Estudio bíblico de Efesios 1:2-3
Efesios 1:2-3
Antes de comenzar a considerar nuevamente el versículo 2, vamos a hacer referencia ahora a la parte del Bosquejo General que se refiere al capítulo 1, y a otras consideraciones generales que nos ayudan a recordar el contexto de esta carta. En este primer capítulo de la Carta a los Efesios, vemos que la Iglesia es un cuerpo, el cuerpo de Cristo. Ésta es una realidad y el cuerpo va creciendo y desarrollándose hoy en el mundo. En los primeros dos versículos encontraremos una introducción, y luego veremos cómo Dios el Padre planeó la Iglesia, en los versículos 3 al 6. Luego tenemos en los versículos 7 al 12, de este primer capítulo de la epístola a los Efesios, que Dios el Hijo pagó el precio por la Iglesia. Porque tenemos redención por medio de la sangre que Él derramó en la cruz. Luego vemos en los versículos 13 y 14, que Dios, el Espíritu Santo protege a la Iglesia; Pablo dijo fuisteis sellados con el Espíritu Santo de la promesa. Aquí podemos recordar también sus palabras de Primera de Corintios 12:13: "Porque por un solo Espíritu fuimos todos bautizados en un cuerpo". Luego, entre los versículos 15 y 23, tenemos la oración del apóstol pidiendo conocimiento y poder.
Tenemos que dedicar tiempo a examinar atentamente esta epístola. Yo siento la convicción de que junto con Romanos, Primera y Segunda de Corintios y Gálatas, a Efesios se la debería dar la máxima prioridad entre las cartas apostólicas. Estas cartas contienen un mensaje palpitante, personal y vivo para usted y para mí en la actualidad, probablemente, como ninguna otra parte de las Sagradas Escrituras. Son las grandes cartas doctrinales. Por ejemplo, cuando Dios le dijo a Josué en Josué 1:2, "Levántate y pasa este Jordán", por supuesto, no me estaba hablando a mí, sino que le estaba dando instrucciones a Josué. Sin embargo, para mí hay allí una aplicación. La epístola a los Efesios equivale al libro de Josué en el Nuevo Testamento, y siento que me habla directamente a mí de una manera especial.
En este programa vamos a considerar nuevamente el versículo 2 de esta carta a los Efesios. Leamos entonces este versículo 2 de Efesios 1:
"Gracia y paz a vosotros de parte de Dios, nuestro Padre, y del Señor Jesucristo."
En nuestro programa anterior dijimos que ésta era la introducción más breve de todas las introducciones a las cartas de Pablo. Es breve porque esta carta fue enviada a la iglesia en Éfeso pero en realidad estaba destinada a ser leída por todas las iglesias. En algunos de los principales manuscritos, las palabras "en Éfeso" no son mencionadas. Aparentemente ésta es la Carta a la cual se refirió Pablo cuando dijo en su epístola a los Colosenses, que se leyera la Epístola dirigida a los de Laodicea. En otras palabras, ésta era una Carta escrita para circular entre las Iglesias de aquella época. El autor no estaba escribiendo aquí tanto para la iglesia local de Éfeso como para la iglesia en general, es decir, para el cuerpo invisible de creyentes.
En el versículo 2 tenemos la expresión Gracia . . . a vosotros. "Gracia" era la forma de saludar entre los no judíos del tiempo de Pablo. El término griego equivalente era "charis". En la actualidad se utiliza entre los griegos una forma parecida.
Y Pablo añadió y paz. Éste era el saludo en el mundo religioso. Ésa es la palabra que usted escucharía en Jerusalén: "shalom".
Pablo tomó estas dos palabras que constituían un saludo común de la época y les dio un significado hermoso, elevándolas a las alturas. La gracia de Dios es el medio por el cual Él nos salvó. Usted debe conocer la gracia de Dios antes de poder experimentar la paz de Dios. Pablo siempre las mencionó en ese orden, la gracia antes que la paz. Como dijo también Pablo en Romanos 5:1, Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo.
Hoy podemos ver la palabra "paz" por todas partes. Generalmente se refiere a la paz en alguna parte del mundo, o a la paz mundial. Pero el mundo nunca podrá conocer la paz hasta que conozca la gracia de Dios. Lo interesante es que uno no ve mucho por ahí la palabra "gracia". Uno suele ver las palabras "amor" y "paz", son palabras muy familiares, y se supone que han sido tomadas de la Biblia, pero con frecuencia no se usan con el significado de la Biblia. La "paz" es paz con Dios porque nuestros pecados son perdonados. Nuestros pecados nunca pueden ser perdonados hasta que conozcamos algo de la gracia de Dios.
