Estudio bíblico de Job 9:1-10:22
Job 9:1 - 10:20
Continuamos hoy estudiando el libro de Job y al llegar a los capítulos 9 y 10 de este libro, vemos la respuesta que Job dio al discurso de Bildad. Como hemos podido apreciar, Bildad no había podido satisfacer la necesidad que tenía Job. Ni siquiera había estado hablando del problema que estaba sufriendo Job. En esta ocasión Job dejó bien en claro que él no estaba alegando que era perfecto y él sabía que no se podía defender a sí mismo ante Dios. Lo que él necesitaba era alguien que estuviera a su lado para que presentara su caso. Oiremos el ansia de Job por alguien que fuera su mediador y su intercesor. En otras palabras, vamos a ver la aguda necesidad del corazón de Job por Cristo en la sección específica que vamos a contemplar en esta oportunidad. Leamos, pues, los primeros dos versículos del capítulo 9:
"Respondió Job y dijo: Ciertamente yo sé que esto es así: ¿Cómo se justificará el hombre delante de Dios?"
Es decir, que mucho de lo que Bildad había dicho era cierto. El problema era que sus palabras no habían satisfecho la necesidad de Job, no se había dirigido al problema de Job. Fue como si Job le hubiera dicho: "Se que, hablando en general, tus palabras son ciertas, pero la cuestión es, ¿cómo me puedo justificar con Dios?"
En ese momento, Job seguramente necesitaba el Evangelio, necesitaba saber cómo se podía justificar una persona ante Dios. Job quería respuestas a sus preguntas y sus amigos no las estaban respondiendo. Y continuó diciendo en los versículos 3 y 4:
"Si pretendiera discutir con él, no podría responderle a una cosa entre mil. Él es sabio de corazón y poderoso en fuerzas, ¿a quién, si quisiera resistirle, le iría bien?"
Job estaba diciendo: "Yo no estoy fingiendo; si ustedes creen que yo estoy tratando de poner una fachada ante Dios, están muy equivocados. Porque yo sé muy bien que no puedo enfrentarme a Él". Job quería una respuesta a sus preguntas, y quería que Dios le respondiera. Y Dios parecía encontrarse muy lejos de él. Job dijo entonces, en los versículos 5 hasta el 8, de este capítulo 9:
"Él arranca los montes con su furor, sin que ellos sepan quién los trastornó. Él remueve de su lugar la tierra, y hace temblar sus columnas. Si él lo ordena, el sol no sale, y él es quien pone sello a las estrellas. Él solo extiende los cielos, y anda sobre las olas del mar".
Aquí tenemos un cuadro tremendo de Dios como el creador del universo. Job lo conocía a Él como el creador, pero no sabía nada sobre Su grande y tierna misericordia en esta ocasión. Continuemos ahora, con los versículos 9 y 10:
"Él hizo la Osa y el Orión, las Pléyades y los más remotos lugares del sur. Él hace cosas grandes e incomprensibles, maravillosas y sin número".
Aquí podemos ver que, aparentemente, Job sabía algo sobre las estrellas, sin embargo, no estaba tratando de decir que su situación actual de miseria se debía a haber nacido bajo cierta estrella. Ésta es sin duda alguna de las mayores insensateces que se pueden decir; e incluso Shakespeare podía darle la respuesta. Recordemos que en uno de sus libros, Bruto estaba hablando con Marco Antonio y éste le dijo a aquel: "No es a causa de las estrellas, Bruto, que nosotros somos subalternos, sino a causa de nosotros mismos". Job sabía que las estrellas no explicaban su situación. Él reconocía a Dios como el Creador de las estrellas. Y dijo en el versículo 11:
"Él pasa delante de mí, y yo no lo veo; pasa junto a mí sin que yo lo advierta".
Aquí vemos que Job no sólo conocía a Dios como el Creador, sino que también sabía que Dios es un espíritu, y por lo tanto, no puede verle en absoluto. Luego dijo en los versículos 13 y 14, de este capítulo 9:
"Dios no volverá atrás su ira, y bajo él se postran los que ayudan a los soberbios; pues ¿cuánto menos podré yo replicarle y escoger mis palabras frente a él?"
