Estudio bíblico de Romanos 10:11-11:8
Romanos 10:11 - 11:8
Continuamos hoy nuestro estudio de este capítulo 10 de la epístola del apóstol Pablo a los Romanos. Y al concluir nuestro programa anterior, estábamos considerando algunos puntos en los versículos 9 y 10. Lo que Pablo estaba diciendo era que la persona debía poner de acuerdo su confesión de fe y su vida. Su boca y su corazón deben de estar en completa armonía, expresando lo mismo. Es con el corazón que se cree. El corazón implica la personalidad total, la totalidad del ser. Algunas personas hoy dicen algo con sus bocas, incluso utilizan un vocabulario piadoso de devoción a Dios, pero sus corazones están lejos de Él. Cuando usted exprese una confesión de su fe, es decir lo que usted cree, asegúrese de que su corazón exprese lo mismo, para que no esté usted pronunciando palabras que no significan nada para usted personalmente. Una confesión expresada sin fe, se debe a que alguien se está engañando a sí mismo, o está cayendo en la hipocresía. Por otra parte, si hay fe sin confesión, puede deberse a cobardía. Y nos parece que el apóstol Pablo estaba diciendo que el apóstol Santiago tiene toda la razón cuando dijo en el capítulo 2 de su carta, versículo 20 que: "La fe sin obras es muerta". Es decir, que si la fe no va acompañada de hechos, es una fe inútil. Estimado oyente, aquí tenemos las más grandes verdades de la fe cristiana, tales como que Jesús es el Señor (lo cual es admitir que Dios se encarnó en Jesucristo y por lo tanto Jesucristo es Dios) y que Dios le resucitó de los muertos, que es la verdad esencial del Evangelio.
Por último, esta declaración aquí en los versículos 9 y 10, de este capítulo 10 de la epístola a los Romanos, revela que el alma del cristianismo es la resurrección. No hay ningún evangelio aparte de este gran hecho de la fe. En el capítulo 4 de esta epístola, versículo 25, leímos que Pablo escribió: "El cual fue entregado por nuestras transgresiones, y resucitado para nuestra justificación". Y también en su primera carta a los Corintios, capítulo 15, versículos 3 y 4 dijo: "Porque primeramente os he enseñado lo que asimismo recibí: Que Cristo murió por nuestros pecados, conforme a las Escrituras; que fue sepultado, y que resucitó al tercer día, conforme a las Escrituras". Continuando ahora con nuestro estudio en el capítulo 10 de la epístola a los Romanos, veamos el versículo 11:
"La Escritura dice: Todo aquel que en él cree, no será avergonzado".
El apóstol Pablo citó aquí las palabras del profeta Isaías en el capítulo 28 de su profecía, versículo 16, donde leemos: ". . . por tanto, Jehová el Señor dice así: He aquí que yo he puesto en Sión por fundamento una piedra, piedra probada, angular, preciosa, de cimiento estable; el que crea, no se apresure". La diferencia en nuestra traducción no se debe a que Pablo cambiara la cita. La palabra traducida como "avergonzado" y "se apresure" es la misma. Significa huir por temor. Tiene el mismo sentido en cualquiera de las dos traducciones.
Ahora, Pablo citó a Isaías para reforzar su previa declaración de que la justicia por la fe se enseñaba en otros pasajes del Antiguo Testamento. Este pasaje también muestra el carácter universal de la salvación en las palabras: "Todo aquel". Y en el versículo 12 leemos:
"Porque no hay diferencia entre judío y no judío, pues el mismo que es Señor de todos, es rico para con todos los que lo invocan"
No hay diferencias entre el judío y el que no lo es. Todos han pecado, y están alejados, destituidos de la gloria de Dios, como declaró el apóstol en el capítulo 3 de esta carta, versículo 23. Tanto el judío como el no judío necesitan venir a Cristo para la salvación. En el evangelio según San Juan, capítulo 14, versículo 6, el Señor Jesucristo dijo: "Yo soy el camino, la verdad y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí". No se puede obtener la salvación mediante los ritos y ceremonias del Antiguo Testamento ni por la ley, ni por pertenecer a una raza. La salvación se ofrece a todas las personas en base a la misericordia de Dios por la fe en Jesucristo. Continuemos ahora con el versículo 13 de este capítulo 10 de la epístola de Pablo a los Romanos, que inicia un párrafo que expone
La salvación presente para el judío y el no judío
"Ya que todo aquel que invoque el nombre del Señor, será salvo".
