Estudio bíblico de Apocalipsis 22:2-21
Apocalipsis 22
Versículos 2-21
Continuamos hoy, estimado amigo, amiga oyente, nuestro estudio en el extraordinario y único libro de Apocalipsis, el libro de las profecías reveladas, por voluntad de Dios, al apóstol y evangelista Juan, cuando éste se encontraba en el exilio, a causa de su predicación del Evangelio alrededor del año 95 D.C. Los amigos oyentes que nos han acompañado en el largo recorrido de cinco años por las páginas de todos los libros de la Biblia, han escuchado reiteradas veces, el mensaje lleno de ternura y amor que Dios envía a todas Sus criaturas, sin distinción de raza, ni color, preparación intelectual, rango social o económico. Y para que pudiésemos comprender más Su "historia de amor" con nosotros, para con toda la Humanidad, Dios envió a Su Hijo, para que Él nos hablara y demostrara ese amor incondicional, que llegó hasta la muerte. Esa muerte, del inocente y santo Hijo de Dios, Jesucristo, es el regalo que cancela la deuda que cada uno teníamos pendiente con nuestro Creador.
Lo trágico es que ese mensaje de amor, perdón y salvación se ha diluido, cambiado y confundido. Aquellos que ya hemos aceptado el regalo de la salvación, los creyentes en Jesucristo, tenemos la gran responsabilidad de "ser luz y sal" a todos los que nos rodean, a nuestra familia, en nuestro entorno social y profesional, y esa es la razón por la cual hemos preparado esta serie de estudios de La Biblia, para que todos puedan conocer a Dios Padre y al Hijo Jesucristo, por la revelación que el Espíritu de Dios, el Espíritu Santo, trae a nuestro corazón y mente.
Hoy retomaremos nuestro estudio en el último capítulo de Apocalipsis, el capítulo 22. En este capítulo Dios nos envía Sus últimas palabras, y por ello, adquieren una singular importancia. Hemos sido llevados al final del camino del ser humano. Esta trayectoria deja muchas circunstancias, sin las explicaciones que desearíamos, muchas preguntas, sin respuestas, y problemas sin resolver. Sabemos que cuando entremos en la Eternidad, en una recuperada comunión con Dios, todo adquirirá sentido y habrá respuesta para todos los misterios que no fueron revelados en detalle. La Biblia comienza con la presencia de Dios en la primera escena: "En el principio creó Dios los cielos y la Tierra", Génesis, capítulo 1, versículo 1. Y ahora la Biblia concluye con Dios en la escena, y en total control sobre todo y todos. El Señor Jesucristo vino, sufrió, pagó el precio de nuestra redención, murió, resucitado y glorificado, es Suya la victoria y la gloria. Leamos los versículos 1 y 2, que dicen:
1 Después me mostró un río limpio de agua de vida, resplandeciente como cristal, que salía del trono de Dios y del Cordero. 2 En medio de la calle de la ciudad, y a uno y otro lado del río, estaba el árbol de la vida, que produce doce frutos, dando cada mes su fruto; y las hojas del árbol eran para la sanidad de las naciones.
En la ciudad que el apóstol Juan vio, la indescriptible, brillante y luminosa Nueva Jerusalén, habrá un río cristalino, limpio, de Agua de Vida, y el Trono de Dios será la fuente viva que la suplirá en abundancia. El Árbol de la Vida que aquí se menciona es un árbol frutal. Esto nos lleva al libro de Génesis, capítulo 1, versículos 29 y 30, dice: "Y dijo Dios: He aquí que os he dado toda planta que da semilla, que está sobre toda la tierra, y todo árbol en que hay fruto y que da semilla; os serán para comer. Y a toda bestia de la tierra, y a todas las aves de los cielos, y a todo lo que se arrastra sobre la tierra, en que hay vida, toda planta verde les será para comer. Y fue así."
