Estudio bíblico de Daniel 4:1-10
Daniel 4:1-10
En la última parte de nuestro programa anterior desarrollamos la última parte del capítulo 3, es decir, la última sección del mismo, titulada "El decreto de Nabucodonosor sobre el Dios de los jóvenes Hebreos". Las palabras del rey constituyeron el desenlace del grave incidente en que los tres jóvenes, arrojados en el horno ardiendo, fueron preservados con vida y disfrutaron al mismo tiempo de la compañía de un cuarto Hombre, que identificamos como el Señor Jesucristo en una de sus apariciones ocurridas antes de su reencarnación. Su apariencia era tal, que el rey Nabucodonosor lo identificó como "un hijo de los dioses".
Al examinar las palabras del decreto del rey dirigido a todos los pueblos, naciones y lenguas del imperio, llegamos a la conclusión de no había nada personal en esta forma de expresarse de Nabucodonosor, pero aun así, él reconoció la omnipotencia del Dios viviente, y Su poder al librar a estos tres jóvenes. Él admitió que el Dios de ellos era superior al suyo. Esta fue la manera en la cual él expresó su convicción; en este capítulo 4 leeremos su testimonio personal de conversión. Creemos que Nabucodonosor llegó a tener un conocimiento del Dios vivo y verdadero. A este hombre le llevó un largo tiempo apartarse del paganismo del cual había estado saturado.
Esto es algo que también les sucede a muchas personas; que necesitan escuchar la Palabra de Dios varias veces antes de llegar a un conocimiento del Señor Jesucristo como su Salvador. Es una realidad que estamos descubriendo en nuestro programa radial de "A Través de la Biblia". Tenemos gran cantidad de cartas de personas que han escuchado este programa por mucho tiempo antes de llegar a ser salvos. Hay algunas personas que necesitan escuchar una y otra vez la predicación de la Palabra de Dios, las enseñanzas que tenemos en la Palabra de Dios, para poder llegar entonces, al conocimiento del Dios Vivo y Verdadero. Es como si Dios tuviera que hablarles varias veces, y de diferentes maneras, para que Su palabra y Su Espíritu puedan tocar la parte interior de una vida, y esa vida sea alcanzada por Su amor y Su gracia.
Volviendo a nuestro relato, vemos que estos tres jóvenes hebreos se encontraban nuevamente disfrutando del favor del rey Nabucodonosor. En dos ocasiones tuvieron la sentencia de muerte sobre ellos, en esas dos ocasiones fueron librados milagrosamente, y en dichas ocasiones fueron también ascendidos a una elevada posición en el reino.
De la misma manera el Señor Jesucristo es capaz de guardar a los Suyos hoy en este mundo. Este debería ser un pensamiento consolador para muchos de nosotros. En el Evangelio de Juan capítulo 10, versículos veintisiete y veintiocho, el Señor dijo: "27Mis ovejas oyen mi voz y yo las conozco, y me siguen; 28yo les doy vida eterna y no perecerán jamás, ni nadie las arrebatará de mi mano". También, en el capítulo 17 del mismo evangelio según San Juan, versículo 11, leemos: "Ya no estoy en el mundo; pero éstos están en el mundo; y yo voy a ti. Padre Santo, a los que me has dado, guárdalos en Tu nombre, para que sean uno, así como nosotros". Luego, en este mismo capítulo, un poco más adelante, en el versículo 15, continuó diciendo: "No ruego que los quites del mundo, sino que los guardes del mal". También, en el libro de la carta a los Hebreos, capítulo 7, versículo 25, leemos: "Por eso puede también salvar perpetuamente a los que por Él se acercan a Dios, viviendo siempre para interceder por ellos". Por último, veamos lo que dijo el apóstol Pablo en su Segunda Epístola a Timoteo, capítulo 1, versículo 12: "Por lo cual así mismo padezco esto. Pero no me avergüenzo, porque yo sé a Quien he creído y estoy seguro de que es poderoso para guardar mi depósito para aquel día".
Amigo oyente, usted y yo estamos viviendo en un mundo hoy en el cual vamos a tener problemas y dificultades. Algunos de los hijos de Dios tienen que pasar por el horno del fuego ardiente, pero Él puede cuidarles aun allí, y Él tiene poder para de sacarles de ese lugar. Sencillamente, reconocemos que no confiamos en el Señor como deberíamos confiar, es decir, que no tenemos la fe que tuvieron aquellos tres jóvenes Hebreos.
