Estudio bíblico de Efesios 1:4-5
Efesios 1:4-5
Regresamos hoy, amigo oyente, al primer capítulo de esta Carta a los Efesios. Estamos avanzando lentamente aquí, y nos encontramos en una sección bastante difícil. Vimos en nuestro programa anterior este maravilloso versículo 3, de este primer capítulo, donde hemos recibido una gran bendición. Allí dice:
"Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos bendijo con toda bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo"
Todas las bendiciones espirituales son una bendición triple, digamos. En primer lugar se nos dice: toda bendición espiritual. Esto es como un paquete que se ha envuelto en los lugares celestiales. Y finalmente, son colocados en una esfera más grande, esto es en Cristo. Y el pensamiento completo es que uno debe abrir este regalo para ver lo que Dios ha hecho por usted, para poder entonces, vivir por la fe, y asirse de ello, y vivir en el día de hoy en los lugares elevados a los cuales Dios lo ha llevado a usted. Él le ha hecho a usted un hijo; lo ha bendecido con toda clase de bendiciones espirituales. Y nosotros necesitamos vivir de esa manera en el mundo del presente.
En esta sección vemos que todo este proceso se ha llevado a cabo siguiendo un plan. Dios el Padre planeó la iglesia. Dios El Hijo pagó con Su sangre por la Iglesia, y Dios el Espíritu Santo protege la Iglesia. La fuente de todas nuestras bendiciones es el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo. Él nos hace pensar en la eternidad pasada, y hace que nos demos cuenta que la salvación es completamente de Dios, y que allí no hay nada de nosotros mismos. Cuando hacemos eso nos damos cuenta de que usted y yo no somos originadores de esto, ni tampoco los promotores, ni los consumadores de nuestra salvación. Él lo hizo todo, amigo oyente.
Hay una canción que lo expresa de la siguiente manera. "No he sido yo, Señor, quien te eligió, porque eso no podía ser. Mi corazón aun te rechazaría, pero tú me has elegido a mí". Y otra canción dice: "Jesús me buscó cuando era in extraño, alejándome del redil de Dios. Y Él, para rescatarme del peligro, interpuso su preciosa sangre". Dios es quien planificó nuestra salvación, amigo oyente, en la eternidad en el pasado, mucho antes de que usted y yo llegáramos a este mundo. El Señor Jesucristo es quien vino a este mundo y cuando se cumplió el tiempo determinado, logró nuestra salvación sobre la cruz del Calvario. Y luego Dios el Espíritu Santo es quien nos convence de culpa y de pecado en el presente. Él es quien nos lleva al lugar de fe en Cristo y al conocimiento salvador de la gracia de Dios que es revelada en el Señor Jesucristo.
Se cuenta la historia de un joven que se presentó ante las autoridades de una Iglesia y dijo que quería pertenecer a esa congregación. Los diáconos lo examinaron y le hicieron las siguientes preguntas: "¿Cómo es que llegaste a ser salvo?" "Bien", dijo el joven, "Yo hice mi parte y Dios hizo la Suya". Y esos diáconos pensaron que este joven estaba equivocado. Y le dijeron: "¿Cuál fue tu parte y cuál la parte de Dios?" Y el respondió sin titubear, respondió: "Mi parte fue la de pecar, huí de Dios tan rápido como me pudieron llevar estas piernas rebeldes que yo tengo, y donde mi corazón pecaminoso me llevara. Me escapé de Él. Y, ¿saben una cosa? Él corrió detrás de mí y me alcanzó."
Dios es quien salva. Nuestra parte es la de pecar. También, el desaparecido Dr. Henry Ironside, dijo en cierta ocasión, que a un muchacho se le había preguntado: "¿Has encontrado a Jesucristo?" Y el joven respondió: "Bien, señor, yo no sabía que Él se había perdido. Pero yo estaba perdido y Él me encontró". Y amigo oyente, usted no encuentra a Jesucristo, es Él quién lo encuentra a usted. Él es quien salió a buscar la oveja que se había perdido. Y Él es quien la encontró. Escuchemos lo que dice aquí este versículo 4, del capítulo 1, de la epístola a los Efesios:
"Según nos escogió en él antes de la fundación del mundo, para que fuéramos santos y sin mancha delante de él."
