Estudio bíblico de Jeremías 18:1-19:15
Jeremías 18 y 19
Los capítulos 18 y 19 exponen el tema de la señal de la casa del alfarero. Resulta difícil hacer escuchar la Palabra de Dios a las personas que están afectadas o endurecidas en el pecado. Así que Dios presentó una señal a la nación de Judá, a la vez que tiene una lección objetiva para usted y para mí. Comencemos entonces nuestra lectura, leyendo los versículos 1 al 6 de este capítulo 18 de Jeremías:
"Palabra del Señor que vino a Jeremías, diciendo: Levántate y desciende a casa del alfarero, y allí te haré oir mis palabras. Descendí a casa del alfarero, y hallé que él estaba trabajando en el torno. Y la vasija de barro que él hacía se echó a perder en sus manos, pero él volvió a hacer otra vasija, según le pareció mejor hacerla. Entonces vino a mí palabra del Señor, diciendo: ¿No podré yo hacer con vosotros como este alfarero, casa de Israel?, dice el Señor. Como el barro en manos del alfarero, así sois vosotros en mis manos, casa de Israel."
Esa fue la visita que realizó Jeremías a la casa del alfarero, y de esto él hizo una aplicación para la nación. Es probable que alguno de nosotros en alguna ocasión, haya podido ver trabajar a un alfarero. Y si usted no lo ha hecho amigo oyente hasta ahora, pues, debería hacerlo. Esto le dará a usted un cuadro muy nítido del mensaje que recibió Jeremías en aquel día.
Quizá los alfareros del presente no trabajan como lo hacían en la época de Jeremías. En aquella época no había electricidad para hacer girar la rueda, y tenían que hacerlo con el pie, así podían dedicar toda su atención para trabajar con sus manos en un barro sucio, feo, impotente y que no sirve para otra cosa. El alfarero está resuelto a transformar esa masa que no tiene forma ni atractivo alguno, en un objeto de arte. Es interesante observar el marcado contraste entre esa masa de barro y las hermosas y variadas piezas de alfarería que resultan de la labor del alfarero.
Y a ese lugar Dios envió al profeta Jeremías, para que observara el desarrollo de un verdadero sermón. En realidad era un sermón muy simple. Es fácil identificar el profundo significado de esta parábola viviente que nos explicó Jeremías. No hay dificultades para identificar al alfarero, ni para identificar al barro. En realidad, Dios nos lo explicó claramente. Dios es el Alfarero, e Israel es el barro, en este caso en particular. Pero también resulta fácil aplicar la parábola a toda la humanidad en general e individualmente a cada persona. Cada persona es el barro. Y hablando a un nivel más personal, usted y yo somos el barro en la rueda del alfarero. Indiferentemente de lo que se pueda decir de usted o de mí, somos hoy el barro en manos del alfarero, así como lo es cada ser humano que ha vivido en esta tierra.
Ahora la figura del alfarero y el barro ha sido trasladada al Nuevo Testamento y Pablo la usó en el capítulo 9 de la epístola a los Romanos, en el versículo 21, donde escribió lo siguiente: ¿Acaso no tiene potestad el alfarero sobre el barro para hacer de la misma masa un vaso para honra y otro para deshonra? Después Pablo usó el otro lado de esta hermosa figura retórica cuando escribió las siguientes palabras a Timoteo en su Segunda Carta, capítulo 2, versículo 21: Así que, si alguno se limpia de estas cosas, será instrumento para honra, santificado, útil al Señor y dispuesto para toda buena obra. Así que podemos ver que esta figura fue utilizada extensamente por toda la Palabra de Dios.
Ahora, observemos lo que hizo el alfarero. El estaba modelando una vasija y ésta se le deshizo en las manos. No cedía al modelado. El barro tenía que ser de la textura correcta. Quizás era demasiado duro, o demasiado blando. Entonces, lo puso a un lado. Entonces, más tarde el tomó el barro y volvió a hacer otra clase de vasija hasta consideró que le había quedado bien.
Hay dos detalles que vamos a destacar en esta sección: el poder del alfarero, la personalidad del barro: También hablaremos sobre el poder del barro. En primer lugar, entonces, veamos
El poder del alfarero
Dios, como un gigantesco Alfarero, tomó el barro y formó al hombre, la parte física del hombre. En Génesis, capítulo 2, versículo 7, leemos: Entonces el Señor Dios formó al hombre del polvo de la tierra, sopló en su nariz aliento de vida y fue el hombre un ser viviente. Dios fue el Alfarero.