Hasta este capítulo podría parecernos que los elementos que constituyen la Nueva Jerusalén son minerales, por la descripción del fulgor deslumbrante de las gemas descritas. Pero ahora se nos presentan elementos vegetales que adornarán con una rica variedad esta ciudad de belleza inigualable. El río del primer Jardín de Edén, que se bifurcaba en cuatro brazos, nunca fue nombrado como "aguas de vida". En Edén también estaba situado, entre muchos otros árboles, el Árbol de la Vida, que aquí se menciona nuevamente: un árbol frutal que ofrecerá doce variedades de fruta, lo cual indica que en la Eternidad también nos alimentaremos, aunque aquí parecen sugerirnos el texto que será una variada dieta vegetariana, como lo fue en el principio. Algunos estudiosos de la Biblia espiritualizan este pasaje compararlo, o relacionándolo con los frutos del Espíritu Santo. Personalmente, preferimos mantener el punto de vista de la interpretación literal. Ahora, el apóstol Juan nos comenta que las hojas de los árboles tienen un valor medicinal. ¿Por qué en ese nuevo universo perfecto habrá necesidad de medicinas? Ésa es una cuestión algo difícil de resolver. El Dr. McGee, autor de este estudio interpreta que los habitantes que morarán en la Eternidad en el planeta Tierra, tendrán un cuerpo diferente al de los creyentes en la Iglesia, que habitarán la Nueva Jerusalén. Los creyentes, los que formamos la Iglesia de Jesucristo, seremos transformados "como Él es", es decir, que nuestros cuerpos serán semejantes al de el Señor Jesucristo. Por ese motivo el Dr. McGee deduce que los cuerpos de los que habitan en la Tierra puedan necesitar renovación de tiempo en tiempo. Esa podría ser la razón por la cual las naciones de la Tierra se acercarán a la Nueva Jerusalén, no sólo para adorar, sino también para ser renovados, físicamente y espiritualmente. Más explícitos son los siguientes versículos 3 hasta el 5 de este capítulo 22 de Apocalipsis, leemos:
3 Y no habrá más maldición; y el trono de Dios y del Cordero estará en ella, y sus siervos le servirán, 4 y verán su rostro, y su nombre estará en sus frentes. 5 No habrá allí más noche; y no tienen necesidad de luz de lámpara, ni de luz del sol, porque Dios el Señor los iluminará; y reinarán por los siglos de los siglos.
La primera creación fue arruinada por la maldición del pecado, y esta vieja Tierra, en la cual vivimos, soporta las cicatrices de la maldición del pecado. Pero, esta nueva creación no conocerá el pecado. Potencialmente estaba presente en el Jardín del Edén, en el Árbol del Conocimiento del Bien y del Mal. Ahora, la misma presencia de Dios y del Cordero nos garantiza la ausencia de todo pecado. El Trono de Dios y del Cordero, que es la figura del Señor Jesucristo, estarán situados como el centro de la Nueva Jerusalén. Notemos que se menciona a Dios Padre, y a Jesucristo, pero observamos la ausencia notable de cualquier referencia al Espíritu Santo, y esto necesita una aclaración. Recordemos que en el relato de la primera creación, en el principio, el Espíritu Santo vino para renovar esta Tierra desordenada y vacía. Génesis 1, versículo 2 dice: "Y el Espíritu de Dios se movía sobre la faz de las aguas." El Espíritu Santo es el instrumento de regeneración en el corazón y en la vida de los pecadores, pero también en el de los creyentes. En la nueva creación, Cielo nuevo, y Tierra nueva, ya no habrá necesidad de Su obra y ministerio.
Luego leemos: "Y sus siervos le servirán." El cielo no será un lugar de desocupación, sino que habrá una incesante actividad. Allí no habrá necesidad de descansar para darle al cuerpo una oportunidad para recuperarse. La palabra que se utilizó para describir el "servicio" es una palabra muy especial; el profesor, el Dr. Vincent, afirma que era usada por los judíos para demostrar que como pueblo especial, ellos podían rendirle "servicio" a Jehová, a Dios. Eso lo vemos en el capítulo 9, versículo 1 de la epístola a los Hebreos, donde dice: "Ahora bien, aun el primer pacto tenía ordenanzas de culto y un santuario terrenal." Y luego, en el versículo 6, dice: "Y así dispuestas estas cosas, en la primera parte del tabernáculo entran los sacerdotes continuamente para cumplir los oficios del culto."
Este va a ser un servicio que los creyentes, la Iglesia, vamos a brindar en particular, ante Dios, por toda la Eternidad. ¿En qué consistirá? No lo sabemos. Creemos que habrá una continua actividad; por fin, todo hijo de Dios cumplirá su destino y llegará a satisfacer los deseos de su corazón, porque, llegaremos a ver el rostro de Dios. Éste fue el deseo supremo expresado por Moisés, en el Antiguo Testamento, y por Felipe, en el Nuevo Testamento. A través de toda su historia el ser humano ha tenido unas ansias insatisfechas de trascendencia, de eternidad, de llenar ese "agujero negro" de su alma, que sólo la dimensión de la presencia de Jesucristo puede suplir. ¡Por fin seremos "completos en Él"! Cada hijo de Dios llevará el nombre de Cristo. Seremos como Él, aunque con las propias características de la original individualidad con la que fuimos creados.
