Estudio bíblico de Génesis 44:25-45:28
Génesis 44:14-45:28
Los hermanos de José habían salido de su entrevista con José felices, después de una alegre comida juntos, sin saber que el mayordomo, siguiendo instrucciones de José, había escondido una copa en el costal de Benjamín. El mayordomo les había seguido y al alcanzarles, cerca de la ciudad, les acusó de haberse llevado una copa de José. Ante sus protestas de inocencia, se revisaron los costales de cada uno, acordando que si apareciese la copa, el que la llevase, quedaría como esclavo en Egipto. Al final, apareció en el costal de Benjamín. Desconcertados y abrumados por el dolor regresaron todos a Egipto.
Leamos los versículos 14 y 15;
"Cuando Judá llegó con sus hermanos a casa de José, él estaba aún allí, y ellos cayeron a tierra delante de él. Y José les dijo: ¿Qué acción es esta que habéis hecho? ¿No sabéis que un hombre como yo puede ciertamente adivinar?"
Esta vez se postraron ante José con verdadera angustia y desesperación. Esta referencia de José a la adivinación se debió seguramente a su propósito de aumentar el temor de sus hermanos. Ahora veamos cómo
Judá se ofreció a ocupar el lugar de Benjamín
Leyendo los versículos 16 al 18;
"Entonces dijo Judá: ¿Qué podemos decir a mi señor? ¿Qué podemos hablar y cómo nos justificaremos? Dios ha descubierto la iniquidad de tus siervos; he aquí, somos esclavos de mi señor, tanto nosotros como aquel en cuyo poder fue encontrada la copa. Más él respondió: Lejos esté de mí hacer eso. El hombre en cuyo poder ha sido encontrada la copa será mi esclavo; pero vosotros, subid en paz a vuestro padre. Entonces Judá se le acercó, y dijo: Oh señor mío, permite a tu siervo hablar una palabra a los oídos de mi señor, y que no se encienda tu ira contra tu siervo, pues tú eres como Faraón mismo."
Judá se adelantó para actuar como portavoz. Y en la actitud que asumió, se destacó la nobleza de su carácter. Recordemos que él era de la tribu de Judá, la misma de la cual provendría Jesús. Judá pronunciaría uno de los más bellos discursos que jamás se hayan registrado. Expresó una confesión plena, reconociendo que todo lo que les había sucedido era una consecuencia de su pecado.
Fue evidente que José quiso comprobar el cariño que sus hermanos sentían hacia Benjamín. Por ello declaró que Benjamín era el culpable y quedaría como esclavo en Egipto. ¡Y pensar que ellos le habían vendido a él mismo como un esclavo! Escuchemos la respuesta de Judá. Leamos los versículos 19 al 29:
"Mi señor preguntó a sus siervos, diciendo: ¿Tenéis padre o hermano? Y respondimos a mi señor: "Tenemos un padre ya anciano y un hermano pequeño, hijo de su vejez. Y su hermano ha muerto, así que sólo queda él de los hijos de su madre, y su padre lo ama. Entonces tú dijiste a tus siervos: Traédmelo para que yo lo vea. Y nosotros respondimos a mi señor: El muchacho no puede dejar a su padre, pues si dejara a su padre, éste moriría. Tú, sin embargo, dijiste a tus siervos: Si vuestro hermano menor no desciende con vosotros, no volveréis a ver mi rostro. Aconteció, pues, que cuando subimos a mi padre, tu siervo, le contamos las palabras de mi señor. Y nuestro padre dijo: "Regresad, compradnos un poco de alimento. Mas nosotros respondimos: No podemos ir. Si nuestro hermano menor va con nosotros, entonces iremos; porque no podemos ver el rostro del hombre si nuestro hermano no está con nosotros. Y mi padre, tu siervo, nos dijo: "Vosotros sabéis que mi mujer me dio a luz dos hijos; el uno salió de mi lado, y dije: Seguro que ha sido despedazado, y no lo he visto desde entonces. Y si también os lleváis a éste de mi presencia, y algo malo le sucede, haréis descender mis canas con dolor al Seol."