Ahora descendamos a la casa del alfarero y situémonos junto a Jeremías observando como hace su trabajo el alfarero. El alfarero tiene una rueda, una rueda anticuada. El oprime el pedal con su pie para hacer girar la rueda. Al hacerlo, sus manos están trabajando con destreza, artísticamente con el barro, e intentando formar a partir de él una obra de arte.
Ahora, extraemos el primer principio. Dios es soberano. El alfarero tiene un poder absoluto. Es decir, que tiene poder sobre el barro y ese poder es ilimitado. Ninguna clase de barro puede detener a este Alfarero, poner en duda Su derecho o resistir Su voluntad; nadie puede decirle que no o alterar Sus planes. El barro no le puede contestar ni discutir con El. No puede hacer nada. Solo puede rendirse a las manos del alfarero.
En ningún otro lugar puede usted encontrar una imagen más gráfica de la soberanía de Dios, que ésta. El hombre, el barro sobre la rueda del alfarero, y Dios, el alfarero. No es posible encontrar otra figura como ésta.
Nuestra generación contemporánea se resiste a esta realidad, porque éste es el día de los derechos del ser humano. Oímos hablar mucho sobre todas las expresiones en las que se manifiesta la libertad; libertad para protestar, libertad para decidir lo que una persona quiera. Parecemos haber olvidado los derechos de Dios. Dios tiene una autoridad incuestionable. Su voluntad es inexorable, inflexible, y prevalecerá. El tiene una capacidad irresistible para dar a este universo la forma que a El le convenga. Y, estimado oyente, usted como individuo, y yo como individuo, no podemos ser otra cosa que barro en sus manos. El tiene poder para imponer Su voluntad y no tiene que rendir cuentas ante nadie. Él no es responsable ante una junta de directores. No tiene que dar explicaciones a sus votantes. Tiene autoridad absoluta, por ser Dios. Usted y yo formamos parte de un universo que está funcionando para complacer a Dios. Y la rebelión del pequeño ser humano, aquí en esta mota de polvo en la cual vivimos, es como una tormenta en un vaso de agua. Nuestra pequeña tierra, como podemos ver en las fotografías tomadas desde la luna, es como una partícula muy pequeña en la infinitud del espacio.
La Palabra de Dios tiene cosas muy definidas que decir sobre El. Dijo el apóstol Pablo en Romanos 9:20-21: ¿Dirá el vaso de barro al que lo formó: «Por qué me has hecho así»? 21¿Acaso no tiene potestad el alfarero sobre el barro para hacer de la misma masa un vaso para honra y otro para deshonra? Ahora, en segundo lugar hablaremos sobre
La personalidad del barro
Alguien podría decir que ésta es una metáfora mixta. ¿Cómo podemos decir que el barro tiene personalidad? El barro no tiene ninguna forma, no tiene vida, es inerte, es incompetente. Es un material que refleja desorden; no puede hacer nada. El salmista David en el Salmo 103, versículo 14: Porque él conoce nuestra condición; se acuerda de que somos polvo. Dijo un expositor Bíblico que Dios recuerda que somos polvo, pero el hombre a veces lo olvida, y cuando ese polvo se adhiere a sí mismo, se convierte en barro. A veces, pues olvidamos esta realidad, pero Dios la recuerda. Al observar el barro en la rueda del alfarero lo vemos como algo que no tiene deseos, que no tiene derechos, no tiene una capacidad inherente. Aparece como indefenso, impotente, y en una condición desesperada.
La Biblia confirma esto. Escuchemos a Pablo en Efesios 2:1. Aunque el estaba escribiendo a los Efesios, lo que escribió se aplica también a usted y a mí. Dijo Pablo: Y él os dio vida a vosotros, cuando estabais muertos en vuestros delitos y pecados. Este es, pues, el hombre. Después el apóstol amplió esta descripción más adelante en el mismo capítulo, en el versículo 12, diciendo: estabais. . . sin esperanza y sin Dios en el mundo. Ese barro en la rueda del alfarero no es diferente. Y después Pablo les dijo a los Romanos en 5:8, Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros.
Amigo oyente, usted y yo necesitamos reconocer que nuestro Dios es un Dios soberano y que nosotros somos nada más que barro. Estábamos muertos por nuestras transgresiones y pecados, sin fuerzas. Dios es el Alfarero que tiene el poder. Dijo el apóstol Pablo en Romanos 9:16, Así que no depende del que quiere, ni del que corre, sino de Dios que tiene misericordia. Dios es quien está a cargo de este asunto y lleva el control. Ninguno de nosotros puede reclamarle nada a Dios. Dios expresó esta idea de una manera muy clara, como vemos en Romanos 9:15, cuando le dijo a Moisés: Tendré misericordia del que yo tenga misericordia, y me compadeceré del que yo me compadezca.
