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Estudio bíblico de Jeremías 1:1-19

Jeremías 1:4-19

En el día de hoy, amigo oyente, regresamos a nuestro libro de Jeremías. En nuestro programa anterior presentamos un esquema general de este libro, en el cual dijimos que el capítulo 1 contenía el llamado del profeta durante el reino de Josías, rey de Judá. Después describimos la sucesión de reyes bajo los cuales Jeremías profetizó, culminando con Sedequías. Cuando éste se rebeló, Nabucodonosor vino y destruyó Jerusalén enviando a Sedequías cautivo a Babilonia. A Jeremías se le permitió continuar en la tierra de Judá y allí continuó su ministerio entre el remanente de israelitas que había quedado en Jerusalén. Pero ellos obligaron al profeta a ir con ellos a Egipto, donde Jeremías continuó su ministerio hasta el día de su muerte. Dijimos al final que hubo dos cosas que caracterizaron a la vida de Jeremías: sus lágrimas y su soledad. Podemos decir que esas son las señales del ministerio cristiano en las vidas de aquellos que sirven a Dios.

Ahora, en el versículo 4, de este capítulo 1 de Jeremías, leemos:

"Vino, pues, palabra del Señor a mí, diciendo"

Y así llegó la palabra del Señor a Jeremías. Nunca podríamos enfatizarlo demasiado. Tenemos que estar dispuestos a escucharla, porque es un mensaje de la Palabra de Dios. No nos proponemos explicar cómo Dios la hizo llegar al profeta, pero se la comunicó, y ha quedado registrada para nosotros como la Palabra de Dios. Continuemos leyendo el versículo 5:

"Antes que te formara en el vientre, te conocí, y antes que nacieras, te consagré, te di por profeta a las naciones."

Nos alegramos que la madre de Jeremías no creyera en el aborto, pues este gran profeta entonces no habría nacido. El fue una persona desde el mismo momento en que fue concebido. En el Salmo 139:15 el rey David dijo: No fue encubierto de ti mi cuerpo, aunque en oculto fui formado y entretejido en lo más profundo de la tierra. Es decir, que él fue formado en el vientre de su madre, y en ese momento, su vida comenzó. Porque hay un gran desarrollo del feto en el mismo comienzo del proceso de gestación. El aborto es un crimen, a no ser que se lleve a cabo para salvar una vida. Esa es la forma en que la Palabra de Dios considera este tema. Dios le dijo a Jeremías, antes que te formara en el vientre, te conocí, y antes que nacieras, te santifiqué, te consagré.

Ahora, ¿por qué le habló Dios de esta manera a Jeremías? Estimado oyente, es que Dios le iba a pedir a Jeremías que comunicara un mensaje al pueblo de Judá que sería rechazado. El profeta iba a ser encarcelado debido a su identificación pública del lado de Dios. Su mensaje quebrantaría su propio corazón porque él amaba a su pueblo, y detestaba decirles lo que les iba a suceder.

Pero Dios quería un hombre como éste, un hombre tierno. Para comunicar al pueblo Su mensaje. A la corte de los antiguos reyes Acab y Jezabel Dios había enviado a un profeta duro llamado Elías. Pero antes de que el reino de Judá fuera conducido al cautiverio, Dios quiso que Su pueblo supiera que El los amaba, y que quería salvarlos, quería librarlos. Por tal motivo escogió a este hombre Jeremías.

Por lo tanto Dios le estaba hablando de esta manera a Jeremías para animarle. Le dijo que El era el que lo había llamado y lo había consagrado y nombrado profeta.

La palabra santificar simplemente significa "apartar, separar para el uso de Dios". Aquellas vasijas viejas que había en el tabernáculo o tienda del desierto y en el templo, que habían sido rozados y golpeados por el uso durante tantos años, fueron llamados "vasos santos" "vasos santificados". Y, teniendo en cuanta que el aspecto de tales vasos indicaba claramente que debían ser cambiados por otros nuevos, ¿por qué eran llamados "santos"? Porque estaban dedicados al uso de Dios. Cualquier cosa que esté separada, dedicada al uso de Dios se considera santificada.

Fue como si Dios le hubiera dicho a Jeremías: "Antes de que nacieras, te consagré para mi uso. Así que no te preocupes por el efecto de tu mensaje. Tu simplemente comunícalo".