En este capítulo 4 del libro de Daniel, encontraremos el desarrollo de los siguientes temas, todos ellos directamente relacionados con el rey Nabucodonosor. Así que leeremos (1) "El testimonio de Nabucodonosor" (versículos 1 al 3); (2) "El sueño de Nabucodonosor" (versículos 4 al 18); (3) "El sueño interpretado por Daniel" (versículos 19 al 27); (4) "La enfermedad mental de Nabucodonosor" (versículos 28 al 33) y finalmente, (5) "El sueño de Nabucodonosor cumplido y su razón restaurada" (versículos 34 al 37).
En el programa de hoy desarrollaremos el primer tema o sección, "El testimonio de Nabucodonosor" y comenzaremos con el segundo, "El sueño de Nabucodonosor".
Este capítulo va a darnos mucha más información sobre el rey Nabucodonosor que la que hemos tenido hasta ahora. En realidad, aquí había un secreto y era algo de lo cual estamos seguros que la gente no se enorgullecía. Nabucodonosor sufría de una forma de locura. Este capítulo es como una página de historia tomada de los archivos de Babilonia. La forma de demencia que sufría el rey ha sido identificada y es conocida en la actualidad, y se trata de una enfermedad de la cual varios gobernantes de influencia mundial han sufrido.
Estamos viviendo en un día en el que se le dedica mucha atención a las enfermedades mentales, y a las variadas formas de comportamiento anormal. A veces nos preguntamos simplemente quién es normal en este mundo loco en el cual vivimos. Algún sicólogo le dirá que la mayor parte de la humanidad es normal, y que unos pocos son anormales, y otros pocos están por encima de lo normal y son genios. Ahora, ¿quién ha de determinar quien está en su sano juicio, y quién no lo está? La norma, o el nivel, por supuesto, está fijado por la manera en que la mayoría de nosotros actuamos, es decir, que el comportamiento de la mayoría se considera normal. Pero, cuando sólo unos pocos reaccionan de cierta manera, esa manera se considera anormal. Pero, ¿quién puede decir en realidad que lo que la mayoría está haciendo es lo normal? Creemos que esto sería un tema interesante para un gran debate, y posiblemente sería difícil mantener hoy la tesis de que la mayoría de nosotros somos normales. En la obra Hamlet, de Shakespeare, Hamlet fue enviado de Dinamarca a Inglaterra, porque, según el autor dijo en la obra, todos en ese país son anormales. Bueno, esa afirmación hecha en la ficción de la citada obra, se podría aplicar a toda la raza humana. Creemos que muchos sufren hoy alguna clase de anormalidad, pero este hombre, Nabucodonosor, tenía un verdadero problema.
Leamos entonces los versículos 1 al 3 de este cuarto capítulo de Daniel, que comienzan el párrafo que nos habla sobre:
El testimonio de Nabucodonosor
"Nabucodonosor, rey, a todos los pueblos, naciones y lenguas que moran en toda la tierra: Paz os sea multiplicada. Conviene que yo declare las señales y milagros que el Dios Altísimo ha hecho conmigo. ¡Cuán grandes son sus señales y cuán potentes sus maravillas! Su reino, reino sempiterno; su señorío, de generación en generación."
Este es el hermoso testimonio de Nabucodonosor, que muestra un desarrollo en la fe de este hombre. Recordemos que anteriormente, en el capítulo 3, versículo 29 promulgó un decreto y expresó una cierta convicción. Aquí, en el pasaje que acabamos de leer, presentó su testimonio personal. En el capítulo 3, era un decreto, y aquí en el capítulo 4, fue una decisión. En el capítulo 3, había sido una convicción, y aquí en nuestro pasaje de hoy, fue una conversión. Cronológicamente, este testimonio debería figurar al final del capítulo, porque surgió de su experiencia aquí registrada.
Aquí se dice que Nabucodonosor envió un mensaje de paz "a todos los pueblos, naciones y lenguas" de su reino. Él no estaba hablando de paz entre las naciones, porque él ya había obtenido esa paz, lograda por medio de su fortaleza militar, e impuesta por su poder superior. Es decir, que él aquí estaba hablando de la paz del corazón que experimenta un pecador cuando sabe que ha sido aceptado por Dios, y que está en paz con Dios. La propia tranquilidad de ese hombre fue restaurada, como veremos en el relato de este capítulo.
