Estudio bíblico de Job 6:15-8:22
Job 6:15 - 8:22
Continuamos hoy nuestro recorrido por el libro de Job, y nos encontramos en el capítulo 6. Usted recordará que en nuestro programa anterior, oímos la queja, el lamento de Job. Seguimos en la escena sexta de este libro, que transcurrió en el basurero de la ciudad. Sus tres amigos habían llegado a consolarle, a ayudarle en cierto sentido, pero se habían sentado ante él por siete días, compartiendo su dolor en silencio. En realidad ellos ni siquiera estaban simpatizando con Job. Pensaban que había algún pecado oculto en su vida y que Dios le estaba juzgando. Así es que Job salió del silencio en el que se encontraba y nos permitió escuchar su queja. Luego Elifaz, aparentemente el líder del grupo, fue el primero en hablarle a Job. Vimos que Elifaz era un hombre muy destacado que tenía una experiencia misteriosa, extraña diríamos. Sus argumentos se basaban en una frase que utilizaba varias veces; decía: "Como yo he visto". Es decir, se apoyaba en su propia experiencia. Había tenido visiones y sueños y había escuchado secretos. Creía tener un conocimiento superior a los demás. Entonces Job procedió a darle su respuesta. Y en el versículo 15, de este capítulo 6 de Job, dijo:
"Pero mis hermanos me traicionaron como un torrente; pasan como corrientes impetuosas".
Otra versión lo traduce así: Mis hermanos han obrado engañosamente como un torrente, como las corrientes de los arroyos que se desvanecen. El significado del idioma hebreo aquí, es que ellos habían sido como un espejismo en el desierto.
Este es un hermoso lenguaje poético. Fue como si él hubiera mirado al camino, viendo a sus amigos que se acercaban y hubiera pensado: "Gracias a Dios, aquí vienen mis amigos. Ellos me comprenderán y se compadecerán de mí". Su compasión y comprensión habrían sido para él como un oasis en el desierto, pero sólo habían sido un espejismo. Y así, en medio de su desilusión, en los versículos 16 y 17, después de referirse a las corrientes impetuosas, dijo:
"Que bajan turbias por el deshielo y mezcladas con la nieve, que al tiempo del calor se secan, y al calentarse desaparecen en su cauce".
Luego él dijo que ellos eran como un estanque cubierto de hielo y nieve, que es engañoso. Uno piensa que puede caminar sobre él, pero apenas lo pisa, el hielo se quiebra y uno se cae al agua. Ésa fue la clase de amigos que estos hombres resultaron ser. ¡Qué imagen que nos ha transmitido Job! No estamos seguros de que el lamento de Job sea el clamor de las dificultades y conflictos humanos de nuestro tiempo. A pesar de todas las comodidades y artilugios que le facilitan la vida del individuo ¡qué solitario, qué inquieto, y cuán infeliz es! ¡Y qué vulnerable ante el abatimiento y la depresión! Lo que el hombre y la mujer necesitan es a Dios, y a Dios actuando en sus vidas. Y luego continuó Job diciendo que si ellos tienen algo que decirle, que lo hicieran, que él estaba dispuesto a aprender. Leamos los versículos 24 al 26:
"Instruidme, y yo callaré; hacedme entender en qué he errado. ¡Cuán provechosas son las palabras rectas! Pero ¿qué reprocha vuestra censura? ¿Pretendéis censurar las palabras y los discursos de un desesperado, que son como el viento?"
Él les estaba diciendo: "Lo que ustedes dicen es bueno pero eso no corresponde a mi caso para nada. No me están hablando a mí directamente; no están diagnosticando mi caso correctamente".
Cierto hombre fue al médico en cierta ocasión, y el médico diagnosticó su enfermedad como artritis y luego resultó que este hombre tenía cáncer. Pero cuando se consiguió que lo viera un especialista, ya era demasiado tarde para poder hacer algo por él. Y aquí tenemos el mismo problema con Job. Él dijo: "Ustedes han venido a verme y han intentando diagnosticar mi caso, pero su diagnóstico está equivocado. Han dicho que hay un pecado oculto, y no es así. Ahora, si ustedes hacen un diagnóstico correcto y tienen algo provechoso que decirme, díganlo y les escucharé". Recordemos que estos tres amigos de Job no conocían realmente a Dios, no conocían verdaderamente a Job y ni siquiera se conocían a sí mismos. Ellos entendieron la situación real y los tres llegarían a la conclusión que Job había pecado y que no confesaría la verdad. Y ya que no confesaría su pecado secreto, estaba siendo juzgado. Llegamos así a
Job 7
En este capítulo continuó Job respondiendo a Elifaz. Y dijo en los versículos 1 al 3, de este capítulo 7:
"¿No es acaso una lucha la vida del hombre sobre la tierra, y sus días como los días del jornalero? Como el siervo suspira por la sombra o como el jornalero espera el salario de su trabajo, así yo he recibido meses de desengaño y noches de sufrimiento me tocaron en suerte".