La palabra "según" es un conectivo que modifica la declaración anterior del versículo 3. Las bendiciones espirituales que usted y yo recibimos están de acuerdo con la voluntad divina. Todo se hace en consonancia y armonía con el propósito de Dios. Este mundo y el universo operarán de acuerdo con el plan y propósito de Dios. Así la palabra "según" mira hacia atrás a las tres bendiciones del versículo 3.
Dios escogió a los creyentes en Cristo antes de la fundación del mundo. Y esto quiere decir antes de todo tiempo, allá en la eternidad pasada. Permítanos decirle, estimado oyente, que eso quiere decir que ni usted ni yo hicimos la elección. Él no nos eligió porque fuéramos buenos, sino que nos eligió para que pudiéramos hacer algo bueno. Y toda la elección pertenece total y exclusivamente a la soberanía, a la sabiduría, y también a la bondad de Dios.
El predicador Spurgeon, dijo lo siguiente en cierta ocasión: "Dios me escogió antes de que yo viniera a este mundo, porque si Él hubiera esperado hasta que yo llegara aquí, entonces Él nunca me hubiera escogido". Es Dios quien nos ha escogido y nosotros no le hemos escogido a Él.
Recuerde usted lo que el Señor Jesucristo les dijo a Sus discípulos en el aposento alto: "No me elegisteis vosotros a mí, sino que yo os elegí a vosotros".(Juan 15:16). Como solía decir el Dr. Campbell Morgan: "Eso pone toda la responsabilidad en Él. Si Él fue quien nos escogió, entonces Él es responsable". Y eso es algo realmente maravilloso, amigo oyente.
Israel es un ejemplo de la elección divina. Recordemos lo que Dios dijo acerca de los hijos de Israel; en el libro de Amós, capítulo 3, versículos 1 y 2, dice: "Oíd esta palabra que ha hablado Jehová contra vosotros, hijos de Israel, contra toda la familia que hice subir de la tierra de Egipto. Dice así: A vosotros solamente he conocido de todas las familias de la tierra; por tanto, os castigaré por todas vuestras maldades". Dios escogió a Israel en el tiempo. Él escogió a la Iglesia en la eternidad. Dios hizo esa elección en la eternidad, y no se ha presentado nada inesperado que haya causado que Dios cambie su programa, o su forma de pensar. Él supo el fin de todo desde el mismo principio (ver Hechos 15:18).
Él lo hizo con cierto propósito; para que nosotros llegáramos a ser santos y sin mancha ante Él. Dios nos escogió para santificarnos. Él nos salva y Él nos santifica, para que seamos santos. Éste es lado positivo de Su propósito. Y esto tiene que ver con la vida interior del creyente. La elección de Dios requiere una vida santa. Hay muchas personas hoy que dicen: "Bueno, yo soy uno de los elegidos, he sido salvado por gracia y puedo hacer lo que quiera". Pablo respondió a las personas que opinan de esa manera cuando dijo en Romanos 6:1-2, "1¿Qué, pues, diremos? ¿Perseveraremos en el pecado para que la gracia abunde? 2¡De ninguna manera! Porque los que hemos muerto al pecado, ¿cómo viviremos aún en él?" Usted no puede usar la gracia como una licencia para pecar. Si usted continúa viviendo en el pecado es porque usted es un pecador y no ha sido salvo. Un pecador que ha sido salvo mostrará un cambio en su forma de vivir.
