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Estudio bíblico de Apocalipsis 2:1-4

Apocalipsis 2

Versículos 1-4

Continuamos hoy, amigo oyente, nuestro recorrido por el libro de Apocalipsis, que como usted bien sabe es el último libro de la Biblia y el que más habla de "las cosas por venir", es decir, del futuro y de los últimos tiempos. Retomamos, pues, nuestro estudio a partir del capítulo segundo de este apasionante libro.

Comienza aquí la segunda división principal de este libro, en la que se mencionan diversos aspectos clave relacionados con la iglesia. Estos aspectos clave o críticos serán abordados por el autor de este libro, el Apóstol Juan, mediante una serie de cartas o escritos en los que Dios se dirige a siete iglesias. En éste y en posteriores programas analizaremos el contenido y el propósito de cada una de estas cartas las cuáles, de manera clara y directa, abordarán sus respectivas problemáticas.

Y si bien es cierto que estas siete iglesias eran congregaciones históricas situadas en la zona de Asia Menor, muchas de ellas fundadas décadas atrás por el Apóstol Pablo en sus viajes misioneros, también es verdad que sirven para ejemplificar los diferentes tipos de iglesias que han existido y que existirán a lo largo y ancho de la historia de la humanidad. Como decía el poeta: "¿Acaso hemos cambiado tanto a lo largo de los tiempos? Apenas nada". Y como podremos ver, lo que Cristo dijo a estas iglesias fue y sigue siendo relevante a lo largo de todos los tiempos.

Antes de comenzar nuestra lectura, permítanos, querido oyente, dibujar en el lienzo de este programa unos rápidos trazos para esbozar la situación y el contexto en el cual se va a desarrollar el texto bíblico estudiado hoy.

La escritura y envío de cartas fueron medios de comunicación muy habituales durante el primer y segundo siglo de la era post cristiana. Un complejo y eficiente sistema de correos sería para unir las principales ciudades y mantener perfectamente comunicado todas las provincias del vasto imperio romano.

Estas siete iglesias a las que se dirigen las cartas en los capítulos 2 y 3 son muy significativas en diversas maneras. En primer lugar, cuando Juan escribió este libro, estas iglesias eran reales y estaban situadas en las ciudades que se mencionarán. Sin embargo, aparentemente, no eran las más importantes de aquellos días dado que sólo dos, Éfeso y Laodicea, aparecen mencionadas anteriormente en la Biblia. No obstante y como ya hemos mencionado, al igual que las cartas del Apóstol Pablo a otras iglesias que él mismo fundó, el mensaje que contienen concierne y resulta perfectamente válido para todas las iglesias en todas partes y en todos los tiempos.

De todas las iglesias que se podían haber elegido (como Jerusalén, Antioquía, Alejandría, Corinto, Roma, Colosas o Hierápolis), sólo estas siete fueron seleccionadas. Otro aspecto significativo es que cada carta va dirigida al "ángel" de cada iglesia en particular; y la palabra ángel, bien podría aplicarse aquí a seres humanos o sobre humanos, como más adelante comentaremos. En cualquier caso, la aparente responsabilidad de estos "ángeles" los hace compartir tanto la bendición como la culpabilidad de sus propias y respectivas congregaciones.

Ahora bien, ¿por qué ocupa Éfeso el primer lugar en la lista de las siete iglesias mencionadas por el Apóstol Juan? La respuesta es sencilla y las razones son varias: En los tiempos de Juan, Éfeso era el puerto más importante de toda Asia y era conocido con el sobrenombre del "Mercado de Asia". Por si ello fuera poco, todas las carreteras del valle del Caistro, que era el río a cuya orilla Éfeso fue edificada, convergían en ella. De esta manera, Éfeso era el pórtico de Asia para todos aquellos que provenían desde Roma y era también el paso obligado para todos aquellos que iban hacia Roma. Su peculiar situación terminó convirtiendo a Éfeso en la ciudad más importante, rica y relevante de Asia en aquella época.

