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Estudio bíblico de Jeremías 14:1-17:27

Jeremías 14:4-17:12

En este día, amigo oyente, regresamos al capítulo 14 de Jeremías. En nuestro programa anterior dijimos que el tema de los capítulos 14 y 15 nos describe a una nación reincidente juzgada por medio de la sequía y el hambre.

Hasta este momento, Jeremías había estado profetizando durante el reino de Josías. A partir de aquí, lo encontramos comunicando una profecía durante el reino de Joacim. Durante la última parte de su reinado, el rey Josías cometió una gran insensatez. Luchó contra Necao, Faraón de Egipto y en la batalla de Meggido, y como resultado, fue herido de muerte. Jeremías lloró su muerte, porque había sido amigo suyo. Después de la muerte de Josías, la nación comenzó a caer nuevamente en la idolatría; en realidad, su desplome fue rápido y terrible, como veremos en esta sección.

La primera advertencia de Dios fue una sequía que, aparentemente, fue muy severa. Dice el versículo 4:

"Se ha resquebrajado la tierra porque no ha llovido en el país; los labradores, confundidos, se cubren la cabeza."

El terreno estaba árido y agrietado por la falta de lluvias. Y continuó la palabra profética en el versículo 5:

"Aun las ciervas en los campos paren y abandonan la cría, porque no hay hierba."

Aquí vemos que hasta la cierva abandonaba a sus crías debido a la falta de agua y pastos. Y también morirían los becerros y sus madres. Todo esto revelaba el juicio de Dios sobre el pueblo. Esta fue una de las 13 hambrunas mencionadas en la Biblia, y todas ellas fueron juicios de Dios sobre la tierra. Así como la tierra estaba árida e improductiva, así también lo estaban las vidas de las personas, porque habían rechazado el agua de vida. Dios estaba mostrándoles que lo que le estaba sucediendo a la tierra física, también estaba ocurriendo en sus corazones en un sentido espiritual.

Jeremías se dirigió a Dios para confesar los pecados del pueblo. Leamos el versículo 7 de este capítulo 14 de Jeremías:

"Aunque nuestras iniquidades testifican contra nosotros, Señor, ¡actúa por amor de tu nombre! Porque nuestras rebeliones se han multiplicado, contra ti hemos pecado."

Observemos que Jeremías ocupó su lugar junto a su pueblo como uno de los pecadores. Aquí no hubo jactancia. El no mostró ninguna actitud crítica hacia el pueblo. Así que dijo: nuestras rebeliones se han multiplicado, contra ti hemos pecado. Es tan fácil para el pueblo de Dios criticar a otros. Muchos oran casi como el Fariseo, de quien Jesús habló en Lucas 18:11-12 y que se jactaba de lo que hacía, y se declaraba superior a los demás. Una oración de este tipo nunca podría identificarse con el pueblo de Dios. Podemos ver que Jeremías no expresó esa clase de oración. El se identificó con los que pecaron del pueblo de Dios y admitió su condición diciendo contra ti hemos pecado. Estimado oyente cristiano, si usted puede ocupar su lugar ante Dios, confesando sus propios pecados así como los pecados de su pueblo, entonces usted puede hablarles a ellos sobre el juicio de Dios. Pero hasta que usted pueda hacer eso, no debería intentar hablar de parte de Dios.

Al avanzar por este capítulo veremos que la oscuridad había llegado, y el pueblo estaba tropezando por las oscuras montañas. En el versículo 13, leemos:

"Yo dije: ¡Ah, ah, Señor, Dios!, mira que los profetas les dicen: No veréis espada ni habrá hambre entre vosotros, sino que en este lugar os daré paz verdadera."

Aquí vemos que los profetas falsos estaban prediciendo paz y prosperidad. Pero el versículo 14 dice:

"Me dijo entonces el Señor: «Falsamente profetizan los profetas en mi nombre. Yo no los envié ni los mandé ni les hablé; visión mentirosa, adivinación, vanidad y engaño de su corazón os profetizan."

También podemos ver que, habiendo muerto el rey Josías, Jeremías se encontraba muy solo. Y él se estaba preguntando: "¿Estaré comunicando el mensaje correcto, o estarán en lo cierto los otros profetas?" El no estaba completamente seguro, así que le preguntó a Dios al respecto. Dios le aseguró que los profetas falsos estaban mintiendo, y que El no los había enviado. Y le confirmó que él, Jeremías, era el que transmitía el mensaje divino. Así que ésta confirmación colocaba a Jeremías otra vez en la línea de fuego. Y dice el versículo 17 de este capítulo 14 de Jeremías:

"Les dirás, pues, esta palabra: Derramen mis ojos lágrimas noche y día, y no cesen, porque la virgen hija de mi pueblo ha sufrido una terrible desgracia, porque su llaga es muy dolorosa."