Cuando Moisés estaba intercediendo ante Dios, El, en otras palabras, le dijo: "Yo te voy a escuchar, pero no te escucho porque eres Moisés. Te voy a escuchar porque Yo tengo misericordia, compasión". Así que éste fue el motivo por el cual escuchó las palabras de Moisés. Dios no está obligado a salvar a nadie. Dios es libre para actuar como quiera. Él es justo y Él es santo. Y este es un mundo perdido y podría permanecer tal como está, y nadie tiene derecho a hacer una pregunta al respecto.
Pero ahora miremos a la otra cara de la moneda. Hablemos ahora del poder del barro y de la personalidad del alfarero. Este es el otro lado del tema. Dice el versículo 4 de Jeremías 18: Y la vasija de barro que él hacía se echó a perder en sus manos, pero él volvió a hacer otra vasija, según le pareció mejor hacerla. Aquí tenemos no solo el principio de que Dios es soberano, pero también hay aquí un propósito. Veamos entonces, en tercer lugar,
El poder del barro
No creemos que las grandes decisiones se tomen en las instalaciones de la iglesia. Pensamos que se toman en la vida diaria, en la oficina, en la escuela, en el taller, en las encrucijadas de la vida; allí es donde el Alfarero divino se encuentra trabajando con el barro. Allí está el lugar donde El está trabajando con usted, estimado oyente.
Usted y yo vivimos en un mundo que `parece no tener propósito o significado en absoluto. Multitudes de personas no ven ningún propósito en sus vidas y por todas partes encuentran confusión. Alguien lo ha expresado de la siguiente manera: "En un día de ilusiones y de grandes confusiones, sobre nuestras falsas ilusiones, basamos nuestras conclusiones". Hasta aquí la cita. ¡Cuán ciertas son estas palabras!
Apartemos por un momento la mirada de la rueda del alfarero, Detrás de él vemos colocadas en estantes las obras de arte. Aquellos hermosos objetos estuvieron en otro momento y como barro en la rueda del alfarero, un barro que se rindió en las manos del alfarero. En otro tiempo todos ellos eran una masa de barro sin forma. ¿Qué sucedió? Aquel barro sin vida estaba bajo las manos del alfarero, y a medida que la rueda de las circunstancias giraba, él le daba forma y le transformaba en los vasos que en ese momento se encontraban en exposición.
A veces habremos ido a la playa y a las zonas rocosas para recoger caracoles y nos habremos sorprendido por la gran variedad que existe; hay miles de variedades en colores y formas. Realmente, Dios ha creado las cosas hermosas en abundancia. Y al sostener uno de estos caracoles en nuestras manos, quizás nos habremos preguntado si Dios no estaba tratando de decirnos algo. El comenzó con un pequeño ser vivo, un diminuto molusco y a su alrededor El formó este caracol. Y ante este hecho podríamos pensar lo siguiente: Bueno, si el gran Arquitecto ha pasado todo ese tiempo con un caracol en el fondo del océano, ¿qué no hará hoy con el ser humano?
Miremos una vez más a aquellas obras de arte que el alfarero ha alineado en los estantes que se encuentran detrás de él. ¡No hablemos despectivamente del barro! Lo que dijimos antes sobre el barro no fue expresado como un desprecio. El barro tiene una maravillosa capacidad de elasticidad. Y esto es lo que el Alfarero desea, barro. El no quiere acero. No quiere aceite, ni quiere una roca. Quiere tener barro. Quiere tener algo que pueda colocar en Sus manos para moldear, para darle forma. Este es el material que El está buscando, barro. Dios desea trabajar con seres humanos.
Alguien podría decir: "Si, pero aquí se quiebra la analogía. Porque la distancia entre Dios y el hombre es mayor que la que hay entre el alfarero y el barro". No estamos de acuerdo con esto. En realidad, Dios está más cerca del hombre que el alfarero lo está del barro.
Esto es lo que quiero decir: el barro que está en la casa del alfarero a la que Jeremías nos ha llevado, no tiene voluntad. Y yo sí. El barro no puede cooperar con el alfarero. Y yo sí. Antes citamos el relato de la creación en Génesis con un propósito. Es que Dios creó el hombre a Su propia imagen y semejanza. El tomó al hombre físicamente del polvo de la tierra; El creó al hombre. Entonces El sopló en su nariz hálito de vida, el espíritu de la vida, y el hombre se convirtió en un ser viviente. El hombre tiene hoy una voluntad libre, y puede ejercitarla. El barro, por otra parte, no tiene voluntad, Pero usted y yo tenemos una voluntad; podemos cooperar con el alfarero.