Él habló, de "las señales y milagros que el Dios Altísimo ha hecho conmigo". Su testimonio era muy personal. Dios ya no era solamente el Dios de esos tres jóvenes hebreos. Él también dio testimonio de Sus señales, de Sus maravillas, y de Su dominio. Él admitió y reconoció que el gobierno de Dios, el reino de Dios era superior al suyo.
La paz de la cual habló Nabucodonosor, solo puede ser experimentada por el corazón humano cuando éste conoce a Dios. Como dijo el apóstol Pablo en su carta a los Romanos, capítulo 5, versículo 1: "Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo". Ésa fue la paz que Jesús logró por medio de Su sangre derramada en la cruz. Esa paz que viene al corazón del pecador hoy, esa paz que le asegura que todo está bien en su relación con Dios, debido a que Cristo ya pagó el castigo del pecado, y entonces Dios está de su parte. Detrás de todos los problemas y dificultades que hay hoy en el mundo, detrás de todos los corazones turbados, se encuentra el problema del pecado. Las cosas no van bien. Cierto joven nos escribió en una ocasión diciendo: "Yo no tengo paz conmigo mismo. No tengo paz con mis padres; no tengo paz con mis maestros. Yo no tengo paz con nadie". Fundamentalmente, el ser humano tiene que hacer la paz con Dios. Cuando hay paz en el corazón humano, entonces la paz puede lograrse con aquellos que se encuentran a nuestro alrededor; pero hasta ese momento, el hombre no conoce la paz.
Pensamos que mucha de la anormalidad y de lo que hoy se llama enajenación, puede ser curado llevando el evangelio y el conocimiento de Dios a la gente que se encuentra sufriendo esa aflicción. Hace muchos años, ocurrió algo verdaderamente curioso. Cuando los prisioneros de guerra de la guerra de Vietnam fueron liberados, se habían preparado hospitales para ellos en las Filipinas, para que les proporcionaran un tratamiento adecuado con el objeto de prepararlos emocionalmente para su encuentro con su vida anterior. Los soldados iban a ser examinados y tendrían que pasar por unas pruebas psicológicas. Pero cuando los prisioneros liberados llegaron, saltaron de los aviones dispuestos a llamar a una esposa, a una madre o algún otro ser querido. Muchos dieron testimonio de que Dios había estado con ellos. Habían aprendido a orar, y habían sentido la presencia de Cristo. En ese momento no necesitaban ningún tratamiento psicológico.
A la gente se le enseña de todo hoy; por diferentes métodos, y a través de una variada serie de instituciones dedicadas a la enseñanza. Pero hay que reconocer que la enseñanza de la Palabra de Dios no es valorada en su debida dimensión. Sin embargo, es la Palabra de Dios la que puede traer paz al corazón humano. Este era el problema que tenía Nabucodonosor. Pero al fin él hizo esa paz con Dios, y Dios entonces, hizo Su paz con él. Estimado oyente, Dios ya ha hecho la paz con usted. Él está esperando que usted haga su paz con Él. Cuando usted resuelva este asunto, llegará a la conclusión de que ya no tendrá que pasar tanto tiempo acudiendo a la consulta de un profesional. En cambio, será un creyente radiante, capaz de expresar paz, alegría, y esperanza en el tiempo de la aflicción.
Vamos a leer el versículo 4, para pasar al párrafo titulado:
El sueño de Nabucodonosor sobre un árbol
"Yo, Nabucodonosor, estaba tranquilo en mi casa, floreciente en mi palacio."
A partir de este versículo observaremos que se repiten con gran frecuencia los pronombres personales en una gran parte de los versículos, hasta el versículo 10, revelando el carácter de una persona muy centrada en sí misma. El patriarca Job sufrió un problema parecido. Dicen los versículos 5 al 9 de este cuarto capítulo de Daniel:
"Tuve un sueño que me espantó; tendido en la cama, las imaginaciones y visiones de mi cabeza me turbaron. Por esto mandé que vinieran ante mí todos los sabios de Babilonia para que me dieran la interpretación del sueño. Y vinieron magos, astrólogos, caldeos y adivinos, y les conté el sueño, pero no me pudieron dar su interpretación, hasta que entró ante mí Daniel, cuyo nombre es Beltsasar, como el nombre de mi dios, y en quien mora el espíritu de los dioses santos. Conté delante de él el sueño, diciendo: Beltsasar, jefe de los magos, ya que he entendido que hay en ti espíritu de los dioses santos y que ningún misterio se te esconde, declárame las visiones de mi sueño que he visto, y su interpretación."