Job sabía que si se acercase a la presencia de Dios, no podría resistir esa experiencia. Porque si Dios le hablase, no sabría qué responder. Y continuó diciendo en el versículo 16:
"Ni aún si lo invocara y él me respondiera, creería yo que ha escuchado mi voz".
Aun en ese caso, Job no podría creer que Él realmente le estaba escuchando. Y así continuó en los versículos 17 al 19:
"Porque él me quebranta con tempestad, aumenta sin causa mis heridas y no me concede que tome aliento, sino que me llena de amarguras. Si hablamos de su fuerza, por cierto que es poderosa; si de juicio, ¿quién lo emplazará?"
Él estaba diciendo aquí: "¿Cómo voy yo a presentar mi caso ante Él? Y en el versículo 20, dijo:
"Aunque yo me justificara, mi propia boca me condenaría; aunque fuera perfecto, él me declararía culpable".
En otras palabras Job está diciendo: "Si yo fingiese ser perfecto, mi propia boca me condenaría". Sin embargo, veremos más adelante que Job tenía una alta estima de sí mismo. Él no fue el hombre que dijo: "Yo sé que en mí (es decir, en mi carne) no habita nada bueno" (Romanos 7:18) Job no dijo que era un hombre perfecto delante de Dios, pero sí mantenía la posición de que era un hombre bastante bueno, en realidad, un hombre justo. Sin embargo reconoció que delante de Dios no sería capaz de defenderse a sí mismo.
Ésa es la misma posición en la que muchas personas se encuentran en la actualidad y que, como no conocen la Palabra de Dios, piensan que podrán estar ante Dios, cumplir con las normas que Él ha establecido, y agradarle.
Lo interesante de notar aquí, estimado oyente, es que hay personas que tienen un concepto equivocado de Dios. Y piensan que son lo bastante buenos como para presentarse ante Él. En realidad Job pensaba lo siguiente: "Si me presento ante Dios, Él señalará algo en mí de lo cual no soy consciente, y que no podré explicarle ni justificar". Leamos entonces el versículo 32, que comienza un párrafo en el cual escucharemos
El clamor de Job por Cristo
"Él no es un hombre como yo, para que yo le replique y comparezcamos juntos en un juicio".
En otras palabras, "Si Él fuera un hombre, entonces podría hablar con Él". Ésa fue precisamente la razón por la cual Dios se hizo hombre, estimado oyente, para que el ser humano pudiera hablar con Él, comunicarse con Él, y darse cuenta de que no puede satisfacer o cumplir las normas establecidas por Dios. El único hombre que pudo cumplir esas normas, fue el Señor Jesucristo mismo.
Esto es lo que hace que muchas obras teatrales, cinematográficas y de literatura sean tan gravemente perjudiciales. Ellas insinúan que Jesús no solo era simplemente un hombre, sino que también era un hombre pecador. Algunas tendencias teológicas o filosóficas han estado diciendo esto durante años. Sin embargo, no pueden encontrar en la Palabra de Dios ningún lugar en el que se diga que había pecado en el Señor Jesucristo. El único lugar donde los seres humanos pueden hallar pecado y maldad es en sus propios corazones perdidos. Porque El Señor Jesucristo fue sin pecado.
Porque Él fue un hombre, yo puedo dirigirme hacia Él. Él murió por mí en la cruz del calvario y me demuestra por medio de Su vida que yo no puedo satisfacer ni cumplir las normas de Dios, y que necesito desesperadamente un Salvador. Y por medio de Su muerte Él puede salvarme. Eso es lo que el pobre Job echaba en falta y anhelaba. Leamos ahora el versículo 33:
"No hay entre nosotros árbitro que ponga su mano sobre ambos"
La queja de Job era que no había un mediador entre él y Dios. Su clamor era: "Ah, si solo hubiera alguien que pudiera poner Su mano en la mano de Dios y Su otra mano en mi mano, para acercarnos, para reunirnos. Si Él pudiera hacer eso, entonces yo tendría un mediador". En el Nuevo Testamento, Pablo le escribió a un joven pastor, en Primera de Timoteo 2:5, "pues hay un solo Dios, y un solo mediador entre Dios y los hombres: Jesucristo hombre".
