Estudio bíblico de Éxodo 9:8-10:9
Exodo 9:8-10:9
En nuestro programa anterior habíamos considerado la quinta plaga, la de la peste sobre el ganado, que ocasionó la muerte de los animales. A pesar de las tremendas consecuencias de aquella calamidad, que además constituía un juicio a la idolatría, Faraón no permitió la salida de los israelitas de Egipto. Nuestro pasaje Bíblico de hoy comienza con el relato de
La sexta plaga: Las úlceras
Leamos los versículos 8 al 12:
"Entonces el Señor dijo a Moisés y a Aarón: Tomad puñados de hollín de un horno, y que Moisés lo esparza hacia el cielo en presencia de Faraón; y se convertirá en polvo fino sobre toda la tierra de Egipto, y producirá furúnculos que resultarán en úlceras en los hombres y en los animales, por toda la tierra de Egipto. Tomaron, pues, hollín de un horno, y se presentaron delante de Faraón, y Moisés lo arrojó hacia el cielo, y produjo furúnculos que resultaron en úlceras en los hombres y en los animales. Y los magos no podían estar delante de Moisés a causa de los furúnculos, pues los furúnculos estaban tanto en los magos como en todos los egipcios. Y el Señor endureció el corazón de Faraón y no los escuchó, tal como el Señor había dicho a Moisés."
Si suponemos que esta plaga comenzó probablemente en la misma presencia de Faraón, el habrá sido el primer afectado por esta enfermedad. Y con él se encontraban los magos o sabios que le aconsejaban, y que habían sido capaces de reproducir las 3 primeras plagas y milagros, pero no los demás milagros y calamidades. Y además, como consecuencia de este juicio, ellos también resultaron afectados. Por primera vez Dios estaba permitiendo que una plaga perjudicase tanto a los seres humanos como a las bestias, causando grandes molestias al cuerpo humano. Hay que recordar que los sacerdotes que servían en los templos egipcios tenían que permanecer en un estado de pureza, no contaminados por defectos ni enfermedades. Al venir sobre ellos, repentinamente, esta plaga, se consideró que no eran adecuados para ejercer su sacerdocio en los templos. Esta situación provocó la interrupción de este culto falso en todo el país.
Los turistas pueden hoy en día contemplar lo poco que queda de las ruinas de la ciudad de Menfis que, al menos, permiten comprobar la magnitud de aquella gran ciudad. A los costados de sus vías públicas se alzaban centenares de templos, donde sus sacerdotes practicaban sus ritos sagrados. Podemos imaginarnos el impacto que esta plaga habrá tenido sobre los servicios religiosos que allí tenían lugar, al interrumpirse totalmente el culto de aquella religión falsa. Podríamos imaginarnos la impresión producida en el pueblo ante los templos que exhibiesen carteles con la leyenda "cerrado por enfermedad". El texto Bíblico aclara que ni aun así, Faraón no cedió y persistió en su actitud de ignorar las palabras de Moisés y Aarón, impidiendo que los israelitas abandonasen Egipto. Aun sufriendo los efectos dolorosos de esta enfermedad, su corazón continuó endurecido por su obstinación. Continuemos leyendo los versículos 13 al 17:
"Entonces dijo el Señor a Moisés: Levántate muy de mañana, y ponte delante de Faraón, y dile: Así dice el Señor, el Dios de los hebreos: Deja ir a mi pueblo para que me sirva. Porque esta vez enviaré todas mis plagas sobre ti, sobre tus siervos y sobre tu pueblo, para que sepas que no hay otro como yo en toda la tierra. Porque si yo hubiera extendido mi mano y te hubiera herido a ti y a tu pueblo con pestilencia, ya habrías sido cortado de la tierra. Pero en verdad, por esta razón te he permitido permanecer: para mostrarte mi poder y para proclamar mi nombre por toda la tierra. Y todavía te enalteces contra mi pueblo no dejándolos ir."
Estas palabras nos hacen ver que Dios iba a utilizar a Faraón para mostrar Su poder en toda la tierra, utilizando el enojo, el furor del ser humano para recibir alabanza a Su nombre. Es lo que expresa el Salmo 76:10, cuando dice: "Pues el furor del hombre te alabará".
