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Estudio bíblico de Malaquías 2:1-9

Malaquías 2:1 - 9

Retomamos hoy nuestro estudio del libro del profeta Malaquías, profeta de Dios ante su pueblo alrededor por el año 450 a.C. en la ciudad de Jerusalén. Para los estimados oyentes que hoy nos escuchan por primera vez les queremos aclarar que estamos estudiando el último libro del Antiguo Testamento, que es la primera parte de las Sagradas Escrituras, la Biblia.

En nuestro programa anterior estudiamos una sección en particular dirigida especialmente a los sacerdotes que estaban sirviendo en el templo de Jerusalén. Anteriormente, en el capítulo 1, versículo 6, Dios les había dicho, por boca del profeta: "Oh, sacerdotes, que menospreciáis mi nombre".

¿Por qué habló Malaquías a los sacerdotes de esta manera? Malaquías se dirigió, en primer lugar a los sacerdotes del templo, porque se suponía que ellos eran los que en primera instancia debía servir de ejemplo para el resto de la nación. Sin embargo, en vez de reflejar con sus vidas la integridad y pureza de Dios, fueron los primeros en menospreciar Su nombre, ofreciendo un culto impuro, contaminado, contrario a las leyes que Dios había ordenado.

Retomando ahora nuestra lectura desde el inicio del capítulo 2, leemos en el primer versículo cómo Malaquías vuelve de nuevo su atención hacia los sacerdotes de Dios:

"Ahora, pues, oh sacerdotes, para vosotros es este mandamiento."

Y continúa el versículo 2:

"Si no oyereis, y si no decidís de corazón dar gloria a mi nombre, ha dicho el Señor de los ejércitos, enviaré maldición sobre vosotros, y maldeciré vuestras bendiciones; y aun las he maldecido, porque no os habéis decidido de corazón."

¿Cuál sería el resultado de no glorificar a Dios "de corazón"? El resultado sería una maldición enviada sobre ellos. Y ese es, estimado oyente, un tema recurrente a lo largo de todo el Antiguo Testamento: Bendición por obediencia y maldición por desobediencia: Dios bendice cuando Le obedecemos y no lo hace cuando lo desobedecemos. Así de sencillo, así de claro. Cuando el Señor dice "maldeciré vuestras bendiciones" se refiere no sólo a las bendiciones materiales sino también a todos los beneficios de la gracia de Dios y que incluían, en este caso, las bendiciones pronunciadas por los sacerdotes sobre el pueblo de Israel.

¿Cuál constituía entonces el pecado de los sacerdotes? El pecado principal de los sacerdotes era su evidente desprecio al nombre de Dios. Y en segundo lugar, que, abiertamente y sin disimulo alguno, desobedecían sistemáticamente a Dios. Su actitud ante el pueblo era de pública rebeldía hacia Dios, así como de abierto enfrentamiento hacia su Señor.

Recordemos que muestra inequívoca de su negativa actitud hacia su Dios era el incumplimiento de la pureza de los rituales en los actos de ofrenda y sacrificio, contra lo establecido por el Señor muchos años atrás. Su osadía llegaba incluso a profanar la ley de sacrificar únicamente aquellos animales absolutamente puros y libres de todo defecto, o imperfección. Los sacerdotes se contentaban así ofreciendo a Dios mercancía de segunda, mientras que a los reyes, príncipes y gobernantes terrenales ofrecían sólo lo mejor y de primera calidad.

Amigo oyente, nuestro Dios es un Dios misericordioso y amoroso, pero también es justo y celoso. Y Él castiga el pecado y no tolera la idolatría. Como Dios es justo, tiene el deber de juzgar el pecado. Y como Dios celoso, no tolerará que nadie ajeno a Él reciba culto o adoración. Dios desea ser adorado. Desea ser glorificado. Y no aceptará ser el segundo en ninguna escala de prioridades. Y si lo recuerda, programas atrás, le lanzamos a usted la pregunta retadora de ¿qué lugar ocupa Dios en su escala de prioridades? ¿Es Dios su segunda opción en alguna de sus listas de tareas pendientes?

