Estudio bíblico de Filipenses 2:25-3:1
Filipenses 2:25-3:1
Amigo oyente, en el capítulo 2 de esta epístola a los Filipenses, que estamos estudiando, hemos estado observando la norma del vivir cristiano.
En nuestro programa anterior comentamos que Pablo quería que Timoteo fuera el que les llevase a los Filipenses el mensaje sobre lo que iba a ocurrirle allí en la prisión. El apóstol tenía esperanzas de salir en libertad de la cárcel, y tenía previsto un ministerio itinerante para su nueva etapa, aunque este aspecto no quedó registrado en la Biblia. Más adelante, cuando los cristianos fueron perseguidos por Nerón, Pablo, naturalmente, fue traído otra vez a la cárcel y fue ejecutado.
Llegamos ahora al párrafo que nos habla sobre
El sentir de Epafrodito - La obra de Cristo
Epafrodito era otro que tenía el sentir de Cristo. El, Pablo y Timoteo estaban todos juntos, como hermanos en Cristo, sirviendo al Señor. Recordemos que él era el pastor de la iglesia en Filipos. Notemos lo que dice el versículo 25:
"Pero me pareció necesario enviaros a Epafrodito, mi hermano, colaborador y compañero de lucha, a quien vosotros enviasteis a atenderme en mis necesidades."
Pablo había fundado la iglesia en Filipos, pero Epafrodito no estaba celoso de Pablo; Pablo sentía gran cariño por Epafrodito porque éste tenía el sentir de Cristo y el apóstol podía confiar en él. Le llamó mi hermano, colaborador y compañero de lucha. Fue como si Pablo hubiera dicho: "es mi compañero de lucha; el lucha conmigo. El nunca me traicionaría cuando estoy lejos. Nunca se pondría de parte de mis enemigos. El se encuentra hombro con hombre conmigo en la causa de la fe."
El versículo termina presentando a Epafrodito como un mensajero enviado para atender a sus necesidades. El fue una gran ayuda práctica cuando Pablo se encontraba detenido y encadenado. Escuchemos lo que Pablo dijo aquí en el versículo 26:
"Él tenía gran deseo de veros a todos vosotros, y se angustió mucho porque os habíais enterado de su enfermedad."
Vemos que Epafrodito se enfermó y a la iglesia en Filipos le llegaron noticias de que su pastor se encontraba enfermo. El les echaba de menos y probablemente sentía también nostalgia con frecuencia. Entonces cuando se enteró de que la iglesia estaba lamentándose porque él estaba enfermo, sufrió una recaída, porque le hizo daño saber que ellos se sentían tristes y afectados por su enfermedad. Estas reacciones nos muestran la hermosa relación que había entre la iglesia en Filipos y su pastor. Y el amor que los miembros de la iglesia le profesaban, habla muy bien de la iglesia en Filipos. Podríamos decir que en general, la iglesia tenía un alto nivel espiritual, porque sus líderes habían sabido granjearse la confianza y el cariño de los miembros de la congregación. Evidentemente era una iglesia activa en la oración y preocupada por la extensión del Evangelio.
Esta es la atmósfera espiritual que se percibe en una comunidad cuyos miembros tienen una relación personal con Dios, y que se rige por el sentir, por la forma de sentir y pensar de Jesucristo. De esa manera, Dios muestra Su voluntad y lleva a cabo Sus propósitos, actuando libremente por Su Espíritu, promoviendo el crecimiento numérico y espiritual de esa congregación. Estimado oyente, cuando uno al recibir el don de la salvación establece esa relación con Dios por medio del Señor Jesucristo, y está dispuesto a obedecer a Su Señor con la ayuda del Espíritu Santo, la paz que sólo Él puede dar ,y que nosotros no podemos lograr por nosotros mismos, impera en las relaciones de cada uno con su Señor, y en las relaciones con todos los demás miembros del pueblo de Dios.
Y Pablo continuó diciendo en el versículo 27:
"En verdad estuvo enfermo, a punto de morir; pero Dios tuvo misericordia de él, y no solamente de él, sino también de mí, para que yo no tuviera tristeza sobre tristeza."