Francamente, Dios espera lo mismo de mí y de cada uno de nosotros. Yo me siento cómodo al preparar estos mensajes y no ando con rodeos sino que digo las cosas directamente. Estamos presentando la Palabra de Dios tal como ella es. Esa es mi responsabilidad. Y digo esto con el mayor respeto. Yo no me siento responsable ante usted, estimado oyente, sino ante Dios, a quien tengo que rendirle cuentas. Lamento mucho si en alguna ocasión lo que yo diga no es de su agrado, aunque yo querría que lo fuera. Y conviene aclarar que la Palabra habla para todos. En ese sentido estamos todos en el mismo nivel y suele hablarnos primero a quienes la comunicamos a los demás; y a veces, esa Palabra señala áreas de nuestro carácter, de nuestra vida, que no nos agrada escuchar. Así que una vez que nos hemos examinado a nosotros mismos frente a ella, somos responsables ante Dios de comunicarla a los demás, porque hemos sido dedicados a este ministerio. Y a veces, las personas se resienten contra el mensajero, por causa del mensaje, porque el mensaje les molesta, les incomoda.

Y Dios continuó diciendo, como vemos en el versículo 5, te di por profeta a las naciones. Estas palabras le dieron autoridad a Jeremías. Le proporcionaron ánimo que le ayudaría a soportar los días oscuros que iba a vivir.

Veamos ahora la respuesta del profeta. Leamos el versículo 6:

"Yo dije: ¡Ah, ah, Señor Dios! ¡Yo no sé hablar, porque soy un muchacho!."

En aquellos días Jeremías tenía probablemente unos 20 años de edad, pero ante las palabras de este versículo no nos lo imaginamos con esa edad. En realidad, él no era un niño en la forma en que usted y yo pensamos de un niño. La palabra "niño" aquí es la misma palabra que se tradujo "joven" en Zacarías 2:4, donde el ángel le dijo a Zacarías: Corre, habla a este joven En verdad, Jeremías era un hombre joven y lo que quería decir era lo siguiente: "Yo soy joven, una persona sin experiencia. No soy capaz de llevar a cabo semejante tarea. No me considero preparado para ello."

Ahora, ¿se ha dado usted cuenta de que la persona que Dios usa, es la que piensa que no puede hacer las cosas? Si usted piensa que puede hacerlas hoy, entonces, estimado oyente, no creemos que Dios pueda a usarlo a usted.

En cierta ocasión, una persona que desempeñaba cierto ministerio cristiano fue a ver a un siervo de Dios veterano, de gran experiencia, para quejarse, lleno de celos hacia otra personas, y le dijo: "Yo tengo más capacidad que tal persona, mejor preparación, mayor facilidad de palabra, y me gustaría saber por qué Dios está usando a esa persona, y no a mí". El veterano maestro le respondió: "Su problema es que usted se considera capaz y competente para hacerlo todo. La otra persona, a quien usted se refiere, cree que no puede llevar a cabo su ministerio para Dios, por sí misma. Y el caso es que Dios siempre utiliza a esa clase de personas, Dios elige a las personas que son conscientes de su debilidad."

Jeremías se sintió insuficiente, incapaz, poco preparado. Escuchemos la respuesta que Dios le dio. Leamos el versículo 7, de este primer capítulo del libro de Jeremías:

"Me dijo el Señor: No digas: "Soy un muchacho", porque a todo lo que te envíe irás, y dirás todo lo que te mande."

Tomemos nota de la frase dirás todo lo que te mande. Son precisamente las comunidades e iglesias cristianas que creen en la Biblia las que están creciendo numéricamente y en desarrollo espiritual, y en donde se vive una dinámica de testimonio y expansión. Allí los maestros y predicadores creen lo que están diciendo, y no se dejan llevar por ideas o teorías que suelen pasar con el tiempo, para dar lugar a otras. En estas palabras a Jeremías, vemos que el profeta proclamaría su mensaje con una autoridad dada por Dios mismo. Por ello estas palabras que le sirvieron de ánimo y de consuelo a él, son válidas también para todos aquellos que difundimos la Palabra de Dios. Continuemos leyendo el versículo 8;

"No temas delante de ellos, porque contigo estoy para librarte, dice el Señor."