Continuemos leyendo el párrafo que sigue, que nos describe
La séptima plaga: El granizo
Leamos los versículos 18 al 21:
"He aquí, mañana como a esta hora, enviaré granizo muy pesado, tal como no ha habido en Egipto desde el día en que fue fundado hasta ahora. Ahora pues, manda poner a salvo tus ganados y todo lo que tienes en el campo, porque todo hombre o todo animal que se encuentre en el campo, y no sea traído a la casa, morirá cuando caiga sobre ellos el granizo. El que de entre los siervos de Faraón tuvo temor de la palabra del Señor, hizo poner a salvo a sus siervos y sus ganados en sus casas, pero el que no hizo caso a la palabra del Señor, dejó a sus siervos y sus ganados en el campo."
Egipto es esencialmente un país de lluvias escasas. El promedio anual de agua caída es inferior a 3 cm. En este caso, Dios les anunció que tendrían una lluvia, que no era precisamente la que esperaban y necesitaban. Porque consistiría en un temporal de granizo muy pesado. En esta plaga hubo un elemento nuevo que consistió en la advertencia de Dios que aconsejó la conducta a seguir para evitar grandes daños. Surge la pregunta de si algunos creyeron realmente en Dios o no. Aquellos de quienes se dice aquí que no tomaron en serio las palabras de advertencia, sufrieron el juicio de Dios. El les proveyó una oportunidad de evitar estos males, pero quedó a su elección el creer, o no creer, la Palabra de Dios. En un contexto diferente, pero que tiene que ver con la actitud permanente del ser humano a través de toda la historia, la misma situación se produce hoy, cuando las personas escuchan el mensaje que Dios les proclama por diversos medios.
En el caso de Egipto, esta plaga fue enviada como un ataque contra Isis, a veces representada con una cabeza de vaca), diosa de la fertilidad y diosa del aire. Era la hija mítica de Set y Nut, hermana y esposa de Osiris, y madre de Horus. Se decía que las lágrimas de Isis caían sobre el río Nilo produciendo un desbordamiento en sus riberas, que traía sustento a la tierra. Isis era, pues, una diosa importante en Egipto, lo cual explica que esta plaga del granizo fuese dirigida contra ella. Y ya hemos destacado el hecho de que la plaga afectó tanto a seres humanos como a animales. Continuemos leyendo los versículos 22 al 25:
"Y el Señor dijo a Moisés: Extiende tu mano hacia el cielo para que caiga granizo en toda la tierra de Egipto, sobre los hombres, sobre los animales y sobre toda planta del campo por toda la tierra de Egipto. Y extendió Moisés su vara hacia el cielo, y el Señor envió truenos y granizo, y cayó fuego sobre la tierra. Y el Señor hizo llover granizo sobre la tierra de Egipto. Y hubo granizo muy intenso, y fuego centellando continuamente en medio del granizo, muy pesado, tal como no había habido en toda la tierra de Egipto desde que llegó a ser una nación. Y el granizo hirió todo lo que había en el campo por toda la tierra de Egipto, tanto hombres como animales; el granizo hirió también toda planta del campo, y destrozó todos los árboles del campo."
Aquellos que no creyeron en las advertencias de Dios, no tomaron medidas de protección. El mensaje que Dios envió a los egipcios es el mismo que El proclama al mundo de nuestro tiempo, anunciando un juicio cercano. Pero el ser humano continúa viviendo y actuando como si nada fuese a ocurrir. Así sucedió en los días de Noé (como estudiamos en Génesis 6 y 7). Y así será también en los días de la próxima venida de Jesucristo, cuando venga para juzgar. En los tiempos que narra nuestro pasaje, en Egipto, muchas personas no creyeron en las palabras de Dios y pagaron un elevado precio por sus incredulidad. Entonces y ahora, en la actualidad, todo lo que Dios pide a los seres humanos es que crean en El. Este es el mensaje claro de Su Palabra hoy, tal como llega a nosotros por medio de las páginas de la Biblia.