La frase final del versículo 2 dice: de parte de Dios, nuestro Padre, y del Señor Jesucristo. La gracia y paz provienen de Dios nuestro Padre: En realidad, Él se convierte en nuestro Padre cuando nosotros experimentamos la gracia de Dios y somos regenerados por el Espíritu de Dios. La gracia y la paz también provienen del Señor Jesucristo. ¿Por qué no dijo Pablo que ellas también provienen del Espíritu Santo? ¿No creía Pablo en la Trinidad? Sí, creía, pero el Espíritu Santo ya estaba en Éfeso habitando en los cristianos.
Después de los versículos 1 y 2, que forman la introducción, seguimos en el capítulo 1 que hemos titulado "La iglesia es un cuerpo", y vamos a leer el versículo 3, comienza un párrafo que en nuestro Bosquejo General hemos titulado
Dios el Padre planeó la Iglesia
"Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos bendijo con toda bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo"
En este versículo Pablo presentó una exaltada doxología, que es una fórmula especial de alabanza a la Trinidad. Esta alabanza se dirige a Dios como el Padre de nuestro Señor Jesucristo, que el versículo 6 será llamado el "Amado", recordando que toda dádiva espiritual ha sido puesta a disposición de la iglesia, la cual existe y recibe su vida de Cristo, quien es la Cabeza de ese cuerpo u organismo vivo, y que ahora reina en los "lugares celestiales". Aquí podemos notar algo que es muy importante. Dios nos ha bendecido. Nosotros le alabamos a Él con nuestros labios porque Él primero nos ha bendecido. Y nuestra bendición es una declaración. Sus bendiciones son hechos. Nuestra bendición es una declaración. Sus bendiciones son acciones. Nosotros le declaramos bendito. Él nos hace benditos a nosotros. ¿Qué es lo que quiere decir "bendito"? La palabra "bendito" contiene la connotación de "felicidad" y "gozo". Dios se está alegrando en el día de hoy. Él es feliz porque Él tiene un camino, una forma de salvarle a usted, y Él puede bendecirle. Aquí dice que Dios nos bendijo. No podemos pensar en algo más maravilloso que esto. Él no estaba hablando de algo que puede ser nuestro cuando lleguemos al cielo, sino de algo que es nuestro ahora mismo. Alguien me preguntó una vez: ¿Ha recibido usted la segunda bendición? Estimado oyente, yo estoy recibiendo cientos de ellas. No sólo he recibido la segunda bendición, sino que he tenido miles de bendiciones. Él nos ha bendecido, y lo ha hecho por medio del Señor Jesucristo.
Aquí estamos bendecidos con toda bendición espiritual, y tenemos que apreciar lo siguiente: que es en los lugares celestiales. Aunque el adjetivo se usa en otros pasajes, la expresión completa "lugares celestiales" y considerando la totalidad del Nuevo Testamento, sólo se emplea en Efesios. Se encuentra cinco veces: aquí en 1:3, en 1:20, en 2:6, en 3:10 y en 6:12. El sustantivo "lugares" no se encuentra en el original. Este término denota las esferas o ámbitos de nuestra asociación en Cristo. Todavía no estamos en el cielo, pero nuestro llamamiento es celestial; el poder de nuestro vivir diario es celestial; la provisión de Dios es celestial. Y aquí estamos, bendecidos con toda bendición espiritual, y eso ocurre en las regiones celestiales. No sabemos exactamente donde están esas regiones celestiales, pero sí sabemos donde está el Señor Jesús. Él está a la derecha de Dios y aquí se nos dice que estas bendiciones son en Cristo. Debemos enfatizar que aquí no dice que estas bendiciones están "con Cristo". Ahora mismo, usted y yo estamos sentados "en Cristo", al estar unidos a Cristo. Cuando alguien nos pregunta: ¿va a ir usted al cielo algún día? La respuesta generalmente es "Sí, así lo espero". Pero habría que matizar la respuesta. Si usted va a ir al cielo, en un sentido espiritual ya se encuentra allí unido a Cristo. Él le ha bendecido en las regiones celestiales y usted se encuentra allí, indiferentemente de cual sea su posición aquí. Su vida práctica aquí puede no ser buena, pero si usted es un hijo de Dios, usted ya está en Cristo, es decir, unido a Cristo.
Algunos lo interpretan erróneamente en otra dirección. Al finalizar una sesión de Estudio Bíblico alguien oró diciendo: "Señor, te damos gracias porque hoy hemos estado sentados en los lugares celestiales en Cristo". Esta persona no había entendido el asunto. No tenemos que pasar por una experiencia espiritual concreta, como asistir a un servicio religioso o a una sesión de estudio, tan importantes como puedan ser, y sentir el corazón lleno de esas verdades espirituales, para estar sentados en las regiones celestiales. El hecho es que usted está en esas regiones celestiales incluso cuando se encuentra deprimido. Debemos estar agradecidos a Dios que nuestra elevada posición no depende de nuestros cambiantes estados de ánimo, a veces agravados por situaciones de aflicción, angustia, soledad o desánimo. Todos los que están unidos a Cristo se encuentran sentados en esas regiones celestiales. Ésa es la posición que Él nos ha dado.
