto de intentar desplazar a la sabiduría que proviene de Dios, diremos que Dios tiene la última palabra. Y en una generación que exalta el poder y los medios humanos para solucionar los males de la humanidad, y para evitar que los seres humanos se destruyan entre sí, Dios también tiene la última palabra al respecto. Porque Dios se complace en demostrar hoy su poder y sabiduría, que son evidentes en el mensaje del Evangelio. Porque, como dijo también San Pablo, el Evangelio es el poder de Dios para la salvación de todo el que cree. Y creer, ¿en quién? En el Señor Jesucristo como Salvador. Estimado oyente, le invitamos a experimentar el poder de Dios para concederle el perdón y la vida eterna, y la sabiduría de la Palabra de Dios aplicada a su vida diaria mediante la obra del Espíritu Santo, para transformar su vida en esta tierra en una vida significativa, en una vida que merezca la pena vivir.

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