Estudio bíblico de Apocalipsis 2:4-7
Apocalipsis 2
Versículos 4-7
Continuamos hoy, amigo oyente, recorriendo este interesante libro que se llama Apocalipsis, el único libro profético, y también el último del Nuevo Testamento. De hecho es el último libro de la Biblia, las Sagradas Escrituras.
Vamos a regresar a nuestro estudio del capítulo dos. Anteriormente habíamos comentado que este capítulo tiene como tema principal la Iglesia. Recordemos que, en la división natural de este libro, que se divide en tres tiempos, el pasado, el presente y el futuro, los capítulos 2 y 3, están relacionado con el tiempo presente, el hoy y el ahora.
A partir del capítulo 2 comienzan las siete cartas que el Señor Jesucristo redactó y comunicó al apóstol Juan, cuando éste se encontraba exiliado en la Isla de Patmos. Por medio de Juan, el Señor Jesucristo le ordenó que escribiera siete cartas a las siete iglesias que se encontraban en Asia Menor, en lo que hoy se conoce como Turquía. La mayoría de estas 7 iglesias se encontraban cerca de la costa. Hay muchas personas que han tenido el privilegio de visitar las ruinas de las 7 iglesias mencionadas en este texto bíblico, y han mencionado que ha sido una experiencia enriquecedora que les daba una nueva comprensión sobre la situación vivida por los primeros cristianos.
En nuestros programas anteriores hablamos sobre el personaje principal de este libro que es el Cristo glorificado, el Señor Jesucristo, en poder, gloria y autoridad. La grandiosa experiencia de esta visión celestial cambió la perspectiva de Juan que estaba sufriendo penalidades por su celo evangelizador y por sus continuos viajes difundiendo las "buenas nuevas" de Jesucristo, de Su amor, de Su perdón, y de su sacrificio en la cruz. La visión comienza con un cuadro magnífico, Jesucristo, vestido con la magnificencia de un Gran Sumo Sacerdote, en medio de 7 candeleros. El Señor Jesucristo le explicó a Juan que los 7 candeleros representaban a 7 iglesias. Y, aunque se sabe que habían muchas más iglesias en ese tiempo en esa región, se interpreta que estas 7 iglesia representan a la totalidad de lo que conforma "la Iglesia de Jesucristo", a través de toda la historia del Cristianismo.
A la primera iglesia que menciona el Señor Jesucristo es a la iglesia en Éfeso. En nuestro programa anterior, hablamos de esa comercial ciudad, una de las importantes de aquella época. Éfeso también era un centro religioso y político. En ese tiempo era una ciudad costera, aunque hoy en día ya no lo es. El pequeño río Meandro bajaba cargado de arena y lodo, y llenaba el puerto de tal manera que el puerto moderno ahora se encuentra a unos 10 kilómetros de distancia. En los tiempos del apóstol Juan las aguas prácticamente tocaban la base del templo de la venerada diosa Diana. De hecho, el templo había sido construido en un terreno pantanoso. Después de sufrir un incendio, Alejandro Magno tuvo a su cargo la reconstrucción del que llegó a ser una de las siete maravillas del mundo de aquel entonces. En nuestro programa anterior comentamos que probablemente fue el centro del paganismo más grande que haya existido en esa época, el templo griego más grande que se haya construido; cuatro veces más grande que el Partenón en Atenas.
El apóstol Pablo tuvo un gran ministerio en Éfeso, que en esa época tenía una población de alrededor de doscientas mil personas. El impacto de su ministerio todavía se puede encontrar entre las ruinas de la ciudad, a la entrada misma del puerto. El puerto era bastante pequeño, pero los barcos de aquellos tiempos podían entrar a él. Pablo, al llegar al puerto, seguramente habrá caminado por el boulevard del puerto, una ancha avenida de mármol blanco. Había un teatro para veinte mil personas, y un gran anfiteatro que podía sentar a cien mil espectadores. Era una hermosa ciudad de mármol blanco que se utilizaba como lugar de recreo y vacaciones por los emperadores romanos. Éfeso era un importante punto de encuentro, una confluencia entre el Este y el Oeste, con mucho comercio, Como testimonio del gran impacto que causó el mensaje de Jesucristo predicado por los apóstoles Pablo y por Juan, fueron levantadas cuatro altas torres o columnas en la entrada del puerto, cada una terminando con el símbolo de la cruz. Estas cuatro grandes columnas fueron construidos como monumentos en homenaje a Mateo, a Marcos, a Lucas y Juan. Esto demuestra que el evangelio fue aceptado y respetado, como también lo prueba el hecho que algunos templos paganos fueron transformados en iglesias cristianas. La iglesia en Éfeso llegó a ser una iglesia muy grande y prominente. El apóstol Pablo la fundó, y el apóstol Juan llegó a ser su pastor.