Aquí Judá estaba, en realidad, contando lo que había sucedido al llegar a Canaán, y los temores y sentimientos de Jacob. En realidad, el padre había sido engañado, lo cual estaba José comprobando al oírle. Ahora se enteraba José de la versión que sus hermanos le habían contado a su padre hace mucho tiempo, sobre su supuesta muerte. Esta era la primera vez que uno de ellos había hablado tanto y claro. Anteriormente se habían limitado a decir, refiriéndose a José; "el otro ya no existe", queriendo significar que estaba muerto.
También podemos observar algo más, esta vez en Jacob. Estaba creciendo espiritualmente, pero aún no había alcanzado la madurez. En vez de confiar en el Señor, se estaba apoyando en su hijo Benjamín; si algo le hubiera sucedido a éste, seguramente habría significado su muerte.
Hay creyentes que demuestran tener una fe maravillosa en Dios cuando la muerte les arrebata a un ser querido. Sin embargo otros, se hunden en la desesperación. Estimado oyente, no importa cuánto ames a un miembro de tu familia; si ambos sois hijos de Dios, sabéis que algún día os vais a ver otra vez. Aquel que se apoya en la fe no va a derrumbarse ante esa separación. Ahora, en cuanto a Jacob, reconocemos que no había aun alcanzado semejante nivel. Aunque estaba creciendo en madurez espiritual, todavía no tenía una confianza plena en Dios.
Leamos ahora los versículos 30 y 31;
"Ahora pues, cuando yo vuelva a mi padre, tu siervo, y el muchacho no esté con nosotros, como su vida está ligada a la vida del muchacho, sucederá que cuando él vea que el muchacho no está con nosotros, morirá. Así pues, tus siervos harán descender las canas de nuestro padre, tu siervo, con dolor al Seol."
Observemos la preocupación por Jacob, expresada por Judá como representante del grupo. Creo que cualquiera de sus hermanos habría dicho lo mismo.
Leamos los versículos 32 al 34, que finalizan este capítulo 44;
"Porque yo, tu siervo, me hice responsable del muchacho con mi padre, diciendo: Si no te lo traigo, que lleve yo la culpa delante de mi padre para siempre. Ahora pues, te ruego que quede este tu siervo como esclavo de mi señor, en lugar del muchacho, y que el muchacho suba con sus hermanos. Pues, ¿cómo subiré a mi padre no estando el muchacho conmigo, sin que yo vea el mal que sobrevendrá a mi padre?"
Vemos que Judá, como portavoz del grupo, concluyó su discurso con una propuesta; pidió sustituir a Benjamín y ocupar su lugar como esclavo. Cualquiera de ellos habría tenido la misma actitud. José quiso así comprobar la reacción de sus hermanos y todos ellos superaron la prueba.
En la historia futura llegaría Alguien que descendía de Judá, llamado el León de la tribu de Judá, que llevó sobre sí mismo el castigo en lugar de los culpables. Dijo el apóstol Pablo, en su carta a los Romanos 5:8;
"Porque Dios demuestra su amor para con nosotros, en que siendo aun pecadores, Cristo murió por nosotros."
Jesucristo ocupó el lugar de los culpables. El cargó con esa culpa para que pudiésemos ser salvos, hijos de Dios, justificados por la sangre que derramó en la cruz. Vamos ahora a
Génesis 45
Que continúa el relato pendiente del capítulo anterior. Después del largo discurso de Judá, José no pudo contenerse por más tiempo. Al fin,
José reveló a sus hermanos su verdadera identidad
Leamos los versículos 1 al 3, culminando esta emocionante escena;
"José no pudo ya contenerse delante de todos los que estaban junto a él, y exclamó: Haced salir a todos de mi lado. Y no había nadie con él cuando José se dio a conocer a sus hermanos. Y lloró tan fuerte que lo oyeron los egipcios, y la casa de Faraón se enteró de ello. José dijo a sus hermanos: Yo soy José. ¿Vive todavía mi padre? Pero sus hermanos no podían contestarle porque estaban atónitos delante de él."
En esta ocasión José no fue capaz de salir del salón. Nadie, ni sus hermanos, ni los siervos que allí se encontraban pudieron saber ni intuir el motivo de aquel llanto. Y habiendo sometido a prueba s sus hermanos, ya no había ninguna razón para ocultarles su identidad.