Ahora, quisiéramos destacar aquí, algo que quizás pase desapercibido. Muchos sinceros creyentes creen hoy que los cristianos no deberían estar enfermos, y que deberían confiar en Dios para que les sane. Pero entonces nosotros formulamos la pregunta: "¿por qué no sanó Pablo a Epafrodito? El pastor de la iglesia de Filipos estaba tan enfermo que casi murió. Es que Pablo y los otros apóstoles tenían dones que eran señales; tenemos que recordar que ellos no tenían la guía que tenemos hoy, que es el Nuevo Testamento. Cuando Pablo comenzó a proclamar el mensaje del evangelio, aun no se había escrito ninguna parte del Nuevo Testamento. Pablo mismo escribiría el segundo libro del Nuevo Testamento. Cuando se dirigía hacia un nuevo territorio con su mensaje, ¿cuál era su autoridad? El no tenía ninguna excepto los dones que eran señales, entre los que se encontraba el don de sanidad. Pero en ese momento de su carta a los Filipenses, Pablo se estaba acercando al final de su ministerio. Recordemos que Pablo mismo tenía como un aguijón en su cuerpo que el Señor no removería. En cambio, el Señor le dio a Pablo la gracia para soportarlo. Después recordemos que Timoteo tenía un problema en el estómago. Si Pablo era un sanador, ¿por qué no sanó a Timoteo? En realidad le recomendó que tomase vino para aliviar su dolencia. Y en 2 Timoteo 4:20 el apóstol Pablo dijo que había dejado a Trófimo en Mileto, enfermo. ¿Por qué no lo sanó? Y ahora, en el pasaje de Filipenses que estamos estudiando el apóstol tenía con él a su joven predicador, a Epafrodito, que estaba tan enfermo que casi se murió. Pero Pablo no lo sanó. Mas bien, le dio todo el mérito a Dios; diciendo que Dios tuvo misericordia de él. Su sanidad se produjo de una manera natural. Pablo convirtió esta enfermedad en un asunto de oración, y Dios oyó y contestó la oración. ¿Por qué Pablo no usó su don de sanidad? Porque quizás en esta última etapa, incluso antes de que los apóstoles desaparecieran de la escena, el énfasis se desplazaba hacia el Gran Médico divino.
Es que esta epístola enfatiza el sentir de Cristo, un sentir humilde. Un predicador que sanara por la fe, estaría en el centro de atención de todos. Se haría muy famoso. Así que el Señor Jesucristo es el Gran Médico. El autor de estos estudios nos relató lo siguiente: "Cuando se descubrió por primera vez que tenía cáncer, recibí una gran cantidad de cartas aconsejándome que fuera a diversos predicadores que practicaban la sanidad por fe. En realidad, no fui a ninguno, excepto a un gran especialista en cáncer y al Gran Médico. Tuve un encuentro con él y le dije que quería vivir. Puso mi caso en Sus manos. Y El recibirá toda la honra por lo que sucedió conmigo". Hasta aquí, las palabras del Profesor McGee.
Por lo tanto, cuando el apóstol Pablo se encontraba al fin de su ministerio terrenal, no le dio ningún énfasis a la sanidad. Aquí en este pasaje, tenía con él a un predicador enfermo, y no ejercitó ese don de sanidad que él tenía. ¿Por qué? Por que Pablo estaba desplazando el énfasis donde debería estar; es decir, sobre la persona del Señor Jesucristo.
Entonces Pablo procedió a enviar a Epafrodito de regreso a FIlipos. Y en el versículo 28, de este capítulo 2, dijo:
"Así que me apresuro a enviarlo, para que al verlo de nuevo, os alegréis, y yo esté con menos tristeza."
Pablo quería que ellos se alegraran, no que estuvieran tristes. Y yo esté con menos tristeza. ? dijo él. En realidad estaba preocupado por la iglesia en Filipos, que estaba lamentándose en vez de alegrarse. Y luego, él continuó en el versículo 29, y dijo:
"Recibidlo, pues, en el Señor, con todo gozo, y tened en estima a los que son como él"
Observemos las palabras de respeto de Pablo hacia Epafrodito, y su forma de promover el respeto hacia los que colaboraban en otras tareas de la iglesia. El respeto es esencial para el ejercicio de la autoridad espiritual y Pablo se ocupó en reforzar aquella autoridad. Deberíamos respetar a quien está enseñando la Palabra de Dios. Si esa persona tiene un don de la enseñanza que Dios está usando, tanto el don como el individuo deben ser respetados. Nuestra atención tendría que estar centrada en la Palabra de Dios. Porque esa Palabra nos revela a Cristo, y el sentir de Cristo.