Ahora, Dios es bendito. Dijo Pablo en el versículo: "Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo". Y nosotros le alabamos. ¿Por qué? Porque Él nos ha bendecido. Ahora, Él nos ha bendecido con toda bendición espiritual. El paralelo aquí es el libro de Josué en el Antiguo Testamento. En el estudio de ese libro vimos que Dios entregó a los israelitas la tierra de Canaán. Canaán no es una figura del cielo. Canaán es una figura del lugar en que hoy vivimos. Nunca podría ser una figura del cielo porque allí había enemigos con quienes luchar y batallas que ganar. Aquí abajo, en la tierra, es donde se libran las batallas. Cuando lleguemos al cielo, estimado oyente, ya no habrá más batallas. Lo interesante es que Dios les dio a los israelitas la tierra prometida. Todo lo que tenían que hacer era tomar posesión de ella. Como leemos en Josué 1:3, Dios le dijo a Josué: "Yo os he entregado, tal como lo dije a Moisés, todos los lugares que pisen las plantas de vuestros pies". Y Josué podría haber dicho: "Bueno, Señor, ya nos la has dado, déjanos ahora entrar y tomarla"
Estimado oyente, Dios nos ha bendecido con toda bendición espiritual. Estamos en Cristo. ¿Se ha detenido alguna vez a pensar en lo que tenemos en Cristo? Dios ha hecho que Cristo sea justicia, y nuestra santificación. Cuando yo era niño estaba tratando de lograr mi salvación por medio de las obras, pero no me fue muy bien en el intento. Después aprendí que Cristo era mi justicia, mi justificación, y después de ser salvo, intenté esforzarme para ser bueno. Y tampoco me fue muy bien en el intento. Luego, aprendí que Dios había hecho que Cristo fuera mi santificación. Es que yo tengo todo en Cristo; he sido bendecido con toda clase de bendiciones espirituales. Y uno no puede mejorar esa situación, ¿no le parece? Cuando usted viene a Cristo, tiene todo en Él. No es necesario esperar un poco más, tenemos todas las bendiciones concedidas en Cristo. Sólo falta un detalle importante. Tenemos que tomar posesión de ellas.
Existen dos formas de actuar frente a esas bendiciones espirituales, que actualmente son posesiones espirituales nuestras, de esos bienes que ya nos pertenecen.
Permítanos contar dos historias hoy, y ambas son verídicas. En cierta ocasión apareció en un periódico de una gran ciudad una noticia en la primera página, la cual al encontrarse casi al final de ella, podía haber pasado desapercibida para muchos. Esto era lo que decía: "Los bares de esta ciudad, así como las posadas más miserables que suelen ser frecuentadas por los vagos, están siendo objeto de una intensa búsqueda en el día de hoy, para tratar de encontrar a una persona (y daba el nombre) de 50 años de edad, un graduado de la Universidad de Oxford; que ha heredado la mitad de una herencia de siete millones de euros. El Departamento de Personas Perdidas espera que, entre aquellos indigentes que frecuentan lugares como éstos, o en alguno de los hoteles baratos de esta ciudad, aparezca el hijo del acaudalado naviero que ha dejado esta fabulosa herencia". Al leer eso, amigo oyente, uno piensa en lo trágico que es esto. Imagínese usted ser el heredero de la mitad de una fortuna semejante y ser un vagabundo que se pasa la noche durmiendo en los peores lugares de la ciudad. Ahora, ¿sabe usted cuál fue el resultado de ese artículo que mencionamos, que apareció en ese periódico? ¿Sabe usted lo que realmente sucedió? Pues bien, al fin encontraron a ese hombre. Pero lo encontraron muerto. Había estado durmiendo a las puertas de un comercio, en una noche muy fría. Muchos cristianos viven y mueren en esa condición de miseria espiritual, y sin embargo han sido bendecidos con todas las bendiciones espirituales disponibles en Cristo, en las regiones celestiales.