No sólo nos eligió Dios para que fuéramos santos sino también para que fuéramos sin mancha. Éste es el lado negativo. El creyente en Cristo es visto ante Dios como sin mancha. Otra vez vemos un ejemplo de esto en Israel. Dios no permitió que Balaám maldijera a Israel o que encontrara alguna falta en Su pueblo. Escuchemos lo que dijo en el libro de Números 23:21, "No ha notado iniquidad en Jacob, ni ha visto perversidad en Israel. El Señor su Dios está con él, y ellos lo aclaman como rey". Luego, nosotros tenemos que ser sin mancha. Ése es el lado negativo. Sí, pero si usted hubiera descendido al campamento de Israel, habrá visto que Dios encontró faltas en ellos, y los juzgó. Y Él estaba santificando y purificando ese campamento.
Amigo oyente, si Dios lo ha escogido a usted es para hacerlo santo, para convertirlo en una persona sin mancha. Y si no hay evidencias de cambio, entonces, usted no es uno de los escogidos. Dios quiere que Sus hijos vivan vidas que no estén marcadas o manchadas con el pecado, y Él ha hecho toda la provisión necesaria para que ellos sean absueltos de toda culpa. Recordemos que Juan dijo en su primera carta 2:1 y 2, "Hijitos míos, estas cosas os escribo para que no pequéis; pero si alguno ha pecado, abogado tenemos para con el Padre, a Jesucristo el justo. Y él es el sacrificio por el perdón de nuestros pecados; y no solamente por los nuestros, sino también por los de todo el mundo". (1 Juan 2:1-2)
Y a propósito, eso responde al interrogante de una expiación limitada, es decir, que Cristo sólo murió por los escogidos. Este versículo de Primera de Juan aquí deja bien claro que Él murió por el mundo. Y no interesa quién sea usted. Aquí hay una oferta legítima que le ha sido enviada a usted hoy, de parte de Dios, y esa oferta es que Jesucristo ha muerto por usted. Usted no se puede ocultar y decir: "Yo no soy uno de los elegidos". Usted forma parte de los escogidos si escucha Su voz. Usted también tiene una voluntad libre para no oír Su voz. ¡Y es algo maravilloso y glorioso que el Dios del cielo escogiera a algunos de nosotros aquí abajo y nos salvara! Ahora, yo no me propongo comprender esta verdad. Yo simplemente la creo.
Usted recuerda la ilustración que nos dio el Señor Jesucristo de un camino amplio, grande, y a un lado del camino hay una entrada muy angosta, y sobre esta entrada se ha puesto el anuncio: Yo soy el camino, la verdad y la vida; nadie viene al Padre sino por mí. (Juan 14:6) Lo interesante es que el camino ancho, por donde la mayoría de la gente transita, lo lleva a uno hacia abajo y se hace cada vez más estrecho, hasta que finalmente lleva a la destrucción. Usted puede continuar andando por ese camino ancho, pero también puede salirse de él si así lo desea. Usted puede abandonar ese camino al ver la invitación que dice: El que a mí viene, no le echo fuera, (Juan 6:37). Usted puede entrar por ese camino angosto y lo interesante es que la entrada es muy estrecha pero luego el camino se amplía. El Señor dijo: "Yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia". (Juan 10:10). Se habla acerca del camino ancho; pero el camino ancho, amigo oyente, comienza después que usted ha pasado por esa puerta estrecha. Es que usted tiene que hacer su propia elección. Todo aquel que quiera, puede venir, y esta declaración le incluye a usted. Es una invitación legítima.
El Señor Jesucristo le ha extendido a usted una invitación, y todo aquel que quiera puede entrar. No trate de decir que usted ha sido dejado a un lado, porque eso no es así. En el evangelio según San Juan, capítulo 3, versículo 16, leemos: "Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna". La frase "todo aquel" nos incluye a usted a mí. Donde dice: todo aquel, allí puede usted poner su propio nombre. Ahora bien, el hecho de que haya elegidos no quiere decir que sepamos quienes son, y usted no tiene ningún derecho a decir que usted es uno de los que no son elegidos. Si usted abre su corazón, puede entrar. Y eso es todo que usted tiene que hacer. No creemos en la idea de que usted pueda tener reservas mentales. El problema es que hay pecado en su vida y que la Biblia lo condena. Pero, si usted acude a Cristo, quiere decir que usted tiene que apartarse de ese pecado, y algunas personas, sencillamente, no quieren apartarse de su pecado.