Esta importante declaración, corresponde a las palabras del profeta Joel, en el capítulo 2 de su libro, versículo 32, Y una vez más, Pablo volvió a referirse al Antiguo Testamento para reforzar su argumento de que la salvación es por la fe. Esta cita sigue lógicamente el versículo 12, pero pone muy en claro que tanto el judío como el no judío necesitaban invocar "el nombre del Señor" más que hacer algo para la salvación. Invocar "el nombre del Señor" quiere decir creer en el Señor Jesucristo. Leamos ahora, los versículos 14 y 15:
"¿Cómo, pues, invocarán a aquel en el cual no han creído? ¿Y cómo creerán en aquel de quien no han oído? ¿Y cómo oirán sin haber quien les predique? ¿Y cómo predicarán si no son enviados? Como está escrito: ¡Cuán hermosos son los pies de los que anuncian la paz, de los que anuncian buenas nuevas!"
Es necesario comprender la posición del apóstol Pablo para poder apreciar estos versículos. Los judíos, su propio pueblo, aborrecieron al apóstol Pablo aunque aplaudieron a Saulo, el fariseo. De modo que, Pablo les estaba mostrando lo lógico de su posición. Ellos rechazaron su alegación, o el derecho de cualquier otro apóstol a proclamar un evangelio que omitiera el sistema mosaico, lo cual había degenerado en un fariseísmo.
Pablo demostró que debía haber mensajeros del evangelio que tuvieran credenciales de Dios. Pablo empezó esta Epístola diciendo: "Pablo, siervo de Jesucristo, llamado a ser apóstol". Sigue una secuencia lógica. Los predicadores tienen que ser enviados para que el pueblo pueda oír a fin de que crean, pues de otro modo no sabrían cómo invocar "el nombre del Señor". Y el apóstol Pablo determinó con precisión todo lo relacionado con el creer. Esta tarea hizo necesario su ministerio.
Pablo afirmó este elemento de lógica citando un texto del profeta Isaías en el capítulo 52, versículo 7, donde leemos: "¡Cuán hermosos son sobre los montes los pies del que trae alegres nuevas, del que anuncia la paz, del que trae nuevas del bien, del que publica salvación, del que dice a Sión: ¡Tu Dios reina!" Este texto citado precede de la maravillosa profecía de Isaías en el capítulo 53, profecía de la muerte y resurrección de Cristo. Aquella profecía comenzó con la pregunta del profeta, "¿Quién ha creído a nuestro anuncio?" La ley de Moisés seguramente no trajo noticias buenas y alegres, sino de condenación y muerte espiritual.
Se nos dice aquí que los pies de aquellos que anuncian la paz son hermosos. Creemos que este programa de radio es importante y estamos dedicándole tanto tiempo como sea necesario. Creemos que es importante predicar la Palabra de Dios a aquellos que la necesitan. Ahora, al mirar los pies, uno llega a la conclusión de que son miembros del cuerpo que no tienen mayor atractivo, hasta el punto de decir que son hermosos. Pero Dios llama "hermosos" a los pies de aquellos que Él ha llamado y enviado. Los pies de la raza humana de costumbre se calzan. No son nada hermosos que ver. Aquí es apropiado recordar las palabras de Lange: "En su correr y apresurarse, en su escalar los montes que obstaculizan los viajes, y en su apariencia y descenso de las montañas; son símbolos del movimiento veloz y de la aparición sinceramente anhelada del mismo evangelio".
Y éste es uno de los motivos por los cuales nos agrada la oportunidad que nos proporciona la radio hoy en día. Podemos escalar montañas, cruzar las llanuras, surcar las vastas extensiones de agua, y entrar en los lugares más recónditos de la tierra con el glorioso mensaje del evangelio. Podemos entrar en hogares, en automóviles, en las oficinas e incluso en los lugares de ocio y diversión. ¡Es maravilloso alcanzar tantos lugares con la Palabra de Dios! ¡Es maravilloso tener pies que el Señor ha llamado hermosos! Continuando ahora con nuestro estudio en este capítulo 10 de la epístola a los Romanos, leamos el versículo 16:
"Pero no todos obedecieron al evangelio, pues Isaías dice: Señor, ¿quién ha creído a nuestro anuncio?"