En esta ocasión los sabios fueron llamados nuevamente para interpretar el sueño, pero no pudieron dar una interpretación del sueño. Era Dios el que había causado los dos sueños que tuvo el rey, y sólo Dios podía revelar la interpretación. Finalmente, Daniel fue convocado. Nabucodonosor había aprendido que Daniel era un hombre lleno del Espíritu y que Dios le comunicaba las interpretaciones a los sueños.
Pensamos que la familia guardó silencio en cuanto a la enfermedad mental de este hombre. No hablaron mucho sobre ello, pero aquellos que tenían una relación más cercana con él la reconocieron. Algunos psiquiatras identificarían sus trastornos como histeria. La histeria es una enfermedad nerviosa crónica, más frecuente en la mujer que en el hombre, caracterizada por una gran variedad de síntomas, principalmente funcionales, y a veces por ataques convulsivos. Es una enfermedad psicótica, más que una forma estructurada de locura, lo cual quiere decir que, a pesar de la integridad de las funciones perceptivas o mentales, se halla patológicamente alterada la conducta social del individuo que la padece. Puede manifestarse produciendo sonambulismo y amnesia (o pérdida de la memoria) y se considera una enfermedad hereditaria. Algunos historiadores han destacado a algunos gobernantes que han sufrido de alguna forma de inestabilidad mental: Antíoco Epífanes, Alejandro Magno, Carlos VI de Francia, Christian VII de Dinamarca, Jorge III de Inglaterra, Oto de Baviera, Julio César y Napoleón. Ha habido también otros casos en algunas casas reales europeas. Entre ellos se destacó Enrique VI, que sufrió ataques de locura durante toda su vida, y en una época estuvo totalmente incapacitado. También hubo casos en la Rusia de los zares. Y aquí en el pasaje que estamos estudiando, Nabucodonosor, representado en la cabeza de oro de la imagen del sueño, era un lunático, que es una forma de locura, pero no continua, sino que se manifiesta por intervalos. En ocasiones, el rey no tenía un control completo sobre sí mismo y a veces estaba fuera de sí, totalmente alterado por la furia. Y así, su estado estaba dominado por un emocionalismo extremo, que oscilaba de un extremo a otro.
La clave de este capítulo se encuentra en el versículo 17, y es importante destacarla en este punto. Dice el versículo 17 de este capítulo 4: "La sentencia es por decreto de los vigilantes y por dicho de los santos la resolución, para que conozcan los vivientes que el Altísimo gobierna el reino de los hombres, que a quien él quiere lo da, y sobre él constituye al más humilde de los hombres."
Otra versión traduce la última frase de este versículo de la siguiente manera: "Y a su arbitrio ensalza sobre él (es decir, sobre el reino de los hombres) al más bajo de los hombres". Dios dijo que Él colocaba en los tronos de este mundo a los hombres de más baja condición. Es decir, que Dios nos da la clase de gobernantes que merecemos aquí y la clase de gobernantes que nosotros queremos tener. Muchos de ellos han perdido la razón, llegando a extremos en que perdieron su propia dignidad como seres humanos, y atentaron contra la dignidad de aquellos que estaban sometidos a su autoridad. Dos mil quinientos años de historia desde Nabucodonosor han demostrado la verdad de esta declaración del versículo 17.
Bien, debemos interrumpir hoy nuestro estudio en este punto, y vamos a continuar nuestro estudio a partir del versículo 11 de este capítulo 4 de Daniel, en nuestro próximo programa. La compleja personalidad de este rey y la forma en que llegó a conocer a Dios hasta el punto de exaltar Su nombre ante todos sus súbditos, formaron parte de un proceso interesante y de gran dramatismo. Por ello, estimado oyente, le invitamos a que continúe acompañándonos en el estudio de este libro, que nos convierte en testigos de acontecimientos dramáticos, que seguramente dejarán en nuestra vida el impacto que produce ver actuar a Dios en la historia, así como también en los individuos, en la intimidad de las personas. Le sugerimos leer el resto de este capítulo 4 del libro del profeta Daniel, para estar mejor informado de cara a nuestro próximo encuentro.
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