"Nos escogió en Cristo". Una y otra vea la Biblia enfatiza la elección soberana de Dios. Y el mismo apóstol Pablo dijo en Segunda de Tesalonicenses 2:13 y 14, "13Pero nosotros debemos dar siempre gracias a Dios respecto a vosotros, hermanos amados por el Señor, de que Dios os haya escogido desde el principio para salvación, mediante la santificación por el Espíritu y la fe en la verdad. 14Para esto él os llamó por medio de nuestro evangelio: para alcanzar la gloria de nuestro Señor Jesucristo". Y el apóstol Pedro en su Primera Carta, capítulo 1, versículo 2 dice: "elegidos según el previo conocimiento de Dios Padre en santificación del Espíritu, para obedecer y ser rociados con la sangre de Jesucristo: Gracia y paz os sean multiplicadas". Llama la atención el ver que la elección y la santificación parecen ir juntas y ambas tienen lugar en el Señor Jesucristo. Si Dios le ha salvado a usted, no lo ha hecho porque usted sea bueno, sino precisamente por que no lo es. Creemos que el apóstol Pablo lo explicó en una manera clara en su Epístola a los Romanos (9:14-16) cuando dijo: "¿Qué, pues, diremos? ¿Que hay injusticia en Dios? En ninguna manera. Pues a Moisés dice: Tendré misericordia del que yo tenga misericordia, y me compadeceré del que yo me compadezca. Así que no depende del que quiere, ni del que corre, sino de Dios que tiene misericordia". Moisés se dirigió a Dios en oración, y Dios le respondió: "Moisés, Yo voy a escuchar y a contestar tu oración. Pero no porque tú seas Moisés, el libertador, sino porque Yo voy a mostrar misericordia en quien quiera y mostraré compasión en quien Yo quiera". Por lo tanto, la elección no depende del deseo ni del esfuerzo humano sino de la misericordia de Dios. ¿Le agradaría a usted, amigo oyente, experimentar la compasión de Dios? Entonces usted tendrá que volver hacia Él.
Creemos que una de las mejores ilustraciones que podemos tener de este tema, la encontramos en el libro de los Hechos de los apóstoles, capítulo 27, versículos 22 al 24. Recordemos que el apóstol Pablo, luego de haber padecido una tormenta huracanada y cuando su barco estaba inclinado peligrosamente, listo para hundirse, cuando los marineros ya habían arrojado algo de los aparejos de la nave, Pablo dijo al capitán de la nave: "Pero ahora os exhorto a tener buen ánimo, pues no habrá ninguna pérdida de vida entre vosotros, sino solamente de la nave, pues esta noche ha estado conmigo el ángel del Dios de quien soy y a quien sirvo, y me ha dicho: Pablo, no temas; es necesario que comparezcas ante César; además, Dios te ha concedido todos los que navegan contigo". Ésa era la presciencia de Dios, eso era elección. Dios había escogido que ninguno de los que había en ese barco, se perdiera. Un poco más tarde, Pablo encontró a un grupo de marineros que estaban tratando de abandonar el barco en un pequeño esquife para llegar a tierra de esa manera. Pero, Pablo dijo al capitán y a los soldados: "Si estos no permanecen en la nave, vosotros no podéis salvaros". (Hechos 27:31) Bueno, el capitán de la nave podría haberle dicho a Pablo: "Un momento. Ya me has dicho que ninguno perecería"; y él estaba en lo correcto, eso es lo que Pablo había dicho. Y ese era el lado de Dios: nadie perecería. Pero la condición era que si aquellos no permanecían en la nave, los demás no podrían salvarse. Y ese era el lado del hombre: ellos debían permanecer en el barco.