En otras palabras, Job no tenía alivio para su aflicción o su dolor. Era un hombre muy enfermo y sus amigos parecían ignorarlo. No le habían ofrecido ningún consuelo. Incluso su esposa, su compañera, le había sugerido suicidarse. Y cuando todo lo que le rodeaba se derrumbó, Job quedó angustiado; era un hombre que en realidad necesita ser compadecido. Leamos los versículos 4 al 6:
"Cuando estoy acostado, digo: ¿Cuándo me levantaré? Mas la noche es larga y estoy lleno de inquietudes hasta el alba. Mi carne está vestida de gusanos y costras de polvo; mi piel hendida y abierta, supura. Mis días corren más veloces que la lanzadera del tejedor, y perecen sin esperanza".
Aparentemente, Job sintió que tenía una enfermedad incurable, que su final se aproximaba y no estaba lejano. Probablemente tenía ese tipo de enfermedad. En todo esto, sus amigos no prestaron atención a su problema. Habían venido a verle, pero no le habían ayudado en su necesidad. Simplemente, no le entendieron. Se ha dicho que un amigo es alguien que nos conoce, y aun así nos ama. Estos amigos no conocían realmente a Job. Él les dijo que al menos su condición física debería haber despertado en ellos alguna compasión y comprensión. Escuchemos lo que dijo aquí en los versículos 13 al 16, de este capítulo 7:
"Cuando digo: Mi lecho me consolará, mi cama aliviará mis quejas, entonces me atemorizas con sueños y me aterras con visiones. Por eso tuve por mejor ser estrangulado, y quise la muerte más que a mis huesos. ¡Aborrezco mi vida! No he de vivir para siempre; ¡déjame, pues, ya que mis días son vanidad!"
Parece que su fiebre le llevaba a pasar por períodos de delirio y alucinaciones. Continuemos leyendo los versículos 17 al 19:
"¿Qué es el hombre para que lo engrandezcas, para que pongas en él tu corazón, y lo visites todas las mañanas, y a cada momento lo pruebes? ¿Cuándo apartarás de mí tu mirada y me soltarás para tragar siquiera mi saliva?"
Job simplemente deseaba morir en paz. Deseaba que Dios le dejara solo. Él tenía la sensación de que estaba siendo probado, pero no tenía ninguna noción de lo que estaba detrás de este sufrimiento.
Su reacción es la de muchos cuando dicen: "Dejadme solo en mi tristeza". Leamos ahora los versículos finales de este capítulo 7, los versículos 20 y 21:
"Aunque haya pecado, ¿qué mal puedo hacerte a ti, Guarda de los hombres? ¿Por qué me pones por blanco tuyo, hasta convertirme en una carga para mí mismo? ¿Y por qué no borras mi rebelión y perdonas mi iniquidad? Pues pronto dormiré en el polvo, y aunque me busques temprano, no existiré".
Ellos habían planteado la pregunta del pecado de Job. Job no alegaba ser inocente. Admitía que había pecado. Pero, ¿por qué había sido elegido para ser objeto de este ataque especial, como si fuera un pecador de mala fama? ¿Por qué tenía que ser su vida una carga, cuando que él no era esa clase de pecador? ¿Por qué Dios no le mostraba Su gracia y bondad? ¿Por qué Dios no le perdonaba su pecado y le restauraba?
Al mismo tiempo que admitía que era un pecador, decía que estaba recibiendo más de lo que merecía.
Podemos ver en Job una ruptura en su integridad. Cuando la integridad de una persona se destruye, se convierte en un blanco fácil para Satanás. Y esto es lo que les sucede a muchos que intentan emprender las luchas de la vida solos. La persona comienza a hacer incursiones en un vicio o pecado, creyendo poder controlarse, y entonces cae en ese vicio o pecado. Satanás tiene una oportunidad de atacarlo porque la integridad de ese hombre o de esa mujer se ha desmoronado. Ésta era, pues, la situación de Job. ¿Caería Job bajo el peso de todas estas cargas?