Él es el Hombre-Dios. Divino, y a la vez, humano ¡Y ésa es una verdad gloriosa, maravillosa! ¡Cómo anhelaba Job conocer a una persona así!
Llegamos así a
Job 10:1-20
Comencemos este capítulo leyendo el versículo 1:
"¡Mi alma está hastiada de mi vida! Voy a dar libre curso a mi queja, hablaré con amargura de mi alma".
Ahora como Job no tenía un mediador, alguien que le representara ante Dios, hablaría sencillamente desde la amargura de su alma. Estaba cansado, hastiado de la vida e iba a expresarse exactamente tal como se sentía. Él fue claro y sincero al hablar de su difícil situación y de su condición miserable. Escuchemos lo que dijo aquí en el versículo 2:
"Diré a Dios: No me condenes, sino hazme entender por qué contiendes conmigo".
Dios le daría una respuesta al respecto más adelante, antes que finalicemos este libro. Dios le iba a mostrar algo a Job sobre sí mismo, algo que todos nosotros necesitamos descubrir en cuanto a nosotros mismos. Avancemos ahora con el versículo 3:
"¿Te parece bien oprimirme, desechar la obra de tus manos y favorecer los designios de los impíos?"
Job no podía entender por qué el debía sufrir, mientras que había seres malvados que no estaban sufriendo. Por cierto, éste fue el problema que confrontó David. Y éste es el problema con el que yo me he enfrentado. Como pastor a veces me he preguntado por qué Dios permite que ciertas personas buenas y piadosas sufran, mientras que al mismo tiempo personas impías, incluso algunas que dicen ser cristianas, se las arreglan para vivir en el pecado, aparentemente, con total impunidad. Esas personas consiguen salirse con la suya por un tiempo, pero he observado que a su debido tiempo, Dios se ha ocupado de ellas. Aun así, hay ocasiones en las que todos nos hacemos esta misma pregunta. Es que este libro hace frente a las preguntas de la vida. Leamos ahora el versículo 4, donde Job continuó diciendo:
"¿Acaso son de carne tus ojos? ¿Ves tú las cosas como las ve el hombre?"
Ahora, Job comenzó a lamentar su triste condición. Se preguntó si Dios realmente le vería un su verdadera condición.
Usted puede apreciar que esa es otra razón por la que Dios se hizo hombre aquí en la tierra. Para que yo pudiera tener la seguridad de que hay un hombre hoy en la gloria que me comprende. Porque Él fue un Hombre, un ser humano como yo soy, sabe exactamente como me siento. Ningún latido ha resonado jamás en el corazón humano que Jesucristo no haya sentido cuando estuvo aquí en esta tierra. Estimado oyente, Él conoce como me siento yo. Él sabe cómo se siente usted. Entonces Job continuó diciendo en los versículos 5 al 7:
"¿Son tus días como los días del hombre, o tus años como el tiempo de los seres humanos, para que estés al acecho de mi iniquidad y andes indagando tras mi pecado, aun sabiendo que no soy impío y que nadie podría librarme de tu mano?"
Entonces Job comenzó a defenderse a sí mismo. No estaba dispuesto a admitir que había algún gran pecado en su vida. Se encontraba en una situación difícil. Estaba diciendo: "Dios sabe que no soy un malvado y sin embargo, no puedo escaparme de Su mano. Tengo que soportar todo esto y no se por qué se me ha hecho pasar por esta experiencia".