Ahora yo quisiera hacerle una pregunta al alfarero. ¿Cuál es su propósito al colocarme en la rueda del alfarero? ¿Por qué se acercó a mí? ¿Por qué continúa trabajando conmigo? ¿Por qué, Señor Alfarero, hace esto? ¿Cuál es su intención?
Bien, regresemos a la casa del alfarero y sígame con atención. No descubro el propósito, pero aprendo algo más importante que el propósito para mi vida. Aprendo que el alfarero tiene un propósito, lo cual es ya algo muy importante de conocer. Observamos allí al alfarero. El se toma su trabajo en serio. No está jugando con el barro. Esta es su obra. Le está dedicando su tiempo, sus talentos, su capacidad de trabajo con el barro.
Observemos otra vez los versículos 3 y 4: 3Descendí a casa del alfarero, y hallé que él estaba trabajando en el torno. 4Y la vasija de barro que él hacía se echó a perder en sus manos, pero él volvió a hacer otra vasija, según le pareció mejor hacerla. Estimado oyente, para el alfarero ésta no es una distracción, un pasatiempo. Es su vocación. No es algo con lo cual pretende distraerse. El sabe lo que está haciendo. Esto me dice que hoy Dios no está jugando conmigo. No está haciendo experimentos con nosotros. El tiene un propósito. Y estimado oyente, esto me consuela. Este es el segundo gran principio que vemos aquí: el alfarero tiene un propósito.
Como un observador me sitúo junto a Jeremías y digo: "¿Qué va a hacer?" Imagino que Jeremías me respondería: "No lo se, observémosle". El observador no puede saberlo al mirarle, pero el alfarero sí lo sabe. El tiene un plan. El sabe lo que está haciendo. El barro no sabe su propósito.
Pero estimado oyente, algún día lo sabremos. Cuando El nos coloca en la rueda de la circunstancia, el tiene la intención de lograr algo. Tiene un propósito. EL salmista dijo en el Salmo 17:15, Estaré satisfecho cuando despierte a tu semejanza. Algún día seré como El. Dijo en 1 Juan 3:2, aún no se ha manifestado lo que hemos de ser; pero sabemos que cuando él se manifieste, seremos semejantes a él, porque lo veremos tal como él es. Esa será una hermosa mañana. Va a ser un día nuevo. Y Dios será reivindicado. El no ha sido cruel cuando nos ha hecho sufrir. Algún día, algún glorioso día, veremos que el Alfarero tenía un propósito en su vida y en la mía. Observemos lo que Pablo les escribió a los Efesios. Comenzó en el segundo capítulo, versículo 1 con las tristes palabras que antes hemos citado, 1Él os dio vida a vosotros, cuando estabais muertos en vuestros delitos y pecados. Y si eso es todo, entonces yo también estoy acabado. Pero, estimado oyente, aun hay más; el versículo 7 de este mismo capítulo de Efesios 2 dice: 7para mostrar en los siglos venideros las abundantes riquezas de su gracia en su bondad para con nosotros en Cristo Jesús. En los tiempos venideros nosotros seremos una demostración, y estaremos allí como una exposición. Revelaremos lo que el Alfarero pudo hacer con el barro sin vida. El recibirá el honor y la gloria. Será maravilloso ser un vaso en las manos del Maestro. Y ahora, en cuarto lugar, hablaremos sobre
La personalidad del alfarero
Esta es la parte más hermosa de este tema. Para comentar este aspecto debemos echar una mirada final a la casa del alfarero.
Yo le diría a Jeremías: "El alfarero parece un hombre bondadoso". Y Jeremías respondería: "Lo es. El no quiere hacer daño al barro. Quiere que el barro se rinda, abandonándose en sus manos, porque quiere crear algo de él". Miro fijamente al rostro del alfarero. Cuan absorto está. Cuan interesado está en el barro.
¡Que alfarero es Dios! ¡Si solo pudiera ver a mi alfarero! Pero la Biblia me dice que yo no puedo ver a Dios. Felipe hizo esa pregunta, que yo también habría hecho, cuando le dijo a Jesús, en Juan 14:8, Señor, muéstranos al Padre y nos basta. El Señor Jesús le dijo, en el versículo siguiente, El que me ha visto a mí ha visto al Padre.