Llegamos así a
Job 8:1-22
El próximo amigo que atacaría a Job sería Bildad. Era lo que llamaríamos un tradicionalista. Bildad era la clase de hombre que se apoyaba en el pasado. Su argumento esta expuesto en el versículo 8, del capítulo 8, donde dice: Pregunta tú ahora a las generaciones pasadas y disponte a interrogar a los padres de ellas; Lo que él intentaba hacer era como tomar las antiguas rocas, las piedras de la geología, y observarlas para saber lo que había ocurrido hacía muchísimos años y a partir de esos datos, predecir lo que ocurriría.
Pues bien, este libro planteó una pregunta. En realidad Dios mismo se la hizo a Job diciéndole, en 38:4: "¿Dónde estabas tú cuando yo fundaba la tierra?" Este hombre Bildad iba a utilizar en su discurso las siguientes expresiones: "Cuando yo era joven". Y también "Nosotros hacíamos las cosas de esta manera". Este hombre conocía muchos dichos, muchos proverbios y muchos tópicos piadosos que no contenían nada nuevo ni fueron de ninguna ayuda para Job. En realidad este hombre era muy áspero y hablaba con una crudeza mayor que la de Elifaz. Y este Bildad era supuestamente su amigo. Veamos los primeros dos versículos de este capítulo 8 de Job, donde comienza el párrafo en el cual
Bildad apoyó su argumento en la tradición
"Respondió Bildad, el suhita, y dijo: ¿Hasta cuándo hablarás tales cosas y las palabras de tu boca serán como un viento impetuoso?"
Aquí se estaba desarrollando una verdadera batalla verbal, con réplicas agudas. Por cierto que eran hombres brillantes. Para decir la verdad, Bildad puso su daga en Job y la hizo girar un poco dentro de la herida y le dijo: "Job, el escucharte a ti es justamente como escuchar el viento huracanado. Eres un individuo impetuoso". En realidad, podríamos decir que todos ellos eran personas impetuosas, incluyendo también a Job. Un poco más adelante veremos que Job también estaba equivocado.
Así que esta observación de Bildad era buena como para reírse a costa de Job. Para ese entonces ya se había reunido una multitud alrededor de ellos. Esta conversación era tan interesante para esa gente como un acontecimiento deportivo lo sería para las personas de nuestra época. Ellos estaban interesados en una competición intelectual, así como nosotros hoy estamos interesados en competiciones físicas. ¡Nos preguntamos quiénes eran más civilizados! Pero, escuchemos ahora lo que dice el versículo 3, de este capítulo 8 de Job:
"¿Acaso torcerá Dios el derecho o pervertirá el Todopoderoso la justicia?"
Lo que en realidad Bildad estaba diciendo era: "Job, tú estás recibiendo lo que realmente mereces. Tú estás tratando de defenderte y eso quiere decir que tienes un gran pecado en tu vida y que estás recibiendo lo que mereces". Escuchemos lo que continuó diciendo aquí en el versículo 4:
"Si tus hijos pecaron contra él, él les hizo cargar con su pecado".
Ahora, decir esto era terrible. Estaba sugiriendo que los hijos de Job habían sido destruidos porque eran pecadores. No puedo imaginarme algo que alguien pudiera decir que hiriese más que este comentario. Él no tenía derecho a decir esto. Ahora, nosotros sí sabemos (porque, desde el mismo comienzo del libro, Dios nos informó lo que iba a ocurrir) que sus hijos no fueron destruidos por esa razón. Continuemos leyendo los versículos 5 y 6, ahora:
"Si tú desde temprano buscas a Dios y ruegas al Todopoderoso; si eres puro y recto, ciertamente él velará por ti y hará prosperar la morada de tu justicia".
O sea, "Job, si tú fueras tan inocente como has dado la impresión de ser, Dios escucharía tu oración y te sanaría, y te restauraría. Pero tal como están las cosas, tiene que haber algo radicalmente malo en ti". Y le dijo en el versículo 7:
"Y aunque tu principio haya sido pequeño, tu estado, al final, será engrandecido".
Por cierto, eso es lo que iba a ocurrir. Cuando esta experiencia se terminase, Job prosperaría notablemente. Dios iba a duplicar todo lo que tenía. Avancemos ahora con el versículo 8:
"Pregunta tú ahora a las generaciones pasadas y disponte a interrogar a los padres de ellas"
Bildad estaba diciendo que todo funciona de acuerdo con leyes fijas, establecidas. Presentaría bastantes de esas leyes que eran viejos refranes o dichos. Escuchemos el versículo 9:
"Pues nosotros somos de ayer y nada sabemos, ya que nuestros días sobre la tierra son como una sombra".