Hay otra historia que quisiéramos relatar en este momento, y esta historia también es verídica. Hace algún tiempo el heredero de un noble británico estaba viviendo en la pobreza, tratando de sobrevivir en la misma miseria. Finalmente, cuando murió ese miembro de la nobleza, comenzaron a buscar a este heredero y lo encontraron. Entonces, procedieron a darle la buena noticia, y le dijeron que él era el heredero de ese noble. Y, ¿sabe usted lo que hizo este hombre? Creyó en lo que le dijeron. La gran publicidad en torno a este caso le convirtió rápidamente en una persona bien conocida. Fue a una sastrería y compró el mejor traje. Y después, compró un billete de primera clase para viajar al país donde debía cobrar la herencia, para regresar con la elegancia y comodidad que su nueva situación requería. Y, ¿sabe por qué? Porque él había creído que esa fortuna era suya y actuó en consecuencia. Estimado oyente, usted puede vivir una vida cristiana haciendo el viaje en primera clase, o en la clase más económica, aquella que ofrece únicamente lo indispensable. Hay muchos creyentes hoy que más que vivir, sobreviven con lo elemental, lo indispensable. Se puede vivir en la riqueza espiritual, disfrutando de esas abundantes riquezas a nivel personal, e incluso compartiéndolas con otros. Resultando de bendición para otros cristianos. O se puede vivir en una pobreza espiritual, y recordemos que en una vida de escasez predominan la amargura, la envidia, y el descontento con uno mismo. Ese estado es bastante común, en una época en que los valores de los creyentes están especialmente enfocados en las cuestiones materiales. Muchos cristianos recurren al activismo, que es una mera serie interminable de acciones destinadas a llenar un vacío en la vida del cristiano. Pero tarde o temprano, el activismo conduce al hastío, al cansancio. Porque no puede ocupar el lugar que sólo las riquezas y bendiciones espirituales pueden llenar para satisfacer al corazón humano. Dios quiere que usted sepa que usted ha sido bendecido con todas las bendiciones espirituales en Cristo. Él no nos ha prometido bendiciones físicas o prosperidad, pero nos ha garantizado las espirituales, las que están ya disponibles en los lugares celestiales. Estimado oyente, usted no va a recibir ninguna bendición espiritual en esta vida a no ser que le llegue por medio de Jesucristo. Él no sólo nos ha salvado, pero también es el que nos colma de bendiciones. Como necesitamos hoy tomar posesión de ellas para comenzar a vivir como un hijo de Dios debería vivir, con una vida de auténtica calidad. Después de todo, hoy la gente busca aumentar su calidad de vida material, surtiéndose de todo lo necesario para disfrutar de todas las ventajas que ofrece la sociedad de consumo. Entonces, ¿por qué no buscar un aumento de la calidad de la vida espiritual? ¿Por qué conformarse con una vida espiritual raquítica, de escasez, que depende exclusivamente del esfuerzo humano y en la capacidad de entretenimiento de tener muchas actividades para llenar el tiempo y los espacios vacíos?
Ahora, al terminar el versículo 3 hemos llegado a una sección muy importante. Nos encontramos en esa división del Bosquejo General, en el capítulo 1. Como ya vimos antes, al iniciar la consideración del versículo 3, nos encontramos en el párrafo de nuestro Bosquejo General titulado Dios el Padre planeó la iglesia. (1:3-6). Nadie edificaría una casa sin haber preparado previamente un proyecto. Ahora surgen las preguntas: ¿cuál es el proyecto de Dios? ¿Qué hizo Dios al planear la iglesia? Aunque comenzaremos con este tema en nuestro próximo programa, nos limitaremos a mencionar que Dios hizo tres cosas: (1) Nos escogió en Cristo. (2) Nos predestinó para ser adoptados como hijos, e (3) Impartió Su gracia sobre nosotros en el Amado.
Lo importante, estimado oyente, es que al oír hablar de los planes de Dios en la iglesia, usted sea consciente de que está incluido en los planes y propósitos de Dios. Y en consecuencia, Él conoce su nombre, su situación en la vida y su actual condición. Pero Él ve su parte interior, aquella que sólo sus seres queridos conocen. Más aún, en el estudio de la Biblia y, concretamente del Salmo 139, que estudiamos en la serie del Libro de los Salmos, seguramente recordará usted que enfatizamos el hecho de que Dios conoce nuestros más íntimos pensamientos, aquellos que nadie conoce sino sólo nosotros mismos. En el versículo 2, el apóstol Pablo, en sus palabras introductorias a esta carta, y después de haber saludado a sus lectores, se refirió a Dios como "nuestro Padre". Y al despedirnos hoy le preguntamos: ¿puede usted considerar a Dios como su Padre celestial? ¿Tiene usted esa relación con Él? Si no la tiene, le recordamos que puede iniciarla ahora mismo. Recuerde el saludo del apóstol Pablo al principio de esta carta dirigida a aquellos antiguos lectores suyos, y recíbalo usted de una manera estrictamente personal. Dijo el apóstol: "Gracia y paz. . . de parte de Dios, nuestro Padre, y del Señor Jesucristo".
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