En el capítulo 3 de esta epístola, versículo 3, tenemos un pasaje paralelo. Pablo introduce esta nota de tristeza con un motivo doble. En primer lugar, ésta es una declaración de un hecho. Nos regocijamos en los muchos que han sido salvados, pero cuando se considera toda la población en general, el porcentaje de los creyentes es muy pequeño. En segundo lugar, la respuesta reducida, no invalida la justicia por la fe como el evangelio de Dios. En realidad la comprobó, como la cita de Isaías lo revela. El rechazo del evangelio no constituye ninguna excusa para no proclamarlo. No quita la responsabilidad que hay sobre nosotros de predicarlo a toda criatura. Y en el versículo 17, continuó diciendo el apóstol Pablo:
"Así que la fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios".
Este versículo declara el método de Dios. La fe no viene por medio de la predicación de la filosofía o la psicología, o de alguna panacea política, sino mediante la predicación de la Palabra de Dios. Y mientras usted no oiga la Palabra de Dios no se puede salvar. La fe viene por el oír, pero uno tiene que actuar sobre lo que oye. No es simplemente el oír. No se trata simplemente de oír algún informe, sino el mensaje del evangelio. Se trata de la Persona y la obra de Cristo. ¡Cuán importante es para el mensajero, vivir según la Palabra de Dios! Ella sola da la fuerza interior y el poder exterior. Dice el versículo 18:
"Pero yo pregunto: ¿Acaso no han oído? Antes, bien, por toda la tierra ha salido la voz de ellos, y hasta los fines de la tierra sus palabras".
Estas palabras cobran actualidad, porque ciertamente la transmisión por medio de la radio es el medio por excelencia para extender la Palabra de Dios hasta los confines de la tierra. Y ahora en los versículos 19 y 20, leemos:
"También pregunto: ¿No ha conocido esto Israel? Primeramente Moisés dice: Yo os provocaré a celos con un pueblo que no es pueblo; con pueblo insensato os provocaré a ira. E Isaías dice resueltamente: Fui hallado por los que no me buscaban; me manifesté a los que no preguntaban por mí".
Aquí en el versículo 19, el apóstol Pablo citó las palabras de Deuteronomio, capítulo 32, versículo 21.
En el día de hoy Dios está llamando de entre los no judíos a un pueblo para Su Nombre. En el versículo 20, Pablo citó a Isaías 65:1, que dice: "Yo me dejé buscar por los que no preguntaban por mí y fui hallado por los que no me buscaban. Dije a gente que no invocaba mi nombre: ¡Aquí estoy, aquí estoy!" Incluso Isaías predijo la salvación de los no judíos. Esos pueblos que se encontraban en la oscuridad espiritual, hallaban a Cristo. ¿Qué excusa podía ofrecer Israel, que tenía las Escrituras del Antiguo Testamento? Estaban ciertamente sin excusa alguna. Y ahora el versículo final de este capítulo 10, versículo 21 dice:
"Pero acerca de Israel dice: Todo el día extendí mis manos a un pueblo desobediente y rebelde".
¿Se ha detenido usted alguna vez a pensar, cuán pesado es tratar de mantener las manos extendidas, por un largo período de tiempo? Trate de hacerlo para que vea por cuánto tiempo le es posible hacerlo. Es una de las cosas más agotadoras en la vida. Cuando Moisés oró por Israel con sus manos alzadas, como vemos en Éxodo 17:9-12, Aarón tuvo que sostener sus manos porque se cansó de mantenerlas alzadas a Dios. Dios dijo: "Todo el día extendí mis manos a un pueblo desobediente y rebelde". Nadie en realidad sabe ¡cuán bondadoso ha sido Dios con la nación de Israel!