A continuación Juan, el apóstol, comenta que no habrá necesidad de ninguna clase de alumbrado, ni siquiera del sol, o de la luna, porque ya no habrá noche. Dios mismo es la fuente que iluminará a todo el universo, porque Dios es la luz.
En la Eternidad, la Iglesia reinará junto con Cristo. Cómo, o en qué consistirá, no lo sabemos, pero podría ser que Dios le dé a cada santo un mundo, o un sistema solar, o un sistema galáctico, para gobernar. Recordemos que a Adán se le dio dominio sobre toda la creación de la Tierra. Veamos ahora lo que nos dicen los versículos 6 y 7 de este capítulo 22 de Apocalipsis:
6 Y me dijo: Estas palabras son fieles y verdaderas. Y el Señor, el Dios de los espíritus de los profetas, ha enviado su ángel, para mostrar a sus siervos las cosas que deben suceder pronto. 7 ¡He aquí, vengo pronto! Bienaventurado el que guarda las palabras de la profecía de este libro.
Lo importante a resaltar aquí son estas palabras: ¡He aquí, vengo pronto! Esto significa "rápidamente", y se repite en el versículo 12 y en el versículo 20, tres veces, en este capítulo final. ¡He aquí, vengo pronto! No dentro de poco, ni inmediatamente, ni siquiera, enseguida. Lo que el Señor Jesucristo está diciendo es que todos estos hechos narrados en Apocalipsis, comenzando desde el capítulo 4 en adelante, tendrán lugar durante un período de unos 7 años. Vimos que la mayoría de los sucesos estarán limitados a los últimos tres años y medio.
Las palabras de ánimo del Señor Jesucristo: "¡He aquí, vengo pronto!, están destinadas a las personas que vivan durante ese terrible tiempo de la Tribulación y juicio. Y el Señor Jesucristo certifica y pone su propio sello sobre este libro, y afirma: "estas palabras son fieles y verdaderas. Creemos que esto significa que nadie debe espiritualizar incorrectamente, o reducir el contenido de este libro a una serie de símbolos carentes de significado. Recordemos que, al comienzo de este libro, hubo palabras de bendición para aquellos que lo leyeran. Ahora, ya en la conclusión, el Señor Jesús repite esa bendición para los que han leído estas palabras. Continuamos con los versículos 8 al 11 de este capítulo 22 de Apocalipsis, nos dicen:
8 Yo Juan soy el que oyó y vio estas cosas. Y después que las hube oído y visto, me postré para adorar a los pies del ángel que me mostraba estas cosas. 9 Pero él me dijo: Mira, no lo hagas; porque yo soy consiervo tuyo, de tus hermanos los profetas, y de los que guardan las palabras de este libro. Adora a Dios. 10 Y me dijo: No selles las palabras de la profecía de este libro, porque el tiempo está cerca. 11 El que es injusto, sea injusto todavía; y el que es inmundo, sea inmundo todavía; y el que es justo, practique la justicia todavía; y el que es santo, santifíquese todavía.
Esta es la última declaración del apóstol Juan, reiterada con frecuencia, de ser un oyente y un espectador de las escenas descritas en este libro, por orden y mandato de Jesucristo. Juan estaba tan impactado que su reacción natural fue la de postrarse y adorar al ángel que lo acompañaba. La inmediata reacción del ángel impresiona por su sencillez y humildad. Aunque los ángeles fueron creados en un plano superior al del ser humano, este ángel se identifica a sí mismo como un consiervo de Juan, de los otros profetas, y de aquellos que guardan las palabras de este libro; él era sólo un mensajero para comunicar la Palabra de Dios a Juan. El ángel desvía inmediatamente toda la atención hacía Quién es el único que merece ser adorado: hacia Dios. Jesucristo es el tema central del libro de Apocalipsis. No nos confundamos, ni perdamos de vista esta realidad, estimado amigo, amiga oyente.
El ángel le dijo a Juan que no debía sellar este escrito; y recordamos, sin embargo, que al profeta Daniel, en cambio, se le advirtió que "sellara el libro" de las profecías que le fueron reveladas. ¿Por qué esa diferencia? Creemos que el propósito era la distancia en el tiempo, para el cumplimiento de esos acontecimientos profetizados por Daniel. Ahora, Juan relata que se le ordena a no sellar estas profecías. Recordemos que en el tiempo del apóstol Juan, el proceso del cumplimiento de las profecías ya había comenzado. Han transcurrido casi veinte siglos, y la Iglesia de Jesucristo ha pasado por algunos de los períodos caracterizados por las 7 iglesias mencionadas en los primeros cuatro capítulos de Apocalipsis. Nosotros, los creyentes y seguidores de Jesucristo, la Iglesia de Jesucristo en la Tierra, nos encontramos todavía en alguno de los períodos descritos en los capítulos 2 y 3. ¿Cuál será? Sólo Dios tiene esa respuesta.