Continuemos leyendo los versículos 26 al 35:
"Sólo en la tierra de Gosén, donde estaban los hijos de Israel, no hubo granizo. Entonces Faraón envió llamar a Moisés y Aarón y les dijo: Esta vez he pecado; el Señor es el justo, y yo y mi pueblo somos los impíos. Rogad al Señor, porque ha habido ya suficientes truenos y granizo de parte de Dios; y os dejaré ir y no os quedaréis más aquí. Y Moisés le dijo: Tan pronto como yo salga de la ciudad, extenderé mis manos al Señor; los truenos cesarán, y no habrá más granizo, para que sepas que la tierra es del Señor. En cuanto a ti y a tus siervos, sé que aún no teméis al Señor Dios. (Y el lino y la cebada fueron destruidos, pues la cebada estaba en espiga y el lino estaba en flor; pero el trigo y el centeno no fueron destruidos, por ser tardíos.) Y salió Moisés de la ciudad, de la presencia de Faraón, y extendió sus manos al Señor, y los truenos y el granizo cesaron, y no cayó más lluvia sobre la tierra. Pero cuando Faraón vio que la lluvia, el granizo y los truenos habían cesado, pecó otra vez, y endureció su corazón, tanto él como sus siervos. Y se endureció el corazón de Faraón y no dejó ir a los hijos de Israel, tal como el Señor había dicho por medio de Moisés."
A partir de este punto del relato de las plagas, la tierra de Gosén fue protegida de las plagas que caerían sobre el resto de las regiones de Egipto. Y aquí cabe destacar que ésta fue la primera ocasión en que Faraón admitió su pecado, su rebelión y la de su pueblo ante un Señor justo. Podemos imaginarnos la situación desastrosa del país, con una gran parte del ganado destruidos por las plagas precedentes y el resto, diezmados por la violencia y efectos de esta tormenta. Cabe aclarar que el trigo y el centeno no fueron perjudicados en la misma forma porque aun no habían crecido. Dios estaba golpeando a los egipcios en un intento de sacudirles y despertarles de su estado de idolatría y cultos falsos. Pero Faraón, su líder, continuó inamovible, con su corazón obstinado. Llegamos así a
Exodo 10:1-9
Tema: Faraón fue amenazado con otra plaga que llegaría si él continuaba negándose a dejar salir a Israel; Faraón se inclinaba por dejar salir a los israelitas, pero cambió de opinión y la plaga de las langostas descendió sobre la tierra de Egipto; Faraón fue amenazado nuevamente para liberar a Israel pero, al negarse, la plaga de la oscuridad cubrió el país; Faraón le pidió a Moisés que aliviase al país y al pueblo pero su corazón permanecía aun obstinado.
El primer párrafo de este capítulo nos relato cómo
Faraón fue amenazado con la plaga de langostas
Al llegar estos extremos, uno se pregunta qué habría tenido que suceder para que Faraón cediese y permitiese salir a los israelitas. Leamos los versículos 1 y 2:
"Entonces el Señor dijo a Moisés: Preséntate a Faraón, porque yo he endurecido su corazón y el corazón de sus siervos, para mostrar estas señales mías en medio de ellos, y para que cuentes a tu hijo y a tu nieto, cómo me he burlado de los egipcios, y cómo he mostrado mis señales entre ellos, y para que sepáis que yo soy el Señor."
Dios tenía muchas razones para actuar de aquella manera. Un motivo importante para el envío de las plagas era revelarle a Faraón que él era una persona malvada. Dios podría haber sacado a los israelitas de Egipto inmediatamente, sin haber tenido ninguna relación con Faraón. Si así lo hubiese hecho, siempre habrían surgido críticos alegando que Dios no había sido justo con Faraón. El tenía que darle a Faraón una oportunidad de permitir que Israel fuese liberado para salir del país y, al mismo tiempo, proveerle una ocasión de salvarse él mismo. Y eso es exactamente lo que El hizo. Pero también quiso demostrar a Su pueblo lo que era capaz de hacer antes de conducirles al desierto. Quiso que los israelitas supiesen que era capaz de llevarles a la tierra que había prometido a Abraham, Isaac y Jacob. Esa historia sería contada una y otra vez durante 4.000 años, por medio de la celebración de la fiesta de la Pascua.
Leamos ahora, los versículos 3 al 7:
"Moisés y Aarón fueron a Faraón, y le dijeron: Así dice el Señor, el Dios de los hebreos:¿Hasta cuándo rehusarás humillarte delante de mí? Deja ir a mi pueblo, para que me sirva. Porque si te niegas a dejar ir a mi pueblo, he aquí, mañana traeré langostas a tu territorio. Y cubrirán la superficie de la tierra, de modo que nadie podrá verla. También comerán el resto de lo que ha escapado, lo que os ha quedado del granizo, y comerán todo árbol que os crece en el campo. Y llenarán tus casas, las casas de todos tus siervos y las casas de todos los egipcios, algo que ni tus padres ni tus abuelos han visto desde el día que vinieron al mundo hasta hoy. Y se volvió y salió de la presencia de Faraón. Y los siervos de Faraón le dijeron: ¿Hasta cuándo este hombre nos será causa de ruina? Deja ir a los hombres para que sirvan al Señor su Dios. ¿No te das cuenta de que Egipto está destruido?"