En nuestro programa anterior vimos que el Señor Jesucristo tenía siete palabras de elogio, siete palabras muy positivas para esta iglesia. La iglesia en Éfeso probablemente fue la mejor, la más sólida y estable de todas las iglesias de ese tiempo. En un programa anterior vimos que las siete cartas a las siete iglesias representaban también las diversas épocas o etapas de la Iglesia de Jesucristo, en los distintos momentos de la historia del Cristianismo. Esta primera carta representa el primer período apostólico, que abarca desde el Pentecostés hasta el año 100 D. C. Éfeso representa a la iglesia en su estado más puro. Nunca más la iglesia llegó a tal nivel espiritual como el de esa iglesia. El Señor Jesucristo la elogió por los numerosos aspectos magníficos que poseía la iglesia de Éfeso, aunque después también expresó su descontento y desaprobación. Leemos el versículo 4, de este segundo capítulo de Apocalipsis, en el cual el Señor Jesucristo dice lo siguiente:
4 Pero tengo contra ti, que has dejado tu primer amor. (Ap. 2:4)
¿Qué significa esta queja del Señor? Lo que él estaba diciendo era: "Vosotros estáis abandonando vuestro mejor amor". El Espíritu Santo había llevado a los creyentes en Éfeso a una relación íntima y personal con el Señor Jesucristo, donde ellos podían decirle a Él: "Señor Jesucristo, te amo". Los creyentes de la iglesia en Éfeso, paulatinamente, se estaban apartando de ese primer amor, entusiasta, entregado. Contagioso. Poco a poco se estaban enfriando, aunque no se habían apartado de la fe. Es difícil imaginarnos una iglesia tan dinámica, tan llena de dones, tan entregada a la sociedad y sus necesidades. En nuestro tiempo, tan frío e indiferente a los temas espirituales, tan escéptica y cínica, la iglesia se ve cuestionada y desafiada por ideologías, y muchos temas éticos y morales controvertidos y discutibles. Todo lo que afecta a la sociedad también lo podemos observar dentro de la iglesia; no nos podemos sustraer, ni ignorar, los cambios que temas, considerados como verdades bíblicas inamovibles, poco a poco aparecen como temas relativos, circunstanciales, muy desdibujados y alejados de su origen.
Los miembros de la iglesia de Éfeso, en sus comienzos, habían experimentado una devoción intensa y un entusiasta desbordante por la persona de Cristo. Esa era la característica de la primera iglesia. Pero, imperceptiblemente, suavemente, se fueron apartando, no de sus doctrinas, sino de su ferviente e intenso amor a Jesucristo. Como consecuencia, su entusiasmo por evangelizar a sus conciudadanos, con ese ímpetu, fervor y testimonio personal fue decayendo. La iglesia de Éfeso había llegado a ser muy poderosa, por sus esfuerzos evangelísticos, en un área geográfico en donde había unos 25 millones de personas. Aun los emperadores romanos y la nobleza de aquella época habían llegaban a escuchar el evangelio, en su tiempo de recreo o vacaciones en esas tierras. Era evidente la actuación del Espíritu de Dios en esa iglesia, y a través de ella.
Hay muchos seguidores de Jesucristo, creyentes profundos y consecuentes con su fe, que han llegado a tener esa relación personal muy cerca con el Señor Jesucristo. A través de todos los siglos ha habido personas que se han entregado en cuerpo y alma a la misión evangelizadora. Misioneros, en inhóspitos rincones remotos, han considerado las penalidades y privaciones de comodidades y bienestar como un privilegio, un servicio al Reino de Dios. Consideran imperiosamente necesario proclamar el evangelio del amor y del perdón de Dios, y servir, sin reservas, para que el mundo conozca este gran Dios nuestro.