Recuerde, amigo oyente, que Dios no desea una parte de su tiempo: lo desea todo. Dios no anhela un día dominical de comunión con usted; anhela tener sus 24 hs. al día, 365 días al año. Dios no desea sus ofrendas; le desea usted. Usted es su ofrenda. Si usted quiere, claro. Porque Dios le ha dado a usted la libertad de escoger entre ser un "sacrificio vivo" o, simplemente, poder vivir como bien le plazca. Suya es la elección. Pero ¿sabe una cosa? Normalmente los sacrificios, cuando llegaban al altar, ya estaban muertos, sin vida. ¿Y sabe lo que implica ser, como dice la Biblia, un "sacrificio vivo para Dios"? ¡Que al estar vivo puede escaparse y huir del altar! Por eso, ser un "sacrificio vivo" para Dios significa renunciar a todo y sacrificar al 100% las propias aspiraciones y deseos, aún legítimos, por los de Dios, y permanecer quietos en el altar.

Leamos ahora el versículo 3:

"He aquí, yo os dañaré la sementera, y os echaré al rostro el estiércol, el estiércol de vuestros animales sacrificados, y seréis arrojados juntamente con él."

¿Qué es lo que quiere decir el profeta Malaquías con esto? Este lenguaje tan gráfico muestra cómo veía Dios a los sacerdotes infieles, quienes para Él eran dignos de la humillación más insólita. Normalmente, los desechos de animales eran llevados fuera del campamento para ser quemados. Dios anuncia que de esta manera, los sacerdotes serían desechados y sufrirían humillación además de la pérdida de su cargo. Como podemos ver, el propósito de Dios era sacudir sus anestesiadas conciencias para que abandonaran su complacencia.

Y Dios dice: Yo os dañaré la sementera. En esa época en particular los israelitas estaban disfrutando de unas abundantes cosechas. Y como usted recordará, los sacerdotes recibían un diezmo de cada cosecha, ya fuera en trigo o en cebada o, en verano, en forma de viñas. Y Dios dice: Yo os dañaré la sementera. No recibiréis el diezmo que habéis estado recibiendo. Vuestra abundante provisión se terminada. He aquí, yo os dañaré la sementera, y os echaré al rostro el estiércol. Debemos recordar que se daba a los sacerdotes todas las entrañas de los sacrificios, incluyendo los intestinos, llenos de estiércol. Esta materia inmunda no podía ser utilizada en el sacrificio, y por eso se apartaba. Y lo que Dios decía era, que iba a arrojar dicho estiércol a sus rostros. De esta manera tan gráfica Dios les declara que ellos están tan inmundos como el estiércol, y que no podrán disfrutar de su presencia en el altar sagrado del templo. Y añade: El estiércol de vuestros animales sacrificados, y seréis arrojados juntamente con él.

Continúa el versículo 4:

"Y sabréis que yo os envié este mandamiento, para que fuese mi pacto con Leví, ha dicho el Señor de los ejércitos."

Es decir, los sacerdotes sabrían finalmente cuál sería el precio de la desobediencia, con la más amarga de las experiencias.

Vamos a analizar brevemente este pacto con Leví. Pero antes leeremos los versículos 5 y 6 de este capítulo segundo de Malaquías:

"Mi pacto con él fue de vida y de paz, las cuales cosas yo le di para que me temiera; y tuvo temor de mí, y delante de mi nombre estuvo humillado. La ley de verdad estuvo en su boca, e iniquidad no fue hallada en sus labios; en paz y en justicia anduvo conmigo, y a muchos hizo apartar de la iniquidad."

Veamos ahora la razón por la cual Dios escogió a la tribu israelita de Leví para servir como sacerdotes en su templo. La Biblia nos aclara que Leví era uno de los hijos de Jacob. Cuando Jacob estaba en su lecho de muerte, mandó llamar a sus 12 hijos y cuando estuvieron en su presencia, profetizó sobre cada uno de ellos. Y se refirió a dos de ellos, Simeón y Leví, de manera conjunta. En Génesis 49, versículos 5 y 6, leemos: "Simeón y Leví son hermanos; armas de iniquidad sus armas. En su consejo no entre mi alma, ni mi espíritu se junte en su compañía. Porque en su furor mataron hombres, y en su temeridad desjarretaron toros".