Y así fue como, embargado por tantas emociones no pudo contenerse más y pronunció la impactante declaración: "Yo soy José", que dejó enmudecidos a sus hermanos, que no sabían cómo asimilar que el poderoso segundo personaje de Egipto era su hermano vendido y desaparecido. En la casa de Faraón no podían entender el porqué de aquel llanto. La traducción dice que sus hermanos estaban "atónitos" y parece débil; más bien estaban aterrorizados. Si habían tenido temor antes, imaginémonos ahora. Habían transcurrido 25 años desde que le vieron por última vez, cuando le vendieron a los Ismaelitas y ahora quizás temían que desease vengarse. Entendemos que fuesen incapaces de pronunciar una sola palabra cuando José les formuló la primera pregunta, interesándose por su padre. Pero José, no tenía ninguna intención de vengarse.
Continuemos leyendo los versículos 4 al 8:
"Y José dijo a sus hermanos: Acercaos ahora a mí. Y ellos se acercaron, y él dijo: Yo soy vuestro hermano José, a quien vosotros vendisteis a Egipto. Ahora pues, no os entristezcáis ni os pese por haberme vendido aquí; pues para preservar vidas me envió Dios delante de vosotros. Porque en estos dos años ha habido hambre en la tierra y todavía quedan otros cinco años en los cuales no habrá ni siembra ni siega. Y Dios me envió delante de vosotros para preservaros un remanente en la tierra, y para guardaros con vida mediante una gran liberación. Ahora pues, no fuisteis vosotros los que me enviasteis aquí, sino Dios; y El me ha puesto por padre de Faraón y señor de toda su casa y gobernador sobre toda la tierra de Egipto."
Vemos que la segunda declaración de José, después de acortar las distancias pidiéndoles que se acercaran, reveló su afecto, pues les dijo: "Yo soy vuestro hermano José". Aquellos fueron, realmente, momentos dramáticos. El relato nos explica por qué José no albergaba sentimientos de venganza, aunque humanamente hubiese sido comprensible. El creía que a través de todo este largo período, Dios había permitido las incidencias humanas con un propósito; y dentro de sus propósitos, Dios había estado actuando en su propia vida.
Si tú y yo pudiésemos ver la mano de Dios actuando en nuestras vidas, ¿podríamos dar lugar a sentimientos de odio, resentimiento, y venganza? Creo que no. Una vez más, con su conducta y sus palabras, José le dio la gloria a Dios, le atribuyó a El todo el mérito de su ascenso y de su actual posición de autoridad.
Tenía tan solo 17 años cuando fue llevado a Egipto y 30 cuando fue conducido a la presencia de Faraón. Habían transcurrido 7 años de abundancia y en el momento de nuestro relato, habían pasado 2 años de hambre y escasez. Así que José tenía 39 años y había estado viviendo en Egipto por 22 años, viendo la mano de Dios en todo aquel proceso.
Continuaremos leyendo los versículos 9 al 11, donde veremos que
José invitó a su familia a venir a Egipto
"Daos prisa y subid adonde mi padre, y decidle: Así dice tu hijo José: Dios me ha hecho señor de todo Egipto; ven a mí, no te demores. Y habitarás en la tierra de Gosén, y estarás cerca de mí, tú y tus hijos y los hijos de tus hijos, tus ovejas y tus vacas y todo lo que tienes. Allí proveeré también para ti, pues aún quedan cinco años de hambre, para que no pases hambre tú, tu casa y todo lo que tienes."
Jacob y su familia no habrían sobrevivido mucho tiempo si hubiesen permanecido en la tierra de Palestina, durante aquel período. José quiso traerles a la tierra de Gosén que era, en realidad, la mejor zona de Egipto, la tierra donde Dios quería convertirles en una nación, protegida de aquel mundo. Las vidas de sus hermanos demostraron que necesitaban salir de la tierra de Canaán.
Leamos los versículos 12 al 15;
"Y he aquí, vuestros ojos y los ojos de mi hermano Benjamín ven que es mi boca la que os habla. Notificad, pues, a mi padre toda mi gloria en Egipto y todo lo que habéis visto; daos prisa y traed aquí a mi padre. Entonces se echó sobre el cuello de su hermano Benjamín, y lloró; y Benjamín también lloró sobre su cuello. Y besó a todos sus hermanos, y lloró sobre ellos; y después sus hermanos hablaron con él."