A continuación el apóstol Juan escribe: "El que es inmundo, sea inmundo todavía." Amigo, amiga oyente, parece ser que, el no arrepentirse, el no volver a Dios, endurece la condición rebelde del que peca, conduciendo al pecador a la obcecada ceguera, que al final le llevarán a la condenación eterna. El pensamiento, de que muchas personas se están dirigiendo alegremente, con total indiferencia hacia ese destino fatal, es realmente terrible.
Leamos ahora los versículos 12 al 16 de este capítulo 22 de Apocalipsis:
12 He aquí yo vengo pronto, y mi galardón conmigo, para recompensar a cada uno según sea su obra. 13 Yo soy el Alfa y la Omega, el principio y el fin, el primero y el último. 14 Bienaventurados los que lavan sus ropas, para tener derecho al árbol de la vida, y para entrar por las puertas en la ciudad. 15 Mas los perros estarán fuera, y los hechiceros, los fornicarios, los homicidas, los idólatras, y todo aquel que ama y hace mentira. 16 Yo Jesús he enviado mi ángel para daros testimonio de estas cosas en las iglesias. Yo soy la raíz y el linaje de David, la estrella resplandeciente de la mañana.
El ángel presenta una palabra muy personal de parte del Señor Jesucristo, o bien, es el Señor quien interrumpe y comunica personalmente a Juan su promesa de un regreso. Ningún creyente puede dudar o negar que esta es una promesa importante y personal del Señor Jesucristo. Él, personalmente, recompensará a cada creyente individualmente, a aquellos miembros de la Iglesia que serán arrebatados, quitados del mundo; también a los de Israel y a los Gentiles, cuando Él regrese para establecer Su Reino en el Milenio sobre la Tierra. No nos sorprende que el apóstol Pablo escribiera a los Filipenses, en el capítulo 3 de su epístola, versículos 10 al 14: "A fin de conocerle, y el poder de su resurrección, y la participación de sus padecimientos, llegando a ser semejante a él en su muerte, si en alguna manera llegase a la resurrección de entre los muertos. No que lo haya alcanzado ya, ni que ya sea perfecto; sino que prosigo, por ver si logro asir aquello para lo cual fui también asido por Cristo Jesús. Hermanos, yo mismo no pretendo haberlo ya alcanzado; pero una cosa hago: olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está delante, prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús."
Y a continuación, nuevamente, el Señor Jesucristo declara Su deidad: "Yo soy el Alfa y la Omega, el principio y el fin, el primero y el último." Así lo afirma al comienzo del libro de Apocalipsis, y así también lo concluye. Sólo los creyentes, pecadores arrepentidos, que han sido perdonados y lavados por la sangre de Cristo, tendrán derecho a acercarse a la Eternidad, confiados en tener libre acceso a la presencia de Dios, a la Nueva Jerusalén, la ciudad santa, y al árbol de la vida. Esto es excluyente, inaccesible, para todo aquel que ha muerto en sus delitos y pecados, sin llegar a arrepentirse, sin buscar a Dios, pero también, todo aquel que no ha mostrado fruto de su arrepentimiento, aquel que sólo de labios, pero no de corazón, dicen creer y tener fe en Jesucristo, Hijo de Dios, Salvador y Señor nuestro.
El Señor Jesucristo afirma y ratifica que ha enviado a Su ángel con este mensaje personal, al mencionar Yo Jesús. Él toma aquí el nombre que recibió cuando asumió Su humanidad. Los creyentes, los hijos de Dios pasaremos la Eternidad centrados en Él, en Su persona. Él es llamado "la Raíz y el linaje de David" esto une a Jesucristo con el Antiguo Testamento. La estrella resplandeciente de la mañana, esto es Jesucristo para la Iglesia; la estrella resplandeciente de la mañana que aparece en el momento más oscuro de la noche, la que indica que el sol saldrá dentro de breve, pronto. El Antiguo Testamento concluye con las palabras del profeta Malaquías diciendo que el sol de justicia se levantaría con sanidad en Sus alas. Ésa era la esperanza del Antiguo Testamento. Pero para nosotros, los creyentes, la Iglesia de los redimidos y salvos, Él es la estrella resplandeciente de la mañana, que vendrá en el momento más tenebroso y oscuro. Los siguientes versículos 17 al 19, presentan una la invitación y hay una advertencia. Leamos:
17 Y el Espíritu y la Esposa dicen: Ven. Y el que oye, diga: Ven. Y el que tiene sed, venga; y el que quiera, tome del agua de la vida gratuitamente. 18 Yo testifico a todo aquel que oye las palabras de la profecía de este libro: Si alguno añadiere a estas cosas, Dios traerá sobre él las plagas que están escritas en este libro. 19 Y si alguno quitare de las palabras del libro de esta profecía, Dios quitará su parte del libro de la vida, y de la santa ciudad y de las cosas que están escritas en este libro.