Éfeso disfrutaba, además, de un elevado reconocimiento social, dado que tenía el estatus de ciudad libre, honor sólo conferido a algunas poblaciones por los servicios prestados al imperio romano. En Éfeso, además, se celebraban los juegos atléticos más importantes de Asia.

Recordemos que el Apóstol Pablo permaneció en Éfeso más tiempo que en ninguna otra ciudad. Seguramente en ningún otro lugar estuvo Pablo más íntimamente relacionado que con los ancianos o responsable de la iglesia de Éfeso, como revela íntimamente su discurso de despedida en el libro de los Hechos, capítulo 20.

El segundo aspecto que deseamos comentar es la particularidad de que sea un "ángel" el destinatario de cada una de las siete cartas que analizaremos. Numerosos estudiosos de la Biblia han interpretado que lo que Juan denomina "ángel" no es otro que el pastor o el responsable de cada iglesia.

Un tercer aspecto a mencionar es que el comienzo de cada una de estas siete cartas sigue siempre el mismo patrón, utilizando las palabras: "Conozco tus obras". Dios, por medio de Juan, desea de esta manera explicitar su conocimiento íntimo y cercano a la realidad de cada una de las iglesias a las que se dirige. Son, de hecho, "Sus iglesias". De la misma manera, querido oyente, Dios nos conoce a todos y cada uno de nosotros de manera personal e íntima, aunque, muy a su pesar, algunos de nosotros no le conozcamos a Él como debiéramos. Para ello es necesario comenzar, independientemente de su edad, pasado y trasfondo, una nueva relación con Él, una nueva vida, lo que los cristianos denominamos "nacer de nuevo" o "conversión".

Y esta nueva relación o "conversión" no supone un acto litúrgico que deba realizarse en una iglesia o ante un sacerdote; cualquiera puede recibir a Cristo como su Señor y Salvador en la soledad de su casa o en la intimidad de su habitación. La buena noticia, querido amigo y amiga es que usted no necesita mediador humano alguno para iniciar esta nueva relación con Dios; porque el único mediador "valido" es Jesucristo, que es el único mediador válido entre Dios y los hombres.

Sin embargo, si usted decide no realizar este paso y no desea conocerle personalmente, Dios continuará conociendo sus actos y su vida, tal y como lo hace con cada una de Sus iglesias. Recuerde, estimado oyente, que el Reino de Dios no es tanto usted caminando con Cristo como Cristo caminando con usted.

Un cuarto aspecto que nos llama la atención respecto a estas cartas dirigidas a las siete iglesias es que en cada una de ellas Juan dedica las primeras palabras para elogiar alguna conducta o actitud digna de alabanza, tras lo cual pasa a exponer brevemente un mal o incorrecto comportamiento. Sin embargo, podemos observar algunas excepciones destacables: No hay palabras de reproche, por ejemplo, para las iglesias de Esmirna y Filadelfia. Esmirna fue la iglesia mártir. Y Filadelfia fue una iglesia misionera, una iglesia que difundió la Palabra de Dios. En el extremo opuesto nos encontraremos con la iglesia de Laodicea, hacia la cual Juan no expresó alabanza alguna. La razón: Laodicea fue una iglesia apóstata, es decir, una iglesia que conociendo la verdad, la rechazó y se apartó de ella.

Un quinto aspecto destacable es el modo en que termina cada una de las cartas; una advertencia: "El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias", lo cual nos otorga una idea de la universalidad del mensaje expuesto, que trasciende a la misma iglesia a la cual está dirigida y es aplicable a todas las iglesias cristianas del mundo, independientemente de su ubicación geográfica o su época.

Comencemos ahora con el estudio de la carta dirigida a la iglesia de Éfeso, que es la primera de las siete cartas que analizaremos. Ya hemos comentado la relevancia y la hermosura de esta gran metrópoli de la antigüedad. Cuando el Apóstol Pablo arribó a su puerto, pudo admirar su gran avenida de mármol blanco, que aún se conserva hasta el día de hoy, flanqueada a ambas orillas por hermosos edificios, templos, numerosas tiendas y pequeños negocios donde se podía adquirir prácticamente cualquier cosa.