Continuemos leyendo el versículo 30:
"Porque por la obra de Cristo estuvo próximo a la muerte, exponiendo su vida para suplir lo que os faltaba en vuestro servicio por mí."
Epafrodito estaba haciendo la obra de Cristo. El necesitaba tener el sentir de Cristo para llevar a cabo esa tarea.
Parece que leer la historia de estos hombres nos hace sentir escalofríos. Estaban viviendo en el primer siglo, en la época del Impero Romano. EL Impero de César Augusto se lanzó a conquistar el mundo. La ley de Roma se impuso por todas partes. No se mostraba compasión para nadie, sino que imperaba la ley y el orden. En aquellos tiempos no había un poder que pudiera protestar contra Roma. Entonces un día surgieron Pablo, el apóstol, y aquellos que tenían con él un mismo sentir. Ellos predicaron un evangelio que explicaba que había un Dios en el universo quien, por medio de la redención que realizó en una cruz romana, había provisto gracia para la humanidad. Y en aquellos días, multitudes se volvieron a Cristo.
Observemos por unos momentos a aquel hombre pequeño, Pablo el apóstol, encadenado a un soldado romano. ¿Qué estaba haciendo? Bueno, estaba dando su testimonio de Cristo, y se estaba alegrando en el Señor. Tenía el sentir de Cristo. También vemos a un apuesto joven, Timoteo, caminando por aquella ciudad pagana. ¿Usted ha dicho alguna vez que no puede vivir para Cristo en una sociedad pagana o atea? Mire a Timoteo. El lo hizo muy bien. El tenía el sentir de Cristo. Y después dirijo mi mirada hacia Epafrodito, un pastor fiel allá en la ciudad de Filipos, que era una colonia romana, pero también una ciudad pagana. Epafrodito también tenía ese sentir.
Ahora dirijamos la mirada hacia nosotros mismos y digámonos que ésta no es hora de ofrecer excusas. Si estos hombres pudieron tener el sentir de Cristo en el primer siglo, hoy en el siglo veintiuno en que nos encontramos, usted y yo también podemos tener el sentir, la forma de pensar y ver las cosas de Cristo. No por imitación, sino rindiendo a El nuestra vida, será como el Espíritu de Dios podrá producir en nuestras propias vidas el sentir de Cristo. ¡Cuán urgentemente necesitamos en las actuales circunstancias humanas, esta actitud, esta forma de pensar que hubo en el Señor Jesucristo. Y ¡como necesitamos esa actitud encarnada en las vidas de los cristianos!
Antes de pasar al capítulo 3, vamos a recordar el bosquejo de este capítulo 2 de Filipenses:
En el capítulo 2, encontramos el "modelo del vivir cristiano". Después de hacer referencia a la actitud de los Filipenses en su convivencia y sus motivaciones, en los versículos 5 al 8 se habla de la Mente de Cristo, que se destacaba por su humildad. En los versículos 9 al 11, se habla de la Mente de Dios, revelada en la exaltación de Cristo. En los versículos 12 al 18, se habla sobre la Mente de Pablo, reflejada en la actitud que él quiere que sus lectores desarrollen en la práctica en todo lo que tenga que ver con Cristo. En los versículos 19 al 24, se hace referencia a la Mente de Timoteo, que sigue el modelo de la de Pablo y en los versículos 25 al 30, de la Mente de Epafrodito, en cuya vida se reflejó la palabra y la obra de Cristo.
Bien, llegamos ahora a
Filipenses 3:1
aquí tenemos el premio para el vivir cristiano. Ya hemos visto la filosofía del vivir cristiano, expresada en las siguientes palabras del apóstol: porque para mí el vivir es Cristo, y el morir es ganancia. Hemos visto también la norma para el vivir cristiano, expresada en las palabras: Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús. Y ahora, tenemos aquí el premio para el vivir cristiano, resumido en el siguiente testimonio de Pablo: Prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús.