Es que Job era un hombre que necesita un poco de humildad, y Dios iba a darle esa humildad. ¿Ha notado usted, estimado oyente, que la humildad y la paciencia son cualidades que Dios no le sirve a usted en una bandeja de plata? Uno no llega a ser humilde de esa manera. La paciencia y la humildad son fruto del Espíritu Santo producidos en su vida a través de duras experiencias. Y Dios iba a producir ambos frutos, la humildad y la paciencia en Job.
En el Nuevo Testamento leemos acerca de la paciencia de Job. El apóstol Santiago escribió en 5:11, Habéis oído de la paciencia de Job, y habéis visto el resultado del proceder del Señor, porque el Señor es muy misericordioso y compasivo. El caso era que Job no era un hombre paciente por naturaleza, esa cualidad habría aumentado su confianza en sí mismo y su vanidad. En realidad, Job no era paciente. Hemos visto que su paciencia se desmoronó y estaba clamando a Dios impulsado por su impaciencia. Pero cuando vemos "el resultado del proceder del Señor", es decir, el resultado de los tratos del Señor con el patriarca entonces comprobamos que Dios estaba actuando en él para convertirle en una persona paciente, y dándole humildad. Es que es Dios el que produce estas cualidades por su Espíritu. Leamos ahora, el versículo 19:
"Sería como si nunca hubiera existido, llevado del vientre a la sepultura".
Entonces Job volvió a la misma posición que había tomado antes, y esa actitud permanecerá en una parte del desarrollo de este libro. Durante esta tiempo de prueba, el deseó la muerte. Pensó que la muerte lo libraría de esta miseria. Lo removería de esta escena. Job le daría la bienvenida como si fuera el sueño, como una experiencia que lo colocaría en un lugar de inconsciencia.
Pero en este momento Job estaba deseando no haber nacido. Deseaba caer completamente en el olvido. Esto es algo que también usted quizás haya deseado. Job no fue el único en desearlo. El profeta Elías lo deseó. El profeta Jonás también lo deseo. Solo que el desear no haber nacido es una pérdida completa de tiempo. Y por cierto, el desear estar muerto tampoco será de gran ayuda. Nadie jamás ha muerto por el mero pensamiento de desearlo. Siempre he sospechado que la mayoría de los que hemos dicho alguna vez que deseábamos morir, no lo hemos dicho en serio. Estábamos simplemente hablando o desahogándonos de una gran tensión que estábamos sufriendo. Cuando la gente se enfrenta con la muerte, realmente quiere vivir. Sospecho que si Job le hubiera hecho realmente frente a la muerte, tampoco hubiera dicho en serio que deseaba estar muerto. Pero en este momento él estaba derramando su alma, y se produjo una ruptura en la dignidad de este hombre. Dios tendría que penetrar en lo profundo de su corazón para abrir su entendimiento, para comunicarse con él. ¿Sabía usted, estimado oyente, que muchos de los cristianos en la actualidad tienen corazones orgullosos y duros? Y muchas veces Dios tiene que tratar con ellos de maneras parecidas a cómo trató con Job.
En nuestro próximo programa, Dios mediante, vamos a conocer al último de los tres amigos de Job: Zofar. Pero antes de concluir diremos que solo Dios puede sacar a un ser humano de una situación semejante, y solo el puede restaurar su dignidad. Era el clamor de Job encontrar un mediador ante Dios, como Jesucristo, al ver la enorme distancia que le separaba de Dios. "¡Ah, si solo hubiera alguien que pusiera su mano en la mano de Dios y colocase su otra mano en mi mano y nos acercara, nos reuniera! Si Él pudiera hacer eso, entonces yo tendría un mediador". Y ese clamor de Job encontraría su respuesta en el Nuevo Testamento. Y ese mediador llegaría en la persona de Jesucristo, el único mediador entre Dios y los hombres. Estimado oyente, deseamos que Dios por su Espíritu le haga ver esa insalvable distancia que le separa de Él, para que usted acepte por la fe la obra de Cristo en la cruz. Allí se abrió para usted el camino a Dios, el camino de la vida, la senda de la vida eterna.
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