Si continuamos nuestro recorrido, saliendo del puerto y hacia la derecha, se abre un gran mercado, y más adelante, al lado de la montaña, un gran teatro donde se podían sentar unas 20.000 personas. Más lejos, hacia la izquierda, un colosal anfiteatro con aforo para unas 100.000 personas asombraba a cualquier turista de la época. Todo ello convertía a Éfeso en el perfecto emplazamiento para celebrar las más concurridas festividades y juegos, durante los cuáles podían llegar a juntarse cerca de dos millones de personas.

Fue en imponente urbe donde el Apóstol Pablo desarrolló uno den sus principales ministerios, y donde más tarde el Apóstol Juan, el Apóstol que más años vivió, cerca de cien, y el único de los doce que no sufrió una muerte violenta sino natural, llegó a ser pastor.

Como hemos mencionado, Éfeso era el centro de culto de la diosa Artemisa (nombre griego) o Diana (nombre romano), y su templo era una de las siete maravillas del mundo clásico. El edificio estaba construido sobre un cimiento artificial de piel y carbón lo cual lo hacía a prueba de terremotos. Sus puertas y su escalinata fueron cuidadosamente talladas en madera de ciprés. Sus dimensiones arquitectónicas eran realmente gigantescas siendo, de hecho, el templo griego más grande que se haya construido jamás, con unos 127 metros de largo por 60 de ancho, es decir, unas cuatro veces más grande que el famoso Partenón de Atenas. Exteriormente tenía más de 100 columnas exteriores. Y sobrevivió hasta que fue finalmente destruido por los godos allá por el año 256 D. C. Su decoración era digna de una auténtica galería de arte, con obras maestras de los más famosos artistas del momento: Praxíteles, Fidias, Escopas, Policleto. En su interior, detrás de una cortina de color púrpura, se adoraba al ídolo más sagrado del paganismo, Diana, representada por una estatua femenina con múltiples pechos. Adicionalmente, este lugar llegó a funcionar como un banco donde se depositaba el dinero de Asia.

Sin embargo, pese a su innegable hermosura estética, el templo era un lugar en el que sus sacerdotisas practicaban una especie de prostitución sagrada. Los adoradores de la diosa Diana se entregaban a ritos religiosos consistentes en orgías, bacanales y todo tipo de vicios y excesos.

El Apóstol Pablo llegó a Éfeso en su tercer viaje misionero, lugar donde permaneció por tres años. Pablo comenzó enseñando la Palabra en la escuela de un conocido maestro local llamado Tirano: "Pero estaré en Éfeso ? decía ? hasta Pentecostés; porque se me ha abierto puerta grande y eficaz, y muchos son los adversarios". Como hemos mencionado anteriormente, Juan, el Apóstol del amor, apodado por sus compañeros Apóstoles como "el hijo del trueno" debido a su fuerte carácter, llegó a ser pastor de la iglesia cristiana del lugar hasta que fue finalmente encarcelado por el emperador romano Domiciano y exiliado a la isla de Patmos, a unos 80 km. de distancia, donde estuvo preso 10 años, al cabo de los cuales regresaría a Éfeso para morir y ser sepultado en la basílica de San Juan, en el punto más elevado de la ciudad.

Bien, estimado amigo y amiga, este era el contexto y la situación social y económica del lugar al cual El Señor Jesucristo se dirige a la primera iglesia, la de Éfeso, la cual se encontraba, como podemos entender, establecida en un enclave producto de la confluencia de múltiples culturas, influencias sociales, tensiones políticas, tendencias religiosas paganas así como un importante materialismo fruto de la prosperidad y relevancia económica de la zona.