La advertencia no podía ser más grave, y también creíble. Nada menos que una plaga de langostas, que consumiría lo que se hubiese salvado de la destrucción provocada por las destrucciones anteriores y que, además se introduciría en las viviendas del pueblo egipcio. El soberano no sólo recibió las advertencias de Moisés y Aarón que le dijeron "¿hasta cuándo rehusarás humillarte?" Porque los propios siervos de Faraón se atrevieron a encararle con la misma pregunta "¿hasta cuándo?" ¿Acaso no era consciente, en su obstinación, que la totalidad del país estaba siendo devastado y que toda su población estaba a punto de alcanzar un estado de ruina total? El versículo 8 nos detalla la reacción de aquella gente desesperada;
"Entonces hicieron volver a Moisés y Aarón ante Faraón, y él les dijo: Id, servid al Señor vuestro Dios. ¿Quiénes son los que han de ir?"
Y una vez más, vemos un aparente cambio de opinión, una actitud de sumisión y de apertura para dejar salir a quienes se le indicase. Este párrafo comienza con los incidentes previos a la que sería
La octava plaga: Las langostas
Para finalizar nuestra lectura de hoy, leamos solamente el versículo 9:
"Y Moisés respondió: Iremos con nuestros jóvenes y nuestros ancianos; con nuestros hijos y nuestras hijas; con nuestras ovejas y nuestras vacadas iremos, porque hemos de celebrar una fiesta solemne al Señor."
En nuestro próximo programa veremos por qué Moisés insistió en que debía salir todo el pueblo, incluyendo la totalidad de los miembros de las familias y también sus ganados. La pregunta previa del Faraón "¿quiénes son los que han de ir?" escondía no solo su inquietud sino un propósito determinado. Aquí vemos nuevamente ese núcleo duro, inflexible de su voluntad, que ni siquiera los más duros sufrimientos y calamidades sobre él mismo, y sobre su pueblo, habían podido quebrar. A pesar de haber recibido pruebas tan contundentes del poder de Dios, y de que las amenazas de sus mensajeros Moisés y Aarón se iban haciendo realidad inexorablemente, le vemos dispuesto a resistir y con la misma actitud desafiante y rebelde que tuvo durante sus primeros encuentros en que se le había comunicado el pedido de liberación para el pueblo oprimido.
¿Hubo en alguna de estas reacciones de Faraón alguna medida de sinceridad, aunque superada por su terquedad y la fortaleza de su determinación de no ceder? No lo parece así, teniendo en cuenta la rapidez con que volvía a poner en evidencia su rebeldía, aun en medio de una serie de situaciones catastróficas que iban agravando la situación, ya muy cercana al caos total. Incluso sus asesores le instaron a ceder, pero nada pudo convencerle. Incluso, podemos decir que su oposición a Dios y a sus mensajeros era cada vez mayor.
En la hora actual y con respecto a la Palabra de Dios, algunas personas se refugian en una aparente indiferencia, mientras otras hacen ostentación de su oposición al mensaje de salvación que surge de la obra de Jesucristo en la cruz, y de su triunfo sobre la muerte. Cabe recordar aquí, dos importantes declaraciones del apóstol Pablo, escritas en su carta a los Romanos. La primera, parece dirigida personalmente a personas parecidas a Faraón, aquel obstinado rey: dice así en 2:5,
"Mas por causa de tu terquedad y de tu corazón no arrepentido, estás acumulando ira para ti en el día de la ira y de la revelación del justo juicio de Dios,"
Después de haber visto en nuestro estudio de hoy, nuevas manifestaciones del poder de Dios en aquellos juicios, terminamos con la segunda declaración, registrada en 1:16, y que nos revela una nueva dimensión del poder de Dios, en su relación con los seres humanos:
"Porque no me avergüenzo del evangelio, pues es el poder de Dios para la salvación de todo el que cree"
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