Y ahora miremos muy cuidadosamente al alfarero. Vemos los pies del alfarero trabajando con los pedales, haciendo girar la rueda. Vemos las manos del alfarero cuando hábilmente, artísticamente, con tanta atención y delicadeza, bondadosamente y con amor, trabaja con el barro. Y al observarlo, vemos que aquellos pies tienen heridas de clavos en ellos. Y también hay señales de clavos en aquellas manos. Pero eso no es todo.
En el Evangelio de Mateo, según leemos en 27:3-10, Judas arrepentido devolvió las treinta piezas de plata y se ahorcó. Como ese dinero no podía ser echado en las ofrendas, los principales sacerdotes compraron el campo del alfarero, que pasó a llamarse "campo de sangre". Ellos probablemente no sabían lo que estaban haciendo cuando lo llamaron "campo de sangre", pero nosotros no debemos pasar por alto este detalle. Este alfarero es más especial que cualquier otro alfarero. El derramó Su sangre para poder ir a ese campo y tomar en sus manos los trozos rotos y colocarlos nuevamente en Su rueda del alfarero para hacer con ellos otro vaso.
A veces nos han escrito oyentes que tienen un hogar roto o una vida destrozada. ¿Ha terminado Dios con estas personas? ¿Ha terminado con nosotros cuando hacemos de nuestras vidas un fracaso? No, no ha terminado con nosotros, es decir, si el barro se abandona, se rinde a El. Todo lo que hay que hacer es que el barro se entregue al Alfarero. El pagó el precio por el campo, y fue un campo de sangre. Usted podrá mirar hacia atrás en su vida y decir: "¡Qué fracaso! No creo que Dios pueda usarme". Estimado oyente, El está trabajando hoy con aquellos pedazos rotos, y El trabajará con usted si usted se lo permite. El ya ha pagado el precio de su redención. Usted no puede hacer cualquier cosa de usted para El, ni yo tampoco puedo. Pero El puede tomarnos y colocarnos en la rueda y nos puede dar la forma de un vaso de honor. Porque nosotros somos barro, y El es el Alfarero.
Llegamos ahora a un nuevo párrafo titulado,
Jeremías 19 - La señal del vaso roto
En el primer versículo del capítulo 19, Dios envió a Jeremías para comprar una vasija de barro del alfarero y le dijo que tomara a ancianos del pueblo y de los sacerdotes y a sacerdotes, y los llevara con él como testigos. Leamos el versículo 2 de Jeremías 19:
"Sal luego al valle del hijo de Hinom, que está a la entrada de la puerta oriental, y proclama allí las palabras que yo te diré."
El valle del hijo de Hinom era en ese tiempo un lugar, donde se celebraba la horrible adoración a Moloc. Dios se lo explicó a ellos en detalle. Leamos los versículos 4 y 5:/h4>
"Porque me abandonaron y enajenaron este lugar ofreciendo en él incienso a dioses extraños, que ni ellos habían conocido, ni sus padres, ni los reyes de Judá; y llenaron este lugar de sangre de inocentes. Edificaron lugares altos a Baal, para quemar en el fuego a sus hijos en holocaustos al mismo Baal; cosa que no les mandé ni dije ni me vino al pensamiento."
A causa de estos actos, Dios dijo que el valle del hijo de Hinom pronto sería conocido como el valle de las matanzas, porque como habían matado a sus hijos presentándolos como ofrendas a Baal y a Moloc, Dios permitiría a sus enemigos que los mataran a ellos allí (como podemos ver en los versículos 6 al 9).
Después de pronunciar ese horrible juicio sobre el pueblo de Jerusalén, Dios ordenó a Jeremías que quebrara la vasija de barro en presencia de los testigos. Dice el versículo 11:
"Y les dirás: Así ha dicho el Señor de los ejércitos: De esta forma quebrantaré a este pueblo y a esta ciudad, como quien quiebra una vasija de barro, que no se puede restaurar más; y en Tofet serán enterrados, porque no habrá otro lugar para enterrar."
Regresando a Tofet, o el valle de Hinom, Jeremías se dirigió al atrio de la casa del Señor, donde pronunció sus palabras finales. Leamos el versículo 15 de este capítulo 19 de Jeremías:
"Así ha dicho el Señor de los ejércitos, Dios de Israel: Yo traigo sobre esta ciudad y sobre todas sus aldeas todo el mal que hablé contra ella, porque han endurecido su corazón para no oir mis palabras"
El había advertido y suplicado. Pero sus corazones eran despiadados. Figurativamente hablando, el barro había resistido por demasiado tiempo. Muy pronto llegaría el enemigo y destruiría a la nación. Estimado oyente, continuaremos nuestro estudio de Jeremías en nuestro próximo programa y esperamos contar con su compañía.
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