Iniciemos nuestra lectura de la Palabra en el versículo 1 del capítulo 2, que dice así:

1 Escribe al ángel de la iglesia en Éfeso: El que tiene las siete estrellas en su diestra, el que anda en medio de los siete candeleros de oro, dice esto:

La iglesia cristiana de Éfeso fue establecida por el Apóstol Pablo en su tercer viaje misionero (narrado en el libro de los Hechos de los Apóstoles), y entre sus dirigentes espirituales se encontraban Aquila y Priscila, Apolos, Timoteo y el mismo Juan. Las así llamadas "siete estrellas" son los mensajeros que representan a las siete iglesias; Cristo los tiene en Su mano y eso significa que es Él quien controla a la iglesia. Los mencionados "candeleros de oro" eran lámparas portátiles hechas de oro que daban luz a partir del aceite que llevaban en sí. Cada candelero representa a una iglesia y su luz representaba la verdad y vida que irradiaba de cada una de esas comunidades. Recordemos que en las Escrituras el número siete representa todo lo que es completo, por lo que estos siete candeleros representan a las iglesias de todos los tiempos. Leamos ahora el versículo 2:

2 Yo conozco tus obras, y tu arduo trabajo y paciencia; y que no puedes soportar a los malos, y has probado a los que se dicen ser apóstoles, y no lo son, y los has hallado mentirosos;

Es necesario que comprendamos que Dios está hablando a los creyentes. Dios está alabando a esta iglesia por sus buenas obras, por su sufrimiento (paciencia) así como por su capacidad de discernimiento o sabiduría espiritual, sabiendo evaluar a los hombres que afirmaban poseer el liderazgo espiritual, analizando su doctrina y su conducta.

A lo largo de las Escrituras, podemos ver cómo Dios no le pide al mundo que realice buenas obras con el fin de ganarse la amistad de Dios y el perdón de los pecados. El Apóstol Pablo, escribiendo en su carta a su discípulo y amigo Tito, dice en el capítulo 3, versículo 5: "Nos salvó, no por obras de justicia que nosotros hubiéramos hecho, sino por su misericordia, por el lavamiento de la regeneración y por la renovación en el Espíritu Santo". Eso es lo importante. De la misma manera, en su carta a los Romanos, capítulo 4, versículo 5, dice el Apóstol: "Mas al que no obra, sino cree en aquel que justifica al impío, su fe le es contada por justicia".

Cristo está hablando aquí a los Suyos, a los que forman la iglesia de Éfeso y que ya que han sido salvos. Por eso alaba sus buenas obras, no porque fueron realizadas para ganar Su perdón y salvación, sino por amor a las personas como reflejo del amor de Cristo por el ser humano. Por eso, el Apóstol Pablo escribió a la iglesia de Éfeso una carta en la que les recordó lo siguiente: "Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe. Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas" (Ef. 2:8-10).

Esto es importante de notar de nuestra parte, amigo oyente. Alguien ha dicho que el creyente debería ser como un buen reloj, todo de oro, con el rostro abierto, que marche regularmente, en el que se pueda confiar y lleno de buenas intenciones y buenas obras. Así es que, Él le está diciendo aquí a esta iglesia, como lo dijo el Apóstol Pablo: "Sed llenos del Espíritu Santo". (Ef. 5:18).

El Señor comienza pues alabando a estos creyentes por sus buenas obras. A lo cual añade: "Y su arduo trabajo". ¿Cuál es la diferencia entre "buenas obras" y "arduo trabajo"? La palabra "trabajo" implica aquí una buena dosis de cansancio. La Palabra nos dice cómo el Señor Jesús se cansaba en algunas de sus jornadas y caminatas que realizó. Los discípulos se cansaron trabajando con el Señor. Se cansaron por el trabajo. Ahora, la tercera cosa que Él menciona aquí como conducta digna de elogio es por su paciencia, la cual es consecuencia o "fruto" del Espíritu Santo. El cuarto aspecto mencionado es "y que no puedes soportar a los malos".

Un quinto aspecto a destacar es la siguiente mención: "Y has probado a los que se dicen ser apóstoles, y no lo son, y los has hallado mentirosos". Los cristianos de Éfeso tenían "inteligencia espiritual" o don de discernimiento para probar a aquellos que llegaban a la iglesia haciéndose pasar por apóstoles, los cuáles rechazaban de inmediato.

Ahora, veamos el versículo 3 de este capítulo 2 de Apocalipsis:

3 y has sufrido, y has tenido paciencia, y has trabajado arduamente por amor de mi nombre, y no has desmayado.