Estimado amigo oyente, permítanos resumirlo en una pregunta: ¿cuál es su relación con Jesucristo? Si está escuchando este programa significa que debe tener alguna inquietud o hambre espiritual, pero ¿podría usted afirmar que ama al Señor Jesucristo, o sólo lo admira, o le parece un personaje interesante? No es tan importante qué hace o dice, lo que es, o tiene. A qué iglesia asiste, o qué reglas espirituales, éticas o morales sigue. Si usted no ama al Señor Jesucristo, entonces no conoce la verdadera paz de espíritu, ni la profunda y gozosa realidad de tener una relación personal con Su Creador, con el dueño de todo el Universo, con Aquel que le ha amado, ama y amará, a pesar de quien sea, como sea, lo que ha hecho, o dejado de hacer. Una íntima relación personal con Jesucristo le habilitará y le ayudará para que todas sus relaciones, y su servicio cristiano se conviertan en puro. Todo cambia en una vida que decide acercarse a Dios y acepta en su corazón el poderoso y tierno amor de Jesucristo. Conocer a Jesucristo es amarle, y cuánto más le conoce y estrecha su relación y dependencia con el Señor, cuánto más le amará. Y ese amor, que nace y crece en un alma agradecida, por haber recibido el perdón de todos sus pecados, transforma la vida; la hace brillar, y los que le rodean verán un gran cambio, a causa de los efectos de ese amor por Jesucristo, Su Señor y Salvador.
Se cuenta la historia de dos jovencitas que trabajaban en una fábrica textil. Una de ellas dejó de trabajar para contraer matrimonio. El tiempo había pasado, y un día se encontraron en la calle. Una preguntó a la otra: "¿Cómo te va? ¿Estás trabajando todavía?" Y entonces, la amiga contestó: "No, no estoy trabajando. Me he casado". Esta joven, cuando trabajaba en la fábrica textil, siempre estaba observando el reloj, para salir ni un minuto después de la hora. El trabajo era bastante duro, y no le gustaba. Ahora se ha casado, pero ¿había dejado de trabajar? Ahora se levantaba temprano para preparar el desayuno para su esposo, preparaba la comida que él debe llevar a su trabajo; cuidaba a sus dos hijos pequeños, además de las compras, la colada y plancha de la ropa; y después de bañar y acostar a sus pequeños, preparaba la cena, Pero, ella no le importaba, no se quejaba. Estaba enamorada de su marido y amaba a sus hijitos. Y eso es lo que marca la diferencia, estimado amigo oyente, "el amor".
Volvemos al texto y observemos que el Señor Jesucristo reprocha a la iglesia en Éfeso que se habían apartado del primer amor, del mejor amor, de Su amor. Y, ¿cuál es la solución? ¿Qué es lo que deben hacer ellos? Bueno, leamos el versículo 5 de este capítulo 2 de Apocalipsis:
5 Recuerda, por tanto, de dónde has caído, y arrepiéntete, y haz las primeras obras; pues si no, vendré pronto a ti, y quitaré tu candelero de su lugar, si no te hubieres arrepentido. (Ap. 2:5)
Recuerda, por tanto. ? dice aquí. La memoria es algo maravilloso. Alguien ha dicho que Dios nos ha dado memoria "para tener rosas en diciembre", queriendo decir que no importa el frío que pueda haber detrás de tus ventanas, si el recuerdo te produce alegría y te hace sonreír. Alguien ha dicho también que la memoria es un lujo que sólo un buen hombre, una buena mujer, puede disfrutar. ¿Tiene usted, amigo oyente, buenos recuerdos? Aquí el Señor Jesucristo animaba a los creyentes de la iglesia de Efeso a recordar el momento cuando Le conocieron y aceptaron como su Salvador, cada uno, personalmente. Les instaba a regresar en su memoria al momento, a la circunstancia cuando descubrieron la felicidad que les inundaba el corazón al saberse libres de cargas y pesares, limpios y perdonados, lavados por Su sangre, y restablecida la comunión con Dios el Padre.
Y continúa Jesucristo amonestando: "Arrepiéntete". Y amigo oyente, el hombre y la mujer del siglo XXI también debería librarse de ese caparazón de autosuficiencia que nos cubre, de esa corteza de vanidad, de ese escudo de sofisticación y autocomplacencia. Debemos librarnos de esa fachada falsa de piedad, de esa careta que llevamos. Debemos arrepentirnos. Debemos volver a Dios. Arrepentimiento significa regresar, volvernos a Él. El arrepentimiento es un mensaje para los creyentes. No podemos decirle a una persona incrédulo que se arrepienta. Lo que una persona incrédula necesita es volverse a Jesucristo, y cuando se encuentra con Cristo, abandonará su pecado, porque el Espíritu Santo le revelará su verdadera condición de pecador perdido. Entonces, en arrepentimiento, confesará y abrirá su alma para que Jesucristo pueda comenzar Su obra salvadora y sanadora.