La palabra final del mártir Esteban a esta nación, que tenemos en el libro de los Hechos de los apóstoles, capítulo 7, versículos 51 al 53, es reveladora; dijo Esteban: "¡Duros de cerviz! ¡Incircuncisos de corazón y de oídos! Vosotros resistís siempre al Espíritu Santo; como vuestros padres, así también vosotros. ¿A cuál de los profetas no persiguieron vuestros padres? Y mataron a los que anunciaron de antemano la venida del Justo, a quien vosotros ahora habéis entregado y matado, vosotros que recibisteis la Ley por disposición de ángeles, y no la guardasteis".
Esta actitud de rechazo no se limitó a Israel. Podría decirse que hoy en día, Dios extiende sus manos a un mundo que se niega a escucharle. Nos admiramos de la paciencia de Dios.
Y así, amigo oyente, concluimos nuestro estudio de este capítulo 10 de la epístola a los Romanos. Y llegamos ahora a
Romanos 11:1-8
Y en este capítulo 11, considerado en su totalidad, se tratan los siguientes temas: El remanente de Israel encontrando la salvación, el resto del pueblo enceguecido; las razones para dejar a un lado a la nación de Israel; la restauración de la nación y las razones. En el capítulo 9 de esta epístola a los Romanos, vimos los tratos pasados de Dios con Israel. En el capítulo 10 que acabamos de terminar el tema fue los tratos presentes de Dios con Israel. Alguien podría pensar que se trata de un remanente pequeño, pero es mayor de lo que parece. De un total aproximado de 15 millones de judíos que hay en el mundo, el porcentaje de aquellos que son creyentes en Cristo es probablemente mayor que el que existe al comparar el número de creyentes no judíos con la población mundial.
Al considerar en este capítulo 11 el propósito futuro de Dios para Israel, debemos recordar que la nación rechazó a Cristo y el principio de obtención de la justicia de Dios por medio de la fe, que les fue ofrecido. Y en la actualidad, Dios a su vez, los ha rechazado temporalmente a ellos como nación. Dos preguntas surgen naturalmente. Primero, ¿los ha rechazado Dios permanentemente como nación? O, en otras palabras, ¿tiene todavía un futuro la nación de Israel? Y en segundo lugar, ¿quedan anuladas todas las promesas del Antiguo Testamento, por el rechazo de Israel? En el Antiguo Testamento Dios prometió primacía a la nación de Israel. Ellos estarían a la cabeza de las naciones (ver Deuteronomio 28:13). Y Pablo demostró que Dios no había rechazado permanentemente a la nación de Israel. Todas las promesas del Antiguo Testamento tendrán su cumplimiento literal.
Comencemos, pues, leyendo el primer versículo de este capítulo 11, que comienza a desarrollar el tema
El remanente de Israel encuentra la salvación
"Por tanto, pregunto: ¿Ha desechado Dios a su pueblo? ¡De ninguna manera!, porque también soy israelita, descendiente de Abraham, de la tribu de Benjamín".
Este versículo por sí solo es suficiente para comprobar que Dios no ha desechado a Israel como una nación, aunque además hay otros muchos versículos que también verifican este hecho. "¿Ha desechado Dios a su pueblo?" Pablo mismo comprobó que Dios no lo había desechado. Él era un verdadero israelita de raza genuina, como dice él, "descendiente de Abraham" y perteneciente a Benjamín, una de las 12 tribus de Israel que nunca se separó de la nación. Continuemos ahora, leyendo los versículos 2 y 3 de este capítulo 11:
"No ha desechado Dios a su pueblo, al cual desde antes conoció. ¿O no sabéis lo que dice la Escritura acerca de Elías, de cómo se quejó ante Dios contra Israel, diciendo: Señor, a tus profetas han dado muerte y tus altares han derribado; sólo yo he quedado y procuran matarme?"
Pablo citó esta ilustración sobre Elías, que encontramos en el Primer libro de los Reyes, capítulo 19. Elías creía que él era el único israelita en sus tiempos que permanecía fiel a Dios. Las circunstancias parecían confirmar su impresión, pero Dios tenía un remanente. En este capítulo 11 de esta epístola a los Romanos, leemos ahora el versículo 4:
"Pero ¿cuál fue la divina respuesta? Me he reservado siete mil hombres, que no han doblado la rodilla delante de Baal".