Observemos la expresión: "Has trabajado arduamente por amor de mi nombre". Los creyentes de Éfeso, a pesar de haber sufrido, estaban llevando la cruz porque habían creído en Cristo, en que fue el hijo de Dios, creído en Su muerte y en su sacrificio por toda la humanidad. Ellos sabían que ser cristiano no iba a ser tarea sencilla en una ciudad como aquella, sabían que tendrían que pagar un precio por ello, tal vez el precio del desdén de sus vecinos, o del menosprecio de sus conciudadanos, o el de la burla y el escarnio de los desconocidos. Eso es lo que los cristianos denominamos "llevar la cruz" y que significa sencillamente compartir los padecimientos que Cristo sufrió en la tierra: incomprensión, escepticismo, cansancio, ataques, burla, privaciones y enemistad.

El séptimo motivo de alabanza hacia esta iglesia era que "no había desmayado". Durante más de cuarenta años desde su fundación, esta iglesia había permanecido fiel a la Palabra y al Señor. En medio de dificultades y persecución, los creyentes había persistido, impulsados no pos rus propias fuerzas sino por la obediencia y la fe en Jesucristo. En realidad, podría interpretarse que los creyentes de Éfeso no se habían cansado. ¿Qué es lo que Él quiere decir aquí? Anteriormente, Él había dicho que se habían cansado, y ahora dice que no se han cansado. Bueno, esta es una de las grandes paradojas de la fe cristiana, y podemos ilustrarlo con lo que dijo el famoso predicador cristiano Dr. Moody en cierta ocasión, al regresar a su hogar tras de una campaña que le había dejado exhausto. Su familia le rogó que no fuera a la siguiente reunión, pero él les dijo: "Me canso en el trabajo, pero no del trabajo". Y hay mucha diferencia, amigo oyente. Uno puede cansarse en la obra de Cristo, pero es algo trágico cuando usted se cansa de la obra de Cristo.

Esas son las palabras de alabanza que Él transmitió a su iglesia en Éfeso. Siete palabras de halago. Sin embargo, el mensaje no acaba aquí. A continuación leeremos lo que dice el siguiente versículo, el 4, respecto a esta misma iglesia.

4 Pero tengo contra ti, que has dejado tu primer amor. (Ap. 2:4)

Y permítanos cambiar un poquito esto que dice aquí para que comprendamos mejor el significado: Pero tengo contra ti, que has dejado tu mejor amor.

¿En qué consiste el ser cristiano? Ser cristiano, querido amigo y amiga, significa una sola cosa: amar a Jesucristo. Sin embargo, el fervor y la pasión de los efesios hacia Cristo habían sido poca a poco reemplazados por una ortodoxia fría y mecanizada. Su pureza doctrinal y moral, su celo inquebrantable por la verdad y su servicio disciplinado no eran sustituto para el amor a Cristo que habían descuidado y relegado a un segundo lugar en sus vidas y en su iglesia.

Allí es donde se apartó del buen camino la iglesia por primera vez, no en cuanto a la doctrina, sino en su relación personal con el Señor Jesucristo. La Biblia nos demuestra que Dios no desea mantener con el hombre una relación distante y de sumisión respecto a sí mismo, sino que desea desarrollar una auténtica relación de Padre a hijo, una relación de amistad eterna, hasta tal punto que la propia escritura nos dice que desde el principio, la intención de Él fue adoptarnos en su propia familia trayéndonos hacia Él mediante Jesucristo. Por eso envió a su Hijo a rescatarnos; porque anhelaba mantener con el hombre y la mujer una auténtica relación de amor. Y hasta que usted no comprenda esto, querido amigo y amiga, no podrá entender la fuerza del evangelio: Dios le ama tanto que envió a Su propio Hijo para morir por los pecados que usted cometería algún día.

Con esta maravillosa en mente queremos finalizar nuestro encuentro de hoy. Esperamos, como siempre, volver a contar con su presencia en nuestro próximo programa. Hasta entonces, que Dios le bendiga mediante el estudio diario de Su Palabra, que es la verdadera y auténtica fuente de vida, para usted y para su familia.

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