Debemos decir, amigo oyente, que Dios es quien conoce a los escogidos. Yo no sé quienes son. En cierta ocasión, alguien se dirigió a ese gran predicador que fue Spurgeon y le dijo: "Señor Spurgeon: si yo creyera lo que usted cree, no predicaría de la forma en que usted lo hace. Usted dice que cree que hay aquellos que son escogidos, pero usted predica como si todos pudieran ser salvos". "Bueno", le dijo el señor Spurgeon, "ellos pueden serlo. Pero, si Dios hubiera pintado una línea amarilla, digamos, en la espalda de aquellos que han sido escogidos, yo podría andar por la calle y levantar las camisas de esa gente, para ver si están pintados con esa línea amarilla en su espalda. Entonces, yo les presentaría a ellos el evangelio, pero Dios no hizo eso; Él me dijo a mí, que predicara el evangelio a toda criatura y todo aquel que cree, puede ser salvo". Amigo oyente, ésas son nuestras órdenes y en cuanto a mí se refiere, y mientras Dios no nos entregue la lista de los escogidos, vamos a continuar presentando este evangelio a todos, diciéndoles que todo aquel que crea en Dios puede ser salvo. Este es el evangelio que nosotros debemos predicar hoy.
Alguien lo explicó de esta manera: en la puerta del cielo, del lado nuestro, se puede leer: "Yo soy la puerta, el que por mi entre será salvo; entrará y. . . y hallará pastos". (Juan 10:9) Pero luego, cuando usted pasa al otro lado de la puerta, cuando usted entra al cielo, puede mirar hacia atrás y ver que en esa misma puerta dice: "Escogidos en Él, antes de la fundación del mundo". Pero, amigo oyente, ya que yo todavía no he visto el otro lado de la puerta, le doy a Dios el derecho de planificar Su iglesia.
Es como lo que ocurrió en una pareja que deseaba edificar una nueva casa. Y mostraron a unos amigos suyos, los planos que habían elaborado para edificar esta casa. Esta pareja construyó un hermoso lugar, una hermosa casa. Luego de algún tiempo, estos amigos fueron a visitarlos y vieron esa pareja había construido esa casa, tal como lo habían planeado. Ahora, estas personas no tenían ningún conocimiento sobrenatural, pero nadie les discutió si ellos tenían el derecho de hacer y disponer de algo que era de su propiedad, según el plan que habían elaborado. Dios ha planeado la Iglesia; después de todo, este es Su universo y la Iglesia es Su Iglesia. ¿Y cuál es este plan? Como decía el versículo 4, según nos escogió en él antes de la fundación del mundo, para que fuéramos santos y sin mancha delante de él. Sigue diciendo el versículo 5 de Efesios 1:
"Por su amor, nos predestinó para ser adoptados hijos suyos por medio de Jesucristo, según el puro afecto de su voluntad"
Otra versión traduce la última parte de este versículo de la siguiente manera: "según el buen propósito de su voluntad". Ahora, nos encontramos en una sección muy importante. Nos encontramos en esa división del Bosquejo General, en el capítulo 1. Como ya vimos antes, al iniciar la consideración del versículo 3, nos encontramos en el párrafo de nuestro Bosquejo General titulado Dios el Padre planeó la iglesia. (1:3-6). Nadie edificaría una casa sin haber preparado previamente un proyecto. Ahora surgen las preguntas: ¿Cuál es el proyecto de Dios? ¿Qué hizo Dios al planear la iglesia? La gran magnitud de su obra puede resumirse en la siguiente afirmación: Él hizo tres cosas: (1) Nos escogió en Cristo. (2) Nos predestinó para ser adoptados como hijos, y (3) Impartió Su gracia sobre nosotros en el Amado.
Necesitamos saber que hemos sido escogidos en Él y debemos mantenernos firmes hoy por Dios, y eso causará una diferencia en nuestra forma de vivir aquí en este mundo. Estimado oyente, le invitamos a establecer esa relación con Dios al creer en el Señor Jesucristo como su Salvador. Y entonces comprobará usted cómo el poder de Dios, por el Espíritu Santo puede transformar su vida, llenándola de significado, e impulsándola con una nueva motivación.
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