Elías ignoraba totalmente que Dios había obrado en los corazones de unos siete mil hombres. Ahora si había siete mil hombres cuyas rodillas no se habían doblado ante Baal, entonces creemos que habría como el doble de mujeres que tampoco se arrodillaron. Para el reino del norte, éste fue un remanente considerable, en los tiempos de los reyes Acab y Jezabel, cuando Elías creyó que él era el único fiel. Y continuamos leyendo en el versículo 5 de este capítulo 11 de la epístola de Pablo a los Romanos:
"Así también aun en este tiempo ha quedado un remanente escogido por gracia".
Dios siempre tuvo un remanente en Israel. El apóstol hace una aplicación de los tiempos de Elías a los suyos. Como había un remanente escogido por gracia en aquellos tiempos, así también lo había en los tiempos de Pablo y lo hay en la actualidad, compuesto por aquellos judíos que han creído en Cristo. Por tal motivo, Pablo dirá luego que no todo Israel, era Israel. Y continuó diciendo en el versículo 6:
"Y si es por gracia, ya no es por obras; de otra manera la gracia ya no sería gracia. Y si es por obras, ya no es gracia; de otra manera la obra ya no sería obra".
Esta declaración revela que la gracia y las obras representan dos sistemas que se excluyen mutuamente, los cuales están diametralmente opuestos entre sí. Los del remanente de ese tiempo no fueron salvados debido a sus buenas obras, ni por algún mérito propio. Fueron salvados sólo por la gracia de Dios. Si ellos hubieran tenido algún mérito propio, ya no habría sido por medio de la gracia. Así que, a partir del tiempo de Pablo hasta la época actual, el propósito futuro de Dios concierne a todos que hayan aceptado y acepten a Cristo. ¿Y qué sucedería con aquellos que no aceptaran a Cristo? Ese otro resto de Israel sería endurecido, insensibilizado espiritualmente. Por ello llegamos ahora a un párrafo titulado
El resto de Israel fue enceguecido
Es importante destacar que los hijos de Israel fueron endurecidos porque habían fallado al rechazar a Cristo. No se trata de que fallaran porque habían sido endurecidos. Y ahora leemos en el versículo 7:
"¿Qué, pues? Lo que buscaba Israel, no lo ha alcanzado; pero los escogidos sí lo han alcanzado, y los demás fueron endurecidos"
¿Fallaron en venir y aceptar a Cristo porque habían sido enceguecidos? De ninguna manera. Habían estado expuestos al Evangelio como ningún otro pueblo lo había estado. Recordemos las palabras de Dios en Romanos 10:21, "Todo el día extendí mis manos a un pueblo desobediente y rebelde". Dios había sido paciente con ellos. A causa de su rechazo, los israelitas fueron entonces enceguecidos espiritualmente porque no aceptaron la luz del Evangelio que Dios les ofreció. Y el versículo 8 dice:
"Como está escrito: Dios les dio espíritu insensible, ojos que no vean y oídos que no oigan, hasta el día de hoy".
Este versículo es una combinación de dos pasajes del Antiguo Testamento. Isaías 29:10 y Deuteronomio 29:3 y 4, adaptándolos a la situación de su tiempo. En primer lugar, esto revela cómo el Espíritu Santo usó Sus propias palabras. Los dos pasajes fueron tratados como una unidad. Éste es un gran axioma que fue verdad en los tiempos de Moisés y también en los tiempos de Pablo. Y también es aplicable hoy en día a multitudes que se consideran parte del cristianismo, al que han llegado por motivos familiares, culturales o sociológicos.
Estimado oyente, aquí vemos que cuando una persona ha rechazado la gracia de Dios, resulta muy difícil llegar a alcanzarle con la gracia de Dios. Por ello oramos para que, en medio de tanta oscuridad espiritual y confusión, y ante tantas voces que tratan de llegar a su vida ofreciéndole diversas opciones de presente y de futuro, escuche usted, de forma personal aquellas antiguas palabras expresadas por el Espíritu Santo y citadas en la carta a los Hebreos 3:8, "Si oís hoy su voz, no endurezcáis vuestros corazones".
Copyright © 2001-2024 ( TTB - Thru the Bible, RTM - Radio Transmundial, EEA - Evangelismo en Acción). Todos los derechos reservados.
CONDICIONES DE USO