La frase "Pues nosotros somos de ayer, y nada sabemos" es una afirmación veraz. Por supuesto, Bildad no creía que él no sabía nada; lo que quiso decir fue que era Job el que no sabía nada. Sin embargo esta declaración era verdad en cuanto a Bildad. Nosotros somos de ayer. En realidad el hombre en el universo de Dios es como una persona que ha llegado tarde; no ha estado mucho tiempo por esta tierra. Dios no ha considerado apropiado informarnos sobre lo que ha estado haciendo en los milenios anteriores a la aparición del hombre en la escena. Sinceramente, no estamos interesados en la eternidad pasada, aunque estamos muy interesados en lo que Él va a hacer en los millones de años que transcurrirán a partir del día de hoy. Porque esperamos estar por aquí. Y dice el versículo 10:
"¿No te enseñarán ellos, te hablarán y sacarán palabras de su corazón?"
Bildad dijo que el pasado nos enseñaría. Observemos qué diferente era la filosofía del apóstol Pablo que señalaba a Cristo y al futuro. En Filipenses 3:14 dijo: "Prosigo hacia la meta para obtener el premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús". La única manera en que podemos saber algo de los asuntos eternos es a través de la Palabra de Dios.
Después Bildad habló con más franqueza y dureza. Leamos los versículos 11 y 12:
"¿Crece el junco donde no hay lodo? ¿Crece el prado donde no hay agua? Con todo, aun en su verdor y sin haber sido cortado se seca antes que toda otra hierba".
Este hombre se quiso poner en un plano un poco científico. La respuesta era muy obvia. Evidentemente ésta no era una sabiduría muy profunda. ¿Quién no sabe eso? Luego siguió diciendo en el versículo 13, de este capítulo 8:
"Tales son los caminos de todos los que se olvidan de Dios; y así perecerá la esperanza del impío"
Este hombre era bastante áspero en la forma de hablarle a Job; lo estaba acusando de ser hipócrita, de tener una fachada de cara a la gente. Veamos ahora los versículos 14 y 15:
"Porque su esperanza es apenas como un hilo, y su confianza, como una tela de araña. Si se apoya en su casa, ella no permanecerá en pie; si se agarra a ella, no resistirá".
Esta conclusión estaba bien para los hipócritas, hablando del fin fatal de sus esperanzas y placeres, pero no era aplicable al caso de Job. Y en el versículo 20 dijo:
"Dios no desecha al íntegro ni ofrece apoyo a la mano del maligno".
¿Es esto realmente cierto? Pues bien, Él me ha ayudado a mí y yo he sido un pecador alejado de Dios. Él me salvó, estimado oyente. Aquí dice: "Dios no desecha al íntegro". No, el no lo hará. Pero, ¿dónde puede encontrar usted un hombre perfecto, íntegro? La Palabra de Dios dice en Romanos 3:10: "No hay ni uno solo que sea justo". Aunque lo que Bildad decía era verdad, no corresponde a la realidad cuando uno lo coloca en la probeta de la vida, y echa en él el ácido de la experiencia.
Escuchemos ahora lo que dijo en los últimos versículos de este capítulo 8 de Job, el 21 y el 22:
"Él hará que vuelvas a reír y que grites de alegría; en cambio, tus enemigos se cubrirán de vergüenza y la casa de los malvados será destruida".
Bildad le estaba diciendo a Job que él había llegado a esa situación porque era un gran pecador. Esto realmente no le ayudaba nada a un hombre que se encontraba en esa condición. Es que Bildad no conocía a Dios, ni conocía a Job. Ni se conocía verdaderamente a sí mismo. Era un tradicionalista. Pensaba que por el examen científico podía explicar cómo había comenzado el mundo. Y el caso es que no podía ponerse en lugar de Dios. Ahora, en el próximo capítulo, veremos que Job le contestaría a Bildad, y lo haría muy bien, aunque se estaba cansando de estas rondas de conversaciones.
Recordemos lo que hemos leído en los versículos 14 y 15 sobre la esperanza de aquellos que no conocen a Dios. Es una confianza falsa que se basa en el falso concepto que tienen de sus méritos y autosuficiencia y que tiene la fragilidad de una tela de araña. Y vimos que la casa, es decir su refugio, su mundo personal, no permaneció en pie. Así terminan el orgullo, la hipocresía y la falsa seguridad humana. Así se derrumban sus méritos y es humillada su autosuficiencia. Estimado oyente, le invitamos a creer en el Señor Jesucristo como su Salvador, aceptando por la fe la obra de salvación que Él realizó y completó con su sacrificio en la cruz. Le invitamos a disfrutar de la paz que trae a la vida, el sentirse protegido, inspirado y fortalecido por el amor de Dios, por la presencia del Señor Jesucristo y por la acción del Espíritu Santo.
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