Este mensaje estaba quebrantando el corazón de Jeremías. El estaba llorando cuando comunicaba el mensaje a su pueblo. Dios quiso que Su pueblo supiera que Su corazón divino estaba quebrantado. Jeremías no solo estaba comunicando el mensaje de Dios, sino que también estaba expresando los sentimientos de Dios.

Necesitamos ser conscientes de que somos testigos de Dios. Si usted es un hijo de Dios, usted es también un testigo de Dios, y está diciendo a los demás algo por medio de su propia vida. Tenemos que ser cuidadosos, cuando proclamamos la Palabra de Dios, de que nuestras vidas se ajustan a esa Palabra. No hemos de comunicar la Palabra de Dios de una forma insensible, con frialdad. Tiene que haber un sentimiento en ello. Si no lo hay, entonces, dentro de nosotros hay algo que está radicalmente mal.

Llegamos así a un nuevo párrafo, que nos presenta la realidad de

Un juicio inevitable

En el capítulo 15 vemos a Jeremías como un hombre quebrantado que quiere dirigirse a Dios para orar por su pueblo. Eso era bueno y apropiado. Sin embargo Dios tenía algo interesante que decirle.

Leamos entonces el versículo 1 de este

Jeremías 15

"Entonces el Señor me dijo: «Aunque Moisés y Samuel se pusieran delante de mí, no estaría mi voluntad con este pueblo. Échalos de mi presencia, y que salgan."

El pueblo había llegado demasiado lejos y el juicio tenía que venir sobre ellos. Habían cruzado el límite, donde no había en absoluto posibilidad de recibir un indulto o un aplazamiento de la sentencia. No había forma de escapar al cautiverio. El Señor le dijo a Jeremías que no debía pensar que Dios no estaba escuchando sus oraciones. No había nada incorrecto en las oraciones de Jeremías. Dios dijo que si incluso Moisés se hubiera presentado ante El, no lo escucharía. Recordemos cuando estudiamos Éxodo 32, que Moisés fue un eficaz intercesor para el pueblo. Cuando Dios amenazó con destruir al pueblo, Moisés se presentó ante El como el intercesor de la gente. Dios escuchó su oración y los perdonó. Pero en este momento de nuestro relato, aun si Moisés estuviera actuando como el intercesor del pueblo, no cambiaría la situación. Y Samuel fue otro que había orado por el pueblo. El juicio había sido evitado una y otra vez por causa de Samuel. Pero en esta ocasión Dios dijo que aun si Samuel orara por el pueblo, no se evitaría el juicio. La gente había cruzado el límite y el juicio sería inevitable.

Ahora podemos comprender por qué Jeremías estaba proclamando un mensaje que no era otra cosa que un juicio. Veamos lo que dicen los versículos 5 y 6, de este capítulo 15 de Jeremías:

"Porque ¿quién tendrá compasión de ti, Jerusalén? ¿Quién se entristecerá por tu causa o quién vendrá a preguntar por tu paz? Tú me dejaste, dice el Señor, te volviste atrás; por tanto, yo extenderé sobre ti mi mano y te destruiré. ¡Estoy cansado de tener compasión!"

Observemos la frase te volviste atrás, que nos habla de una reincidencia. Y después dijo Dios ¡Estoy cansado de tener compasión! Ellos habían venido a El una y otra vez con sus llantos y promesas de mejorar, pero continuamente volvían a caer precisamente en el mismo viejo pecado. Dios estaba cansado de esa situación, y dijo que había llegado el momento en que pensaba juzgarlos.

El nuevo párrafo que tenemos ante nosotros nos describe

La angustia personal de Jeremías

Podemos ver que este mensaje no aumentaría la popularidad del pobre Jeremías. El rey Josías había sido amigo suyo, pero no así el rey Joacim. Joacim era un hombre malvado. Para él el profeta era un estorbo, un motivo de crispación que le causaba problemas.

A pesar del hecho de que Jeremías era el profeta que lloraba y que debía entregar este mensaje tan difícil, él tenía un sentido del humor. Fue al Señor y clamó lo que leemos en el versículo 10 de Jeremías 15,

"¡Ay de mí, madre mía, que me engendraste hombre de contienda y hombre de discordia para toda la tierra! Nunca he dado ni tomado en préstamo y, sin embargo, todos me maldicen."

Fue como si jeremías hubiera dicho: "no le caigo bien a nadie, No he prestado dinero con intereses, ni he pedido prestado dinero con intereses, sin embargo todos me maldicen". Aun hoy tenemos un viejo adagio que dice que si uno quiere perder un amigo, solo tiene que prestarle dinero.