Ahora, en el versículo 7, del mismo capítulo 49 de Génesis, leemos: Maldito su furor, que fue fiero; y su ira, que fue dura. Yo los apartaré en Jacob, y los esparciré en Israel. Ahora, ¿cómo esparcirá a Leví? Llegando a ser la tribu sacerdotal, la denominada tribu de Leví.

Ahora bien, cuando leemos la vida del patriarca judío Moisés, nos encontramos con algo completamente diferente. Moisés, en su lecho de muerte, reunió a las tribus a su alrededor, y lo que en el momento de la muerte de Jacob fueron sólo 12 hombres, ahora eran probablemente en torno a un millón de israelitas, que estaban alrededor de Moisés. Y en Deuteronomio, capítulo 33, versículos 8 al 11, leemos: A Leví dijo: Tu Tumin y tu Urim sean para tu varón piadoso, a quien probaste en Masah, con quien contendiste en las aguas de Meriba, quien dijo de su padre y de su madre: Nunca los he visto; y no reconoció a sus hermanos, ni a sus hijos conoció; pues ellos guardaron tus palabras, y cumplieron tu pacto. Ellos enseñarán tus juicios a Jacob, y tu ley a Israel. Es decir, de esta manera, Dios los constituye como la tribu sacerdotal del pueblo, con la especial y sagrada misión de enseñar a Israel la ley de Dios). Y continúa: Pondrán el incienso delante de ti. O sea que, ellos ofrecerán una oración por los hijos de Israel, y sigue: Y el holocausto sobre tu altar. Bendice, oh Señor, lo que hicieren, y recibe con agrado la obra de sus manos; hiere los lomos de sus enemigos, y de los que lo aborrecieren, para que nunca se levanten.

Este es el pacto que Dios hizo con Leví. Pero tras 70 años de cautividad, Leví no ha aprendido aún la lección. Y en el versículo 5 de este capítulo 2 de Malaquías, leemos:

"Mi pacto con él fue de vida y de paz, las cuales cosas yo le di para que me temiera; y tuvo temor de mí, y delante de mi nombre estuvo humillado."

Este pacto consistía en responsabilidad mutua, porque Dios esperaba la reverencia de ellos a cambio de vida y paz para los sacerdotes. Y como podemos ver, los sacerdotes judíos del tiempo de Malaquías se habían engañado a sí mismos al reclamar los privilegios del pacto, mientras desobedecían sus condiciones. Como si Dios estuviera en la obligación de bendecirlos, aunque ellos rechacen el deber de servirlos. Y en el versículo 6, Dios dice:

"En paz y en justicia anduvo conmigo, y a muchos hizo apartar de la iniquidad."

Es decir, a diferencia de los sacerdotes del tiempo de Malaquías, Aarón, el sacerdote y hermano de Moisés, y los suyos, cumplieron su responsabilidad, temiendo, reverenciando y viviendo una vida piadosa para Dios.

Continuemos con nuestra lectura a partir del versículo 7 de este capítulo 2 de Malaquías:

"Porque los labios del sacerdote han de guardar la sabiduría, y de su boca el pueblo buscará la ley; porque mensajero es del Señor de los ejércitos."

Nuevamente nos encontramos con la palabra "mensajero" o ángel. Los sacerdotes eran los mensajeros de Dios en Israel. Y su responsabilidad era doble, ya que no sólo debían representar al pueblo ante Dios, sino que también eran responsables de representar a Dios ante el pueblo mediante la enseñanza de la Ley de Moisés a la Nación.

Continuemos leyendo los versículos 8 y 9 de este capítulo 2 de Malaquías, que dicen así:

"Mas vosotros os habéis apartado del camino; habéis hecho tropezar a muchos en la ley; habéis corrompido el pacto de Leví, dice el Señor de los ejércitos. Por tanto, yo también os he hecho viles y bajos ante todo el pueblo, así como vosotros no habéis guardado mis caminos, y en la ley hacéis acepción de personas."