Los hermanos de José quedaron como fascinados, mientras escuchaban a José contar cosas que parecían increíbles, si José no hubiera estado allí en persona, entre ellos. También hubo una tierna escena entre los dos hermanos carnales, José y Benjamín, que dieron rienda suelta a su cariño y emoción después de tantos años de separación mientras los demás hermanos dejando atrás su aturdimiento acabaron hablando y expresándose su afecto.
Leamos los versículos 16 al 20;
"Cuando se oyó la noticia en la casa de Faraón, de que los hermanos de José habían venido, agradó a Faraón y a sus siervos. Entonces Faraón dijo a José: Di a tus hermanos: Haced esto: cargad vuestras bestias e id a la tierra de Canaán; y tomad a vuestro padre y a vuestras familias y venid a mí y yo os daré lo mejor de la tierra de Egipto, y comeréis de la abundancia de la tierra. Y a ti se te ordena decirles: "Haced esto: tomad carretas de la tierra de Egipto para vuestros pequeños y para vuestras mujeres, y traed a vuestro padre y venid. Y no os preocupéis por vuestras posesiones personales, pues lo mejor de toda la tierra de Egipto es vuestro."
Había tal alboroto en la casa de José, que la gente de fuera podía oírlo. Faraón mismo quiso saber qué estaba ocurriendo y supongo que habrá preguntado a alguien de la casa de José qué significaba todo aquello. Seguramente le habrán dicho: "¿Sabe Ud. que aquellos 11 hombres que vinieron desde Canaán son los hermanos de José?" ¿Y por qué habrá la noticia alegrado a Faraón? Recordemos que él era probablemente un rey perteneciente al pueblo de los Hyksos, de la misma raza que José y su familia. No había podido confiar demasiado en los egipcios y, satisfecho por la fidelidad de José, le complacía tener más gente como él allí. Por ello prometió todos los medios necesarios para que Jacob y su familia pudieran trasladarse, ofreciéndoles residir en la mejor región de Egipto.
Leamos los versículos 21 al 26;
"Y así lo hicieron los hijos de Israel; y José les dio carretas conforme a la orden de Faraón, y les dio provisiones para el camino. A todos ellos les dio mudas de ropa, pero a Benjamín le dio trescientas piezas de plata y cinco mudas de ropa. Y a su padre le envió lo siguiente: diez asnos cargados de lo mejor de Egipto, y diez asnas cargadas de grano, de pan y de alimentos para su padre en el camino. Luego despidió a sus hermanos, y cuando se iban les dijo: No riñáis en el camino. Y subieron de Egipto y vinieron a la tierra de Canaán, a su padre Jacob. Y le informaron, diciendo: José vive todavía, y es gobernante en toda la tierra de Egipto. Pero él se quedó atónito porque no los podía creer."
Jacob, sencillamente no podía creer lo que estaba oyendo. O no se fiaba mucho de ellos o, quizás, su corazón ya gastado no estaba en condiciones de ilusionarse inútilmente con una noticia tan maravillosa,
Leamos, pues, los últimos versículos del capítulo 45, el 27 y 28;
"Pero cuando ellos le contaron todas las cosas que José les había dicho, y cuando vio las carretas que José había enviado para llevarlo, el espíritu de su padre Jacob revivió. Entonces Israel dijo: Basta, mi hijo José vive todavía. Iré y lo veré antes que yo muera."
Finalmente, Jacob se convenció. La perspectiva de ver a José ciertamente influyó en su decisión de viajar a Egipto.
¿Tendría intenciones de quedarse en aquel país? No lo creo. Más bien, pensaría hacerle una visita a su hijo y, apenas el período de hambre terminase, regresar a su casa. Más adelante veremos que él nunca regresó a Canaán, excepto para su propio entierro ya que, aunque moriría en Egipto, residencia de su familia, sería sepultado en la tierra de Canaán.
En nuestro próximo programa nos ocuparemos del traslado de Jacob y su familia a Egipto.
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