Durante este período difícil, Jeremías recurrió a la Palabra de Dios. Recordó que la Ley del Señor había sido hallada en el templo y estaba a su disposición. Dijo entonces el profeta en el versículo 16:

"Fueron halladas tus palabras, y yo las comí. Tu palabra me fue por gozo y por alegría de mi corazón; porque tu nombre se invocó sobre mí, Señor, Dios de los ejércitos."

Y así encontró consuelo en Su Palabra. La devoró, la digirió y llegaron a formar parte de él. ¡Cuando necesitamos hoy introducirnos en la Palabra de Dios! Lo que necesitamos no es simplemente un pequeño aprendizaje superficial de algunas reglas, o meramente una breve línea directriz, a algunos pasos a seguir. Necesitamos digerirla para que entre a formar parte de nuestro ser. Traerá alegría al corazón tal como hizo con Jeremías. Solo la Palabra de Dios puede lograr este efecto.

Jeremías estaba pasando por verdaderas dificultades. Recordemos que su ciudad natal le había rechazado y expulsado. Su propia familia le había rechazado. Su vida estaba realmente en peligro. Escuchemos entonces las palabras del Señor en los versículos 20 y 21 de Jeremías 15:

"Y te pondré en este pueblo por muro fortificado de bronce; pelearán contra ti, pero no te vencerán, porque yo estoy contigo para guardarte y para defenderte, dice el Señor. Yo te libraré de la mano de los malos y te redimiré de la mano de los fuertes. Dios le dijo: Tú permanece en la primera línea de batalla. Yo te cuidaré."

Así llegamos al,

Jeremías 16

El tema de los capítulos 16 y 17 incluye la prohibición de Dios a Jeremías de que se casara.

Los días eran cada vez más difíciles. La nación de Judá estaba en una situación desesperada. En este punto del relato, faltarían unos diez años para la destrucción de Jerusalén. Leamos entonces los versículos 1 al 4 de este capítulo 16:

"Vino a mí palabra del Señor, diciendo: No tomarás para ti mujer, ni tendrás hijos ni hijas en este lugar. Porque el Señor dice que los hijos y las hijas nacidos en este lugar, las madres que los den a luz y los padres que en esta tierra los engendren, morirán de dolorosas enfermedades, y no serán llorados ni sepultados, sino que serán como estiércol sobre la faz de la tierra. Con espada y con hambre serán consumidos, y sus cuerpos servirán de comida a las aves del cielo y a las bestias de la tierra."

Dios le reveló a Jeremías los horrores que vendrían y le dijo que no se casara; creemos que la razón era bastante obvia, Si uno lee el Salmo 137, escrito antes del cautiverio en Babilonia, puede ver el destino que sufrieron. En los 2 últimos versículos se dice que Babilonia sería destruida y que le harían a ella tal como ella había actuado con el pueblo de Judá. Dice el Salmo 137:8-9, Hija de Babilonia la desolada, bienaventurado el que te de el pago de lo que tú nos hiciste. ¡Dichoso el que tome tus niños y los estrelle contra la peña! Cuando el rey Nabucodonosor tomó la ciudad de Jerusalén, los conquistadores tomaban a los niños y los estrellaban contra las piedras. Dios le pidió a Jeremías que no se casara porque quería evitar al profeta esa angustia.

Ahora vemos en el relato una nota brillante. Aquí, en el capítulo 16, versículos 14 y 15, leemos:

"No obstante, vienen días, dice sl Señor, en que no se dirá más: "¡Vive el Señor, que hizo subir a los hijos de Israel de tierra de Egipto!", sino: "¡Vive el Señor, que hizo subir a los hijos de Israel de la tierra del norte y de todas las tierras adonde los había arrojado!". Pues yo los volveré a su tierra, la cual di a sus padres."

En este momento oscuro en la historia del reino de Judá, Dios le permitió a Jeremías, ver un futuro brillante. Fue como si el mirara por el oscuro túnel del futuro y viera la luz al final del mismo. Es interesante observar que este tema se volvió a presentar una y otra vez por todos los escritos de los profetas. Nunca llegó a estar tan oscuro el panorama como para que el profeta no pudiera ver la luz que vendría, pero cuanto más oscura fue la noche, más brillante pareció ser la luz. Dios le dijo que llegaría el día en que los traería de regreso del cautiverio a su hogar, a su propia tierra. Y luego, en el versículo 21 del capítulo 16, leemos:

"Por tanto, les enseñaré esta vez, les haré conocer mi mano y mi poder, y sabrán que mi nombre es el Señor."

Pensamos que Dios va a tener que enseñar a muchos pueblos que Él es el Señor. Que Él es Dios y que se encuentra en algún lugar. Cuando El se de a conocer, nos tememos que será una experiencia impresionante.