Aquí vemos la seguridad que transmiten estas palabras no temas delante de ellos. Esa seguridad convierte la tarea de proclamar la Palabra de Dios en una labor agradable. Por ello Dios le dijo que fuera a donde El le enviara para comunicar Su mensaje con convicción y valor. La palabra nunca volverá vacía, sino que cumplirá el propósito para el cual Dios la envió.

Cada vez se necesitan más personas que hablen con autoridad de lo que Dios ha escrito en Su Palabra. Esto es todo lo que El nos pide que hagamos. En un sentido, es una tarea sencilla y en otro sentido, es una labor muy difícil

Dios le dijo a Jeremías, No temas. . . porque contigo estoy para librarte. Es como si le hubiera dicho: "¡Tranquilo, que estoy de tu parte!" Martín Lutero dijo: "Una sola persona con Dios, constituye una mayoría". Y esto siempre ha sido cierto. Como cristianos podremos pensar que estamos en minoría, pero a la hora de la verdad estamos en la mayoría. Continuemos leyendo en este primer capítulo de Jeremías, el versículo 9:

"Extendió el Señor su mano y tocó mi boca, y me dijo el Señor: He puesto mis palabras en tu boca."

He puesto mis palabras en tu boca. Esta es una frase muy importante, Dios ha inspirado las palabras de las Sagradas Escrituras, no simplemente los pensamientos o las ideas de la Escritura. Por ejemplo, el diablo no fue inspirado por Dios para contar una mentira, pero el registro de la Biblia que relata que el diablo dijo una mentira, es inspirado.

Esta idea a veces no ha sido bien entendida y por tal motivo a veces no pueden recomendarse algunas llamadas "traducciones" de la Biblia que, en realidad, pueden ser buenas interpretaciones, pero como traducciones son deficientes, porque las mismas palabras de las Sagradas Escrituras son inspiradas.

Y esta verdad confirmó la autoridad del mensaje de Jeremías. De ahí la importancia de que Dios le dijera al profeta: he puesto mis palabras en tu boca. Y luego, en el versículo 10, dijo:

"Mira que te he puesto en este día sobre naciones y sobre reinos, para arrancar y destruir, para arruinar y derribar, para edificar y plantar."

Jeremías profetizó durante los reinados de Josías, Joacaz, Joacim, Joaquín y Sedequías. Todos estos reyes tenían varias oficinas y proyectos de gobierno. Todos tenían la intención de mejorar Jerusalén. Iban a tratar los problemas para la ecología y el estado de los barrios bajos. Cada uno tenía programas de asistencia social para los necesitados. Pero ninguno de ellos prestó mucha atención al profeta Jeremías, más bien lo ignoraron. Ahora, han transcurrido casi 3.000 años. ¿Podría hoy alguien mencionar alguno de aquellos proyectos gubernamentales? ¿Podemos recordar algo digno de mención que haya hecho el rey Sedequías? ¿O algún hecho meritorio realizado por Joacim y Joaquín? En la historia no ha quedado nada bueno sobre ellos registrado. Sin embargo en su tiempo, todos creyeron que estaban actuando bien y gozando de la aceptación popular. Sin embargo, Jeremías fue ignorado. Pero, ¿acerca de quien han leído innumerables creyentes de todas las épocas y leemos en la actualidad? Pues acerca de Jeremías.

El libro de Jeremías, estimado oyente, es la Palabra de Dios. Ha sobrevivido y va a perdurar en nuestra época. Usted y yo estamos viviendo en un mundo donde ya no se escucha a Dios. Su voz ya no se escucha en los centros de decisión política, en las aulas de las universidades o en colegios, y entre muchos científicos. Pero Dios continúa hablando y Su Palabra sobrevivirá.

Dios le estaba diciendo a Jeremías que le asignaría la responsabilidad de comunicar Su Palabra al reino de Judá. Y el pobre Jeremías quería retirarse incluso antes de comenzar su tarea.

Después Dios le presentó a Jeremías dos grandes figuras relacionadas con su ministerio profético. Leamos el versículo 11 de Jeremías 1.

"La palabra del Señor vino a mí, diciendo: «¿Qué ves tú, Jeremías?». Yo respondí: «Veo una vara de almendro»."