En este capítulo 3, en los versículos 1 al 9 vemos como Pablo cambió sus esquemas de vida, del pasado. En los versículos 10 al 19, vemos como cambió sus propósitos, para el presente, y en los versículos 20 y 21, como cambió su esperanza, para el futuro. Pablo creía que Dios iba a establecer Su reino en la tierra; nunca cambió su punto de vista al respecto. Pero sí vio que había una hermosa esperanza para los creyentes en Cristo, tanto judíos como no judíos, Él nunca cambió de eso. Pero él vio que existía una esperanza maravillosa para los creyentes del día de hoy en Cristo, para los judíos y los gentiles, el cuerpo de los creyentes, que se haría realidad cuando Cristo viniera a recoger a los Suyos de este mundo.
Leamos ahora el versículo 1 de este capítulo 3 de Filipenses, que comienza a explicarnos cómo
Pablo cambió los esquemas de vida de su pasado
"Por lo demás, hermanos, alegraos en el Señor. Para mí no es molestia el escribiros las mismas cosas, y para vosotros es útil."
Aquí comenzó diciendo: Por lo demás, hermanos dando la impresión de que estaba llegando a la conclusión de su epístola. Aparentemente él se estaba aproximando al fin de su epístola a los Filipenses. Debió haber tenido la intención de que ésta fuera una breve carta de agradecimiento para los creyentes de Filipos. Pero estamos en la mitad de la carta; así que obviamente el Espíritu de Dios le impulsó a continuar escribiendo.
El mensaje final del apóstol iba a ser: alegraos en el Señor. Creo que si el apóstol estuviera entre nosotros, este aun continuaría siendo su mensaje final. El ha mostrado como tres hombres, Pablo, Timoteo y Epafrodito, todos ellos tenían el sentir de Cristo. Eran capaces de alegrarse incluso en la enfermedad y en la cárcel. La primera iglesia cristiana pudo alegrarse en medio de los fuegos de la persecución.
Además, Pablo estaba diciendo que para él, el escribir esta carta, no había constituido ninguna carga. No tenía ese peso sobre su corazón como lo había tenido cuando escribió a los Gálatas y a los Corintios. Los Filipenses habían sido para él motivo de gran alegría. En ese momento quería que ellos también se alegraran. Observemos que se trata realmente de un mandato: alegraos en el Señor.
Continuó diciendo el apóstol: Para mí no es molestia el escribiros las mismas cosas, y para vosotros es útil. Era útil para él escribirles a los Filipenses. Ellos eran maduros espiritualmente. Tenían un gran sentimiento de cariño por Pablo, y él por ellos. Se sentía muy cercano a ellos. Por ello les dijo que no era ninguna molestia para él escribirles. Y para el apóstol era provechoso comunicarse con ellos porque sabía que le entenderían bien.
Resulta interesante pensar que el mandato a alegrarse, que Pablo dirigió a los Filipenses, se dirigió a cristianos, a creyentes, aquellos que ya tienen una relación espiritual con Dios por medio del Señor Jesucristo. Ya hemos indicado en varias ocasiones, que cuando una persona recibe al Señor Jesucristo como su Salvador, el Espíritu viene a morar en ella. Después del amor, primer fruto, el segundo fruto del Espíritu Santo que aparece en la lista que el apóstol Pablo incluyó en Gálatas 5:22 y 23, es precisamente la alegría. Es una alegría profunda, interior, no necesariamente relacionada con las circunstancias externas. En realidad, esta alegría puede estar presente en el cristiano en las circunstancias adversas de la vida en las cuales, aunque no se pueda exteriorizar, está allí presente, como una garantía de que el cristiano no ha de caer dominado por la desesperación. Lo importante es que se apoya sobre la fe del creyente en Dios, que le proporcionará paz aun en medio de las pruebas de la vida. Esta alegría descansa, pues, en una firme fe en las promesas que Dios ha hecho en la totalidad de las Sagradas Escrituras, sabiendo que de cada prueba o situación de dolor, Dios producirá un fruto abundante de bendición. Por ello, estimado oyente, terminamos deseándole que puede usted disfrutar algún día de esta experiencia que nos transforma día a día, por la obra del Espíritu Santo. Porque tanto en los días brillantes como en los oscuros de la vida, sigue vigente aquella afirmación de San Pablo en Romanos 8:28: sabemos que para los que aman a Dios, todas las cosas cooperan para bien.
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