Desde luego, amigo oyente, las palabras de Dios no dejan lugar a ninguna duda. Eran un serio aviso hacia aquellos sacerdotes que se habían apartado totalmente de los parámetros originales de comportamiento que Dios le dio a Leví, y por medio de éste, a todos sus descendientes, que representaban el oficio de sacerdotes. Lo que podría considerarse como agravante es la situación mencionada por Dios respecto a que , con su mal ejemplo y falsa interpretación de la Ley, la vergüenza y la degradación más infame cayó sobre ellos.

Queremos despedirnos hoy con una sencilla reflexión, pero que fue olvidada por los sacerdotes de la época de Malaquías: Servimos a Dios, sirviendo a los demás. Aunque el mundo define la grandeza en términos de poder, posición, diseño y fama, Jesús midió la grandeza en términos de servicio y no de estatus. Los sacerdotes de Jerusalén no sirvieron ni a Dios, ni a Su pueblo.

¿Está usted dispuesto a servir al Señor, a Dios, y a Sus hijos? Dios determinará su grandeza, estimado oyente, por el número de personas a la que sirve y no por las que están a su servicio. En las librerías podemos comprobar que hay miles de libros que se han escrito sobre el liderazgo, sobre cómo llegar a ser una persona influyente, fuerte, con éxito, pero son muy pocos que hablan acerca del servicio tal y como Dios lo entiende. Todo el mundo quiere dirigir, ser un líder, un jefe, una persona influyente y poderosa, pero nadie desea ser siervo. Y a menudo Dios probará nuestros corazones pidiéndonos que sirvamos en ciertas maneras que no habíamos planeado, ni esperado. De usted dependerá, querido oyente, si desea servir o ser servido.

Hasta, queridos amigos, nuestro programa de hoy. Esperamos encontrarle nuevamente para retomar juntos nuestro estudio del profeta Malaquías, un hombre que tuvo un mensaje claro de parte de Dios para Su pueblo y que, como estamos constatando, resulta igualmente válido para el hombre y la mujer del siglo XXI.

Si usted quisiera acercarse y conocer más a Dios, pero no sabe cómo hacerlo, porque considera que Dios no está interesado en usted, o que no ha hecho suficiente méritos para ser atendido por Dios, que ha vivido demasiado alejado de Él, o que voluntariamente se ha apartado de Sus mandamientos y vivido "a su manera", entonces tenemos "buenas noticias" para usted.

Dios ya ha recorrido el camino que le distancia de usted; Dios le conoce a usted por nombre, como también a sus circunstancias; Dios le ama, así, de la manera como usted se encuentra en este momento; Dios no rechaza a nadie, muy al contrario, le ama y anhela apasionadamente tener una relación estrecha y cercana, con cada una de Sus creaturas, y usted ¡es una creación original de Él!

Dios hoy le invita a comenzar una relación de Padre e hijo. Lo maravilloso del amor de Dios es que es incondicional, fiel, y eterno. Pero, para disfrutar de ese amor que protege, que abriga, que sostiene, que guía, hay sólo un requisito: usted tiene que reconocer que es pecador, que necesita el perdón de todos sus pecados y de sus errores.

Según la Biblia, no hay nada con que podamos saldar esa deuda con Dios, excepto, y esta es la BUENA NOTICIA, aceptar y creer, que alguien ya pagó por nosotros, y ese fue Jesucristo en la cruz. "Si confesamos nuestros pecados, Él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad, y la sangre de Jesucristo si Hijo nos limpia de todo pecado". Lo puede leer en la primera epístola de Juan, versículos 7 al 9.

Amigo oyente, no espere más. Hable con Dios, con sus propias palabras, dígalo todo lo que hay en su interior, confiésele todo aquello que le pesa, y pida Su perdón. Usted puede vivir la experiencia más grandiosa de su vida: puede sentir el perdón de Dios, sentirse libre de cualquier carga, y podrá comenzar una nueva vida con Jesucristo.

Estimado amigo oyente, si tiene alguna duda o pregunta respecto a este tema, le animamos a que se ponga en contacto con nosotros, y con mucho gusto intentaremos ayudarle. Es nuestra más ferviente oración que el Espíritu de Dios siga conmoviendo a cada persona que se acerca con corazón sincero a la Palabra de Dios, y que ésta hale eco en su espíritu y alma.

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