El almendro era conocido como el "despertador" o el "observador". Era el primer árbol que aparecía después de la larga noche del invierno con las flores de la primavera. Este era en realidad el primer árbol que salía de la larga noche del invierno en el cual brotaban las flores de la primavera. Y como el almendro, Jeremías tenía que ser como un reloj despertador. El iba a tratar de despertar espiritualmente a la gente, pero ellos no querían que se les despertara. A nadie que esté durmiendo le agrada que se le despierte. Un reloj despertador es uno de los objetos más impopulares del mundo. Hay personas que incluso descargan su primer impulso agresivo del día al despertarse y tratar de acallar ese sonido inoportuno. Y Jeremías iba a actuar como un despertador para la nación de Judá. Y dijo en el versículo 12:

"Dijo el Señor: «Bien has visto, porque yo vigilo sobre mi palabra para ponerla por obra»."

Dios estaba diciendo que la palabra que le iba a dar al profeta los iba a despertar, les sacudiría arrancándolos de su sueño profundo. Y en el versículo 13, leemos:

Vino a mí la palabra del Señor por segunda vez, diciendo: «¿Qué ves tú?». Yo dije: «Veo una olla hirviendo, que se vierte desde el norte».

¿Cuál era esa olla hirviendo? En los días de Jeremías, Egipto y Asiria ya no constituían un peligro para el reino del sur, o de Judá, pero alrededor de la llamada "media luna fértil", en el norte, se había estaba gestando algo comparable a una olla hirviendo. Y se trataba del creciente poder de Babilonia, que finalmente destruiría a Judá. La tarea de Jeremías consistiría en advertir constantemente a su pueblo lo que le iba a suceder a su nación. Continuemos escuchando las palabras del Señor en los versículos 14 y 15:

"Me dijo el Señor: Del norte irrumpirá el mal sobre todos los moradores de esta tierra. Porque yo convoco a todas las familias de los reinos del norte, dice el Señor; vendrán, y pondrá cada uno su campamento a la entrada de las puertas de Jerusalén, junto a todos sus muros en derredor y contra todas las ciudades de Judá"

Un siglo antes, Dios había librado a Jerusalén de un enemigo, y en los días de Jeremías todos los falsos profetas estaban yendo por todas partes diciendo que Dios los iba a librar otra vez.

Todos los profetas de Dios del pasado, Oseas, Joel, Amos, Miqueas y Nahum, todos aquellos que habían sido contemporáneos del profeta Isaías, habían desaparecido de la escena. Creemos que Sofonías y Habacuc aun vivían. Los profetas Ezequiel y Abdías también eran contemporáneos de Jeremías, pero no iban a profetizar hasta que los cautivos estuvieran realmente en Babilonia. EL profeta Daniel también profetizaría más adelante. Pero en ese tiempo, Jeremías estuvo solo, y él tuvo que anunciar estos juicios que vendrían sobre la nación.

Y, ¿cuál sería la reacción al mensaje? Leamos, finalmente por hoy, el versículo 19 de este primer capítulo del libro de Jeremías.

"Pelearán contra ti, pero no te vencerán, porque yo estoy contigo, dice el Señor, para librarte."

Fue como si el Señor le hubiera dicho: "Sigue adelante Jeremías. Ellos se te van a resistir, no querrán escuchar tu mensaje, pero tú tienes que comunicarlo". Jeremías se sintió incapaz e indigno del oficio de profeta, y había expresado ese sentimiento como una excusa. Pero Dios le dijo: "Voy a poner mis palabras en tu boca, y tu estarás expresando mis propias palabras."

Creemos que nadie debería subirse a un púlpito y pronunciar un mensaje hasta que tenga la seguridad de que va a comunicar la Palabra de Dios. Si alguien tuviera dudas al respecto, o si siente que debería expresar sus propias ideas, ideas que eludan mencionar o desnaturalicen los puntos claves del evangelio, debería mantenerse alejado del púlpito. Indiferentemente de su grado de conocimiento de las técnicas de la predicación, de cuanta conozca sobre la ciencia de la interpretación, de cuanta teología, o del nivel de entrenamiento sofisticado que haya recibido, debería de abstenerse de decir que va a exponer la Palabra de Dios, su realmente no va a hacerlo. En el caso de Jeremías, él pudo tener la convicción y confianza de que iba a expresar las mismas palabras de Dios.

Estimado oyente, en nuestro próximo encuentro comenzaremos nuestro estudio de Jeremías, y esperamos que nos acompañe. Le sugerimos que lea el capitulo 2 de este libro para tener una idea general de su contenido.

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