Ahora llegamos al,

Jeremías 17

Y vamos a leer los versículos 1 y 2, que comienzan un nuevo párrafo titulado

Mensaje de un profeta soltero

"El pecado de Judá está escrito con cincel de hierro y con punta de diamante; está esculpido en la tabla de su corazón y en los cuernos de sus altares, como un recuerdo para sus hijos. Sus altares y sus imágenes de Asera están junto a los árboles frondosos y en los collados altos"

Había maldad en todo lo que ellos hicieron y esa maldad se propagó a su religión. Dice el versículo 5,

"Asi ha dicho el Señor, ¡Maldito aquel que confía en el hombre, que pone su confianza en la fuerza humana, mientras su corazón se aparta de Jehová!"

Creemos que estas palabras bien podrían servir de lema para muchos de nosotros hoy. A veces creemos que podemos confiar en ciertas personas, grupos u organizaciones para resolver los problemas del mundo. Usted y yo estamos bajo maldición si depositamos nuestra confianza en los hombres y en lo que ellos puedan hacer. Este es un día en el cual tenemos que confiar en Dios. Ahora, en el versículo 7, leemos:

"¡Bendito el hombre que confía en el Señor, cuya confianza está puesta en el Señor!"

Aquí vemos la otra parte. Seremos bendecidos si confiamos en El. Y en el versículo siguiente, el 8, dice:

"Porque será como el árbol plantado junto a las aguas, que junto a la corriente echará sus raíces. No temerá cuando llegue el calor, sino que su hoja estará verde. En el año de sequía no se inquietará ni dejará de dar fruto."

Esta es la misma idea que encontramos en el Salmo 1:2-3, donde se dice que es dichosa la persona de quien puede decirse que en la ley del Señor está su delicia y en su Ley medita de día y de noche. Será como el árbol plantado junto a corrientes de aguas, que da su fruto a su tiempo y su hoja no cae. Pero el versículo 9 nos muestra otra imagen y dice:

"Engañoso es el corazón más que todas las cosas, y perverso; ¿quién lo conocerá?"

Estas palabras son ciertas de su corazón y del mío. Desgraciadamente, desde este punto de vista espiritual, todos tenemos problemas de corazón: Y veamos ahora lo que Dios dijo en el versículo 10 de Jeremías 17:

"¡Yo, el Señor, que escudriño la mente, que pruebo el corazón, para dar a cada uno según su camino, según el fruto de sus obras!."

Sólo Dios puede hacer un trasplante de corazón. Los seres humanos lo están haciendo en un sentido físico, pero Dios lo ha estado haciendo por mucho tiempo en un sentido espiritual. Cuando venimos a El, nos da una vida nueva -experimentamos un nuevo nacimiento espiritual y recibimos una nueva naturaleza. A veces le decimos a la gente que entregue su corazón al Señor. Pero deberíamos preguntarnos: ¿qué querría hacer Dios con ese corazón suyo y mío, que es viejo, impuro, inservible? El no lo quiere. El corazón es engañoso. El quiere darle a usted un corazón nuevo. El es un especialista del corazón. El es el Gran Médico.

Y ahora concluiremos este capítulo 17 con un gran versículo. Leamos el versículo 12:

"Trono de gloria, excelso desde el principio, es el lugar de nuestro santuario."

Esta es la esperanza del hombre. Todos los seres humanos tienen corazones que se inclinan por naturaleza al engaño, a la falsedad, a la impureza y a la maldad. Pero hay un santuario. Como dice este versículo Un trono de gloria, excelso desde el principio, es el lugar de nuestro santuario. Un santuario no es solo un lugar de adoración; es un lugar de seguridad, un lugar de paz. Dios dio a Su pueblo ciertas ciudades que debían ser de refugio, como santuarios donde las personas serían protegidas.

Estimado oyente, estos son días difíciles. En nuestras grandes ciudades hay problemas de seguridad al caminar por ciertas calles. Incluso en nuestros hogares, nuestra seguridad no es absoluta. ¿A dónde podríamos ir para estar seguros? Hay un santuario y es el elevado trono de Dios. Ese es el lugar donde usted y yo podemos ir. Y El nos pide que vayamos, que nos acerquemos a Su presencia. Porque Cristo, con su muerte hizo posible el acceso a la presencia de Dios. Estimado oyente, esperamos que usted pueda creer en el Señor Jesucristo como su Salvador, y encontrar ese refugio, esa seguridad y esa paz con Dios, que nos da a todos los creyentes, la certidumbre de la vida eterna; disfrutando así de una vida de plenitud y de calidad, con la ayuda, el consuelo y la fortaleza que nos da el Espíritu Santo.

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