Arrepiéntete, y haz las primeras obras; pues si no, vendré pronto a ti, y quitaré tu candelero de su lugar, si no te hubieres arrepentido. Recuerda. . .arrepiéntete. . vuélvete a Él, pues si no, vendré pronto a ti, y quitaré tu candelero de su lugar, si no te hubieres arrepentido. Ahora Él dice aquí: Y quitaré tu candelero de su lugar. Él aún está observando esos candeleros; Jesucristo no se cansa de recortar la mecha, si ésta comienza a humear, porque desea que esa lámpara de su máxima luz. Pero, también puede apagarla, completamente, cuando esa lámpara no quiere dar más luz, no quiere servir al propósito para el cual fue creado. Luego, Jesucristo continúa hablándole a esa iglesia en el versículo 6 del capítulo 2 de Apocalipsis:
6 Pero tienes esto, que aborreces las obras de los nicolaítas, las cuales yo también aborrezco. (Ap. 2:6)
Esta palabra "nicolaítas" es una palabra compuesta, "nico" ? significa gobernar o conquistar, y "laos" ? significa la gente, de allí proviene nuestra palabra "laico". No está muy claro quiénes eran los nicolaítas, y existen varias explicaciones. Hay algunos que opinan que era una orden sacerdotal que estaba comenzando a formarse, y que estaban tratando de gobernar a la gente. Otros piensan que eran seguidores de un líder llamado Nicolás.
Y luego, otra explicación que se ofrece es acerca de un hombre llamado Nicolás de Antioquía, un apóstata que había formado un culto gnóstico, autónomo, cuya doctrina era que había que practicar y probar el pecado para poder comprenderlo. Ese grupo se entregaba a todo tipo de prácticas con la explicación de que estos pecados no tocaban el espíritu. Creemos que esta es la mejor explicación. Y la iglesia en Éfeso aborrecía este grupo. Más adelante vamos a ver que la iglesia en Pérgamo sí los toleraba. Continuemos con en el versículo 7 de este capítulo 2 de Apocalipsis, leemos:
7 El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias. Al que venciere, le daré a comer del árbol de la vida, el cual está en medio del paraíso de Dios. (Ap. 2:7)
Aquí dice: El que tiene oído, oiga. Lo que significa "el que tiene un oído ungido con Su sangre". No todos son aptos para escuchar la Palabra de Dios; pueden oír un sonido audible, oyen, pero no captan el mensaje, no pueden "escuchar". Esta es una frase que el Señor utiliza para alertar nuestros oídos sordos. Usted recuerda que Él utilizó esta expresión: Tienen oídos para oír, pero no oyen. Ahora, Él está hablando a aquellos que ya tienen una percepción espiritual. Muy estimado oyente, ¿puede usted escuchar el mensaje de Dios, o sólo lo oye, sin comprenderlo realmente?
El Espíritu, que es el Espíritu Santo, el que enseña a la iglesia y dice: Al que venciere. Eso se refiere a los "creyentes genuinos"; nosotros sólo podemos vencer a través de la sangre del Cordero, es decir en la fortaleza de Aquel que derramó Su sangre por nosotros.
Luego, Jesucristo continúa diciendo: le daré a comer del árbol de la vida. Usted recordará que en el jardín del Edén, Dios le prohibió específicamente a la primera pareja, a Adán y Eva, a comer de este árbol. En el Cielo, ese cartel de "Prohibido comer" será quitado de ese árbol, y todos nosotros tendremos el privilegio de comer del "árbol de la vida". No sabemos exactamente qué clase de fruto tiene ese árbol, pero creemos que la oferta del Señor Jesucristo nos permitirá vivir de una manera extraordinaria. Vamos a vivir plenamente, como nunca antes habíamos vivido. Nuestra vida en la Tierra sólo se puede calificar como una mera existencia, en comparación a los que nos espera en la Eternidad, en los Cielos.
Jesucristo menciona el paraíso de Dios, que significa el jardín de Dios. El cielo es un jardín donde prevalece lo verde, y no es solamente un lugar con calles de oro.
La iglesia que acabamos de comentar en Éfeso, representa a la iglesia apostólica, en su estado óptimo. A continuación veremos la segunda carta, dirigida a la iglesia en Esmirna, una iglesia que sufrió el martirio por su fe en Jesucristo. Esmirna, significa "mirra", que implica "sufrimiento". Esta ciudad todavía existe, con el nombre moderno de "Izmir", en Turquía.
En nuestro próximo programa hablaremos de esta iglesia en Esmirna y del mensaje que Juan recibió para ella. Le invitamos, pues, a acompañarnos mientras continuamos nuestro recorrido por el capítulo 2 de Apocalipsis y observamos y estudiamos esta carta que el Señor Jesucristo envía a la iglesia en Esmirna. Es nuestra oración que se despierte en usted, estimado amigo oyente, sed y hambre por conocer más al Señor Jesucristo.
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