Esta es una doble invitación: una invitación para que Jesucristo venga, y una invitación a los pecadores a ir a Cristo, antes que Él venga. El Espíritu Santo está activo en el mundo. El Espíritu Santo está realizando Su poderosa obra en la Tierra, convirtiendo y convenciendo a los pecadores. Él se une a la oración de la Iglesia: "Señor Jesús, ven, ven". El Espíritu de Dios obra a través de Su Palabra y a través de cada creyente que ama, proclama, vive, y obedece la Palabra de Dios. La invitación que Dios ya extendió desde el Antiguo Testamento, por el profeta Isaías, en su capítulo 55:1 es tierna, dulce e insistente: "A todos los sedientos: Venid a las aguas; y los que no tienen dinero, venid, comprad y comed. Venid, comprad sin dinero y sin precio, vino y leche." A lo que el Señor Jesucristo agrega: "Si alguno tiene sed, venga a mí y beba." (Juan 7:37). La invitación sigue en pie. Si usted, muy estimado amigo, amiga oyente, está cansado de beber del pozo negro de este mundo, Jesucristo hoy le extiende una cariñosa invitación personal a venir a Él. ¡Qué invitación! ¡El rechazar o aceptarla tendrán consecuencias eternas para usted! Y ahora llegamos a la última promesa y oración de bendición. Leamos los últimos versículos 20 y 21:
20 El que da testimonio de estas cosas dice: Ciertamente vengo en breve. Amén; sí, ven, Señor Jesús. 21 La gracia de nuestro Señor Jesucristo sea con todos vosotros. Amén.
El Antiguo Testamento termina con una frase de amenaza y maldición, pero el Nuevo Testamento concluye con una bendición de gracia sobre los creyentes, los hijos de Dios. Bendita Gracia que Jesucristo extiende libre y gratuitamente a todos los seres humanos, sin tener en cuenta nuestra condición, ni siquiera aquello que pudiéramos considerar como "méritos o logros propios".
Al concluir con el libro de Apocalipsis este ciclo de cinco años de estudio de la Palabra de Dios, la Biblia, muy estimado amigo, amiga oyente, vamos a elevar a Dios, una oración:
"Amado Padre que estás en los Cielos: al volver nuestra mirada a los cinco años transcurridos, te damos muchas gracias por ayudarnos en nuestra travesía por las páginas de Tu Palabra. Te agradecemos por la obra del Espíritu Santo al provocar el convencimiento, y el arrepentimiento, en los corazones de muchos de nuestros oyentes, que con esta decisión pasan "de muerte a vida". Oh Dios, Te rogamos que muchos lleguen al conocimiento de tu incondicional amor, de tu total perdón, de esa nueva y plena vida que regalas a cada persona que se acerca a Ti, con sinceridad. Señor, te pedimos que continúes bendiciendo las semillas de fe que hemos intentado esparcir por las ondas; y al comenzar con un nuevo ciclo de programas, ayúdanos a todos a acercarnos más al Señor Jesucristo, para que podamos verle tal como Él es: ¡el Rey de reyes y Señor de señores! Todo lo pedimos en Su bendito nombre. Amén".
Estimado amigo, amiga oyente: en nuestro próximo programa, daremos principio a un nuevo ciclo, comenzando desde el libro de Génesis, en adelante. Le invitamos muy cordialmente a unirse a nosotros en la contemplación de la Palabra de Dios. En este mundo incierto y cambiante, sólo hay una roca sobre la cual podemos afirmar nuestro presente y futuro, que es la Palabra de Dios, la que nos revela a Dios. Recuerde las palabras de Jesucristo, en el Evangelio según Juan, capítulo 3, versículo 16: "Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a Su Hijo unigénito, para que todo aquel que en Él cree, no se pierda, más tenga vida eterna."
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